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domingo, 30 de octubre de 2011

Real Sociedad 0 Real Madrid 1. Piponazo y celebración


Saltó Mourinho a celebrarlo y a felicitar a sus muchachos. Cerró el puño Cristiano en señal de alegría. Y muchos madridistas seguro que los imitaron en sus casas, en los bares o en los coches. Ganó el Madrid tres puntos que anduvieron frágilmente sobre un alambre durante demasiados minutos, los que van desde el diez hasta el noventa, un eterno pasaje durante el que la victoria fue mínima y en el que la buena imagen se fue diluyendo a medida que avanzaba el tiempo. El espectáculo se fue convirtiendo poco a poco en una ceremonia tosca, aunque también fue el colmo de la belleza si se compara con el monumento a la barbarie que Telecinco había decidido perpetrar con sus cucadas infames. El fútbol, incluso cuando se vuelve espeso y primitivo, sigue ofreciendo un escape edificante. En fin, que nos perdemos.
La primera parte se resumió en un hecho: a Bravo se le acumuló el trabajo y Casillas pudo recrearse en recordar las excelentes vistas de San Sebastián que disfrutaron tanto él como sus compañeros unas horas antes desde el hotel. El Madrid fue el único protagonista del duelo en ese intervalo. El escenario, una de esas plazas norteñas e incómodas de toda la vida, perdió intensidad a raudales desde el pitido inicial. Los visitantes, lejos de las intimidaciones del pasado, se adueñaron del partido desde el inicio. 
Cierto que el ritmo fue menor que el imprimido por la diabólica máquina que saltó a La Rosaleda hace una semana o al Bernabéu el pasado miércoles. La sensación de superioridad, sin embargo, fue  parecida. Y se refrendó a los diez minutos, momento en el que Higuáin hizo del desmarque un arte y se buscó la vida entre una manifestación de defensas centrales. Desde atrás, señaló con la mano la acción e inició una vibrante arrancada. Coentrao, con la cabeza erguida, enhebró un pase excelente por el ojo de una aguja. A continuación, un toque picado, en carrera y preciso. Gol del argentino. 
Aunque por lo general a una acción de esa índole se le llama "abrir la lata", la metáfora en esta ocasión no se hizo realidad. La Real Sociedad siguió en las mismas y se acomodó en el uso del cloroformo. Los donostiarras solo tenían un plan: cerrar huecos en el terreno de juego por encima de todo lo demás. La posesión de los visitantes se hizo absoluta, pues al primer toque en pequeños espacios le sumó una prontísima recuperación del balón. Özil colaboró al monopolio, si bien se le notó algo depre y tendente a la irrelevancia. Los hombres dirigidos por Mourinho no se volvieron locos en ningún momento y aguardaron a los momentos oportunos para hincar el diente a su víctima. 
Así lo intentó en tres o cuatro pasajes. Por ejemplo, en un disparo lejano y muy venenoso de CR7 que intimidó a Bravo. O en una incursión de Di María que terminó con un punterazo que atajó con dificultades el guardameta chileno. O, sobre todo, en un pase excelente del extremo zurdo que Higuaín remató sin éxito en las postrimerías de un contragolpe magnífico. La peor noticia al descanso era, por corto, el resultado. La mejor, la imagen de una superioridad surgida de la humildad, una virtud que lució especialmente Coentrao, sustituto de Marcelo, en el repliegue. Y eso por elegir a un estandarte.
La reanudación, por contra, no trajo casi nada bueno. La primera pérdida importante, de Xabi en un momento de respiro en la medular, pudo costar un disgusto al cuarto de hora. Vela disparó demasiado centrado y Casillas entró en calor, sensación térmica elevada poco después con otro tiro de Griezmann. La Real ponía más intensidad, hasta el punto de que alcanzó el grado de violencia extrema en una patada criminal del joven francés sobre Sergio Ramos, momunental durante toda la noche. La tarjeta fue amarilla, igual de amarilla que la que vio Arbeloa nada más empezar el partido por una faltita de nada. Cosas que pasan. 
La salvaje acometida fue la plasmación de un devenir de los acontecimientos que cada vez se enmarañó más. El Madrid, ya con Khedira, Kaká y Benzema sobre la hierba, contemporizó y no le encontró posibilidades a su vigorosa contra porque cualquier gestación era cortada con una falta por los delanteros o por los centrocampistas blanquiazules. Pero a la táctica defensiva no le sumó la suficiente calidad como para asediar el marco madridista. Si se sufrió fue por otros motivos, especialmente por ese componente imprevisible que tiene el deporte de competición y que convierte cualquier accidente en un disgusto. No llegó y el Real Madrid se acostó líder. Un sólido motivo para cerrar el puño y celebrarlo.

jueves, 27 de octubre de 2011

Real Madrid 3 Villarreal 0. Para gozar esto es una bomba

 
Si no fuera tan tarde, lo justo sería escribir esta crónica en verso. Tiene pinta, sin embargo, de que algún día va a tocar hacerlo. Calcó el Madrid el primer tiempo de Málaga, tan perfecto en todo que se antojaba irrepetible. Cuando lo irrepetible se repite empieza a ser costumbre. Según los juristas, la costumbre, en determinadas circunstancias, puede llegar a ser ley. Y la ley, su ley, una ley severa y sin fisuras, la está imponiendo un Madrid que, de no ser por su explosiva belleza, podría parecer hasta cruel. 
Le sobró en un tiempo para hacerle de todo al Villarreal, un equipo en horas bajas pero que hombre por hombre tampoco es un cualquiera. En solo diez minutos, de hecho, ya ganaba por 2-0. Abrió la lata Benzema tras bajar con el pecho una pelota servida desde muy lejos por el omnipresente Di María y que subió suave y picadita por encima del corpachón del pobre Diego López. Casi sin respirar, Kaká mandó un zurdazo inapelable y raso a la red desde la frontal del área. Pero las cifras son gélidos inventos sin alma cuando la pasión se desborda. Durante esos seiscientos segundos los blancos habían protagonizado una orgía, activado una bomba nuclear y desatado una explosión devastadora. Presionaban, como en una coreografía obsesiva y perfecta, la salida de la pelota del Villarreal. Y con el objeto redondo en los pies se lanzaban fulgurantes y en tropel sobre la portería enemiga. 
Por si fuera poco, los once eran tan brillantes en lo esencial como en el detalle. Kaká, un milagro andante, se adornó con un caño sobre Borja Valero. Marcelo hizo malabarismos sobre el alambre de la línea de fondo y sirvió una ocasión prístina a Benzema, que disparó fuera. Casillas, que se suma a todas las fiestas balompédicas que puede, salvó un balón envenenado por un rechace. Ramos, además, se cruzó como un central rápido y contundente en las escasas incursiones de los castellonenses. Solo faltaba que Di María cediera el papel de asistente a Benzema para convertirse él en ejecutor definitivo de un contragolpe mortal y marca de la casa tras un saque de esquina del Villarreal. 
Como semejante intensidad no puede ser eterna, lo que la reanudación trajo fue, disculpen la metáfora, el cigarrillo de después. El Madrid tocó con más pausa y bajó algunas revoluciones, aunque no tantas como en Málaga. El ritmo de la presión también descendió y las ocasiones de verdadero peligro escasearon. Solo un hecho fue verdaderamente noticioso: Xabi Alonso sumó un breve descanso y fue sustituido ante el reconocimiento generalizado del respetable. Antes lo habían recibido también y casi con el mismo estruendo tanto Di María como Benzemá. Coentrao, Özil e Higuaín fueron los respectivos sustitutos. El finiquito, sin embargo, estaba firmado y una incursión de Arbeloa se sumó a otra precedente de Di María para convertirse en los únicos envites al gol. No lo hubo. Y unos cachondos aprovecharon para pitar al equipo en los minutos finales. Qué frágil es la memoria de algunos seguidores, como si sus ojos no hubieran sido testigos de un fútbol excepcional, pluscuamperfecto e inolvidable. Que siga.

sábado, 22 de octubre de 2011

Málaga 0 Real Madrid 4. Así, así, así gana el Madrid

 
Fútbol total. Perfección. Matrícula de Honor. Plenitud. Festín. Vendaval.  Primor. Exhibición. Tormenta perfecta. Lo que ustedes quieran. Elijan la palabra o expresión que más les plazca. La más corta o la más larga. La que tenga connotaciones académicas, festivas o gastronómicas. Lo mismo da. Si no ha visto el primer tiempo del Málaga-Real Madrid y siente algún aprecio o curiosidad por un deporte llamado fútbol abandone estas líneas y hágase con una copia. Lo que verán sus ojos estará tan por encima de esta torpe prosa que a uno le dan ganas de dejar tranquilas a las teclas. Seamos, pues la ocasión es propicia, hiperbólicos: el Madrid jugó en Málaga cuarenta de los mejores minutos que este cronista le haya visto jamás. 
Ganó 0-4 pero ni siquiera los números, escandalosos, están a la altura de las circunstancias de lo visto durante la primera parte. Once hombres vestidos de negro saltaron al piso verde de La Rosaleda e impartieron una lección magistral en lo básico y en lo accesorio, en la presión y en el toque, en la velocidad y en la pausa, en el centro desde las bandas y en el adorno malabarista. Hasta Casillas se gustó con una palomita de otra época. No faltó nada ni nadie. Todos lucieron como los instrumentos de una orquesta perfecta durante una noche inspirada. 
Y eso que el asunto arrancó igualado en algo, ya que unos y otros pidieron como locos a Mateu Lahoz sendos penaltis. Las reclamaciones pronto quedaron en el olvido, pues la sensación de superioridad zanjó cualquier sombra de litigio. Los visitantes hicieron un descomunal ejercicio de presión sobre el rival, al que asfixió en la frontal de su propia área. Incapaces de darse la vuelta con la pelota en los pies, los jugadores del Málaga tampoco podían contener las oleadas al primer toque de los madridistas cuando a éstos les tocaba atacar. Y, como robaban de inmediato, les tocaba casi siempre. 
Así las cosas, Di María descorchó la botella de la felicidad dándole un pase raso y al hueco a Higuaín, que prolongó con un quiebro y un remate certero su racha goleadora. A continuación, el extremo argentino dio otra asistencia, aunque de un género bien distinto. Pegado a la cal de la derecha, metió una rosca larga y precisa a Cristiano Ronaldo, que empujó el segundo de los suyos y el primero de su cuenta particular.
No se cortó el Madrid y siguió apretando. Tanto fue así que CR7 aprovechó la majestuosa inercia para completar un hat-trick en apenas un cuarto de hora. En el 0-3 puso fin con un derechazo seco a una centelleante asociación de sus compañeros y en el 0-4 diseñó una estampa para el recuerdo: a la salida de un saque de esquina, y tras el cabezazo al área pequeña de Sergio Ramos, "ese portugués" se sostuvo en el aire, dibujó una cabriola y marcó de espuela uno de esos goles que se hallan en un fascinante cruce entre lo atlético, lo habilidoso y lo sencillamente bello.
Y hasta ahí. Kaká, Khedira y Xabi Alonso habían colaborado durante todo el periodo a un equilibrio ejemplar y a un aire muy compacto del bloque. Pero el descanso adormeció el tono de la noche y las luces se apagaron. El Málaga sacó la vergüenza torera -aunque no a Van Nistelroy- mientras los merengues de negro sacaban la calculadora del ahorro. Seguramente hicieron bien los chicos dirigidos por Mou, por mucho que éste hiciera algún aspaviento de censura y diera entrada a Özil, Benzema y Callejón para recuperar el tono competitivo. Estuvo gris el equipo en la segunda mitad, aunque había hecho tantos méritos en la precedente que los palos le premiaron en más de una ocasión para dejar su marcador a cero. Los minutos pasaban pero en la memoria permanecía el excelso nivel de un rato mágico. Así ganó el Madrid. Así.

martes, 18 de octubre de 2011

Real Madrid 4 Olympique de Lyon 0. Adiós, fantasmas, adiós


Uno escucha el nombre del Olympique de Lyon y es como si una muela olvidada te recordara que existe. Sí, la temporada pasada el molar quedó anestesiado con la eliminatoria de octavos, pero el recuerdo de los dolores pretéritos permanece en ocasiones como un trauma. Para muchos éste es el caso. Pues bien, quizás un 4-0 sea ya más que suficiente como para ir zanjando las cuentas pendientes del pasado. Las diferencias hoy por hoy son enormes entre las dos plantillas y el Madrid lo dejó patente devolviéndole a su incómodo enemigo un serio correctivo. De paso, el primer puesto del grupo de la liguilla de la Champions empieza a antojarse incuestionable, así que el equipo técnico puede ir programando plácidamente los próximos meses de competición europea. 
Antes de nada el espectáculo arrancó de partida con dos hechos sorprendentes si se tienen en cuenta las previsiones: el enrachadísimo Higuaín le cedió el puesto a Benzema, en un gesto que parecía una caricia simbólica de Mourinho al francés, mientras Kaká se tomaba un descanso tras la acumulación de minutos, algo que ni su más acérrimo seguidor hubiera creído hace un mes. Di María recibió el premio de su fulgurante actuación del sábado y ocupó la banda derecha. Así las cosas, el francés devolvió la confianza abriendo el marcador con el típico gol del delantero oportunista que aprovecha en saque de esquina lo que queda suelto en el segundo palo. Y el argentino tuvo una actuación discreta y  desdibujada, especialmente por comparación por lo que pasaba en el otro lado del campo. 
Allí, Marcelo se daba un festín. Generoso en el despliegue, el lateral zurdo se incorporaba una y otra vez y enredaba a la defensa gala, excesivamente aculada. Las embestidas del brasileño eran solo uno más de los síntomas que gobernaban el destino de un partido en el que el Madrid era tan compacto como largo su rival. Khedira, incansable en despliegues y repliegues, liberaba a un Xabi Alonso que se gustó a libre conveniencia con toda suerte de desplazamientos, algunos de ellos eternos. El resultado de todo fue un monopolio de la posesión y una sensación de dominio mucho más escandolosa que el número de oportunidades acumuladas, que tampoco fueron tantas.
Un par de disparos de CR7 sobre el lateral de las mallas y una pelota sacada con la punta de los dedos por Lloris fue lo más peligroso que generaron los de casa durante el primer tiempo. Mientras, el Lyon solo se acercaba a las inmediaciones de Casillas durante un titubeo de Pepe, que dejó a Gomis solo y frustrado por un mal control. De cualquier forma, los madridistas buscaban el vestuario con la sensación del deber sobradamente cumplido en el ejercicio de la presión, parcela poco vistosa del juego que los paladares exigentes también saben disfrutar en casos como éste. Sensación a la que había que sumar la frustración causada por un árbitro torpe que anuló un gol a Benzema y amonestó a Xabi por sacar una falta para la que no había pedido pasos en modo alguno en el origen del lance.
Preliminares. Todos esos acontecimientos no fueron más que preliminares. Nada más reanudarse el encuentro Khedira aprovechó la generosidad de Benzema y al 2-0 le sucedió pronto el 3-0 obra de Özil, tras una sucesión de rechaces. Al Olympique se le abrieron las costuras y el Madrid con espacios disfrutó de esa situación tan propicia a sus cualidades. Kaká entró por Özil y dejó más muestras de su evidente cambio de ritmo y de unas sensaciones magníficas. Higuaín relevó a Benzema aunque no tuvo tiempo para prolongar su idilio con el gol, mientras CR7 se afanaba sin éxito de todas las formas posibles. La mala suerte quiso, además, que cuando lo tuvo se cruzara en su camino Kaká y ejerciera la fatídica influencia que separa la legalidad del fuera de juego. Anécdotas, todas ellas, para un duelo sin más historia que el regreso de Mourinho a los banquillos europeos y la huida de unos fantasmas con acento francés que ya empiezan a quedar lejos.

sábado, 15 de octubre de 2011

Real Madrid 4 Real Betis 1. Catequesis, resurrección y éxtasis

 
La tarde liguera del Bernabéu acabó en experiencia religiosa: un Cristiano redimido, un Kaká resurrecto y un Higuaín extasiado liquidaron al animoso Betis, que volvía largo tiempo después al templo de La Castellana. En una segunda parte que concentró goles y ocasiones, el trío de estrellas resolvió el trámite y devolvió con creces el precio de las entradas y de los abonos televisivos. Los sevillanos regresaron con una goleada cargada de buenas sensaciones y el Pipa se llevó el balón a casa gracias a su segundo triplete consecutivo, hecho de un mérito excepcional viniendo de una lesión eterna y de la evolución fulminante de su colega y competidor Benzemá. 
El hat-trick de Higuaín se abrió con la confirmación de otra circunstancia casi sobrenatural. Nada más reiniciarse el encuentro en la segunda mitad, CR7 se vio completamente solo ante Casto y en lugar de terminar con su pureza hizo entrega de un regalo al argentino para que marcara a placer. Sejemante dádiva, sumada a las de Cornellá, parecen indicar que Cristiano ha pasado por una catequesis especializada en el don de la generosidad. 
Pues bien, todavía con la agradable sensación en la retina, se sumó Kaká a los ejercicios espirituales y confirmó su resurrección con un golazo extraordinario, marca de la casa en su parar, mirar y meter el balón con rosca por el palo largo. Mou sentó de inmediato al brasileño y el público, exactamente el mismo al que tenía desesperado hace no tanto, le despidió con una atronadora ovación. 
Pero todavía le faltaba al parroquiano culminar el viaje al éxtasis que le propuso un delantero canino. Justo después de que Molina aprovechara un despeje frontal de Sergio Ramos y una tímida defensa de Pepe para cuestionar la victoria merengue, Di María puso una pelota en vertical para su compatriota, quien se fue en velocidad, dribló y marcó casi sin ángulo. El Pipita impidió cualquier asomo de sufrimiento y condujo las emociones al territorio de la felicidad, sobre todo después del ejercicio de sutileza que supuso su tercer tanto, firmado con una vaselina casi poética.
El gozo se coció durante, aproximadamente, media hora. Antes, la primera parte se había explicado alrededor de una circunstancia fortuita y reseñable. A eso del minuto 20, un chico descarado de 17 años y de apellido Vadillo se hirió en la rodilla y tuvo que retirarse del campo con evidentes síntomas de un daño severo. Durante un buen rato, sus compañeros no tuvieron la malicia suficiente para permitir el recambio y el Madrid empezó a disfrutar de la posesión, con la colaboración de la ingenuidad de los andaluces, que se dejaron hacer.
A punto estuvo de costarle un gol tanta ingenuidad cuando Higuaín se descolgó a la banda derecha y puso un centro al que no llegaron por poco ni CR7 ni Kaká. Pocos segundos después a la jugada le nació una hermana gemela que desperdició el portugués en un franco remate de cabeza que mandó fuera. Un mal control dentro del área se interpuso una vez más en el camino de Cristiano, que parecía estar más para dar que para recibir. El estado de shock todavía le duró unos minutos más a los béticos, incluso más allá de recuperar la igualdad numérica, aunque poco a poco dejó de arreciar.
Antes de su particular desgracia había salido el Betis a competir sin miedo, pegajoso en defensa, achicando espacios cuando los locales atacaban en estático y replegando con urgencia a su frontal cuando aquéllos superaban la primera línea de presión. La pelota parecía sentir más cariño por las botas verdiblancas ante la aparente complacencia de los de casa, que incitaban las acometidas de sus invitados para asestarles alguno de esos habituales hachazos que en breves segundos destrozan a cualquiera. El último cuarto de hora que precedió al descanso recuperó la misma tónica, solo que la aparente paciencia de los madridistas dejó de compartirla la grada, que dejó el toque de una insinuación de pitada para la reflexión del vestuario.
El aviso tuvo efectos reparadores. Dicen que las charlas tácticas de Mourinho son lecciones magistrales encapsuladas en diez minutos para la escucha y la revitalización. Puede que sea cierto, ya que las reacciones de sus hombres se dan con cierta periodicidad. Tanto es así, que al partido contra el Betis le sobró tiempo para que, ya con una diferencia abultada en el electrónico, descansaran algunos de sus protagonistas, como Cristiano y Kaká. De paso, acumulaban rodaje Altintop y Coentrao. Y a todo esto, Higuaín seguía coqueteando con más goles -le faltó poco para sus duples- al tiempo que una sonrisa le cruzaba el rostro. A él y a todo el madridismo, conciliado provisionalmente con la paz y a la espera de que otros, como Del Bosque y Florentino, la terminen firmando por el bien de la institución. Amén.

viernes, 14 de octubre de 2011

Carta abierta a Del Bosque

 
Estimado seleccionador: 
Hace unos días rediseñé esta humilde bitácora y elegí un ramillete de imágenes que simbolizan lo que pretende ser "Nacido para el Madrid". Entre todas ellas aparece usted en sus tiempos de jugador, con la indumentaria blanca mancillada por el barro, el sudor y hasta por lo que parece sangre. Visiblemente maltrecho, avanza con ayuda hacia el frente y con la mirada un poco perdida.  En la hermosa estampa, que transmite un deje de dolor, rabia y fragilidad, se le adivina un aire orgulloso y honesto. La fotografía debería ponerle los pelos como escarpias a cualquier madridista de bien. 
Usted es uno de ellos. Por eso le ruego, con el respeto de un admirador y la energía de quien abraza uno de los sentimientos más puros y desinteresados que conoce, que deponga su actitud. Quiero creer que a estas alturas ya se ha dado cuenta del profundo error que ha cometido. Desde las medias tintas, sin negaciones taxativas y con sugerencias farfulladas, ha abierto un debate innecesario y que se ha salido de madre. No se habla en la gran familia de los seguidores blancos de otro asunto. Y lo peor es que se hace con un tono crispado, virulento y disolvente. A nadie que estuviera dispuesto a lo que usted en la foto que abre estas líneas puede gratificarle el espectáculo, así que dudo mucho que no sienta  una incomodidad terrible al haber contribuido tan decisivamente a crearlo. 
Tiene buena parte de razón Santiago Segurola en un excelente artículo publicado en Marca, pero no toda. El genio de la prosa futbolera justifica su negativa a ser agasajado en público por el Real Madrid  aunque su razonamiento es demasiado parcial. Los juicios de intenciones, los recelos personales e incluso las humillaciones del pasado no son más que circunstancias que rodean una cuestión que debería ser nuclear en este innecesario debate: que la distinción de marras se la concede -aunque sea a través de sus discutibles aunque legítimos representantes- una institución que es centenaria, gloriosa y modélica muy por encima de los individuos que la han hecho crecer o que la han lastrado, según los casos. El desafío a las "guardias pretorianas" exigen otros escenarios y no el que aplaude Segurola.
Por otro lado, usted se ha caracterizado siempre por una generosidad coronada por los gestos afables de un castellano humilde. Siempre que puede acude a donde le inviten y acepta homenajes de cualquier condición. Nunca niega nada que esté a su alcance si la agenda se lo permite. Tiene un talante abierto y dialogante. Apenas existe el "no" en el vocabulario de su personaje público. Hasta ahora. Con el Madrid y en el Bernabéu. Quizás sea el humano y despechado gesto de un amante maltratado. Pero recuerde su responsabilidad y acepte los amargos tragos que por ella debe digerir de cuando en cuando. Seríamos muchos los madridistas que nos sentiríamos igual de desairados si no depone pronto su actitud y acepta recibir una insignia dorada en su solapa. 
La mano física que se la abroche será la de Florentino Pérez aunque le invito a que imagine que esos dedos son en realidad los de una mayoría del madridismo que le está sinceramente agradecido por los servicios prestados. A usted y a todos los que se han embarrado esa zamarra  y el cuerpo que va debajo desde la cabeza a los pies. Acepte y proclame con voz firme que lo hace por nosotros. Zanje el debate y no lo alimente más con un carraspeo dubitativo que abre brechas en un colectivo millonario, complejo y diverso. Usted siempre ha sumado, así que le pido que no reste. 
Vuelva a mancharse la camiseta. Hágalo por el Madrid. 
Con la esperanza de que recapacite, se despide atentamente: 
"Nacido para el Madrid"

domingo, 9 de octubre de 2011

Siempre Juanito

El pasado martes, día 4 de octubre, se cumplieron 17 años del partido homenaje que el Real Madrid brindó a Juan Gómez "Juanito", el eterno 7. 


Siempre es buen momento para recordar a un auténtico "Nacido para el Madrid", uno de esos mitos que dan cohesión a la comunidad, siempre dispuesta a cantar sus gestas y a traspasarlas como un testigo sagrado a las nuevas generaciones. Este blog quiere poner su granito de arena en esa misión colectiva que nos obliga al recuerdo, hecho de pura emoción y reverencia. Juanito maravilla. 

lunes, 3 de octubre de 2011

Espanyol 0 Real Madrid 4. Higuaín y punto

 
Higuaín, en ese apellido se resume casi todo. Muchos meses después de que se herniara hasta el punto de tener que pasar por el quirófano, tras una larga recuperación y después de que Benzema aprovechara su ausencia, el brioso punta liquidó al Espanyol en una actuación sin alardes del Real Madrid. Después de veinte minutos magníficos de presentación, los jugadores vestidos de elegante negro hicieron algo parecido a la huelga hasta el veinte de la reanudación, momento elegido por el Pipa para acabar con todo definitivamente. Y punto.
Tuvo pues dos caras el equipo durante la primera parte. En el arranque fue dueño de los tempos, mantuvo los ánimos del Espanyol a raya e hizo despliegues raudos y combinativos. Dominó, en suma, el pulso de ese organismo vivo y a veces imprevisible que es un partido de fútbol. Destacó en esa fase Lass, pues cortocircuitó todo avance rival y prendió las arremetidas de sus colegas más avanzados. Por allí, en la ofensiva, estaba un Cristiano Ronaldo dispuesto a tocarla de primera y a generar superioridad por casi todas partes. De sus botas emergió pronto un trallazo que trazó una perversa trayectoria y que Cristian Álvarez mandó malamente a la base del poste. Y de sus pies brotó el primer gol, que tuvo un prólogo limpio y preciso en la arrancada de Kaká y un interludio definitivo con el pase al hueco a Higuaín. Éste, completamente solo, fusiló al compatriota que habitaba bajo los palos. 
Hasta ese momento el rendimiento merengue fue notable. Dueño de la posesión y con un participativo Kaká, la pelota inquietaba el área perica y vivía a años luz de Casillas. Y, de pronto, el Madrid se desinfló. Los cuatro de arriba dejaron de presionar y empezaron a perder el sitio y el aliento. El Espanyol se fue haciendo poco a poco con la pelota, pero, sobre todo, empezó a preparar serias oposiciones para empatar el partido. Si alguien lo evitó fue, de nuevo, un tal Iker. Primero sacó con los dedos un disparo seco y raso de Sergio García y a continuación se quitó de encima un obús centrado de Javi Márquez. 
La reanudación trajo idénticos síntomas, con un once partido que permitía las insistentes embestidas blanquiazules. Pero hasta ahí. Cortos de dinamita, los hombres dirigidos por Pochettino demostraban buenas intenciones pero nulo temperamento destructor. El que sí lo tuvo, ya con más espacios, fue  Higuaín. Como quien no quiere la cosa y con la noche todavía indefinida, Arbeloa le dio un pase al hueco y el Pipa empaló un brutal disparo que se coló por la escuadra.
El 0-2 zanjó definitivamente el misterio. Con todo, y por si quedaba algún asomo para la duda, Xabi Alonso le dio una larga asistencia a Cristiano, quien se fue por velocidad y cedió a Callejón, recién ingresado en su antiga casa, para que marcara casi a regañadientes el 0-3. Y todavía faltaba el cierre de Higuaín, que aprovechó un clamoroso error de los defensas españolistas para picar el esférico y certificar tanto su triplete particular como el póquer del colectivo. Con más goles que juego, algunas lagunas y pasajes de cierto nivel, el Madrid se llevó tres puntos tranquilizadores y engordó las estadísticas hasta ver por dónde rompe definitivamente. De momento, anima saber que sus delanteros están obsesionados con ganarse la titularidad y que la competencia puede dar excelentes frutos. A ver si continúa la racha tras el parón de las selecciones.