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martes, 30 de noviembre de 2010

Barcelona 5 Real Madrid 0. La cruda realidad

 
Perdió la virginidad el Madrid de Mourinho y lo hizo de la manera más dolorosa y traumática posible: con un ruidoso 5-0 que, en noventa minutos, retrató una diferencia monumental y aparentemente insalvable entre los históricos enemigos. El Barcelona le dio un revolcón de intensidad superlativa a un equipo que, con el técnico portugués en el banquillo, parecía tener garantizada la ausencia de accidentes demasiado ruidosos. Pues no. Lo que se anunciaba como un choque de trenes lo fue entre el AVE azulgrana y un cochecito de playmobil. Siniestro total. 
El festín barcelonista consistió en un rondo brillante de hora y media de duración. Las camisetas blancas corrían y corrían detrás del balón, un objeto al parecer imprescindible en este deporte. El trío compuesto por Busquets, Xavi e Iniesta lo entienden, lo miman y lo poseen. En el otro lado, Khedira quedaba retratado como un jugador menor, casi vulgar. Xabi Alonso, demencial durante todo el espectáculo, parecía pedir a gritos un psicólogo a falta de un compañero en condiciones. En el segundo tiempo, su entrenador le regaló a Lass y evidentemente fue peor. También, según parece, el fútbol es el arte de ocupar los espacios y por eso el centro de la parcela tiene una importancia capital. Y ahí, exactamente ahí, radica la enorme distancia entre unos y otros.
Una distancia agrandada anoche con otros factores como la diferencia de actitud de los contendientes y la escasa capacidad de concentración de algunos jugadores visitantes. Pepe, Benzema y Sergio Ramos son tres de los que se llevan la palma en ese aspecto, y especialmente el último, protagonista en las postrimerías de un ataque de orgullo muy mal entendido al entrar virulentamente a Messi y buscar bulla después con varios compañeros de selección. Y eso que hubo otros detalles feos, como el enredo  en la banda de Guardiola con Cristiano, la exageración de Messi ante Carvalho en el primer tiempo o la manita que sacó a pasear Piqué de forma algo ostensible tras el último gol de los suyos. 
Eso sí, cualquiera de los jugadores de casa tenía todo el derecho a gozar de un subidón completado en forma de goles por Xavi, Pedro, Villa -por partida doble- y Jeffren. Describir los lances que los propiciaron, así como el puñado de ocasiones que pudieron hacer más profunda la herida, resultaría interminable y de un masoquismo excesivo para quien firma. Sobra con escribir que los locos bajitos tocaban y tocaban hasta que alguien tiraba un desmarque en ruptura que acababa con Casillas desquiciado o, lo que es peor, recogiendo la pelota del interior de su portería. Básicamente a eso se redujo casi todo. A eso y a disparar solo un par de veces con atisbo de peligro sobre el marco de Valdés.
¿Y ahora qué? Quizás quede una última y gran solución para el madridismo: rezar. El Nou Camp disfruta de un equipo de leyenda, de esos que se forjan muy de cuando en cuando y que pasan a mejor vida sólo cuando el placer se convierte en rutina. Hoy por hoy, da la impresión de que el Madrid  puede aspirar como mucho a estar preparado por si a los de Guardiola les da por resbalar. Ahora que el aire mítico e invulnerable de Mourinho se ha puesto en entredicho se medirá el carácter competitivo de un bloque que, sin embargo, tiene su vistosa y ejemplar referencia en el punto de destino del Puente Aéreo. Esa parece ser la cruda realidad.

domingo, 28 de noviembre de 2010

F.C. Barcelona-Real Madrid. La previa: claves del gran clásico

 
Vivimos la víspera del choque de trenes más excitante de los últimos tiempos en el planeta Fútbol. Los dos mejores equipos del momento, rodeados de una rivalidad histórica que trae a la memoria toda suerte de incidentes y de imágenes inolvidables, se verán las caras sobre el césped del Nou Camp. El plato tiene todas las salsas imaginables. La posición en la tabla de uno y otro, así como la excesiva superioridad sobre sus compañeros de competición, le dan a los tres puntos en juego un sabor y una importancia que trasciende lo numérico para convertirse en un objetivo de una trascendencia simbólica excepcional. Si a eso le añadimos el regreso de Mourinho al estadio que le humilla y teme a partes casi iguales, el enfrentamiento entre los dos mejores jugadores del mundo y la urgencia madridista por hacerle ver a un Barça que parecía destinado a la leyenda que su fiesta se ha acabado mucho antes de lo que pensaba, tendremos un menú que, sobre la carta, se lee más apeticible que nunca. Pero, en lo estrictamente futbolístico, ¿cuáles serán las claves que decidirán el destino del partido? Nacido para el Madrid cree que habrá que estar muy atento a: 

- La capacidad para asimilar la personalidad del rival sin perder la identidad propia: ninguna de las dos escuadras se ha citado todavía con oponentes que representen hasta tal punto su némesis. Habrá que estar atentos a la eficacia madridista para robar la pelota a un conjunto diseñado para monopolizarla hasta narcotizar a su víctima. Se trata de una cuestión crucial, pues el Madrid de Mou ha hecho gala de unos genes asesinos a la hora de salir en velocidad y de llegar con muchos atacantes a la portería contraria. Las dimensiones del terreno de juego multiplican la importancia de este factor, pues resulta más difícil el robo pero facilita el montaje del ataque en profundidad. Si el artefacto defensivo de los blancos funciona habrán ganado la mitad de la batalla. 

- La vida en las bandas: la temporada 2010-2011 ha arrancado con la insólita licenciatura en la banda izquierda de un Marcelo mucho más aplicado tácticamente, concentrado y dañino en la conquista del horizonte. Mañana, sin embargo, le aguarda un morlaco tan complicado, exigente y desestibilizador como Leo Messi. Lo que suceda en ese lado del verde puede decantar el partido, mucho más si se tiene en cuenta que por allí andarán también CR7 o Di María más Dani Alves. De la suma de las habilidades y errores de todos los implicados en la zona puede salir el resultado de la ecuación. 

- El acierto de cara a puerta: desde luego, con esto no descubrimos ningún continente ignoto. A mayor igualdad futbolística mayor fuerza decisoria de la puntería. El año pasado CR7 erró la suya e Ibra no la dejó escapar. El resultado fue 1-0. 

- El manejo de las circunstancias desde los banquillos: las personalidades de Guardiola y de Mourinho resumen la vibrante condición de la cita. El primero ha diseñado una máquina que funciona con una precisión pasmosa. El segundo está levantando los pilares de su obra y parecen ciertamente sólidos. Eso sí, en las cambiantes variables que saltean los largos noventa minutos da la impresión de que el portugués se mueve con más reflejos y comodidad en el margen de riesgo. Ojo a esa cuestión. 

- El árbitro: siempre es un factor a tener cuenta, pero si el elegido es Iturralde el espectador puede esperarse cualquier género, desde la comedia hasta el drama, pasando por el terror e incluso por la ciencia ficción. Que no sea nada. 

Amable lector, queda abierto el debate. Esperamos tus aportaciones, tu análisis crítico y tus matizaciones. Queda un día para especular mientras el cosquilleo que nos recorre la espina dorsal va haciéndose más intenso. Que sea para bien y ¡viva el fútbol!

martes, 23 de noviembre de 2010

Ajax 0 Real Madrid 4. Arte, ambición e hipocresía

 
A veces el fútbol tiene momentos inesperados y mágicos en los que un lance te recuerda lo cerca que puede estar el deporte de la experiencia inefable de lo bello, de lo improbable, de lo maravilloso. Un alemán con sangre turca apellidado Özil protagonizó anoche uno de esos instantes en los que te miras a ti mismo y te sientes un pequeño mortal bendecido, al menos, por tu condición de testigo privilegiado de un acto genial. Xabi Alonso mandó un pase lejano a la espalda de la defensa y, cerca del punto de penalti, el mediapunta hizo una extraña cabriola con el cuerpo mientras uno de sus pies se dejaba caer distraido hacia atrás y amortiguaba el balón con la dirección y presión justas para que un compañero lo empujara a las mallas. Ese colega fue el francés Benzema, tan atinado en la ejecución como Alonso en el planteamiento. Pero lo hecho por Özil se mueve en una categoría sencillamente excepcional, casi cegadora y contagiosa de toneladas de felicidad balompédica.
Así abrió la lata un Madrid que vapuleó al histórico Ajax en otro domicilio lujoso del continente, un lugar en el que los locales jamás habían encajado una goleada europea tan abultada. El 0-4 fue la plasmación numérica de una superioridad que se sustentó en la mezcla, ya habitual, de concentración, hambre y entrega. Si había dudas por un once que daba entrada a cinco inhabituales se disiparon en un ver. Albiol y Arbeloa estuvieron serios, e incluso el segundo se animó con un gol de larga distancia que mataba el suspense. Pedro León y Lass pusieron sudor y rigor táctico. Y Benzema abrió espacios y se asoció incesantemente con sus compañeros en ataque. No hay lugar para la relajación o excusas para la falta de ritmo en esta plantilla. Se está o no se está. Y el caso es que casi todos están. 
Así las cosas, cualquier borrador de crónica de lo sucedido en el Amsterdam Arena pasa obligatoriamente por la enumeración de las guindas del pastel. Una de ellas, ya en el segundo tiempo, la puso de nuevo Özil en una maniobra de despiste en la banda derecha, lugar en el que, de espaldas, enceló a su marcador hasta que éste, hecho una madeja, lo mandó al suelo en un penalti que rubricó CR7. Era el cuarto y definitivo de la noche y a ese portugués ya le había dado tiempo a enchufar el tercero, tras culminar una actuación sobresaliente de Di María. El argentino presionó la salida del Ajax, robó la pelota, avanzó, levantó la cabeza y puso el esférico al espacio con gran precisión, toda una colección de detalles acertados que sintetizan las virtudes de este bloque. 
De todas formas, la paz parece reñida con el Mou Team incluso en noches tan plácidas y Xabi Alonso y Sergio Ramos forzaron sendas expulsiones, mediante pérdidas de tiempo y sin dañar a nadie, para pasar limpios a la ronda de octavos de final. Sus acciones, a todas luces ordenadas desde el banquillo, son el fruto natural de una reglamentación absurda que penaliza el espectáculo y propicia la pillería. Apenas terminado el partido no se hablaba de otra cosa porque, ya se sabe, si a Mourinho le da por mirar al cielo con casi toda certeza lo hará porque desea que un meteorito caiga sobre el planeta y se extinga la especie. Cualquier observador con memoria de media docena de competiciones importantes sabrá que es práctica habitual en el fútbol moderno y que generalmente todos los aficionados y cronistas lo aceptan como algo normal. Incluso, según te vaya en la fiesta,  algunos opinadores lo glosan entre bromas. A estas alturas, sin embargo, la ceremonia extrema de la hipocresía sigue en marcha, hasta el punto de que quiera tapar lo que, sin embargo, perdurará para siempre en la retina del amante de lo bello: muchas gracias por hacerlo posible, Mesut Özil.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Real Madrid 5 Athletic 1. El Séptimo de Caballería


En algunas películas del Oeste, el Séptimo Regimiento de Caballería del ejército estadounidense zanjaba el peligro que amenazaba a los protagonistas con un ataque vertiginoso, penetrante y definitivo. Visto lo visto, el Real Madrid de la era Mourinho se parece muchísimo a ese grupo de centauros que surcaban las llanuras como almas que el mismo diablo llevara. Anoche padeció un notable y audaz Athletic esa rapidez tan mortal que casi rezuma un aroma satánico. El equipo madridista ataca con una verticalidad que fulmina a su oponente, por muy ejemplarmente que se comporte. Por eso, el cadáver bilbaíno cayó sobre el suelo con cinco certeros balazos en el cuerpo.
El segundo tanto de los blancos ejemplifica la tesis. Higuaín, caído a la derecha, metió el balón en la zona de tres cuartos, donde Özil, de primera y con una de sus habituales caricias, lo puso en ventaja para CR7, quien con la zurda asestó un navazajo limpio, raso y seco en la meta vasca. Con más de dos pestañeos ningún ojo humano hubiera podido disfrutar plenamente del desarrollo de la jugada.  Era el 2-0 y el duelo se hubiera antojado liquidado si no fuera porque a esas alturas, mediada la primera parte, el equipo local no había sido sustantivamente mejor que su rival. Y eso que minutos antes Di María asistió para que Higuaín, después de meter el cuerpo entre los centrales, se hiciera el hueco que necesitaba para batir a Iraizoz de tiro cruzado. Pero las sensaciones del juego eran más equilibradas y daba la impresión de que sólo la soberbia actuación de Casillas y la naturaleza implacable de la delantera madridista explicaban el resultado. Un resultado que, por cierto, se volvió más incierto antes del descanso gracias a un gol en fuera de juego de Llorente, incómodo y peligroso durante la mayor parte del examen que pasó con éxito en su probable universidad de destino.
Tras el descanso, el animoso conjunto rojiblanco intentó el asedio al fortín madridista e instaló un leve runrún en la grada. El temor resultó poca cosa porque Di María, en otro contragolpe, provocó un penalti que lanzó, incomprensible aunque eficazmente, Sergio Ramos. Y, por si faltara algo, Cristiano marcó en un libre directo marca de la casa, tan lejano en la distancia como venenoso en la trayectoria de una bala que el guardameta visitante se comió. El hat trick de la estrella lusa, redondeado con otra pena máxima y postrera, sólo sirvió para abultar el marcador y para replicar a Messi, que en tierras almerienses había sumado tres golitos a su cuenta corriente. 
Lo cierto es que dos circunstancias externas al encuentro sobrevolaron inevitablemente el estadio: la sombra de la visita al Camp Nou es demasiado alargada, sobre todo si, como parece, los enfrentamientos directos entre los dos gigantes del campeonato resultan igual de decisivos que en la temporada pasada. El 0-8 de Almería es anecdótico si se compara con las vibraciones transmitidas por el conjunto blaugrana en las últimas jornadas y que ciertamente contagian respeto. El otro factor se llama José Mourinho, quien ayer concitó la adhesión de la parroquia merengue en un acto colectivo de desagravio por las embestidas que recibe a diestro y siniestro. La campaña antimadridista, alimentada desde Barcelona alrededor de la figura del luso técnico y del luso delantero, está sirviendo de pegamento para la unión de los seguidores blancos, incluidos quienes teníamos dudas sobre el coste de imagen que acarreaba su contratación. El madridismo unido es demasiado grande como para no deparar éxitos y el lunes 29 aparece la primera gran ocasión para demostrarlo. A ver si el Séptimo de Caballería irrumpe entonces, una vez más, con todo su vigor.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Sporting de Gijón 0 Real Madrid 1. Triunfo en la tasca


A veces una fiesta puede degenerar en una bulla de tasca grasienta. Eso fue exactamente lo que  sucedió en Gijón, una ciudad norteña y futbolera que sabe apremiar a los rivales, si bien en el aire del Molinón flotó durante noventa minutos un ambiente encencido aunque algo malsano. Jugó el equipo local con su once titular y lo hizo en un estado de hiperexcitación y afán competitivo que casi le cuesta al Madrid el liderato. Ganaron sin embargo los blancos en una actuación gris, más varonil que talentosa y de un mérito notable. Tal y como transcurrieron los acontecimientos, los tres puntos y la ausencia de heridos constituye un jugoso botín.
Estimulados por las irresponsables palabras de Manolo Preciado, los jugadores del Sporting convirtieron el duelo en un enredo constante, especialmente durante la primera parte. Bien visto, y dada la diferencia entre los dos combatientes, ese era exactamente el plan para intentar sacar algo positivo, aspiración que se hubiera hecho real si Higuaín no empuja un balón sobre la raya o Casillas no hace uno de los paradones del año a cabezazo de Barral. Lo demás no fue precisamente una apología de las artes balompédicas ni de sus principios estéticos. Durante demasiadas fases, los rojiblancos entorpercieron la lucha deportiva con faltas, simulaciones e invitaciones al pique.  Además, entre una cosa y otra tuvieron tiempo de salir con velocidad y ambición en varios contragolpes, incitando a la congoja de una parroquia blanca a la que se le atragantó el aperitivo durante un buen tramo de la tarde-noche.
¿Y el Madrid? Su aspecto de equipo con hechuras y oficio pareció cuestionado en diversas fases de la pelea. Cierto es que si Higuaín no se hubiera enfrentado al poste en el primer periodo quizás las virtudes madridistas hubieran lucido algo más. Durante el cuarto de hora de entrada pareció el mismo bloque serio y superior de pasadas semanas. Pero pronto se dejó arrastrar por la guerra de guerrillas y entró torpemente en el lenguaje de su enemigo, basado en unos códigos incomprensibles para el desaparecido Özil y en el que se atascaron otros compañeros como Di María, Khedira y Alonso. Sin la imposición del centro del campo, las bandas sembradas de minas y huérfanos de juego entre líneas, los visitantes parecían sin respuesta ante el diabólico plan de su rival. 
Un rival que jugó con su once titular y con una actitud propia de la cita de su vida pero que se quedó sin más premio que una tarjeta roja a Botía por patadón infame a Cristiano Ronaldo. La entrada de Benzema dio más movilidad durante el último tercio al ataque del Mou Team, un grupo que no se arruga aun cuando el garito en el que entra está lleno de tipos malencarados y broncos. De él salió con unos cuantos moratones, triunfante y desahogado. Ahora lo mejor es pasar cuanto antes la resaca y concentrarse en asuntos bastante más relevantes con el liderato todavía bajo el brazo.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Mourinho se equivoca, Preciado merece sanción


No es Nacido para el Madrid una publicación que le ría sistemáticamente las gracias a Jose Mourinho. El entrenador madridista nos está generando a algunos seguidores de viejo cuño unas sensaciones contradictorias: pensábamos que el equipo jugaría de forma especuladora y que jamás enamoraría por su juego y da toda la impresión de que nos equivocábamos; y temíamos que la imagen del club pudiera verse deteriorada añadiendo más enemigos a los que ya tenemos por la grandeza histórica que caracteriza a la institución y da toda la impresión de que estábamos en lo cierto. El caso del conflicto con el entrenador del Sporting, Manolo Preciado, sigue la línea de la segunda hipótesis, casi demostrada. 
Mou se equivoca al hacer unas afirmaciones desafortunadas, con parte de razón en el fondo y ninguna en la estrategia de comunicación. No sé si con ellas persigue algún rédito deportivo, pero este blog nunca justificará los medios para la consecución de los fines. Los deportistas y seguidores gijoneses tienen todo el derecho del mundo a sentirse mal e incluso a tomarse el partido de mañana como una cita especial, a la que entregarse con redoblado esfuerzo. Pero su técnico no tiene ninguno a hacer las manifestaciones que ha voceado a los cuatro vientos. 
Cada minuto que pasa sin que el Comité Antiviolencia actúe de oficio y abra el expediente de turno contra Preciado es una ofensa al fútbol español. Por encima de pasiones y de colores, algunas de las frases proferidas contra Mourinho constituyen una clamorosa e irresponsable incitación a que el asunto pase de la palabras a los desagradables hechos, especialmente las que desean que el portugués se siente durante el partido con los miembros de un grupo ultra cuya hoja de servicios no es precisamente inmaculada. ¿Alguien es capaz de concebir lo que hubiera sucedido si un entrenador del Madrid le desea a un colega con el que tiene un desacuerdo que lo zanje con los muchachos del fondo sur del estadio Bernabéu? Me da la impresión de que al minuto siguiente hubiera tenido que exiliarse.
Con todo, igual de grave está siendo la reacción de cierta prensa deportiva que le está cargando el muerto de mañana -la expresión es completamente figurada- al antipático preparador madridista. Y se trata de una nueva negligencia profesional que insulta a la inteligencia y al equilibrio ético. Mourinho se equivoca y sus afirmaciones carecen de educación, mesura y sentido de la oportunidad. Preciado utiliza el insulto textual e invita a imaginar un escenario en el que el ejercicio violento parece justificado. Y no es lo mismo. Por eso, cada minuto que pase sin que actúe el Comité Antiviolencia es un insulto al balompié de nuestro país.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Real Madrid 5 Real Murcia 1. Muela empastada


El Madrid arrastra desde años un molestísimo dolor de muelas con forma de Copa del Rey y que el año pasado degeneró en una infección bucal de gravísimas secuelas. Por eso, el resultado y la actitud de anoche tienen un mérito extraño, pues golear a un Segunda B y entregarse apasionadamente a una profesión tan envidiable como la de futbolista se presupone como el valor al torero. Pero no. El Alcorcón y el Real Unión de Irún nos recuerdan que no siempre es así. Y el recuerdo es tan agrio que Mourinho se ha empeñado en dotar a la eliminatoria contra el Murcia de un aroma excepcional, que se concretó en un graderío casi lleno y entregado, una concentración férrea de sus hombres y un respeto al rival que veda cualquier concesión. La muela ha quedado empastada. 
Ahora falta por ver si el desaguisado copero del curso pasado se recupera con una dentadura completamente recompuesta y armónica con la consecución del título. Lo cierto es que va tocando y lo cierto es que, sin vender humo, este equipo tiene una ambición de dimensiones inabarcables. Así lo demostró desde el primer minuto ante un oponente inferior al que trató como si fuera el Bayern de Munich. El once blanco presionó al murciano hasta el límite del reglamento. En quince minutos las entradas más severas, aunque sin mala intención, las habían hecho los de casa y no los limitados visitantes. Y eso que el viento ya soplaba a favor gracias a un control de seda de Pedro León, muy participativo toda la noche, que sirvió para que Granero diseñara una venenosa rosca que terminó con la pelota en la escuadra. 
Con la autopista un poco más descongestionada no se bajó el pie del acelerador. El balón era propiedad casi exclusiva de un Madrid machacón y generoso en la recuperación, en los movimientos al espacio y en la circulación rápida del esférico. La especulación o la rutina estaba definitivamente prohibida. Sin entretenimientos innecesarios en un centro del campo ocupado sobre todo por Diarrá, se abrió el campo a lo ancho con León y un Benzema enchufado que generó vías libres, se ofreció continuamente y habilitó a varios compañeros. Tampoco es que el Murcia se viera absolutamente asediado durante la primera parte ya que se comportó con una entereza merecedora de aplauso. Pero el segundo gol marcado por Higuaín con interferencia ilegal de Sergio Ramos hizo justicia numérica a la impresión que la eliminatoria llevaba. 
Y si al espectáculo le faltaba alguna vibración la pusieron CR7 y, especialmente, Di María. El argentino, que disputó el último tercio,  entiende el juego como la búsqueda denodada de las redes contrarias y jamás ceja en su empeño. Su grado de intervención en los triunfos madridistas es altísimo y no debe pasar desapercibido. Ayer dio una excelente asistencia con el exterior de la bota a Ronaldo, un pase telegrafiado que acarició el pie de cuatro defensas antes de entregarse por completo al rematador portugués. Poco después se marchó por velocidad y provocó el penalti que materializó Benzema. Una vez más, y van varias, demostró que es la daga, fina y mortal, de un bloque que no se permite trámites administrativos. Es más, la primera expulsión de Mou llegó precisamente contra un Segunda B en un partido de Copa. El mensaje motivador es nítido y el empaste indoloro. Qué paz.

martes, 9 de noviembre de 2010

La espaldiña de Ronaldo y el dilema ético



Ayer dos buenos amigos colchoneros, que tienen mucho más de media docena de complejas lecturas en sus cultivados cerebros, reclamaban visceralmente que algún defensa se cobre pronto las piernas de CR7. ¿Su delito? Haber dado un pase con la espalda con 2-0 en el marcador y a escasos momentos para el final del derbi Madrid-Atleti. El vídeo de Deportes Cuatro refleja la secuencia, culminada por un Raúl García que ejemplifica las tesis de mis colegas, gente por la que siento una inquebrantable admiración intelectual y moral. 
En fin, como me gusta perder el tiempo con los dilemas éticos me he interrogado en las últimas horas sobre lo que resulta pertinente -en un sentido moral- o no sobre un terreno de juego. Además de los antecedentes, un invento tan útil en el mundo de la jurisprudencia y que aquí nos asiste con los gestos de Ronaldinho y de Ibra -entonces, según parece, se trataba de la quintaesencia del fútbol entendido como un ejercicio lúdico por los magos culés-, está el asunto en sí. Y mi cabreo va creciendo, sobre todo cuando escuchas las declaraciones, ya duchaditos, de los jugadores rojiblancos. 
En mi modesta opinión, un deportista desafía a la ética cuando prefiere perder una ventaja en la dinámica del juego con tal de humillar alevosamente a su rival. La famosa jugada está a años luz de esa situación. Ronaldo sorprende con el inesperado toque, descoloca a la defensa rival, deja en ventaja a Xabi Alonso y el asunto no acaba en gol porque Sergio Ramos falla un remate cantado de cabeza. Es un ejercicio de creatividad, algo inesperado y mágico que devuelve el precio de la entrada (o del abono televisivo) a quienes esperamos del fútbol esa cualidad imprevisible que lo convierte en algo especial. Yo, por encima de pasión en los colores, lo tengo claro y resuelvo mi dilema: entre pagar por ver espaldiñas y pagar por ver cómo un mediocentro limitado se dedica a repartir amenazas prefiero lo primero. 
¿Y tú?

lunes, 8 de noviembre de 2010

Real Madrid 2 Atlético de Madrid 0. Acelerón y control


Le sobró al Madrid con veinte minutos para sacar una renta suficiente y administrar el derbi de la capital a su antojo. Da la impresión de que el líder de la Liga sabe exactamente qué procede hacer a cada instante y en cada desafío de la larga temporada. El Atlético de Madrid, como antes el Milan en Champions, se llevó dos cornadas y un par de revolcones en un suspiro y a partir de ahí los locales contemplaron con suficiencia su entrega, sin duda meritoria aunque muy insuficiente para comprometer el resultado. De nuevo ganaron los de Mou, aunque está vez lo hicieron sin lujos. Tres puntos alejados del sufrimiento y un desafío menos en el calendario. La máquina parece que sí ha arrancado.
Salieron los locales enfebrecidos por un escenario que suele demandar sangre ante los vecinos. Y sangre fue lo que la grada obtuvo. Buena prueba del instinto despiadado que recorre la espina dorsal de este bloque es la carrera de Carvalho, que hizo su segundo gol del campeonato al contragolpe. Cualquier robo en campo contrario mete a los rivales en unos apuros enormes porque las vertiginosas llegadas merengues parecen tsumanis. Apenas habían encajado los colchoneros las banderillas de partida cuando Özil protagonizó otro alarde de inteligencia y de técnica para dejar discutiendo a De Gea y a Reyes por no defender un libre directo teledirigido al segundo palo. Y se acabó el derbi. Punto y final. 
Los de casa pusieron el coche en cuarta y el Atleti tuvo vergüenza torera para no salir del Bernabéu abochornado. Pudieron cambiar los dígitos del marcador pero los tres puntos se tornaron innegociables. Una mano de Xabi Alonso que debió ser penalti, un paradón de Casillas a demanda de Reyes y, ya en la segunda parte, un disparo a la base del poste de Forlán pudieron borrar el cero del casillero del anfitrión. Por contra, un latigazo imponente de Higuaín al palo, un mano a mano de Özil, un cabezazo franco de Ramos y una pared de Ronaldo y Benzema estuvieron a centímetros de abultar el triunfo de los blancos. Y aparte de las jugadas de resumen dominical, los de casa se dejaban dominar con un orden espartano que, de cuando en cuando, daba paso a sus severos latigazos.
Da la impresión de que al final todos se fueron satisfechos. El Madrid sigue líder y sólo se le puede discutir si su prudencia es una virtud frente al riesgo de buscar con denuedo la humillación de oponentes que, aunque excitan a su afición, poseen un prestigio respetable. Tras el pitido final el Atleti parecía cómodo con una derrota honrosa y una imagen digna. Así el asunto, la fiabilidad sigue siendo la virtud más destacable del Mou Team, que permanece invicto, comprometido y hambriento. Aunque anoche se diera por saciado con un par de tempraneros e irremontables zarpazos.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Milan 2 Real Madrid 2. Corto empate, imagen espléndida



Debió ganar, pudo perder y empató el Madrid en su visita a San Siro, uno de los escenarios más lujosos del deporte mundial. Como el fútbol es, entre otras cosas, una celebración de la imprevisibilidad, dos errores absurdos y un arbitraje calamitoso se interpusieron entre los blancos y la ecuanimidad, que exigía a gritos una victoria rotunda. Hasta tal punto se desvió el partido de lo que por juego resultaba razonable que el equipo de Mourinho conservó su condición de invicto por los pelos, gracias a un gol cocinado en las postrimerías por Benzema y Pedro León, la gran pareja de malditos en los metros iniciales de la temporada. 
El tanto tuvo un valor simbólico excepcional por tratarse casi de un acto de justicia poética. Antes hubo tiempo para casi todo, especialmente para demostrar una superioridad evidente ante un rival que no es el de los noventa pero al que muchos analistas ningunean de forma excesiva con la única intención de, con ello, rebajar los méritos de los habitantes del Bernabéu. El balompié tiene sus códigos y 16 Copas de Europa sobre el tapete exigen un mínimo respeto, algo que en lo estrictamente deportivo el Madrid le perdió a los italianos en el salón de su casa. 
Dominaron los hombres de Mou todas las facetas del juego, desde la presión en campo contrario hasta las llegadas al área de Abbiati en un variadísimo repertorio de opciones. Especialmente durante la  media hora inicial, se sucedieron las ocasiones para haber acumulado una renta generosa: Higuaín avisaba a los dos minutos con un tiro cruzado, Pepe erraba un remate de cabeza a metro y medio del marco, Xabi Alonso probaba desde lejos, Di Maria se enredaba en un uno contra uno y Pirlo sacaba dos balones sobre la línea. El 0-1 del descanso, tras una brillante jugada de toque y velocidad de la vanguardia merengue culminada por Higuaín, era una distancia escasa para la abismal diferencia que se había visto hasta ese momento. 
Tras el receso todo parecía sugerir la misma dirección hasta la entrada de un veterano, Pipo Inzaghi, que se las sabe todas. Nada más entrar le propinó un golpe por la espalda, traidor y completamente fuera de lugar a Xabi Alonso, algo que el infame Howard Webb disculpó de forma alevosa. Por la vía picapedrera, con un Gatusso crecido en su dureza dada la permisividad del presunto juez del duelo, el Milan se enchufó en el partido y estuvo a un paso de llevárselo a la italiana. Un mal cruce de Pepe y unas manos blandas de Casillas propiciaron el empate de Inzaghi. Y, poco después, ninguno de los seis miembros del equipo arbitral -sí, amigos, son seis, es decir, media docena de ojos entre trencillas y asistentes- vio un fuera de juego escandaloso del rapaz delantero milanista, que dio la vuelta al marcador ante el éxtasis de una parroquia que goza más por la vía criminal que por la civil
A partir de ese instante no se jugó prácticamente nada. Las camisetas rossoneri caían sucesivamente al suelo como en una partida interminable de bolos. Un golpe por aquí, un gemelo por allá, un saque de esquina sacado en corto... El Madrid, al que sólo se le puede reprochar la falta de control en los pasajes más confusos del partido, se enredó y parecía condenado a desvirgarse con la primera derrota del curso. No fue así por los azares que rodean a este deporte. Marcó Pedro León y sus compañeros y el cuerpo técnico lo celebraron porque entendieron el significado profundo de un desenlace que iba mucho más allá de su repercusión en la dinámica de la liguilla. Este equipo es candidato, serio candidato. Y quienes no lo quieran ver aferrándose a la debilidad de sus enemigos cometerán un serio error. Allá ellos.