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jueves, 28 de abril de 2011

Real Madrid 0 Barcelona 2. Noche de infamias


Minuto 60. El balón cae en la banda derecha de la zaga barcelonista, donde Alves despeja y donde Pepe llega tarde y con el pie un poco alto en una peligrosa plancha pero con el balón de por medio. Los jugadores azulgranas, como ya habían hecho en algún lance anterior, se comen al célebre y alemán Stark, que consulta con su juez de línea. Roja a Pepe. Una roja injusta que redondea un pleno de inferioridades numéricas en el carrusel de clásicos. 4 de 4. 100%. O sea, siempre. Y a partir de ahí, con todas las autovías abiertas para un jugador sobrenatural como Leo Messi, la eliminatoria queda casi liquidada. 
En otras circunstancias sería de indidudable mal gusto refugiarse en la vieja causa arbitral. Pero Guardiola abrió la caja de los truenos con sus referencias a la felicidad de su colega del Madrid si se designaba a un juez portugués y la sucesión posterior de navajazos esquineros de uno y de otro es tan conocida como poco edificante. Además, la incidencia de la expulsión sobre la marcha del partido y de la semifinal es sencillamente incuestionable. Mucho más libre entre líneas, el argentino de aires maradonianos apareció en un par de escenas y ejecutó a los blancos. En esta ocasión jugar con uno menos fue un desafío imposible, tanto que Wembley queda ya lejísimos. 
De todas formas, escribir sobre fútbol cuesta un horror porque, salvo en el segundo gol de Messi, apenas hubo un ápice en el Bernabéu. Lo que sobró fue infamia balompédica. Se entregó el Madrid de Mou a una especulación que rozó lo sonrojante y se entregó el Barcelona a una exageración más propia de los intérpretes de las de tragedias del cine mudo que de unos atletas aguerridos. Casi todo fue malo, decepcionante y feo. Si alguien presente en el estadio había ahorrado durante meses para vivir un acontecimiento histórico seguramente sintió una frustración gigantesca. Y no habría sido el único decepcionado pues, por una vez, CR7 se enfadó justificadamente cuando se quejó de la falta de una presión más adelantada de sus compañeros. 
En el lado blanco, daba la impresión de que Mourinho había puesto cloroformo donde en la final de Mestalla sobraba cafeína. Muy aculado, el bloque merengue iniciaba la presión en su propio campo. Cualquier recuperación de la pelota suponía atravesar un mundo para llegar al área de Valdés siempre y cuando se intentara mediante combinaciones. El pelotazo era el otro recurso, francamente estéril. Solo cuando el esférico llegaba por azar a la banda de Di María asomaba un prólogo de peligro que después se quedaba en nada. Un disparo lejano de CR7 que se le complicó al guardameta catalán fue todo el riesgo que consiguió generar el Madrid. Paupérrimo balance.
En el otro lado, Guardiola contribuía a la infamia generalizada concediendo las tablas. El Barcelona tocaba y tocaba sin demasiado ánimo por profundizar en su ataque. Solo Xavi pudo desnivelar el marcador tras una excelente asistencia de Messi. Incluso tras la expulsión los visitantes se limitaron a despachar papeles con una actitud funcionarial aunque sabedores de que en un arranque fugaz su calidad podía darles la victoria. Y así fue. La pareja de tantos del astro argentino, el segundo tan espectacular como ayudado por la abulia de Albiol, echaron el cierre. 
El mayor espectáculo del mundo se quedó en una noche infame en la que a falta de fútbol abundaron los piques y hasta las reyertas. La del descanso se la ahorraron las cámaras de televisión. Otras movidas poco ejemplares, como la de Pedro simulando una agresión de Arbeloa en el rostro que solo existió en la psique culé, sí las pudo ver todo el mundo. Un mundo que debería estar fascinado con la exhibición eléctrica de un delantero zurdo y genial pero a quien se le hurtó un banquete apeticible por una fritura desagradable a la que todos contribuyeron un poco, incluido un árbitro alemán con el que que Guardiola sí que estará "felicísimo". Como con Ovrebo, con Frank De Bleeckere o con Busacca, una panda de amigos a la que seguramente no le haría falta acudir.

martes, 26 de abril de 2011

El clásico III: las claves de la batalla final

 
Se abre el telón del tercer y último acto. El carrusel de clásicos ha dado ya las vueltas correspondientes al trámite liguero del Bernabéu y al excitante episodio valenciano y copero. Ahora, llega el clímax de la competición continental por excelencia y cientos de millones de ojos están pendientes en todo el mundo de lo que vaya a suceder. Sin ánimo futurólogo, éstas pueden ser las claves de la batalla definitiva: 

1. El clásico europeo dura 180 minutos
Es una obviedad pero casi siempre las obviedades constituyen el fundamento o los principios básicos de cualquier teoría. Nada acaba mañana en el Bernabéu salvo que se den circunstancias paranormales y, por tanto, muy imprevisibles. La igualdad ha marcado los dos duelos precedentes gracias, sobre todo, a las apuestas tácticas de Mourinho y a la fe de sus jugadores. Y en el equilibrio de fuerzas parece sentirse más incómodo el Barcelona, un equipo extraordinario al que se le puede retirar el prefijo 'extra' cuando no se siente netamente superior a sus rivales. El Madrid, por lo tanto, debe mantener muy viva la eliminatoria y alargar las incertidumbres azulgranas durante el máximo periodo posible. Dominar los tempos de una larguísima operación de desgaste puede ser el primer recurso que lo explique todo. 

2. La duda es la semilla de la obsesión y la obsesión es la semilla de la parálisis
El Barcelona viene de una era de dominación casi completamente feliz... hasta que llegó Mou con el Inter. Está claro que el único grano que le ha salido en pleno rostro al barcelonismo tiene apellido portugués. No habrá sorpresas en el planteamiento y Pepe seguirá batiéndose con los bajitos tocones en un centro del campo sembrado de legítimas minas terrestres. Ni en Liga ni en Copa -salvo media hora de bajón blanco en el segundo tiempo de Mestalla- rompieron Xavi, Iniesta y Messi la tela de araña con carácter general. La duda está sembrada y hay que ser muy fuerte mentalmente para no dejarte llevar a la resignación si sigues intentándolo y no te sale. Las emboscadas en la medular y los ataques verticales y homicidas de la vanguardia merengue deben seguir profundizando en el trauma de su enemigo. 

3. La actuación arbitral se examinará con precisión microscópica... pues Guardiola lo ha querido
El credo de Guardiola defendía como una de sus máximas irrenunciables no hablar jamás de los árbitros. El sábado, sin embargo, Pep pecó públicamente al sugerir la incoveniencia de que la ida la dirigiera un colegiado portugués. Menos de dos días después, la UEFA designó al alemán Stark. Quien quiera establecer una relación causa-efecto tiene poco impedimento, pues dispone del aval de los hechos para formular la hipótesis. En cualquier caso, las declaraciones del entrenador catalán sí son prueba de una contradicción profunda que aflora en el instante decisivo de la temporada. El juez va a soportar una presión añadida completamente innecesaria y los centímetros se van a medir con una perfección científica inusitada. Mal asunto cuando se trata, como indica el tópico, de que pase lo más desapercibido posible. 

4. La fuerza y la resistencia física son decisivas en este tramo de la temporada
El Madrid supo sufrir en la finalísima de Mestalla y esa fue una de las claves de su excepcional victoria. La jugada del gol, con una combinación velocísima por la banda izquierda y un cabezazo de una potencia portentosa, llegó después de 105 minutos de una exigencia atroz. Al estilo blanco le conviene un choque sudoroso, de ritmo alto y salteado de sacudidas eléctricas contra la meta de Valdés. Lo mental y lo muscular son factores importantísimos a finales de abril, aunque para eso hay que seguir neutralizando la circulación del Barça en las zonas dañinas del campo y amenazarle con bofetones en la mejilla cada vez que se recupere la pelota.

5. La calidad individual suele ser la guinda del pastel
Casillas y CR7 aparecieron cuando debieron para ganar la Copa. La historia del fútbol apenas deja para el recuerdo guarismos que no vayan acompañados de acciones puntuales y definitivas. Tanto en Chamartín como en el Nou Camp se dará una incomparable concentración de talentos variados correteando alrededor de un objeto encantador llamado balón. Las estrategias las hacen buenas los jugadores y los arbitrajes también pueden ser contradichos por sus habilidades. Un paradón, una asociación precisa o un disparo seco lo decantan todo en un momento dado. Habrá que ver si hay un nombre y un apellido que firme el acta del pase a la final de Wembley en lo que promete ser el mayor espectáculo del mundo.

domingo, 24 de abril de 2011

Valencia 3 Real Madrid 6. Ciclón tras el pasillo


Minuto 30 de la segunda parte. Canal+ Liga ofrece en ese instante de su retransmisión datos sobre el reparto de la posesión de la pelota. Valencia: 60%-Real Madrid: 40%. Según la cifra y en aplicación de la teoría dominante, el equipo dirigido por Mourinho debía de estar jugando al fútbol de forma cuestionable, ramplona o defensiva. El marcador informaba a esas alturas, sin embargo, de un ruidoso 1-6 que reflejaba la tormenta desatada en Mestalla por un once de apariencia extravagante por inédito. Ante el tercero de la competición, un antagonista incómodo por contagio de una afición mayoritariamente resentida, los menos habituales impartieron una lección magistral de ambición, asociaciones en velocidad y acierto goleador... siempre que tu inteligencia balompédica acepte que este deporte se puede practicar maravillosamente poseyendo el esférico durante menos tiempo que tu oponente.
Los jugadores valencianos se dispusieron en forma de pasillo en el prólogo del envite. ante el disgusto general de sus fieles. Buena parte de los aplaudidos no habían disputado un solo minuto en la ya legendaria final de Copa del pasado miércoles. La alineación incluía novedades por todos sus poros: Albiol ocupaba la banda derecha, Garay el centro de la defensa y el canterano Nacho -muy solvente durante todo el partido- el lateral izquierdo. Eso en la defensa, porque la pareja Lass-Granero se hizo cargo de un centro del campo al que se sumaba con intermitencia Canales. Y arriba, el tridente Kaká-Benzema-Higuaín. No sonaba mal, de entrada, si no fuera porque es difícil que una orquesta funcione cuando jamás ha actuado junta y porque tras un subidón emocional como el de hace tres días tampoco es sencillo meterse en peleas comprometedoras. 
Es mérito indiscutible de Mourinho que en esta honda plantilla haya quedado terminamente prohibida la molicie, la desconcentración o la falta de apetito. Sus hombres salieron con el colmillo afilado y se retiraron al descanso con un 0-4 y con una imagen espectacular. En pocos pases rompían la tímida presión valencianista y se plantaban generalmente por el lado derecho y con neta superioridad de atacantes. La vanguardia propagaba el terror, especialmente gracias a Higuaín y a Kaká, que hizo un partido de tintes resurrectos. El argentino marcó tres goles y dio la asistencia de otros dos, algo que está al alcance de muy pocos futbolistas, especialmente cuando acaban de salir de una larga lesión y no han sumado ni minutos ni ritmo competitivo. Y el brasileño disfrutó de lo lindo con espacios y con un físico que respondía a sus dañiñas ideas, siempre verticales y punzantes. 
Kaká brilló con un fulgor desconocido para todos desde su fichaje. Si miramos también a los números,  anotó dos tantos y asistió en otro par de ocasiones. Por si fuera poco, dejó una obra de arte en el sexto de la merienda, cuando se detuvo en seco frente a Stankevicius para, en un visto y no visto, sortearle con un caño y acariciar la pelota al segundo palo de un Guaita que sufrió como nunca. Los pitos en la grada se mezclaban con la admiración del madridismo, asombrado ante el regalo sorpresa y postcopero con el que sus ambiciosos representantes en el césped tenían a bien obsequiarlos. Un detalle al que, por cierto, también se había sumado Benzema, firmante del gol que abría el set y autor también de un trallazo seco al larguero que acabó siendo el prólogo de un relato muy feliz. 
Como todo no puede tenerse generalmente en la vida, la relajación final y cierto déficit de fondo físico le permitieron al Valencia maquillar el resultado y mancillar levemente la imagen de la retaguardia blanca. Era lógico y humano, por mucho que en los últimos minutos aparecieran CR7 y Xabi Alonso, éste por un Canales al que Mourinho está educando con una sola y sólida lección: en cuanto uno no trabaja, al banquillo. Nada empañó, sin embargo, el gozo de una actuación espectacular que permanecerá en la memoria durante bastante tiempo. Porque, tal y como afirmó por la noche el periodista Iñaki Oteiza, "el Madrid practica con el Valencia el efecto Copa: lo tumba, lo abolla y le pasa por encima".

jueves, 21 de abril de 2011

F.C. Barcelona 0 Real Madrid 1. El Real Madrid siempre vuelve


Por si a alguien le cabía alguna duda, el Real Madrid siempre vuelve. De hecho, lo normal es que no se vaya durante demasiado tiempo. En la Copa del Rey el paréntesis ha durado demasiado… hasta anoche, cuando un equipo de gladiadores capitaneado por un entrenador con merecida fama de ganador, la ha recuperado para la gloria blanca. De todas formas, para las preñadísimas vitrinas del Santiago Bernabéu el trofeo ganado vale mucho más que su peso en plata. El valor se multiplica por la grandeza de su rival, un Barcelona de ensueño e histórico cuyo carácter invencible queda en entredicho. En Mestalla, los locos bajitos besaron la lona y Casillas levantó la copa con el entusiasmo del que sabe que lidera el regreso de los suyos.
Es casi imposible ponerle racionalidad a lo que fue una encendida apología de la pasión. Con toda suerte de piques en el graderío y en el césped, con un árbitro permanentemente cuestionado y con una prórroga de propina, la fiesta del fútbol español se movió en un estado de excitación difícilmente contenible. Todo se movió en un equilibrio épico que zanjó Cristiano sacándose de encima toda la angustia con un remate de cabeza definitivo. Antes había aparecido Iker Casillas, cuyo apodo de el 'Santo' empieza a quedarse corto. Y hubo un poste de Pepe en las postrimerías de la primera parte. Y un paradón de Pinto en el minuto 91 a derechazo de Di María. Y, y, y...
Y, sobre todo, hubo un despliegue táctico que puede calificarse de riguroso y ejemplar. El responsable, por supuesto, es un tal Mourinho, manteado en la celebración por sus jugadores. Volvió a apostar por el famoso trivote, una opción que, imaginamos, no cuestionarán ya los puristas exagerados. De nuevo la medular fue un campo de minas para los tocones azulgranas, que volvieron a sobar el balón en zonas intrascendentes. Es más, Pepe, Khedira y Xabi Alonso apretaron un poco más arriba de lo que lo hicieron el sábado, hasta el punto de que el Barcelona tuvo que recurrir al balonazo en más de una ocasión.
El cortocircuito del ataque barcelonista llegaba en parcelas que propiciaron más de una llegada de la vanguardia merengue. CR7 no llegó a rematar una y sí enganchó otra que sacó Pinto. La más nítida, sin embargo, llegó en el último suspiro del primer tiempo, cuando Pepe cabeceó un centro de Özil a la madera.
Las sensaciones eran extraordinarias, especialmente por el naufragio de un enemigo en estado de parálisis. Xavi, Iniesta y Messi pocas veces han debido de sentirse tan impotentes como durante esos 45 minutos. Y despertaron. La reanudación trajo una posesión mucho más dañina y una fluidez entre líneas que se sumaba al evidente cansancio de unos madridistas que empezaron a descoserse. Llegaron las oportunidades y ahí fue cuando emergió Casillas. Sacó tres manos prodigiosas, sobre todo una con la yema de los dedos al tiro mordido de Iniesta. El de Móstoles, muy intenso después en la celebración, fue decisivo por enésima vez en su deslumbrante carrera.
Saber sufrir es otro secreto del éxito y el Madrid aguantó los embistes cuando se hicieron más intensos. Además, acabó buscando la portería contraria e igualando las sensaciones. Quizás por ello la prórroga arrancó con una atmósfera de equilibrio que respondía al hecho de que cada aspirante se hubiera adueñado de un tiempo. Entró la pelea en esa fase en la que cualquier detalle provoca el desenlace, que en este caso llegó en una asociación de Marcelo y Di María -su derroche físico rozó la inhumano- que completó Cristiano con un soberbio salto y un excelente testarazo. De paso zanjó otro debate: el luso sí aparece en los momentos decisivos.
Pudo acabar el Madrid con la taquicardia de sus seguidores si Adebayor y CR7 hubieran culminado con éxito un veloz contragolpe cuando restaban unos minutos para el final. No hubo que lamentarse. El esfuerzo, el orden, el tesón, la fe y la raza competitiva fueron suficientes para liquidar al Barcelona con más calidad que haya existido nunca. El Mou Team conquistó su primera cima en una actuación épica que permanecerá grabada para siempre en la memoria colectiva del madridismo, sobre todo por su carácter emblemático. Sonó el himno de las mocitas en mitad de la noche valenciana y ante un Barça derrotado. Y sonó a gloria bendita porque el Real Madrid ha vuelto.

lunes, 18 de abril de 2011

El clásico II: el debate del juego en cinco puntos

 
1. Éste no puede ser el estilo del Real Madrid a largo plazo, pero...
Cuando el Real Madrid fichó a Mourinho a muchos nos entró una preocupación esencial: el tipo de juego que practicaría el equipo. Con la fama de resultadista y de pragmático que precedía al luso,  nos temimos la sucesión de victorias por la mínima y de versátiles refugios especulativos. Golitos cazados por pura inercia, rigor atrás y suma de tres en tres sin la menor alegría. Los escépticos, sin embargo, nos hemos encontrado en términos generales con un bloque ambicioso, dominador, hambriento, vigoroso, dinámico y hasta mandón. En más de un partido no bastaba con el quinto gol y se buscaba con desesperación el sexto. Todo eso ha sucedido y lo hemos visto... hasta el sábado. 

A ningún madridista con capacidad para el recuerdo y con genes críticos se le escapa que la personalidad futbolera por la que apostó Mourinho en el primer clásico -y en el que seguirá confiando, sin duda, en los tres que restan- es insostenible como norma general. Pero también es evidente para el seguidor con capacidad de análisis que, comparadas las dos plantillas, al legítimo y vistoso campeón sólo se le puede bajar del pedestal mediante un antídoto que le reste sus virtudes. Nadie puede estar tan ciego como para no ver que es una utopía superar al Barcelona en dominio de la pelota y que, por lo tanto, lo que procede es evitar que te haga daño con ella y ejecutar un plan súbito para herirle durante el poco rato en el que te la deja o se la arrebatas. 

2. El pensamiento único llega al fútbol: sólo se puede jugar como lo hace el Barcelona
Vaya por delante que a cualquier amante genuino de este deporte le encantaría que su equipo jugara como los chicos dirigidos por Guardiola. Hay una belleza encantadora en lo que hacen. Quien lo niegue tiene parte del gusto atrofiado. Si no fuera por la pasión ciega de los colores uno hasta disfrutaría siguiéndoles partido tras partido. 

Dicho esto, sólo hay un defecto en todo lo que rodea a esta edad de oro del barcelonismo: las sobredosis de jabón con las que es ungido todo lo que huele a azulgrana. La tiranía del pensamiento único llegó hace un par de temporadas al 'deporte rey' y es estéril combatirla. Cualquier alternativa al monopolio de la posesión y al sobeteo del balón, a la circulación paciente y a la ruptura súbita en diagonal es un fiasco o un desastre... aunque no tengas, bendita combinación, a Busquets, Xavi e Iniesta en tu plantilla. Ese trío lo explica casi todo porque jamás se han juntado tres peloteros así en un mismo vestuario. Son de una excelencia suprema aunque conviene recordar que tampoco son los inventores del buen fútbol. Es más, ni siquiera tienen el monopolio de la calidad, por mucho que ya parezca una verdad inmutable. 

3. Cuando Cruyff habla de miedo sabe muy bien de lo que habla
Todo el mundo atento: el columnista Johan Cruyff ha hecho su trabajo semanal. El Larra holandés, con su proverbial habilidad comunicativa, se ha despachado a base de bien contra Mourinho y contra el juego del Real Madrid. "Para jugar en casa con siete defensores es que has de tener mucho miedo" es una de las varias lindezas que han salido de su cerebro. Un cerebro que, por cierto, se derretía cada vez que su 'Dream Team' pasaba del sueño a la pesadilla de visitar el Santiago Bernabéu, circunstancia que, según el árbitro Díaz Vega, le provocaba incontinencia urinaria. 

Por lo demás, el miedo es una emoción universal que experimentan muchas especies animales por puro instinto de supervivencia. En la raza humana, y en sus dosis adecuadas, es un útil amigo si quieres seguir vivo. Sentir miedo no es malo, es natural. Todo el mundo sabe que los cementerios están llenos de osados. No hay de lo que avergonzarse porque además, y en sus dosis adecuadas, es motor de progreso. Es mucho peor crear una mentira y propagarla, como por ejemplo que el Real Madrid jugó el sábado con siete defensas. Ya puesto, Cruyff podía haber contado 47. Total...

4. Cuando Di Stefano habla con sentido crítico, se le atiende y punto
Otra leyenda como Di Stefano también se ha referido con venenoso sentido crítico al juego del Real Madrid. El momento es algo inoportuno aunque cualquier madridista debe sentir un respeto reverencial hacia todo lo que opine su leyenda viva, aun cuando lo haga desde una distancia que pueda parecer abismal. Quizás haya que guardar su artículo y leerlo con mucha atención al final de la temporada.

5. Los mismos que hoy se rasgan las vestiduras predijeron el clásico más igualado de la historia en el partido de ida
Anoche el admirado Santiago Segurola casi le exigía a Mourinho en Al primer toque que le jugara al Barcelona de "tú a tú" ya que el nivel futbolístico de los dos conjuntos "está al 50%". Hoy David Gistau publica en El Mundo que "prescindir de Ozil es una cobardía que delata a un matachín al que el coraje se le agota en ruedas de prensa". Diego Torres... en fin, en Diego Torres es mejor no detenerse. Y eso es lo que defiende buena parte de la prensa madrileña. A la catalana es mejor no asomar la mirada. 

Pues bien, varios de los especialistas tan dolidos por las apuestas de Mourinho se agotaron de apelar a la inusitada igualdad de los dos contendientes en las vísperas del 5-0 del Nou Camp. El suicidio es a veces algo muy romántico, si bien resulta muy poco productivo. Y lo dice alguien -yo, o sea- para quien Özil sería siempre titular y que jamás aceptaría que su equipo jugara como principio básico y ante cualquier rival como lo hizo el sábado en el Bernabéu.
Pero de ahí a establecer la obligatoriedad moral de que el Real Madrid haga lo que le conviene al Barcelona para facilitar su lucimiento media un abismo. Y al paso que vamos, da la impresión de que terminará exigiéndose por Decreto Ley.

domingo, 17 de abril de 2011

Real Madrid 1 F.C. Barcelona 1. Empate, dudas históricas y rearme moral

 
Empataron Real Madrid y Barcelona y la Liga quedó sentenciada. Sin embargo, todo lo que sucedió en la primaveral noche de Chamartín sólo fue el preludio de lo que realmente quedaba en juego: una final de Copa y un pasaporte a la final de la Champions. Y, en esa clave, el clásico se saldó para los blancos con sensaciones variadas y paradójicas. Por un lado, renunciaron a parte de sus señas históricas y se dejaron dominar en su casa como pocas veces se ha visto, algo que sería insoportable para los parroquianos si se diera de forma continuada. Por otra parte, se resistieron a la derrota cuando se vieron con un hombre menos y con un 0-1 en contra. Nadie en el estadio, salvo los jugadores locales, tenía fe. Y el carácter competitivo de esta plantilla le dio un empate que aleja el campeonato aunque supone un rearme moral ya que pudo ser, incluso, una victoria en inferioridad contra el mejor Barça de la historia. Cosas del fútbol.
Se abrió una tormenta de impresiones antes del duelo cuando se supo que Mou dejaba a Özil en el banquillo para tirar de trivote con Pepe acompañando a Xabi Alonso y a Khedira. El objetivo era crear una emboscada en la zona donde el enemigo gesta su personalidad futbolera. Y lo logró en parte. Xavi, Iniesta y Messi estaban claramente incómodos y el dominio barcelonista era poco mortífero por mucho que el argentino disfrutara de una nítida oportunidad. La mala noticia para los merengues, sin embargo, es que resultaba muy poco estético su plan. Era algo ruidoso para cualquier madridista con memoria ver tantas camisetas blancas agazapadas durante largos minutos por detrás del balón. 
Con todo, pudo retirarse el Madrid al descanso con ventaja en el marcador, algo que hubiera logrado si no fuera porque a CR7 todavía le pesan demasiado estas citas estelares. El atacante portugués se durmió en una llegada veloz y permitió que Adriano se cruzara en su camino. Y el mismo defensa brasileño le sacó sobre la raya un cabezazo en el segundo palo tras la salida de un saque de esquina. Sin ninguna posesión de balón, los locales lo dispararon más sobre la portería contraria durante la primera parte.
Como casi siempre en este tipo de partidos hubo una jugada puntual que lo determinó todo. No deja de ser un sarcasmo que el Barcelona le sacara petróleo en la reanudación, y tras librarse por el poste del primero de Cristiano, a un balonazo en largo. Albiol midió mal, Villa le hizo un lío y el árbitro señaló penalti y expulsión. La decisión fue justa aunque Mou puede seguir hablando sobre lo de entrenar con diez, pues los hechos son los hechos y siempre le echan a uno. Marcó Messi y los azulgranas jugaban con superioridad numérica y con el viento a favor de las goleadas precedentes. Hay que tener mucho espíritu para no dejarse llevar o para no caer con estrépito en semejantes circunstancias. Lo mejor del partido para el Madrid fue de lejos su capacidad de reacción en las peores circunstancias imaginables. 
No se rindieron los diez gladiadores blancos, liderados por un Pepe omnipresente, magníficamente colocado y protagonista de unos robos de pelota que Özil, ya sobre el verde, convertía de inmediato en peligro. El coraje tuvo premio y llegó un penalti de Alves sobre Marcelo que Muñiz decidió no acompañar, por alguna extraña razón, con la segunda tarjeta amarilla. Por fin marcó CR7 y abrió la puerta a la posibilidad de un milagro en los postres. Milagro que estuvo a un paso de llegar tras un ejercicio portentoso de Özil, quien aguantó las embestidas de Keita para acabar habilitando a un Adebayor que se la pasó a Khedira para que éste rematara contra el cuerpo de Valdés.
A todo esto acabó el combate con la sensación dulce del mérito local y la sensación extraña de un Barcelona fuera de sitio aun con la Liga bajo el brazo. Prueba de ese aire descolocado fue la acción de Leo Messi cerca del final, cuando propinó un salvaje pelotazo contra el graderío y sus ocupantes. Ni se disculpó ni recibió el menor castigo por parte del juez. Huelga especular sobre el eco que despertaría la misma acción si la hubiera protagonizado CR7 en el Nou Camp, pues ya se sabe que la vida es mucho más sencilla para los torpes cuando se interpreta de forma maniquea. Y lejos del maniqueismo lo de ayer  deja toneladas de ambigüedad, de contradicciones y de dudas que empezarán a despejarse el miércoles en Mestalla. Veremos.

viernes, 15 de abril de 2011

El clásico, el plante de Mou y el papel de la prensa

 
Otra vez Mou. En la víspera del apasionante carrusel de clásicos que se nos avecinan, no se habla ni se escribe sobre otra cosa: el entrenador luso del Real Madrid ha plantado a los chicos de la prensa. De hecho ha sido un plante verbal, pues de cuerpo presente sí que estaba. El que hablaba, sin embargo, era el segundo entrenador. Y a Aitor Karanka le dejaron los presuntos profesionales españoles con la palabra en la boca. 
Pues bien, otra vez deberíamos escribir sobre la equivocación de Mourinho. Ninguna estrategia merece poner en riesgo algo que se parezca al buen nombre propio y al de la institución a la que se representa. Vivimos en una sociedad mediática y hoy se amplificaba el anuncio de la marca más que nunca. Estamos, quizás, ante un gesto de una educación dudosa. Sí, todo eso puede ser. Pero de nuevo, una vez más, se sobredimensiona el asunto y muchos se entregan apasionadamente a un hipócrita rasgamiento de vestiduras. 
Veamos. Hace algunas semanas, Juan Antonio Alcalá se descolgó en El partido de las 12 con una supuesta información que se había gestado en una charleta con un tal "señor Real Madrid" (sic). Según anunció con la solemnidad de los hallazgos excepcionales, el club iba a solicitar a las autoridades competentes un mayor celo en los controles antidopajes porque no se fiaba del rendimiento del Barcelona... ni del Valencia. Evidentemente, se lió parda y Alcalá tuvo que recular ante el aluvión de querellas y de desmentidos. Alguien que adora dar lecciones de periodismo con su "esto es información y esto es opinión" debió de hacer pellas el día en el que un profesor explicó en su Facultad que sólo es información un hecho contrastado y que la filtración de una sola fuente no es noticia. De ser así, Bernstein y Woodward se hubieran conformado con escribir de inmediato y del tirón lo que 'Garganta Profunda' les contó sobre el presidente Nixon... y nos hubiéramos quedado sin el 'Watergate'. 
Por otro lado, hoy mismo ha caído en nuestras manos este artículo de Diego Torres publicado en El País. Su contenido constituye otro vívido ejemplo de la degradación del periodismo deportivo español. La que durante lustros ha sido la cabecera de referencia en cuanto a calidad de los quioscos hispanos acoge en sus páginas un monumento al cotilleo infame, preñado de chascarrillos de portera, con sus motes, sus medias verdades y sus leyenditas esquineras. La lectura produce el mismo sonrojo y la misma vergüenza que ver y escuchar durante más de dos minutos cualquier programa cutre de Telecinco. Una sensación, por cierto, bastante familiar para quien se deje caer por cualquier tertulia televisiva o por los informativos más exitosos del ramo. Y eso por no hablar de algunas portadas de la prensa futbolera. 
Pues bien, es exactamente a todos éstos a los que hoy Mourinho no ha dirigido sus impresiones. En una sociedad ideal, ésa a la que todo ciudadano crítico debería aspirar, el desaire del técnico merengue hubiera sido difícilmente justificable. Pero resulta que los que ahora apelan al inviolable derecho del público a ser informado hace demasiado tiempo que dimitieron de su misión profesional más sagrada. Así que mejor que no cuenten con la solidaridad ofendida de una buena parte de los seguidores, en quienes se escudan para seguir practicando el escándalo en lugar de dar cuenta de hechos veraces y de analizarlos con rigor. Hechos y no zarandajas de verdulería.

miércoles, 13 de abril de 2011

Tottenham 0 Real Madrid 1. Entrenamiento europeo


Atención, noticia: habrá un Madrid-Barcelona en semifinales de la Champions. Hace tiempo que se sabía, sí, pero anoche el ambiente de gala de un estadio británico quedó contaminado por la grandeza del duelo que ya puede anunciarse con todas las de la ley. En un recinto coqueto que tiene el eufónico nombre de White Hart Lane Mourinho certificó el regreso del Real Madrid a la penúltima curva de la carrera más importante del continente. Un hecho francamente feliz si no fuera por el inquietante horizonte que hay que afrontar, con valentía y humildad, a partir del próximo sábado con la visita azulgrana y liguera al Bernabéu. 
Cualquier crónica de lo sucedido ayer pasa, paradójicamente, por el análisis del futuro inmediato. El partido de vuelta de unos cuartos de final de Champions League fue desde el comienzo un entrenamiento de gala. Es más, tras el gol de Cristiano Ronaldo que supuso la victoria de los madridistas, empezaron a escucharse altos y claros los gritos de Casillas cuando sacaba a los defensas de sus inmediaciones. La emoción estaba muerta desde hace ocho días y la emoción es más de la mitad de este deporte. Por eso puede decirse que no hubo mucho fútbol, precisamente, en el Tottenham-Real Madrid. 
Ni siquiera salieron los locales con una vehemencia muy británica. Sabedores de la superioridad técnica de sus rivales, los londinenses no salieron a morder a sus oponentes, cosa que sin embargo sí sugirieron los pupilos de Mou. Merodeó la pelota el área del inseguro Gomes, aunque tampoco sufrió un peligro muy notorio. Poco a poco el asunto se equilibró, sobre todo por la banda de un Bale que se fue apagando a medida que pasaban los minutos y que los defensas blancos le cogieron el puntito. Por lo demás, mucho penalti simulado por parte de los anfitriones del inocente evento -y uno algo más probable de Xabi Alonso- y un par de apariciones puntuales de Casillas. 
Poco más puede añadirse que tenga verdadero valor interpretativo. El Madrid jugó con cabeza y solo la tarjeta amarilla de Carvalho, que le impedirá jugar la ida de las semifinales, fue algo parecido a un lunar. El ejercicio sirvió para que algunos jugadores como CR7 o Benzema, que entró a falta de veinte minutos, acumularan algo más de ritmo competitivo tras sus lesiones. Suena raro, desde luego, eso de acumular ritmo en una ronda tan exigente pero el equipo se ganó ese derecho en la goleadora actuación de Chamartín. Anoche terminó el partido sobre el tapete inglés un once que incluía a Granero, a Kaká y a Özil, quienes seguramente no hayan jugado juntos ni en Valdebebas. A todo esto, se oían nítidos los gritos de Casillas, "¡fuera!", "¡fuera!". La falta de tensión lo explica todo... y tampoco viene mal si se tienen en cuenta los años de vida que uno puede perder durante los próximos veinte días dadas las tensiones que nos aguardan. Que no sea nada.

sábado, 9 de abril de 2011

Athletic 0 Real Madrid 3. Una tarde redonda


Por motivos laborales (mañana podéis leer el obituario de Sidney Lumet en las páginas de El Mundo), el autor de Nacido para el Madrid no ha podido ver el Athletic-Real Madrid. Los seguidores, sin embargo, vais a salir ganando, pues los trastos de matar pasan a manos de Javier Santiago, periodista deportivo de La Crónica de León en Ponferrada y sin duda un "nacido para el Madrid". Espero que sepáis disfrutarlo como merece. Allá vamos: 

Mourinho puede estar contento. La tarde le ha salido redonda. El técnico hizo toda una declaración de intenciones sobre lo que piensa de la liga dando el protagonismo a la cara b del equipo en un territorio tan complicado como San Mamés y las cosas no pudieron resultar mejor. No en el juego, que acusó la misma escasez de cerebro que en jornadas precedentes, pero sí en el resultado y en las circunstancias.
El Madrid estuvo inteligente frente a un Athletic tan intenso, tenaz y honrado como siempre. Los de Caparrós se tomaron el partido como una cuestión especial, pero se encontraron con un rival arropado y dispuesto a no conceder el más mínimo despiste. A partir de ahí, los blancos consiguieron hacer las cosas con tranquilidad y generar sensación del peligro al contraataque, casi siempre a través de la energía de Di María.
La buena labor defensiva, que anuló al peligrosísimo Llorente, deja en buen lugar a Albiol y Garay, que aprovecharon su oportunidad. Y también fue una tarde provechosa para Kaká. Su juego sigue todavía a años luz de lo que le exige su prestigio, pero ayer al menos se llevó la alegría de firmar los dos primeros goles del equipo. Ambos llegaron de penalti, el primero evidente y el segundo más discutible.
Los dos tantos dejaron claro que iba a ser una tarde feliz para el Madrid. A la inversa de lo que ocurre habitualmente, Mourinho concedió el último tramo del partido a los imprescindibles Cristiano Ronaldo, Xabi Alonso y Carvalho. El Athletic no se rindió y buscó recortar distancias con tanta vehemencia como falta de acierto. Y, en cambio, lo que llegó fue el tercero, que sirvió básicamente para que el siete blanco incrementase sus escandalosas cifras de la temporada. Una buena noticia más para una tarde agradable.
Y, así, el Madrid regresó a casa feliz después de superar sin sobresaltos una jornada que se esperaba más peligrosa. Ahora a pensar en otras cosas a las que Mourinho, como demostró hoy, concede mucha más importancia.

(Nacido para el Madrid agradece muy sinceramente la contribución de Javier Santiago. Volvemos con el Real Madrid-Barcelona)

miércoles, 6 de abril de 2011

Real Madrid 4 Tottenham 0. Goleada y oxígeno


Necesitaba el Madrid una fiesta como la que disfrutó anoche en Champions. Siete años después regresaba el "rey de Europa" a los cuartos de final, un territorio que da paso a los duelos históricos y decisivos y del que nunca debió salir. Lo hacía además entre dudas, con una inesperada derrota liguera que añadía presión al envite y con serios interrogantes sobre el estado físico de la plantilla. Los nubarrones, sin embargo, se marcharon por el horizonte y el paseo de la Castellana se vistió de alegre primavera futbolística gracias a una goleada que pone a los blancos muy cerca de las semifinales.
El 4-0, francamente impensable antes de que todo arrancara, empieza a explicarse con un suceso que precedió al pitidio inicial. Lennon, un extremo diestro, hábil y veloz, se lesionó en la parte final del calentamiento, circunstancia que obligó a Redknapp a recomponer su once colocando a Bale, centella galesa, en una banda que no es la suya. El cambio de planes despistó a sus hombres, que afrontaron una primera embestida muy potente de los locales. Fruto del empuje llegó el gol de Adebayor a la salida de un saque de esquina pero el primer tramo de la eliminatoria todavía depararía otra circunstancia feliz. Peter Crouch incurrió en un ataque paranormal y en quince minutos decidió expulsarse a sí mismo con dos entradas pasadas de rosca en la frontal del área enemiga. Estaba claro que con un Bernabéu excitado y con una hora y cuarto de cita pendiente a los ingleses el partido se les haría eterno.
Y eso que en contra de lo que podría esperarse reaccionaron con un saber estar encomiable. La superioridad sobrevenida no le sentó demasiado bien a los madridistas. De hecho tuvo efectos paralizantes para lo que restaba de primera parte. Encelado con el centro de la defensa londinense, el ataque de los blancos se daba de bruces contra un muro ajeno y contra la ansiedad propia. Algo que seguramente se hubiera zanjado si el árbitro, quizás con un ataque de innecesaria mala conciencia, hubiera señalado un penalti por evidentes manos de un defensa visitante.
Dio igual en el fondo y daría igual en la forma. El Madrid tiró de inteligencia y ya no permitió ni el más mínimo asomo de su contendiente a las inmediaciones de Casillas. Mou ordenó que se abriera el campo y que se practicara un fútbol control que tampoco rehuyera los golpes directos cuando pudieran propinarse. Resultó decisivo, con todo, el segundo tanto de Adebayor tras cabecear un preciso centro de Marcelo. A partir de ahí el Tottenham dio muestras de flaqueza y a los locales se les afiló el colmillo y se les desató el instinto homicida.
Fruto del dominio aplastante llegó el tercero tras una operación súbita de Di María, con un recorte en seco y un trallazo letal que se coló por la escuadra. El éxtasis se redondearía con una volea de Cristiano Ronaldo, que vio premiada su tozudez -por momentos exasperante- de cara al gol. El 4-0 se antojaba ya definitivo y redondo. El pasaporte a las semifinales parecía sellado entre la algarabía de una parroquia que vivió un festín continental que necesitaba desde hace tiempo. Ahora, sin embargo, toca tirar de prudencia y humildad, algo que la prensa deportiva se está encargando de emponzoñar con sus promesas de la décima. Queda mucho viaje, demasiado como para saltarse las duras etapas que se vislumbran en un mes de abril de lo más exigente, aunque sin duda anoche el Madrid llenó el depósito de la esperanza con muchos litros de combustible. 

domingo, 3 de abril de 2011

Real Madrid 0 Sporting de Gijón 1. Adiós sin Xabi

 
Estaba escrito que el Madrid de esta temporada moriría sin Xabi Alonso sobre el campo. Estaba escrito aquí y estaba escrito en cualquier lugar en el que se conozcan mínimamente los códigos del fútbol moderno. Puedes invertir los millones que quieras, gastarte euros a cascoporro en el mejor entrenador del mundo y en estrellas de papel couché, empeñarte en derribar al mejor equipo del momento por la vía de la fe y poner las primeras piedras de algo que se parezca a un grupo capaz de competirlo todo. Da igual. Al fútbol se juega con una objeto llamado "balón" y es un deporte de espacios en el que la clave radica, generalmente, en ese lugar que separa la defensa del ataque. Y ahí, cientos de millones después, el Madrid solo tiene a un tío: Xabi Alonso. Anoche, en casi vísperas del desenlace liguero del Bernabéu en el gran derbi contra el Barça, no estuvo porque a veces se cumplen ciclos por sanción. Y adiós a la Liga. Punto y final.
En parte casi agrada escribir el epitafio del Madrid liguero 2010-2011 con un toque de añoranza clásica. Este equipo lo ha tenido todo menos un futbolero más en el centro del campo. En cualquier ejército resultan decisivos los sargentos, rangos militares entre oficiales y tropa. Y ahí, cientos de millones después, el Madrid solo tiene un tío: Xabi Alonso. Anoche no estuvo. Sí estuvieron Lass y Khedira, una pareja que genera poco fútbol, mucha desconfianza y hasta jaquecas. Por mucho que les auxiliara Granero, uno de esos tipos que en un equipo con aspiraciones notables solo puede hacer bulto, era del todo imposible que hubiera una circulación fluida del juego sobre el césped de la Castellana. Como mucho podía haber ritmo y empuje. O más que empuje, empujones. Y con empujones no llegan las ocasiones y sin ocasiones díficilmente llegan los goles. Ayer el Madrid, en su propia casa y en uno de esos ambientes primaverales que presagian los puntos decisivos de la competición, no hizo ninguno contra un Sporting animosillo y espartano.
Fue una forma mediocre la que tuvo el Madrid de hincar la rodilla. Durante 45 minutos corrió mucho y apenas jugó nada. Ni los blancos ni los asturianos se acercaron demasiado al gol más allá del anulado a los locales y de una llegada aislada al área pequeña de Casillas. Voy y vengo pero, sobre todo, por el camino me entretengo. En mitad de ese sendero no estaba Xabi Alonso, sancionado, y en ese territorio decisivo el Madrid solo tiene un tío y resulta que es él. Cientos de millones después sin que nadie, por muchos directores, subdirectores y sub-sub-sub-directores con derecho a sueldos millonarios lo haya remediado.
Se puede buscar refugio en explicaciones como la falta de puntería de Adebayor, quien dilapidó un par de oportunidades nítidas. O en la falta de ritmo de Higuaín, que protagonizó con su regreso la única noticia aceptable de la tarde. Pudo ganar el Madrid, pero jugó con fuego y se quemó en el contragolpe de un rival tan correoso como falto de entidad. Con Özil fuera de sitio y desesperado ante la falta de circulación de la pelota, con Di María lesionado y con Khedira de llegador oficial a la portería contraria nada positivo parecía conquistable, ni siquiera un empate a la desesperada y a balonazos que conservara incólume el récord de victorias caseras de Mourinho. Perdió la Liga el Madrid, a quien ya no le sirve de nada el clavo ardiendo de la ahora devaluada visita del Barcelona al Bernabéu. Y la desgracia definitiva llegó en casa, ante el Sporting y sin Xabi.