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domingo, 26 de febrero de 2012

Rayo Vallecano 0 Real Madrid 1. Victoria por lo criminal


Hay partidos que hay que ganar, como decía Luis Aragonés, "por lo civil o por lo criminal". El de Vallecas se sacó adelante por la segunda vía dadas las circunstancias más adversas de la temporada y con una de las versiones menos estimables del Mou Team. Por la mínima y gracias. Sufriendo y dejando la sensación de que hubiera sido más justo el reparto de puntos. No se jugó bien y se aceleró el corazón de los madridistas en demasiados pasajes. Pero todo eso da igual. Seguramente los tres puntos conquistados en el popular barrio capitalino sean de los más significativos cuando, según parece, se conquiste la Liga. La victoria tiene de hecho una relevancia estratosférica, pues un campeón también se distingue por su capacidad para sacar adelante los duelos en los que todo parece ir mal. 
Salió el Rayo de Sandoval a comprometerle la tarde al Madrid y la siesta a los seguidores blancos. En medio minuto ya había forzado un saque de esquina ante la algarabía de una grada excitada. No hizo falta mucho más para saber que aguardaba hora y media de sufrimiento. Sobre un césped en un estado lamentable y con unas dimensiones estrechísimas, el discurrir ofensivo de los visitantes acabó transformado en una caricatura de sí mismo. Desactivado con facilidad Xabi Alonso el plan de los de rojo -ay, que no  acabo de acostumbrarme- fue de un primitivismo atroz. Una vez tras otra el balón surcaba el cielo impulsado con fuerza por Pepe, Sergio Ramos o el mismo Casillas. Y no parecía haber más plan. 
Jamás se sintió cómodo el líder, así que hubo que tirar de esos momentos puntuales que tan a menudo decantan los títulos. El más importante lo protagonizó CR7, ese tipo al que tanto lumbreras discute achacándole, entre otros males, que solo marca goles que engordan estadísticas. A la salida de un saque de esquina y después de un par de rechaces se inventó un taconazo que acabó en las mallas y que vale unos cuantos gramos del trofeo que se adivina en el horizonte. El recurso fue un paradójico momento de magia en una actuación tan gris y gobernada por la aspereza. 
Minutos después Casillas voló de forma portentosa para trazar una de las paradas del año. Esa acción y la de Ronaldo fueron las dos más sobresalientes y explican buena parte del botín, pero no todo. Los perdones del meritorio Rayo, más activo o lúcido en la búsqueda de la portería, no se pueden pasar por alto. En la primera parte Piti estrelló un remate franco contra el palo y, ya sobrepasado el minuto noventa, Armenteros adelantó unos centímetros su cuerpo y no pudo empujar un balón que se paseaba por la misma línea de gol. A esas alturas, las pulsaciones del madridismo debían de estar al borde del infarto. 
Todo, sin embargo, acabó bien aunque con el inevitable rumor de otra actuación arbitral lastimosa. Se equivocó Fernández Borbalán de cabo a rabo y en contra de los dos contendientes, aunque especialmente lastró las aspiraciones rayistas. Ramos, fuera de sí durante toda la tarde, se desentendió de una jugada y le propinó un mal golpe a Diego Costa dentro del área y sin balón de por medio. Habida cuenta de que ya tenía una amarilla debió desfilar a los vestuarios dejando un penalti estúpido detrás de sí. Además, y ya hacia el final, el local Michu fue expulsado de forma quizás un poco exagerada por una entrada por detrás. Cierto es, a pesar de todo, que el trencilla castigó al Madrid con numerosas tarjetas que no tenían réplica en la otra dirección por faltas iguales y a menudo peores. Todos los jugadores parecían desesperados por un juez al que le sobrepasó la tensión acumulada. 
Esa tensión se plasmó sobre todo en el particular idilio que mantuvieron Pepe y Ramos con el delantero Costa. En los límites de lo presentable -por simulaciones, golpes y amenazas- lo cierto es que los sucesivos encontronazos de los tres también pusieron salsa al 'otro fútbol', ese que se hace con empuje y compromiso a falta de virguerías artísticas. Anulados los jugones y quienes viven de ellos -como por ejemplo el inédito Higuaín- la retina debió entretenerse con las rugosidades y el espíritu con la intriga. La pelota volaba y volaba ante la desesperación de los amantes más puristas del buen juego. Pero los triunfos injustos y 'por lo criminal' pueden dar mucho oxígeno en esta carrera de fondo que es la Liga. Al final se verá.

martes, 21 de febrero de 2012

CSKA Moscú 1 Real Madrid 1. Marrón bajo cero


Jugar en Rusia y en febrero es un marrón. Hace frío, el paisaje anda medio nevado y desde hace un tiempo el césped no huele a hierba porque es sintético. El ambiente es gélido y el suelo artificial. Y el rival, corajudo, adaptado y molesto. En semejantes circunstancias el Madrid volvió a la Champions con una actuación funcional y superior que no le sivió para ganar. Un accidente en el último suspiro emborronó la imagen con un 1-1 del todo injusto y que, cotejada la diferencia de nivel de los contrincantes, no genera grandes dudas para la resolución de la eliminatoria. Las malas noticias, que las hubo, fueron otras. 
Se lesionó Benzema, se acumularon tarjetas innecesarias y se encajó otro gol a balón parado. Bastó un cuarto de hora para que la baja temperatura se cebara con las fibras del delantero francés, que pasa a hacer compañía a Di María en una enfermería que debería quedar vacía de aquí a veinte días para encarar la parte decisiva de la temporada. Xabi Alonso y Sergio Ramos, dos puntales imprescindibles del equipo, se equivocaron con una entrada a destiempo y una protesta innecesaria, respectivamente. Las amarillas que vieron se acercan en gravedad al gol encajado en el último suspiro, cuando una mano regalada por un discreto Coentrao provocó una falta que acabó dándole el empate a los locales. Chicos felices como castañuelas, los rusos, en una intensidad directamente proporcional a la tristeza que provoca en parte del madridismo la suplencia de Marcelo, quien mejora en todo a su colega y competidor de posición. 
Bien mirado, el párrafo anterior quizás sea demasiado ingrato con un equipo que se ha ganado el derecho a ser admirado. Su capacidad de concentración y entrega quedó fuera de toda duda en unas circunstancias desfavorables. Dominó todos los tempos del encuentro y no sufrió nada, a excepción del ánimo de Tosic en el comienzo. Muy poco hizo el CSKA ante un Madrid que tiró de fútbol control y que tuvo las ocasiones justas para haber regresado con una renta mayor. Higuaín exigió al guardameta debutante nada más entrar y Khedira estuvo a un paso de aprovechar el rechace de la jugada. Poco después marcó CR7, que atraviesa una racha goleadora descomunal, gracias a un zurdazo inapelable. 
Con la victoria reflejada en el electrónico los blancos siguieron con el mismo plan. De hecho, los primeros minutos del segundo tiempo configuraron el pasaje más inspirado, con una ambiciosa presión y varias llegadas de Callejón que terminaron con deficientes remates y pases fallidos. Entró Kaká en lugar del canterano, si bien a esas alturas parecía que los contendientes estaban conformes y un poco adormilados. De la siesta se salió de mala manera como consecuencia del desafortunado desenlace y el 1-1. Todo apunta a que se superará la eliminatoria pero el precio a pagar por el marrón ruso suena a excesivo. 

sábado, 18 de febrero de 2012

Real Madrid 4 Racing de Santander. Burócratas de la victoria


Moscú en febrero no parece un destino feliz. Eso debieron de pensar los jugadores del Real Madrid, que resolvieron su cita liguera contra el Racing con la eficacia de un burócrata de la victoria. Gana el líder, incluso golea, en todas las modalidades posibles. Con la vista puesta en el frío regreso europeo y en el aterrizaje en suelo ruso, los blancos ganaron por pura inercia, sin ningún alarde y con una relajación que en el fondo humaniza al grupo guiado por Mou. Lo inhumano, en bendito sentido, es el 61-48 que señala la tabla de clasificación. Así se viaja al hielo con un calorcito muy majo.
Aunque su técnico no es amigo de especulaciones la verdad es que sus hombres jugaron con la mano colocada sobre el freno de mano. Ayudó el tempranero gol de Cristiano -sus cifras son propias de una extraña psicopatía goleadora-, que en otras circunstancias hubiera sido el preludio de un vendaval que no llegó. La primera mitad tuvo la placidez de una tarde monótona y poco sustancial. El Racing presentaba poco aspecto de amenaza y las circunstancias invitaban a la relajación. 
Poco reseñable hubo hasta la expulsión de Cisma por usar las manos ilegalmente en un par de ocasiones. La medida fue tan justa como inflexible, aunque casi nada cambió. Dueño de un partido que se jugaba con la cuarta velocidad, el once local se dejaba llevar hasta que aparecieran las ocasiones. Al filo del descanso le llegó una a Benzema en la viva salida de una falta. Su vaselina con la izquierda fue de lejos el único gesto que acariciaba a la retina en la entrega inicial. La marcha al vestuario era todo placidez a falta de las emociones fuertes del año. 
El asunto no mejoró en la reanudación, aunque al menos se dieron un par de sorpresas. Por ejemplo, el apagón eléctrico que paró el duelo durante unos pocos minutos, los justos para recordar las futuras obras en el estadio. Lo otro verdaderamente reseñable fue el regreso de Di María, con golazo desde fuera del área incluido. Al argentino se le vio tan intenso, eléctrico y punzante como se fue hace dos meses, y de forma involuntaria, por lesión. Minutos después cayó al suelo con las manos sobre el rostro y con ostensibles gestos de dolor, un anuncio de nada bueno que ojalá quede en un susto.
Sobre el verde los cántabros se acercaron en alguna que otra ocasión a las inmediaciones de Casillas y el Madrid pasaba de hacer daño, hasta el punto de que Xabi no quiso anotar el cuarto en un ventajoso uno contra uno. En el rechace de la acción, sin embargo, Benzema engordó con un golito más. Ponerle literatura con palabras vacías a los hechos sería una apuesta estéril. No aconteció casi nada, razón por la que se entiende menos que Xabi Alonso siguiera acumulando minutos mientras era Granero el que cedía su lugar a Khedira. Mientras tanto, Sahin se reafirmaba en la grada como la peor noticia de la temporada. Si no está ni siquiera para acumular minutos en pasajes tan irrelevantes es que su situación es más grave de lo que cualquier seguidor pueda imaginar. Una gravedad que pasa a un plano muy secundario cuando regresa la Champions y puede leerse un 61-48 en el marcador general. Casi nada.

domingo, 12 de febrero de 2012

Real Madrid 4 Levanta 2. Golpe mortal


Pues sí, golpe mortal. El partido que le dio al Real Madrid un colchón de diez puntos empezó disputarse en la fría noche de Pamplona con veinticuatro horas de antelación. Solo un día después de la estrepitosa caída del Barcelona ante Osasuna, el grupo dirigido por Mourinho asestó un severo directo al mentón de la competición liguera. El puñetazo vino envuelto en una actuación sobresaliente que concitó las grandes virtudes del equipo, desde la capacidad aniquiladora de Cristiano al arte sedoso de Özil pasando por el alegre dinamisno de Benzema. Y si a ese trío se le suma la confianza general de los que saben remontar -tocó de nuevo sobreponerse a un marcador adverso- la victoria es un valor seguro. La conclusión es que se suman tres puntos, para hacer diez de diferencia. Una distancia sideral.
Y eso que a pesar de la eterna sonrisa de Roberto Carlos, el mítico lateral agasajado en los prolegómenos, el asunto arrancó mal por una de esas imprecisiones tan propias de Sergio Ramos, forzado a hacer una falta peligrosa tras una pérdida estúpida de la pelota. El venenoso saque lo peinó el mismo andaluz para dejársela franca y en la cabeza a Cabral, que mató a Casillas. Reaccionaron los locales de inmediato, tanto que Benzema hizo un golazo gracias a una asistencia de CR7. El juez de línea levantó el banderín y dio al traste con la felicidad merengue pero jamás debió hacerlo. La injusta decisión no mermó el deseo del Madrid, que a punto estuvo de marcar en un disparo de Higuaín durante la confusión de un saque de esquina. El argentino volvió a probar sin solución de continuidad, esta vez con la zurda y durante un rápido contragolpe. 
Lo cierto es que el líder llegaba y llegaba como consecuencia de un plan elaborado que mezclaba la paciencia y la velocidad. Víctima de un acoso que parecía no tener fin, el Levante intentó la vía del enredo y los hechos entraron en un paréntesis poco edificante. La espesura debió dar con Sergio Ramos en los vestuarios, pues tenía el andaluz uno de esos días tan suyos. Seguramente con la resquemor de su error en el gol, compró las toscas invitaciones de Del Horno y le propinó una patada sin balón de por medio, lo que le costó una cortísima amarilla. 
Si faltaba algo para el lío, Iborra tocó el balón la mano de forma estúpida y, como estaba dentro del área, Undiano tuvo que expulsarlo y señalar penalti. CR7 lo ejecutó de forma implacable y el Levante tuvo que encarar la segunda parte en inferioridad y ante un enemigo desatado. Fuera de sí, en el mejor sentido de la expresión, estaba el delantero portugués. A los cinco minutos de la reanudación cabeceó un excelente centro de Higuaín y ya nadie dudó de un triunfo que se antoja fundamental. El apetito, no obstante, seguía insatisfecho. Así que Ronaldo pilló una pelota en la banda izquierda, le tiró un quiebro a su defensor y mandó un obús que casi rompió las mallas. Era su tercero de la noche y su número 27 en lo que va de competición. Una barbaridad, o sea. Y ahora que le piten los que tanto saben de esto. 
No lo hizo la parroquia que acudió al frío coliseo madrileño, más bien lo contrario. Además, no tuvo la afición motivos para dudar ni siquiera cuando Koné le ganó el espacio a Ramos en un contragolpe e hizo el 3-2. Para desahogo del aficionado más pesimista, Benzema se marcó un lujo y con una rosquita sutil marcó el 4-2. Los blancos insistían en el gol y acumulaban acciones muy vistosas. Una de ellas fue en realidad una obra de arte. La protagonizó, cómo no, Özil. En carrera y por la frontal del área le tiró un caño a Ballesteros y se plantó solo ante el guardameta. Solo la madera se interpuso en el que hubiera sido uno de los grandes goles del año, pero la neurona especializada en la memoria de la belleza acumuló otro recuerdo excelso del turco-alemán. 
En conclusión, aprovechó su gran oportunidad el Madrid, que acabó con cuatro canteranos sobre el terreno de juego. Queda un mundo por delante y todas esas circunstancias imprevisibles que hacen del fútbol un deporte tan emocionante. Por eso conviene no confiarse ni dejarse llevar por arrebatos y excesos de confianza. No tiene ninguna pinta de que esta plantilla se deje llevar por triunfalismos. Tampoco su entrenador es de esos que permiten la relajación o la dejadez. Solo hay motivos para la esperanza y para seguir disfrutando con un juego que deja goleadas cocinadas con un estilo sobresaliente. Del sensacionalismo periodístico y de lo que parecía una ruina sin remedio se ha pasado a la felicidad. Y a un golpe que parece mortal.

sábado, 4 de febrero de 2012

Getafe 0 Real Madrid 1. El calor de la victoria


Frío desagradable y siberiano. El ambiente gélido que asedió a los futbolistas de Getafe y Real Madrid marcó sin duda los acontecimientos. Rostros descompuestos, labios amoratados, vaho y gestos de congestión. Pero a semejantes circunstancias, más propicias para la chimenea de leña y el chocolate caliente, contestaron los jugadores visitantes con un calor indudable, propiciado por su ventajosa posición en la tabla. La victoria por la mínima en el Alfonso Pérez fue tan justa como inquietante, pues a la evidente superioridad en el juego le acompañó la incertidumbre de la escasa diferencia en goles. Se terminó sufriendo por la pura inercia de un marcador apretado pero solo por eso. A toro pasado, el triunfo solo deja buenas sensaciones.
Dominó el juego el equipo blanco en casi todo momento. Y eso que al principio la cosa pareció no pintar bien con el árbitro, un tal Ayza Gámez que no vio un agarrón de Torres a Özil que bien pudo acabar con el primero en los vestuarios. Pronto entró la polémica acción en el territorio del olvido. Las camisetas blancas se multiplicaban en todas las partes del campo con una superioridad pasmosa. La presión arriba y el control venenoso del esférico fueron sus señas de identidad durante la primera parte. Raro fue que el gol llegara a balón parado, en un saque de esquina magníficamente sacado por Özil y rematado de forma inapelable de cabeza por parte de Sergio Ramos. 
Siguió llegando el Madrid al área azulona después del golpe propinado. Tampoco, eso es cierto, generó abundantes y nítidas oportunidades para sumar el segundo. CR7 lanzó una falta malintencionada que repelió Moyá, Kaká envió por encima del larguero una pelota rechazada de una buena incursión de Coentrao y Benzema se marcó un lujo extraordinario, con regate de tacón incluido, que se marchó fuera por una rosca excesiva. Fueron uys, nada más. De todas formas, el tono era de una suficiencia palmaria, con un Xabi mucho más entonado, un Kaká muy asociativo y un nivel notable de Özil, CR7 y Benzema, los tres tipos más inspirados en este pasaje de la temporada.
A pesar de todo, pudo abrir el Getafe el marcador a los pocos minutos de iniciado el partido en un remate franco de Barrada que se fue alto. No volvió a tener ninguna tan prístina en lo que quedaba porque vivió casi siempre alejado del marco de Casillas. Los que sí llegaban, y todavía más ventajosamente a medida que pasaban los minutos, eran los madridistas. 
De hecho, durante la segunda parte se dedicaron a dos labores fundamentales: perdonar y perdonar. Benzema a pase de Özil, el francés tras un recorte, Higuaín -ya en el campo, como Callejón antes y después Granero- con la zurda... Así, el mal fario del viejo dicho futbolero según el cual "quien perdona lo paga" estuvo a punto de hacerse presente cuando el lamentable Ayza pasó por alto una mano de Pepe que debió castigar con penalti. La señalización hubiera sido tan justa en lo disciplinario como injusto hubiera sido el probable empate por el rendimiento sobre el césped. En este último aspecto el Madrid no debió acumular tanto suspense, aunque se da por bien empleado cuando sigues durmiendo bajo la manta de un holgado liderazgo.