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miércoles, 29 de diciembre de 2010

Mourinho y la prensa deportiva


Anoche murió CNN+ España, sustituido por el canal 24 horas de Gran Hermano. Casi a la misma hora en la que se perpetraba el enésimo retrato de la degeneración colectiva -trazado  en este caso por Paolo Vasile, Juan Luis Cebrián y los millones de españoles que han dimitido de su condición de ciudadanos- las radios deportivas echaban humo con la enésima entrega del culebrón Mourinho anda suelto. En Punto Pelota repetían una y otra vez las imágenes del protagonista en un aeropuerto, a cámara lenta y con zoom digital para subrayar el mensaje. Las palabras de los analistas brotaban de forma acelerada en Intereconomía y en otros medios. Que si la había liado parda en Barajas, que si había intentado agredir a varios fotógrafos, que si el Madrid no puede permitirse una imagen así. Bla, bla, bla. En algunas tertulias  las opinones se proyectaban a grito pelado. Como si eso diera más sustancia al argumento. ¿Argumentos? Hace demasiado tiempo que desaparecieron del periodismo deportivo patrio en favor del puro ruido.
Que CNN+ España caiga sobre el suelo cautiva y desarmada y que los comunicadores supuestamente especializados en asuntos futboleros llenen minutos, páginas e imágenes con la interpretación de hasta el último gesto de un entrenador son dos cuestiones íntimamente relacionadas. El espectáculo sustentado en la pura anécdota, en el vacío y en el exabrupto efectista lo contamina todo. Es evidente que la inteligencia es una materia prima en vías de extinción en el paisaje mediático, ese universo emponzoñado en el que las técnicas de la prensa amarilla o rosa -elijan el color que más les apetezca- lo han impregnado todo. Incluido, por supuesto, el honorable mundo del deporte.
Así las cosas, lo cierto es que Jose Mourinho se ha convertido en un valor seguro del mercadeo cotilla al que se entregan nuestros queridos periodistas, esos sujetos que habitan las tertulias del vocerío sin sustancia. Mou es la Belén Esteban del imprevisible esférico. Alguien de quien se puede rajar todo y más. Como personaje no tiene precio. Es antipático, malencarado, fanfarrón. Tiene vitola de triunfador, por lo que verle caer constituye una trama sumamente atractiva. Y apedrearle en su caída lo es mucho más. La única diferencia con la Esteban es que, con todos sus defectos -que ponen en duda, incluso, su idoneidad para ocupar el banquillo que habita-, Mourinho es un profesional. Un tipo formado y estudioso que calcula estrategias, motiva a unos deportistas de elite y toma decisiones en las que se juega su prestigio. La otra... en fin.
Vamos a decirlo sin más rodeos: que Mou llegue fuera del horario previsto a un aeropuerto NO ES NOTICIA. Y convertir el episodio en tal es un escándalo que empobrece el sentido de una profesión bajo mínimos que está contribuyendo al deterioro de la imagen de la institución madridista. Suena mal, pero suena mucho peor que el ruido de fondo esté alimentado por los máximos responsables del club. A la espectacularización rosa del detalle y a la explotación del morbo hay que sumarle el cruce de intereses de unos y de otros. Intereses cómplices, por desgracia. La prueba es concluyente: 


La portada es histórica, no tanto por su mensaje -que también- sino por el hecho de que ponía fin a una grosera campaña de desprestigio que gozó del silencio cómplice de los despachos nobles de Concha Espina. No se trata de remover el asunto, magníficamente glosado en su día por La libreta de Van Gaal. Eso sí, deja poco lugar a la duda que una organización que no defiende a los suyos o que los utiliza como carnaza para la trituradora del amarillismo rampante se condena a sí misma a no ser respetada. 
La prueba es que con Mourinho, al que este blog no quiso como responsable técnico del Madrid, ya hay barra libre. Es cierto, además, que no es buen sistema apagar incendios con gasolina, líquido que el luso emplea con demasiada frecuencia. Pero la única y terrible verdad es que la junta directiva, con su presidente y sus directores generales a la cabeza, está a años luz de detener la espantosa vorágine a la que nos han arrastrado a todos, técnicos, jugadores y aficionados incluidos. 
Que nadie se engañe: siempre hemos sido antipáticos para el antimadridismo. Siempre hemos tenido en nuestras filas a canallas adorables como Juanito o Hugo Sánchez, héroes nada discutidos por la memoria blanca y elegidos como dianas predilectas por los aficionados rivales. Lo único verdaderamente novedoso es el clima verbenero, sensacionalista y desquiciante que rodea a la gigante máquina construida por Florentino. Él ha alimentado al monstruo gritón que hace negocios con el club o que explota su imagen desde lejos tras colgarle el cartel de villano oficial de la película. O que lo masajea sin desmayo con jabón, pues tan rosas son los manipuladores dañiños como los aduladores oficiales del reino.
Lo malo, lo verdaderamente terrible, es que ese monstruo acabará devorando a Mou y al que se ponga por delante. Y si no, al tiempo. 

jueves, 23 de diciembre de 2010

Real Madrid 8 Levante 0. Y sobre campana... ocho

 
Minutos antes de marcharse de vacaciones navideñas la plantilla del Madrid decidió darse un banquete. El escandaloso marcador de la cita copera contra el Levante no fue nada en comparación con la vertiginosa diferencia en el juego. Los locales, muy lejos de la desidia de años precedentes, saltaron al campo como si se tratara de la última oportunidad de sus vidas deportivas. Enfrente sólo -me niego, qué quieren ustedes, al idiota resto de la tilde al que obliga ahora la RAE- estaba el Levante, uno de esos equipos humildes que, cuando pierden la concentración, cobran por todas partes. Compareció cualquier factor positivo que imaginarse pueda en la lluviosa noche invernal del Santiago Bernabéu. La conclusión numérica fue un escándalo que invitaba al orujo y al villancico: y sobre campana, ocho. 
Los factores explicativos empiezan en el banquillo. Mourinho no se anda con especulaciones en el manejo de la plantilla ni con la calculadora de los minutos que sus jugadores llevan sobre las piernas. Probablemente sea el preparador de Primera División que con más respeto está afrontando la que se tiene por tercera competición en grado de importancia. Por eso puso la mejor alineación posible si se tienen en cuenta las lesiones y las bajas por sanción. Eso incluyó un novedoso dúo de centrocampistas, integrado por Xabi Alonso y por Granero, que hicieron aún más sangrante la última actuación liguera de la sociedad Lass-Khedira. A diferencia de lo que sucedió el domingo contra el Sevilla, la mayoritaria posesión de la pelota era fluida, dañina y hasta vistosa. Se sintió tan bien tratado el esférico que buscó una y otra vez el merodeo en el área rival y el beso apasionado de las mallas. 
El primer ósculo tardó poco en llegar. Benzema, en su mejor actuación hasta la fecha, hurtó a los rivales y los encaró como un loco suicida. Tras una bicicleta y un tiro seco batió al pobre Munúa. La acción recordó al Ronaldo gordito, cuyo grado de psicopatía goleadora nunca tendrá el francés, quien, eso sí, añade un grado de participación muy alto en el despliegue ofensivo cuando decide que el plan le mola. Contra el Levante molaba y el delantero se hinchó. Aprovechó otro error de la defensa azulgrana -qué bien suena, maldita sea- para hacer el tercero, asistió a Cristiano para que empujara el cuarto y tuvo un gesto de lo más delicado en el quinto tras la asistencia, no menos sutil, de Di Maria. Si las matemáticas no fallan, el galo sumó su segundo triplete con la elástica del club más laureado del mundo. Y, cosas de la esquizofrenia, recibió cuando le cambiaron una acalorada ovación de los mismos que el domingo le increparon con furioso desahogo. Las pasiones son así.
El resto del espectáculo se movió en un territorio similar de hambre, acierto y complicidad de un enemigo superado desde el arranque de la batalla. Granero le daba soluciones a un Xabi al que le hace falta muy poco para propiciar la superioridad de los suyos desde el prólogo de las jugadas. Di María se lo llevaba todo por delante, veloz, incansable, orgulloso y tan insistente como asistente. Özil y Ronaldo tampoco faltaron a la comilona, con un gol en el que el primero detuvo el tiempo y con otro hattrick del luso, uno de esos comensales que nunca dice 'no' cuando el camarero le ofrece repetir.
Así las cosas, el equipo respondió con juego y con una orgía goleadora al pésimo rollo creado durante y después del encuentro dominguero contra el Sevilla. Este blog aprovechará el parón que se nos viene para pronunciarse al respecto, pues hay tormenta en el seno del madridismo internauta. De momento apetece mucho más entregarse al cántico entusiasta de lo que pareció una cena de empresa, con los invitados entregados a la causa hedonista tras una copa de más. Que permanezca el recuerdo en el disco duro de un club en permanente estado de agitación y en la memoria de unos aficionados esclavizados por la tiranía del instante. Felices fiestas.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Real Madrid 1 Sevilla 0. A falta de Xabi, noche de furia

 
Se despidió el Madrid del 2010 liguero con uno de sus frecuentes ataques de cólera, fundamentada en ese estilo épico que le caracteriza cuando el público se siente herido y el equipo se excita con la pasión de la venganza. Con un hombre menos por la injusta expulsión de Carvalho, y tras haber padecido un arbitraje calamitoso y de efecto motivador, los hombres de Mou se llevaron los tres puntos más sufridos en lo que va de temporada. Y el seguidor blanco, tras el pitido final, bien podía sentirse feliz con ellos si no fuera porque salieron a flote algunas conclusiones ciertamente preocupantes.
La más importante de todas ellas ya se ha apuntado en este blog por activa y por pasiva: Xabi Alonso es el jugador más -quizás el único- insustituible de la plantilla. El donostiarra es el habitante del vestuario que carece por completo de relevo, ocupando además un puesto decisivo para que el engranaje funcione. Con el centrocampista tocón en la grada, el aficionado pasó por el durísimo castigo de soportar a la dupla Lass-Khedira sobre la sagrada hierba del Bernabéu. El espectáculo fue calamitoso para la vista. Los dos necesitan tres maniobras, como mínimo, antes de devolver un balón con suficiente criterio. Como el tiempo es oro en este deporte, los rivales se colocan, los flotan y tapan los espacios de los cuatro de arriba, impotentes en sus acciones por muy rápidos y técnicos que sean. 
Por ahí pasa exactamente el resumen de la primera parte, en la que los locales no crearon ninguna ocasión nítida de gol ante la felicidad de un Sevilla poco ambicioso y más bien gris. Cristiano lo intentó desde lejísimos y desde lejísimos lo intentó también Di María, en un balance paupérrimo que hizo las delicias del provocador Palop. A todo esto, los de Nervión dejaban que los minutejos cayeran uno detrás de otro. Tic, tac. Tic, tac. La tortura que sufría la pelota era de tal calibre que a uno le daban ganas de enchufarse el piloto de Boardwalk Empire, la serie creada por Scorsese y Terence Winter. Hasta que emergió la figura de un árbitro dispuesto a poner la única salsa al insípido duelo. 
El segundo tiempo fue, de hecho, todo un monumento al otro fútbol, ése que se alimenta de la bronca y el pique. Los banquillos se habían despedido al inicio del descanso con una ensalada de insultos y empujones y la reanudación trajo un ambiente cargado del que se contagió el público. Clos Gómez añadió más gasolina al fuego al mandar a Carvalho a la calle y al comerse un penalti a Granero. Porque, a todo esto, entró "el Pirata" por Khedira, como entró Pedro León por Benzema, una vez más cuestionado por el socio. Los relevos refrescaron a un bloque empujado desde la grada y dolido con las banderillas colocadas por el trencilla. 
En ese ambiente de tensión exacerbada parece que también se siente cómodo el Madrid de Mou. Emergió, cómo no, la enjuta figura de un descomunal Di María, quien se apropió de la banda izquierda en otra exhibición de sus sorprendentes cualidades físicas. Suyo fue el gol que desató la locura en un episodio que resume el tono del partido: Özil encaró a tres defensas, entró en el área y cedió a Pedro León, cuyo disparo se estrelló contra la mano de Zokora. Mientras todo hijo de vecino reclamaba el penalti, el zurdo argentino hizo una madeja de Palop y le batió por el hueco imposible del primer palo. Bulla, enajenación y pillería. Cualquier cosa menos fútbol elaborado. 
Cuando Clos puso fin a su celebración del dislate con el pitido final quedaron atrás las ocasiones al limbo de Negredo y otras angustias del aficionado. Solo hay una que permanece y es que, en pleno debate sobre la urgencia de un nueve, anoche quedó demostradísimo que lo que de verdad falta es un sustituto para Xabi Alonso. Por eso sorprende, y mucho, que Mourinho diera continuidad a la tormenta  del juego en la sala de prensa, lugar desde el que tiroteó con saña sobre la sombra de Jorge Valdano. El Director General, más bien "portavoz de marrones", lo tiene bien empleado por no haberse marchado cuando le ningunearon desde la planta noble del club. Su entrenador ha decidido que ya toca su cabeza en una bandeja de plata y está por ver si Florentino la entrega. Mal debate, más bien pésimo, a estas alturas de la obra.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Zaragoza 1 Real Madrid 3. Triunfo áspero y tarjetero


Ganó el Madrid con suficiencia en su visita al colista y lo hizo en otro partido áspero pues, muy por encima de potenciales, si hay un equipo contra el que está prohibida la placidez es el dirigido por Mourinho. Puso ganas, a ratos demasiada, el Real Zaragoza. Metidos en una espiral de tintes autodestructivos, los de Aguirre protagonizaron un derroche de entrega alentado desde la grada aunque estéril. La diferencia entre los dos conjuntos es tanta que a los visitantes les bastó con no rajarse y con las intervenciones definitivas de Özil, Cristiano y Di María, autores de tres tantos que pudieron ser algunos más. Los puntos y el debut de Morata  en las postrimerías son buenas noticias, si bien las tarjetas vistas por Marcelo y Xabi Alonso constituyen un par de lunares demasiado notorios de cara a la próxima visita del Sevilla al Bernabéu. Dos lunares innecesarios, por cierto. Pero, como diría Jack "el destripador", vayamos por partes.
Salió empanado el Madrid y le pudo costar bastante caro dada la efervescencia de los locales. Un tiro cruzado de Lafita fue el uy más sonoro que durante el arranque pronunció al unísono la Romareda. Pero al Zaragoza se le fue toda la espuma de su pequeña botella en ese tiempo y se quedó sin sustancia ofensiva para el resto. Por contra el Madrid empezó a crecer y se fue adueñando poco a poco del partido hasta rematarlo hacia el final de la primera parte con un golazo por la escuadra de CR7, en la impartición de su enésima lección magistral sobre la praxis del libre directo en la frontal del área. Era el 0-2 que, precedido del tanto de Özil en uno contra uno y sucedido a los dos minutos de la reanudación con una vaselina de Di María, acabó con cualquier sospecha de reparto del botín. Ni siquiera el penalti, transformado por Gabi, supuso más que un momentáneo e inane calentón del conjunto maño. 
Y eso que no tuvo delante al mejor Madrid de la temporada. Hubo una cierta sensación de control, contragolpes vertiginosos que se fueron al limbo y sudor por litros. Faltó sin embargo algo de calidad, si bien tanto Benzema como Lass -pareja de franceses con tendencia al autismo- empiezan a ganarse el puesto. Uno por aumentar sus dosis de celo profesional y por su permanente movilidad, virtudes que disimularon su falta de puntería en dos ocasiones nítidas. El otro por mejorar en casi todo a Khedira, especialmente en la recuperación de la pelota, en el empuje y, quién lo iba a decir, en el pase intencionado a sus compañeros de arriba. 
En el lado más atractivo del escaparate también puede mirarse la actuación de Di María, siempre presto cuando el duelo, como sucedió anoche, se pone muy argentino. Además debutó otra promesa de la cantera en La Romareda, con el sentido simbólico que el detalle posee gracias al recuerdo del gran Raúl. Cerca estuvo Morata, además, de enchufar la primera pelota que tocó, pero Leo Franco se anticipó para frustrar una fiesta que en cualquier caso no hubiera sido del todo completa dadas las tarjetas amarillas que vieron Marcelo y Xabi Alonso. Se quejó Mou con algo de razón en sala de prensa, pues varios jugadores del Zaragoza protestaron o pegaron más que el brasileño y el donostiarra y se fueron de rositas. El agravio comparativo no oculta, sin embargo, tanto la justicia de las sanciones a sus pupilos como la impericia demostrada justo antes de una visita comprometida como la del Sevilla y justo cuando está lesionado Sergio Ramos. Tendrá que hacer el técnico portugués un apaño para despedir el año liguero de la mejor manera posible y con el deber, para el siguiente, de mayor oficio para dominar todos los detalles de una competición que no admite resbalones.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Real Madrid 4 Auxerre 0. Benzema cogió su fusil

 
Minuto 86. Después de casi hora y media corriendo sobre la pradera del Bernabéu, con su equipo clasificado como primero de grupo, el partido ya ganado contra un enemigo menor y dos goles en su haber el delantero Karim Benzema decidió presionar al portero del Auxerre tras la cesión de un defensa. El arranque de ambición debió de nublar la mente del guardameta, quien en un pésimo pase le entregó el balón. Con él en los pies, Benzema levantó la vista y con un toque sutil lo mandó en perfecta parábola al fondo de la portería. Era el 4-0 del Madrid y el francés completaba su primer hattrick con la camiseta blanca. ¿Rehabilitación?
Puestos a ser generosos, podríamos subrayar que tres tantos en una competición de tanto relumbrón no los marca cualquiera demasiado a menudo. Tampoco es mentira que el trío de acciones retrata a un atacante versátil, capaz de anotar de cabeza tirándose al suelo en asistencia de Ronaldo o en un arranque de velocidad y de zurdazo seco al segundo palo. Además se asoció con sus compañeros, ofreciéndose y devolviendo al primer toque. Pero también, porque el personaje lo exige, sus críticos tienen razones para ser desconfiados y para recordarle su indolencia cuando su club lo necesita de veras. O para reprocharle que asome su calidad solo en una noche de trámite administrativo o como reacción ocasional a los muchos nombres que suenan para reemplazarle con los fríos del mercado invernal. Que cada lector se quede con la tesis que más le plazca.
La crónica de los hechos tiene que gustarse en la suerte de las anécdotas porque el partido no dio para mucho. Debutó Sarabia, eso sí, otra presunta perla de la cantera que ya veremos dónde y en qué condiciones acaba. La fatalidad se cebó por enésima vez con Dudek, quien tuvo que retirarse lesionado en las postrimerías del primer tiempo, justo después de haber dejado en la retina dos de sus mejores intervenciones como madridista. Y Mahamadou Diarrá portó el brazalete de capitán, circunstancia bastante dolorosa para quien siga creyendo en romanticismos y en gestos simbólicos, que algunos seguimos quedando. Dolor, por cierto, acompañado por la dupla que el africano formó con Lass en el centro del campo, toda una contrariedad para las esencias más exquisitas del balompié.
No obstante, y para ser justos, el menudo centrocampista galo tuvo una conducta ejemplar y hasta se atrevió a dar algún pase excelente. Él, su compatriota Benzema y el hambriento CR7, que sólo descansó tras añadir un nuevo tanto a su zurrón continental, fueron lo más señalado de un conjunto que cumplió sin enamorar. Parte de las mejores sensaciones las dejaron por las bandas Pedro León durante los quince minutos del arranque y Marcelo en un par de dañinas incursiones. Mientras, el Auxerre se arropaba cuanto podía para evitar una goleada de escándalo y contragolpeaba veloz pero inofensivamente. Encima, sus delanteros chocaron primero con Dudek y después con Adán, otro de los canteranos que se asomaron a la velada europea. Detallito por aquí, curiosidad por allá -el primero de Benzema supuso el gol número 300 en la competición-, el partido se diluyó y la Champions salió por la puerta y la dejó entreabierta durante unos meses. Ahora está por ver si detrás espera el abismo de los octavos de final o la superación de un trauma que ya dura demasiado. De momento, toca esperar los designios del bombo el día 17 y medir las fuerzas con la que llegan los comparacientes. Señores de la UEFA, largo nos lo fiáis.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Real Madrid 2 Valencia 0. Resaca y Ronaldo

 
Las resacas suelen ser muy desagradables, especialmente cuando las borracheras que las preceden las disfrutan otros. El Madrid pareció pagar anoche parte de la factura del fiestón azulgrana del lunes con una primera parte espesa y poco iluminada que hacía más visible la senda de la duda. Después del descanso, sin embargo, despertaron los hombres de Mourinho y se llevaron un duelo fiel al guión de las visitas valencianas al Bernabéu, con sus piques sobre el césped, sus árbitros desquiciantes para todos los comparecientes y sus gritos de "nos vamos a París" en recuerdo de la "octava". Ingredientes a los que hay que sumar a Cristiano Ronaldo, autor de las dos puñaladas que retrataban el marcador al final del partido de la resaca
Lo jugó el conjunto madridista mientras el Barcelona seguía despachando fuera de horario su trámite pamplonés, disputado, a diferencia de otros clubes que se desplazaron mucho antes y mucho más lejos dada la huelga de los controladores descontrolados, cuando le dio la real gana. Con el ambiente enrarecido por el sainete azulgrana, el madridismo demostró en los 45 minutos iniciales madurez y paciencia, rasgos que le hacen mucha falta a la entidad. Virtudes tan poco frecuentes en la parroquia de Concha Espina salieron a flote el día que su entrenador apostó por lo que muchos piensan que quiso hacer, sin atreverse, en el Nou Camp: saltar al campo con tres mediocentros, todos distintos en ataque pero muy educados en el cumplimiento de los deberes defensivos.
El Madrid del trivote ofreció un fútbol mediocre y permitió la comodidad de un Valencia que dio sensación de amenaza durante algunas fases. Su rival no dominaba las artes del juego que pasan por la zona ancha y echaba de menos una referencia arriba, ya que además de con el trío musculado  los blancos arrancaron sin delantero centro. El campo se volvió muy grande y el equipo se hizo muy largo. Muy de cuando en cuando, aparecían Özil o Di María y surgía la sospecha momentánea del gol. Así las cosas, un mano a mano que Khedira no supo resolver fue la única ocasión de verdadero riesgo que los locales generaron antes del receso. Corto botín al que había que sumar la congoja –que no riesgo en forma de oportunidades nítidas– provocada por Soldado, Joaquín y Mata, molestos merodeadores de las inmediaciones de Casillas.
La segunda parte fue, sin duda, otra cosa. Influyó en el cambio de inercia la entrada de Benzema, más por la racionalidad con la que pasaron a ocuparse los espacios que por su aportación individual. Quien aprovechó el nuevo orden, por enésima vez, fue Cristiano Ronaldo. Primero culminó en veloz carrera y con la zurda una asistencia maravillosa de Özil, lo más parecido a Magic Johnson –'el padrino madridista', habitual de este blog, dixit– que se ha visto en la Castellana desde Laudrup. Al rato, el portugués protagonizó una cabalgada eléctrica que comenzó en la línea divisoria y culminó en el balcón del área chica con un derechazo mortal.
Muerto el suspense uno podía dedicarse a reflexionar sobre otros aspectos puntuales del envite, como por ejemplo Pérez Lasa. El árbitro expulsó injustamente a Albelda tras perdonarle el camino al vestuario a su compañero Bruno, quien sí lo mereció. Preso de un permanente ataque de mala conciencia, el trencilla miró para otro lado cuando Di María sufrió un penalti clamoroso al que habría tenido que aliñar con el color rojo de la tarjeta. Y repartió faltas con la calculadora de la compensación siempre en la mano.
Todo el mundo acabó descontento con el juez y todo el mundo tenía argumentos para justificar su desagrado. Lo cierto, sin embargo, es que la victoria fue justa sin presumir. El Madrid de la última media hora superó a su rival con el estilo que le hizo temible antes de la traumática visita al Nou Camp. Llegó con precisión y velocidad al marco valenciano, donde se empeñó en desaprovechar oportunidades como la de Di María, solo ante la portería y con todo el tiempo del mundo para ejecutar. Hubo otras que también se fueron al limbo y que hubieran ahorrado misterio a una afición, madura y paciente, en plena reconstrucción de sus ilusiones.

martes, 30 de noviembre de 2010

Barcelona 5 Real Madrid 0. La cruda realidad

 
Perdió la virginidad el Madrid de Mourinho y lo hizo de la manera más dolorosa y traumática posible: con un ruidoso 5-0 que, en noventa minutos, retrató una diferencia monumental y aparentemente insalvable entre los históricos enemigos. El Barcelona le dio un revolcón de intensidad superlativa a un equipo que, con el técnico portugués en el banquillo, parecía tener garantizada la ausencia de accidentes demasiado ruidosos. Pues no. Lo que se anunciaba como un choque de trenes lo fue entre el AVE azulgrana y un cochecito de playmobil. Siniestro total. 
El festín barcelonista consistió en un rondo brillante de hora y media de duración. Las camisetas blancas corrían y corrían detrás del balón, un objeto al parecer imprescindible en este deporte. El trío compuesto por Busquets, Xavi e Iniesta lo entienden, lo miman y lo poseen. En el otro lado, Khedira quedaba retratado como un jugador menor, casi vulgar. Xabi Alonso, demencial durante todo el espectáculo, parecía pedir a gritos un psicólogo a falta de un compañero en condiciones. En el segundo tiempo, su entrenador le regaló a Lass y evidentemente fue peor. También, según parece, el fútbol es el arte de ocupar los espacios y por eso el centro de la parcela tiene una importancia capital. Y ahí, exactamente ahí, radica la enorme distancia entre unos y otros.
Una distancia agrandada anoche con otros factores como la diferencia de actitud de los contendientes y la escasa capacidad de concentración de algunos jugadores visitantes. Pepe, Benzema y Sergio Ramos son tres de los que se llevan la palma en ese aspecto, y especialmente el último, protagonista en las postrimerías de un ataque de orgullo muy mal entendido al entrar virulentamente a Messi y buscar bulla después con varios compañeros de selección. Y eso que hubo otros detalles feos, como el enredo  en la banda de Guardiola con Cristiano, la exageración de Messi ante Carvalho en el primer tiempo o la manita que sacó a pasear Piqué de forma algo ostensible tras el último gol de los suyos. 
Eso sí, cualquiera de los jugadores de casa tenía todo el derecho a gozar de un subidón completado en forma de goles por Xavi, Pedro, Villa -por partida doble- y Jeffren. Describir los lances que los propiciaron, así como el puñado de ocasiones que pudieron hacer más profunda la herida, resultaría interminable y de un masoquismo excesivo para quien firma. Sobra con escribir que los locos bajitos tocaban y tocaban hasta que alguien tiraba un desmarque en ruptura que acababa con Casillas desquiciado o, lo que es peor, recogiendo la pelota del interior de su portería. Básicamente a eso se redujo casi todo. A eso y a disparar solo un par de veces con atisbo de peligro sobre el marco de Valdés.
¿Y ahora qué? Quizás quede una última y gran solución para el madridismo: rezar. El Nou Camp disfruta de un equipo de leyenda, de esos que se forjan muy de cuando en cuando y que pasan a mejor vida sólo cuando el placer se convierte en rutina. Hoy por hoy, da la impresión de que el Madrid  puede aspirar como mucho a estar preparado por si a los de Guardiola les da por resbalar. Ahora que el aire mítico e invulnerable de Mourinho se ha puesto en entredicho se medirá el carácter competitivo de un bloque que, sin embargo, tiene su vistosa y ejemplar referencia en el punto de destino del Puente Aéreo. Esa parece ser la cruda realidad.

domingo, 28 de noviembre de 2010

F.C. Barcelona-Real Madrid. La previa: claves del gran clásico

 
Vivimos la víspera del choque de trenes más excitante de los últimos tiempos en el planeta Fútbol. Los dos mejores equipos del momento, rodeados de una rivalidad histórica que trae a la memoria toda suerte de incidentes y de imágenes inolvidables, se verán las caras sobre el césped del Nou Camp. El plato tiene todas las salsas imaginables. La posición en la tabla de uno y otro, así como la excesiva superioridad sobre sus compañeros de competición, le dan a los tres puntos en juego un sabor y una importancia que trasciende lo numérico para convertirse en un objetivo de una trascendencia simbólica excepcional. Si a eso le añadimos el regreso de Mourinho al estadio que le humilla y teme a partes casi iguales, el enfrentamiento entre los dos mejores jugadores del mundo y la urgencia madridista por hacerle ver a un Barça que parecía destinado a la leyenda que su fiesta se ha acabado mucho antes de lo que pensaba, tendremos un menú que, sobre la carta, se lee más apeticible que nunca. Pero, en lo estrictamente futbolístico, ¿cuáles serán las claves que decidirán el destino del partido? Nacido para el Madrid cree que habrá que estar muy atento a: 

- La capacidad para asimilar la personalidad del rival sin perder la identidad propia: ninguna de las dos escuadras se ha citado todavía con oponentes que representen hasta tal punto su némesis. Habrá que estar atentos a la eficacia madridista para robar la pelota a un conjunto diseñado para monopolizarla hasta narcotizar a su víctima. Se trata de una cuestión crucial, pues el Madrid de Mou ha hecho gala de unos genes asesinos a la hora de salir en velocidad y de llegar con muchos atacantes a la portería contraria. Las dimensiones del terreno de juego multiplican la importancia de este factor, pues resulta más difícil el robo pero facilita el montaje del ataque en profundidad. Si el artefacto defensivo de los blancos funciona habrán ganado la mitad de la batalla. 

- La vida en las bandas: la temporada 2010-2011 ha arrancado con la insólita licenciatura en la banda izquierda de un Marcelo mucho más aplicado tácticamente, concentrado y dañino en la conquista del horizonte. Mañana, sin embargo, le aguarda un morlaco tan complicado, exigente y desestibilizador como Leo Messi. Lo que suceda en ese lado del verde puede decantar el partido, mucho más si se tiene en cuenta que por allí andarán también CR7 o Di María más Dani Alves. De la suma de las habilidades y errores de todos los implicados en la zona puede salir el resultado de la ecuación. 

- El acierto de cara a puerta: desde luego, con esto no descubrimos ningún continente ignoto. A mayor igualdad futbolística mayor fuerza decisoria de la puntería. El año pasado CR7 erró la suya e Ibra no la dejó escapar. El resultado fue 1-0. 

- El manejo de las circunstancias desde los banquillos: las personalidades de Guardiola y de Mourinho resumen la vibrante condición de la cita. El primero ha diseñado una máquina que funciona con una precisión pasmosa. El segundo está levantando los pilares de su obra y parecen ciertamente sólidos. Eso sí, en las cambiantes variables que saltean los largos noventa minutos da la impresión de que el portugués se mueve con más reflejos y comodidad en el margen de riesgo. Ojo a esa cuestión. 

- El árbitro: siempre es un factor a tener cuenta, pero si el elegido es Iturralde el espectador puede esperarse cualquier género, desde la comedia hasta el drama, pasando por el terror e incluso por la ciencia ficción. Que no sea nada. 

Amable lector, queda abierto el debate. Esperamos tus aportaciones, tu análisis crítico y tus matizaciones. Queda un día para especular mientras el cosquilleo que nos recorre la espina dorsal va haciéndose más intenso. Que sea para bien y ¡viva el fútbol!

martes, 23 de noviembre de 2010

Ajax 0 Real Madrid 4. Arte, ambición e hipocresía

 
A veces el fútbol tiene momentos inesperados y mágicos en los que un lance te recuerda lo cerca que puede estar el deporte de la experiencia inefable de lo bello, de lo improbable, de lo maravilloso. Un alemán con sangre turca apellidado Özil protagonizó anoche uno de esos instantes en los que te miras a ti mismo y te sientes un pequeño mortal bendecido, al menos, por tu condición de testigo privilegiado de un acto genial. Xabi Alonso mandó un pase lejano a la espalda de la defensa y, cerca del punto de penalti, el mediapunta hizo una extraña cabriola con el cuerpo mientras uno de sus pies se dejaba caer distraido hacia atrás y amortiguaba el balón con la dirección y presión justas para que un compañero lo empujara a las mallas. Ese colega fue el francés Benzema, tan atinado en la ejecución como Alonso en el planteamiento. Pero lo hecho por Özil se mueve en una categoría sencillamente excepcional, casi cegadora y contagiosa de toneladas de felicidad balompédica.
Así abrió la lata un Madrid que vapuleó al histórico Ajax en otro domicilio lujoso del continente, un lugar en el que los locales jamás habían encajado una goleada europea tan abultada. El 0-4 fue la plasmación numérica de una superioridad que se sustentó en la mezcla, ya habitual, de concentración, hambre y entrega. Si había dudas por un once que daba entrada a cinco inhabituales se disiparon en un ver. Albiol y Arbeloa estuvieron serios, e incluso el segundo se animó con un gol de larga distancia que mataba el suspense. Pedro León y Lass pusieron sudor y rigor táctico. Y Benzema abrió espacios y se asoció incesantemente con sus compañeros en ataque. No hay lugar para la relajación o excusas para la falta de ritmo en esta plantilla. Se está o no se está. Y el caso es que casi todos están. 
Así las cosas, cualquier borrador de crónica de lo sucedido en el Amsterdam Arena pasa obligatoriamente por la enumeración de las guindas del pastel. Una de ellas, ya en el segundo tiempo, la puso de nuevo Özil en una maniobra de despiste en la banda derecha, lugar en el que, de espaldas, enceló a su marcador hasta que éste, hecho una madeja, lo mandó al suelo en un penalti que rubricó CR7. Era el cuarto y definitivo de la noche y a ese portugués ya le había dado tiempo a enchufar el tercero, tras culminar una actuación sobresaliente de Di María. El argentino presionó la salida del Ajax, robó la pelota, avanzó, levantó la cabeza y puso el esférico al espacio con gran precisión, toda una colección de detalles acertados que sintetizan las virtudes de este bloque. 
De todas formas, la paz parece reñida con el Mou Team incluso en noches tan plácidas y Xabi Alonso y Sergio Ramos forzaron sendas expulsiones, mediante pérdidas de tiempo y sin dañar a nadie, para pasar limpios a la ronda de octavos de final. Sus acciones, a todas luces ordenadas desde el banquillo, son el fruto natural de una reglamentación absurda que penaliza el espectáculo y propicia la pillería. Apenas terminado el partido no se hablaba de otra cosa porque, ya se sabe, si a Mourinho le da por mirar al cielo con casi toda certeza lo hará porque desea que un meteorito caiga sobre el planeta y se extinga la especie. Cualquier observador con memoria de media docena de competiciones importantes sabrá que es práctica habitual en el fútbol moderno y que generalmente todos los aficionados y cronistas lo aceptan como algo normal. Incluso, según te vaya en la fiesta,  algunos opinadores lo glosan entre bromas. A estas alturas, sin embargo, la ceremonia extrema de la hipocresía sigue en marcha, hasta el punto de que quiera tapar lo que, sin embargo, perdurará para siempre en la retina del amante de lo bello: muchas gracias por hacerlo posible, Mesut Özil.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Real Madrid 5 Athletic 1. El Séptimo de Caballería


En algunas películas del Oeste, el Séptimo Regimiento de Caballería del ejército estadounidense zanjaba el peligro que amenazaba a los protagonistas con un ataque vertiginoso, penetrante y definitivo. Visto lo visto, el Real Madrid de la era Mourinho se parece muchísimo a ese grupo de centauros que surcaban las llanuras como almas que el mismo diablo llevara. Anoche padeció un notable y audaz Athletic esa rapidez tan mortal que casi rezuma un aroma satánico. El equipo madridista ataca con una verticalidad que fulmina a su oponente, por muy ejemplarmente que se comporte. Por eso, el cadáver bilbaíno cayó sobre el suelo con cinco certeros balazos en el cuerpo.
El segundo tanto de los blancos ejemplifica la tesis. Higuaín, caído a la derecha, metió el balón en la zona de tres cuartos, donde Özil, de primera y con una de sus habituales caricias, lo puso en ventaja para CR7, quien con la zurda asestó un navazajo limpio, raso y seco en la meta vasca. Con más de dos pestañeos ningún ojo humano hubiera podido disfrutar plenamente del desarrollo de la jugada.  Era el 2-0 y el duelo se hubiera antojado liquidado si no fuera porque a esas alturas, mediada la primera parte, el equipo local no había sido sustantivamente mejor que su rival. Y eso que minutos antes Di María asistió para que Higuaín, después de meter el cuerpo entre los centrales, se hiciera el hueco que necesitaba para batir a Iraizoz de tiro cruzado. Pero las sensaciones del juego eran más equilibradas y daba la impresión de que sólo la soberbia actuación de Casillas y la naturaleza implacable de la delantera madridista explicaban el resultado. Un resultado que, por cierto, se volvió más incierto antes del descanso gracias a un gol en fuera de juego de Llorente, incómodo y peligroso durante la mayor parte del examen que pasó con éxito en su probable universidad de destino.
Tras el descanso, el animoso conjunto rojiblanco intentó el asedio al fortín madridista e instaló un leve runrún en la grada. El temor resultó poca cosa porque Di María, en otro contragolpe, provocó un penalti que lanzó, incomprensible aunque eficazmente, Sergio Ramos. Y, por si faltara algo, Cristiano marcó en un libre directo marca de la casa, tan lejano en la distancia como venenoso en la trayectoria de una bala que el guardameta visitante se comió. El hat trick de la estrella lusa, redondeado con otra pena máxima y postrera, sólo sirvió para abultar el marcador y para replicar a Messi, que en tierras almerienses había sumado tres golitos a su cuenta corriente. 
Lo cierto es que dos circunstancias externas al encuentro sobrevolaron inevitablemente el estadio: la sombra de la visita al Camp Nou es demasiado alargada, sobre todo si, como parece, los enfrentamientos directos entre los dos gigantes del campeonato resultan igual de decisivos que en la temporada pasada. El 0-8 de Almería es anecdótico si se compara con las vibraciones transmitidas por el conjunto blaugrana en las últimas jornadas y que ciertamente contagian respeto. El otro factor se llama José Mourinho, quien ayer concitó la adhesión de la parroquia merengue en un acto colectivo de desagravio por las embestidas que recibe a diestro y siniestro. La campaña antimadridista, alimentada desde Barcelona alrededor de la figura del luso técnico y del luso delantero, está sirviendo de pegamento para la unión de los seguidores blancos, incluidos quienes teníamos dudas sobre el coste de imagen que acarreaba su contratación. El madridismo unido es demasiado grande como para no deparar éxitos y el lunes 29 aparece la primera gran ocasión para demostrarlo. A ver si el Séptimo de Caballería irrumpe entonces, una vez más, con todo su vigor.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Sporting de Gijón 0 Real Madrid 1. Triunfo en la tasca


A veces una fiesta puede degenerar en una bulla de tasca grasienta. Eso fue exactamente lo que  sucedió en Gijón, una ciudad norteña y futbolera que sabe apremiar a los rivales, si bien en el aire del Molinón flotó durante noventa minutos un ambiente encencido aunque algo malsano. Jugó el equipo local con su once titular y lo hizo en un estado de hiperexcitación y afán competitivo que casi le cuesta al Madrid el liderato. Ganaron sin embargo los blancos en una actuación gris, más varonil que talentosa y de un mérito notable. Tal y como transcurrieron los acontecimientos, los tres puntos y la ausencia de heridos constituye un jugoso botín.
Estimulados por las irresponsables palabras de Manolo Preciado, los jugadores del Sporting convirtieron el duelo en un enredo constante, especialmente durante la primera parte. Bien visto, y dada la diferencia entre los dos combatientes, ese era exactamente el plan para intentar sacar algo positivo, aspiración que se hubiera hecho real si Higuaín no empuja un balón sobre la raya o Casillas no hace uno de los paradones del año a cabezazo de Barral. Lo demás no fue precisamente una apología de las artes balompédicas ni de sus principios estéticos. Durante demasiadas fases, los rojiblancos entorpercieron la lucha deportiva con faltas, simulaciones e invitaciones al pique.  Además, entre una cosa y otra tuvieron tiempo de salir con velocidad y ambición en varios contragolpes, incitando a la congoja de una parroquia blanca a la que se le atragantó el aperitivo durante un buen tramo de la tarde-noche.
¿Y el Madrid? Su aspecto de equipo con hechuras y oficio pareció cuestionado en diversas fases de la pelea. Cierto es que si Higuaín no se hubiera enfrentado al poste en el primer periodo quizás las virtudes madridistas hubieran lucido algo más. Durante el cuarto de hora de entrada pareció el mismo bloque serio y superior de pasadas semanas. Pero pronto se dejó arrastrar por la guerra de guerrillas y entró torpemente en el lenguaje de su enemigo, basado en unos códigos incomprensibles para el desaparecido Özil y en el que se atascaron otros compañeros como Di María, Khedira y Alonso. Sin la imposición del centro del campo, las bandas sembradas de minas y huérfanos de juego entre líneas, los visitantes parecían sin respuesta ante el diabólico plan de su rival. 
Un rival que jugó con su once titular y con una actitud propia de la cita de su vida pero que se quedó sin más premio que una tarjeta roja a Botía por patadón infame a Cristiano Ronaldo. La entrada de Benzema dio más movilidad durante el último tercio al ataque del Mou Team, un grupo que no se arruga aun cuando el garito en el que entra está lleno de tipos malencarados y broncos. De él salió con unos cuantos moratones, triunfante y desahogado. Ahora lo mejor es pasar cuanto antes la resaca y concentrarse en asuntos bastante más relevantes con el liderato todavía bajo el brazo.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Mourinho se equivoca, Preciado merece sanción


No es Nacido para el Madrid una publicación que le ría sistemáticamente las gracias a Jose Mourinho. El entrenador madridista nos está generando a algunos seguidores de viejo cuño unas sensaciones contradictorias: pensábamos que el equipo jugaría de forma especuladora y que jamás enamoraría por su juego y da toda la impresión de que nos equivocábamos; y temíamos que la imagen del club pudiera verse deteriorada añadiendo más enemigos a los que ya tenemos por la grandeza histórica que caracteriza a la institución y da toda la impresión de que estábamos en lo cierto. El caso del conflicto con el entrenador del Sporting, Manolo Preciado, sigue la línea de la segunda hipótesis, casi demostrada. 
Mou se equivoca al hacer unas afirmaciones desafortunadas, con parte de razón en el fondo y ninguna en la estrategia de comunicación. No sé si con ellas persigue algún rédito deportivo, pero este blog nunca justificará los medios para la consecución de los fines. Los deportistas y seguidores gijoneses tienen todo el derecho del mundo a sentirse mal e incluso a tomarse el partido de mañana como una cita especial, a la que entregarse con redoblado esfuerzo. Pero su técnico no tiene ninguno a hacer las manifestaciones que ha voceado a los cuatro vientos. 
Cada minuto que pasa sin que el Comité Antiviolencia actúe de oficio y abra el expediente de turno contra Preciado es una ofensa al fútbol español. Por encima de pasiones y de colores, algunas de las frases proferidas contra Mourinho constituyen una clamorosa e irresponsable incitación a que el asunto pase de la palabras a los desagradables hechos, especialmente las que desean que el portugués se siente durante el partido con los miembros de un grupo ultra cuya hoja de servicios no es precisamente inmaculada. ¿Alguien es capaz de concebir lo que hubiera sucedido si un entrenador del Madrid le desea a un colega con el que tiene un desacuerdo que lo zanje con los muchachos del fondo sur del estadio Bernabéu? Me da la impresión de que al minuto siguiente hubiera tenido que exiliarse.
Con todo, igual de grave está siendo la reacción de cierta prensa deportiva que le está cargando el muerto de mañana -la expresión es completamente figurada- al antipático preparador madridista. Y se trata de una nueva negligencia profesional que insulta a la inteligencia y al equilibrio ético. Mourinho se equivoca y sus afirmaciones carecen de educación, mesura y sentido de la oportunidad. Preciado utiliza el insulto textual e invita a imaginar un escenario en el que el ejercicio violento parece justificado. Y no es lo mismo. Por eso, cada minuto que pase sin que actúe el Comité Antiviolencia es un insulto al balompié de nuestro país.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Real Madrid 5 Real Murcia 1. Muela empastada


El Madrid arrastra desde años un molestísimo dolor de muelas con forma de Copa del Rey y que el año pasado degeneró en una infección bucal de gravísimas secuelas. Por eso, el resultado y la actitud de anoche tienen un mérito extraño, pues golear a un Segunda B y entregarse apasionadamente a una profesión tan envidiable como la de futbolista se presupone como el valor al torero. Pero no. El Alcorcón y el Real Unión de Irún nos recuerdan que no siempre es así. Y el recuerdo es tan agrio que Mourinho se ha empeñado en dotar a la eliminatoria contra el Murcia de un aroma excepcional, que se concretó en un graderío casi lleno y entregado, una concentración férrea de sus hombres y un respeto al rival que veda cualquier concesión. La muela ha quedado empastada. 
Ahora falta por ver si el desaguisado copero del curso pasado se recupera con una dentadura completamente recompuesta y armónica con la consecución del título. Lo cierto es que va tocando y lo cierto es que, sin vender humo, este equipo tiene una ambición de dimensiones inabarcables. Así lo demostró desde el primer minuto ante un oponente inferior al que trató como si fuera el Bayern de Munich. El once blanco presionó al murciano hasta el límite del reglamento. En quince minutos las entradas más severas, aunque sin mala intención, las habían hecho los de casa y no los limitados visitantes. Y eso que el viento ya soplaba a favor gracias a un control de seda de Pedro León, muy participativo toda la noche, que sirvió para que Granero diseñara una venenosa rosca que terminó con la pelota en la escuadra. 
Con la autopista un poco más descongestionada no se bajó el pie del acelerador. El balón era propiedad casi exclusiva de un Madrid machacón y generoso en la recuperación, en los movimientos al espacio y en la circulación rápida del esférico. La especulación o la rutina estaba definitivamente prohibida. Sin entretenimientos innecesarios en un centro del campo ocupado sobre todo por Diarrá, se abrió el campo a lo ancho con León y un Benzema enchufado que generó vías libres, se ofreció continuamente y habilitó a varios compañeros. Tampoco es que el Murcia se viera absolutamente asediado durante la primera parte ya que se comportó con una entereza merecedora de aplauso. Pero el segundo gol marcado por Higuaín con interferencia ilegal de Sergio Ramos hizo justicia numérica a la impresión que la eliminatoria llevaba. 
Y si al espectáculo le faltaba alguna vibración la pusieron CR7 y, especialmente, Di María. El argentino, que disputó el último tercio,  entiende el juego como la búsqueda denodada de las redes contrarias y jamás ceja en su empeño. Su grado de intervención en los triunfos madridistas es altísimo y no debe pasar desapercibido. Ayer dio una excelente asistencia con el exterior de la bota a Ronaldo, un pase telegrafiado que acarició el pie de cuatro defensas antes de entregarse por completo al rematador portugués. Poco después se marchó por velocidad y provocó el penalti que materializó Benzema. Una vez más, y van varias, demostró que es la daga, fina y mortal, de un bloque que no se permite trámites administrativos. Es más, la primera expulsión de Mou llegó precisamente contra un Segunda B en un partido de Copa. El mensaje motivador es nítido y el empaste indoloro. Qué paz.

martes, 9 de noviembre de 2010

La espaldiña de Ronaldo y el dilema ético



Ayer dos buenos amigos colchoneros, que tienen mucho más de media docena de complejas lecturas en sus cultivados cerebros, reclamaban visceralmente que algún defensa se cobre pronto las piernas de CR7. ¿Su delito? Haber dado un pase con la espalda con 2-0 en el marcador y a escasos momentos para el final del derbi Madrid-Atleti. El vídeo de Deportes Cuatro refleja la secuencia, culminada por un Raúl García que ejemplifica las tesis de mis colegas, gente por la que siento una inquebrantable admiración intelectual y moral. 
En fin, como me gusta perder el tiempo con los dilemas éticos me he interrogado en las últimas horas sobre lo que resulta pertinente -en un sentido moral- o no sobre un terreno de juego. Además de los antecedentes, un invento tan útil en el mundo de la jurisprudencia y que aquí nos asiste con los gestos de Ronaldinho y de Ibra -entonces, según parece, se trataba de la quintaesencia del fútbol entendido como un ejercicio lúdico por los magos culés-, está el asunto en sí. Y mi cabreo va creciendo, sobre todo cuando escuchas las declaraciones, ya duchaditos, de los jugadores rojiblancos. 
En mi modesta opinión, un deportista desafía a la ética cuando prefiere perder una ventaja en la dinámica del juego con tal de humillar alevosamente a su rival. La famosa jugada está a años luz de esa situación. Ronaldo sorprende con el inesperado toque, descoloca a la defensa rival, deja en ventaja a Xabi Alonso y el asunto no acaba en gol porque Sergio Ramos falla un remate cantado de cabeza. Es un ejercicio de creatividad, algo inesperado y mágico que devuelve el precio de la entrada (o del abono televisivo) a quienes esperamos del fútbol esa cualidad imprevisible que lo convierte en algo especial. Yo, por encima de pasión en los colores, lo tengo claro y resuelvo mi dilema: entre pagar por ver espaldiñas y pagar por ver cómo un mediocentro limitado se dedica a repartir amenazas prefiero lo primero. 
¿Y tú?

lunes, 8 de noviembre de 2010

Real Madrid 2 Atlético de Madrid 0. Acelerón y control


Le sobró al Madrid con veinte minutos para sacar una renta suficiente y administrar el derbi de la capital a su antojo. Da la impresión de que el líder de la Liga sabe exactamente qué procede hacer a cada instante y en cada desafío de la larga temporada. El Atlético de Madrid, como antes el Milan en Champions, se llevó dos cornadas y un par de revolcones en un suspiro y a partir de ahí los locales contemplaron con suficiencia su entrega, sin duda meritoria aunque muy insuficiente para comprometer el resultado. De nuevo ganaron los de Mou, aunque está vez lo hicieron sin lujos. Tres puntos alejados del sufrimiento y un desafío menos en el calendario. La máquina parece que sí ha arrancado.
Salieron los locales enfebrecidos por un escenario que suele demandar sangre ante los vecinos. Y sangre fue lo que la grada obtuvo. Buena prueba del instinto despiadado que recorre la espina dorsal de este bloque es la carrera de Carvalho, que hizo su segundo gol del campeonato al contragolpe. Cualquier robo en campo contrario mete a los rivales en unos apuros enormes porque las vertiginosas llegadas merengues parecen tsumanis. Apenas habían encajado los colchoneros las banderillas de partida cuando Özil protagonizó otro alarde de inteligencia y de técnica para dejar discutiendo a De Gea y a Reyes por no defender un libre directo teledirigido al segundo palo. Y se acabó el derbi. Punto y final. 
Los de casa pusieron el coche en cuarta y el Atleti tuvo vergüenza torera para no salir del Bernabéu abochornado. Pudieron cambiar los dígitos del marcador pero los tres puntos se tornaron innegociables. Una mano de Xabi Alonso que debió ser penalti, un paradón de Casillas a demanda de Reyes y, ya en la segunda parte, un disparo a la base del poste de Forlán pudieron borrar el cero del casillero del anfitrión. Por contra, un latigazo imponente de Higuaín al palo, un mano a mano de Özil, un cabezazo franco de Ramos y una pared de Ronaldo y Benzema estuvieron a centímetros de abultar el triunfo de los blancos. Y aparte de las jugadas de resumen dominical, los de casa se dejaban dominar con un orden espartano que, de cuando en cuando, daba paso a sus severos latigazos.
Da la impresión de que al final todos se fueron satisfechos. El Madrid sigue líder y sólo se le puede discutir si su prudencia es una virtud frente al riesgo de buscar con denuedo la humillación de oponentes que, aunque excitan a su afición, poseen un prestigio respetable. Tras el pitido final el Atleti parecía cómodo con una derrota honrosa y una imagen digna. Así el asunto, la fiabilidad sigue siendo la virtud más destacable del Mou Team, que permanece invicto, comprometido y hambriento. Aunque anoche se diera por saciado con un par de tempraneros e irremontables zarpazos.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Milan 2 Real Madrid 2. Corto empate, imagen espléndida



Debió ganar, pudo perder y empató el Madrid en su visita a San Siro, uno de los escenarios más lujosos del deporte mundial. Como el fútbol es, entre otras cosas, una celebración de la imprevisibilidad, dos errores absurdos y un arbitraje calamitoso se interpusieron entre los blancos y la ecuanimidad, que exigía a gritos una victoria rotunda. Hasta tal punto se desvió el partido de lo que por juego resultaba razonable que el equipo de Mourinho conservó su condición de invicto por los pelos, gracias a un gol cocinado en las postrimerías por Benzema y Pedro León, la gran pareja de malditos en los metros iniciales de la temporada. 
El tanto tuvo un valor simbólico excepcional por tratarse casi de un acto de justicia poética. Antes hubo tiempo para casi todo, especialmente para demostrar una superioridad evidente ante un rival que no es el de los noventa pero al que muchos analistas ningunean de forma excesiva con la única intención de, con ello, rebajar los méritos de los habitantes del Bernabéu. El balompié tiene sus códigos y 16 Copas de Europa sobre el tapete exigen un mínimo respeto, algo que en lo estrictamente deportivo el Madrid le perdió a los italianos en el salón de su casa. 
Dominaron los hombres de Mou todas las facetas del juego, desde la presión en campo contrario hasta las llegadas al área de Abbiati en un variadísimo repertorio de opciones. Especialmente durante la  media hora inicial, se sucedieron las ocasiones para haber acumulado una renta generosa: Higuaín avisaba a los dos minutos con un tiro cruzado, Pepe erraba un remate de cabeza a metro y medio del marco, Xabi Alonso probaba desde lejos, Di Maria se enredaba en un uno contra uno y Pirlo sacaba dos balones sobre la línea. El 0-1 del descanso, tras una brillante jugada de toque y velocidad de la vanguardia merengue culminada por Higuaín, era una distancia escasa para la abismal diferencia que se había visto hasta ese momento. 
Tras el receso todo parecía sugerir la misma dirección hasta la entrada de un veterano, Pipo Inzaghi, que se las sabe todas. Nada más entrar le propinó un golpe por la espalda, traidor y completamente fuera de lugar a Xabi Alonso, algo que el infame Howard Webb disculpó de forma alevosa. Por la vía picapedrera, con un Gatusso crecido en su dureza dada la permisividad del presunto juez del duelo, el Milan se enchufó en el partido y estuvo a un paso de llevárselo a la italiana. Un mal cruce de Pepe y unas manos blandas de Casillas propiciaron el empate de Inzaghi. Y, poco después, ninguno de los seis miembros del equipo arbitral -sí, amigos, son seis, es decir, media docena de ojos entre trencillas y asistentes- vio un fuera de juego escandaloso del rapaz delantero milanista, que dio la vuelta al marcador ante el éxtasis de una parroquia que goza más por la vía criminal que por la civil
A partir de ese instante no se jugó prácticamente nada. Las camisetas rossoneri caían sucesivamente al suelo como en una partida interminable de bolos. Un golpe por aquí, un gemelo por allá, un saque de esquina sacado en corto... El Madrid, al que sólo se le puede reprochar la falta de control en los pasajes más confusos del partido, se enredó y parecía condenado a desvirgarse con la primera derrota del curso. No fue así por los azares que rodean a este deporte. Marcó Pedro León y sus compañeros y el cuerpo técnico lo celebraron porque entendieron el significado profundo de un desenlace que iba mucho más allá de su repercusión en la dinámica de la liguilla. Este equipo es candidato, serio candidato. Y quienes no lo quieran ver aferrándose a la debilidad de sus enemigos cometerán un serio error. Allá ellos.

domingo, 31 de octubre de 2010

Hércules 1 Real Madrid 3. Hambre voraz


Perdía el Madrid en el minuto dos y se le planteaba un reto hasta ahora inédito. Y acabaron los jugadores y los técnicos alborozados sobre el césped del Rico Pérez de una forma especial, intensa, desahogada. Se notaba, y mucho, que la resolución del duelo les parecía un sabroso manjar. Con 45 minutos para la remontada, pues al descanso seguía el 1-0 en el marcador, los jugadores de Mourinho desplegaron un formidable ejercicio de insistencia sustentado en el hambre, el mejor motor de progreso en las lides deportivas.
Como premio se llevaron los blancos un 1-3 que pudo ser más abultado, ya que su rival, férreo y disciplinado durante casi toda la noche, fue incapaz de soportar el gol que ponía por delante al líder de la Liga y se vino abajo con estrépito. Uno de los principales responsables del feliz desenlace fue, por enésima vez, "ese portugués". Soportó Cristiano el aluvión de ofensas de siempre, algo que le enciende tanto como la sangre fresca a un tiburón que lleva una semana en ayunas. Insistió. Insistió una vez. Insistió otra. Insistió tanto que en una de esas Calatayud no supo atajar un traicionero trallazo desde fuera del área que Di María, otro que anda canino, aprovechó para empatar. Los alicantinos empezaron a dudar y el Madrid forzó su motor al máximo con la ayuda de un Benzema comprometido con la causa. Le faltó el gol, pero puso todo lo demás, especialmente apertura a los espacios, movilidad y toque, un trío tan efectivo de virtudes que significó el tercer tanto tras entrega generosa del francés a Cristiano.
Muerto el suspense, el analista podía dar el mérito correspondiente a Mourinho por el extraño cambio de Benzema por Pepe, que mandaba a Khedira a la posición de central. En cuanto el enroque dio su fruto el orden volvió con las entradas de Arbeloa y de Albiol. No se pasaron más apuros, algo que sí había ocurrido durante la primera parte, especialmente por la banda de un Sergio Ramos en calamitoso estado físico y francamente desconcertado, enmadrado a su espalda, impreciso en el pase e inane en ataque. Por su lado del verde se dio una gloriosa fiesta el gigante Thomert, que parecía una moto revolucionada por una autopista desierta.
Sufrió por momentos el Madrid porque su rival estaba bien recogido y las prestaciones del centro del campo merengue se empequeñecieron, especialmente en lo que a Khedira se refiere, pues su capacidad asociativa en corto y sin huecos es un poco limitada. Ese es uno de los fuertes de su compatriota Özil, que tampoco entró demasiado en juego. Y Di María se daba de bruces contra gruesos muros por los costados. Si a eso se le suma que los herculanos, imponentes en su exhibición física, salían en contragolpes de vértigo, no era de extrañar la inquietud de la parroquia durante el entretiempo. 
Por fortuna para los blancos, el vestuario visitante del Rico Pérez debió de asistir a una charla motivadora de gran alcance durante diez minutos. Mourinho volvió el primero a su puesto de trabajo y se recogió el último después de saludar, uno a uno, a todos sus hombres cuando el árbitro decretó el final. Habían ganado en Alicante, algo que se supone obligatorio, pero lo habían hecho desde el sufrimiento, la entrega y la voracidad en un escenario exigente. Los tres puntos sabían a gloria, sobre todo cuando se es consciente de que están a punto de llegar las curvas más cerradas del calendario y de que eres tú quien enseña la rueda trasera a tu gran enemigo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Real Murcia 0 Real Madrid 0. Atasco copero

 
Es inevitable. Cualquier análisis de lo sucedido anoche en la Nueva Condomina trae a gritos los ecos del pasado. Sigue fresco el alcorconazo, uno de los accidentes más vergonzantes de la legendaria historia madridista. El episodio estuvo muy lejos de repetirse, pues lo que jamás hará el Mou Team será deshacerse como un azucarillo en sus deberes defensivos. No sufrió el Madrid contra otro Segunda B, que visto con perspectiva tampoco debería ser para montar el fiestón del siglo. Tampoco disfrutó y, lo que es peor, fue incapaz de doblegar a un rival al que por las muchas diferencias existentes hay que ganarle. Siempre y en todo caso. Si bien el flashback mejora el mal trago, eso sin duda.
Siendo justos, los blancos merecieron la victoria por ocasiones y por dominio, aunque no fueran muy nítidas las primeras ni arrebatador el segundo. El Madrid estuvo espeso en su juego ofensivo, seguramente porque Diarrá no está para soportar el peso de un bloque que juegue con fluidez, ni en este Madrid ni en ninguna entidad con aspiraciones serias. Se ha escrito en alguna ocasión aquí: la sola idea de imaginar una lesión de Xabi Alonso -o una sanción en vísperas de algo gordo- pone sencillamente los pelos como escarpias. Se le echó muchísimo de menos al donostiarra, único tipo insustituible en esta plantilla. La diferencia que existe entre el equipo que se enfrentó al Racing el sábado y el que encaró el desafío de Murcia es la misma que existe entre Alonso y Diarrá. Quizás sea ventajista e injusto, pero es lo que hay.
No estuvo brillante el equipo en la primera entrega. El atasco llegó en gran medida por la falta de fluidez en la medular. Además, el voluntarismo de Canales consistió en tirar paredes por el centro, justo la zona donde la defensa murciana acumulaba dos líneas impenetrables.  Pedro León también tenía querencia a esa parcela, quizás para dejarle vía libre a un Sergio Ramos que carece de ritmo competitivo. La otra banda la habitaba Arbeloa, aseado como siempre, aunque lejos de las prestaciones que Marcelo está dando en lo que va de temporada. Como resultado, los madridistas acumularon pocas oportunidades: un disparo de Granero que hizo temblar el larguero y un disparo a bocajarro de Raúl Albiol que se marchó alto fue todo el uy generado hasta que el árbitro mandó a los jugadores a la caseta y a los espectadores al refrigerio.
La segunda parte fue, con matices, más de lo mismo. El lance más peligroso lo puso Pedro León tras el rechace de Dani Hernández en una malintencionada falta sacada por CR7. Un pie milagroso evitó el gol, casi cantado por los seguidores madridistas. Después entraron Higuaín y Di Maria, que pusieron algo más de mordiente, sin alardes, a la ofensiva blanca. Ofrecieron más, eso sí, que Benzemá. Parece que Mourinho obra milagros con sus jugadores pero es posible que al francés termine dándolo por imposible. Hubo y habrá otros compañeros con actuaciones grises. Sin embargo las del triste punta, que no son pocas, se notan mucho más. Da la impresión de ser un individuo indolente, de relamarse en su aire de maldito y de no tener la menor ambición. Le quedan pocas balas y el Madrid le necesita, pues no está abundante el banquillo en su posición. Es exactamente ahí, y en la falta de un relevo de garantías para Alonso, donde al entrenador portugués se le plantean dos problemas serios,  infinitamente más graves que no haber conseguido ganar a un rival muy inferior. Esto último debería quedar en una anécdota olvidada en el encuentro de vuelta.

domingo, 24 de octubre de 2010

Real Madrid 6 Racing de Santander 1. El asesino implacable


El Bernabéu está precioso. Anoche "Nacido para el Madrid" disfrutó en vivo de sus encantos, que son muchos cuando la felicidad se instala en la grada. Vive el socio y el aficionado ocasional en estado de visible felicidad y confiado en un equipo que no se anda por las ramas. De momento, el Mou Team ha pasado de los titubeos iniciales de la temporada a transformarse en un psicópata despiadado que goza, y mucho, con el sufrimiento ajeno. La víctima de ayer fue un Racing de Santander que, por si fuera poca la efervescencia sanguinaria de su verdugo, se entregó al ritual con generosidad dejando al descubierto sus puntos débiles, que no son pocos. Abusó el Madrid de él, como lo hace un niño pequeño con su juguete preferido, aunque los niños se cansan pronto y el once blanco parece no agotarse jamás, ni siquiera cuando con treinta minutos por disputarse su casillero está adornado con media docena de goles. 
Cristiano Ronaldo, Cristiano Ronaldo, Cristiano Ronaldo y Cristiano Ronaldo, de penalti. Esos fueron cuatro de los goleadores del festival. Son el mismo, sí. El mismo al que se acusaba hace nada de individualista y al que se tildaba de ansioso. Parte del carácter homicida de este Madrid procede de los genes de un tipo sediento de sangre que se anticipó siempre a sus enemigos para liquidarlos a pase de Higuaín, Özil y Di Maria. Se divierte el portugués porque pertenece a un colectivo que juega con un espíritu veloz y que sale hacia la portería contraria con unos latigazos crueles. Se adapta ese estilo a su personalidad como un guante y casi asusta proyectar sus números hacia el final de la obra. 
Pero CR7 es la guinda del pastel. La parte que explica el todo. El epítome -perdón por la pedantería, uno a veces no se contiene- de la obra de Mourinho sobre el césped. Hay mucho más. Xabi Alonso ejerce el mando con una mezcla de eficacia y clase. Khedira empieza a sumar una movilidad desequilibrante en la parcela central. Özil devuelve el precio de la entrada ya sólo con su trote distraído y breve, aunque lo importante es que asiste, oxigena, marca -completó el set con un quiebro y un disparo seco- y enamora. Y Di Maria. Ojo al argentino: asistió en largo a Higuaín en el primero, se marchó en velocidad de todos y sirvió al segundo palo para que resolviera CR7 en el cuarto,  provocó el penalti, presionó la salida del rival, cuidó su espalda en todo momento... y terminó jugando con solvencia en el lateral izquierdo. Cuando su organismo se vació del todo y quedó tendido sobre el suelo, Mourinho hizo visible su perfecto control de la puesta en escena y recorrió la banda para sacarlo del campo. Pidió una ovación para su chico, que había dejado el depósito sin un gota de combustible. El estadio rozó el extásis. 
Vamos con los pocos peros. La embriaguez de juego y goles tuvo un pequeño, molesto y preocupante lunar. Los asesinos natos que visten de blanco tienen como compañero a Benzema, un delantero pacifista e introspectivo que se niega a apretar el gatillo. Cuando la grada,  saciada de manjares, gasta parte de sus energías en transmitir su malestar contra alguien es que ese alguien tiene un problema. El francés disfrutó de 25 minutos en los que lejos de excitarse con la agonía del herido se dedicó a acariciarlo con aire tierno. Todo lo contrario que Canales y  Pedro León, que saltaron al verde desde el banquillo con una ambición extraordinaria. El pero no es poca cosa, pues la temporada es larga y Benzema es el primer recambio para la vanguardia. Y el Bernabeú, precioso y feliz, es tan desalmado con la falta de entrega como el Mou Team con sus enemigos.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Real Madrid 2 Milan 0. Triunfo solvente y de prestigio

 
El Madrid zanjó con solvencia el primer desafío serio de la temporada. Dos latigazos en apenas un minuto fueron suficientes para redondear un marcador que se quedó corto ante un Milan claramente inferior y que es la triste sombra de aquella máquina que deslumbraba en los noventa. Primero CR7 en una falta pésimamente defendida por la barrera y después Özil tras un contragolpe mortal de la vanguardia merengue acabaron con el suspense, pues el equipo de Mourinho es poco dado a las desconexiones por falta de entrega o por fisuras de concentración. El bloque es sólido y sabe administrar las coyunturas que se dan en noventa minutos para bien de sus cifras. Con ese credo, puesto en práctica a pies juntillas, se ha metido virtualmente en la siguiente ronda de la Champions sin que apenas haya pasado medio suspiro en la competición. Conviene, sin duda, tener en cuenta a este equipo. 
Y eso que los madridistas se metieron en una duradera laguna durante el primer tiempo. Con el electrónico desahogado en solo quince minutos de reloj pasaron a entregar el balón al inane rival y se encelaron en atacar con una verticalidad que coqueteaba con la precipitación. Hubo veinte minutos titubeantes en los que se le fue el gas a una botella que parecía destinada a una borrachera histórica. No obstante, jamás se descosió el traje e Iker intervino de forma ocasional, por ejemplo cuando le exigió Pirlo al saque de un libre directo. Es más, pudo marcharse el Madrid con una diferencia más holgada si Amelia no le saca sendos tiros a Ronaldo y a Özil o si Di Maria hubiera llegado unos centímetros antes que Gattuso en ese lugar del área donde es susto o muerte. 
El segundo acto fue todo un ejercicio de inteligencia de los locales, que mantuvieron al Milan lejos del esférico con una eficacia indiscutible. El gusto por el trabajo bien hecho está ejemplarmente representado por dos jugadores como Marcelo y Di Maria. El brasileño ha experimentado una evolución excepcional hacia la disciplina, la anticipación y el ataque lleno de sentido. El argentino puede obstinarse en percutir o dar un mal pase pero siempre vuelve hacia atrás y presiona con un orgullo inusitado para su frágil físico. A ellos, y a los cruces de un Carvalho que lee los pases enemigos antes de que se produzcan, les debió el Madrid buena parte de la suficiencia con la que aguantó los escasos embistes italianos. Mientras tanto, además, la portería rival sufría con periodicidad algunas ocasiones suplementarias que pudieron cerrar un guarismo más ruidoso. 
Si eso no ocurrió fue sencillamente porque el Madrid no lo necesitaba. Quemó las energías justas y manejó el encuentro a su antojo hasta el punto de que la grada pudo entretenerse en saldar cuentas pendientes. Muchos profesionales cambian de aires, si bien existe una gran variedad de estilos posibles. Unos lo hacen como Seedorf y permanecen para siempre en la memoria de los clubes que los acogen. Y otros se largan como Robinho y no dejan huella alguna en el cariño de los aficionados que un día fueron los suyos. El Bernabéu es sabio y repartió con justicia agradecimientos y broncas en una noche plácida que culminó con buenas dosis de esperanzas europeas.

domingo, 17 de octubre de 2010

Málaga 1 Real Madrid 4. Continuidad, esperanza y gran juego


A la espera todavía de ganaderías exigentes, el Madrid goleó al Málaga y engordó las expectativas que empiezan a rodearle. Por primera vez en la temporada ganó con solvencia lejos del Bernabéu y por primera vez en la temporada sumó dos partidos consecutivos con un juego de muy alto nivel. Ante un rival hiperexcitado y en otro estadio presionante, el Mou Team tuvo un punto menos de fiabilidad en defensa y varios por encima en ataque, faceta en la que se dio un festín de velocidad, precisión y hasta de varios pasajes de fantasía. Los cuatro goles, con Higuaín y Ronaldo marcando a pares, se quedan en un amago de anécdota ante el juego desplegado durante la mayor parte del choque. 
Media hora aguantó el corajudo once malacitano. Su marcador seguía a cero a la media hora gracias a la complicidad de los postes, que repelieron un tiro raso del Pipita y un misil de Kedhira, quien cuajó su mejor actuación hasta la fecha como madridista. CR7 decidió que ya era demasiado y puso una asistencia milimétrica a Higuaín, que volvió a su cita con el gol ante su castigado Málaga. Quizás fruto del puyazo, el cuadro andaluz se vino arriba e insistió en hacer daño por la banda de un Arbeloa tan despistado como desasistido. Pero al filo del descanso apareció Özil: robó un balón en campo contrario, lo cosió al pie, se lo enseñó a Welligton, le quebró con la mirada puesta en sus compañeros y se la entregó delicadamente a Ronaldo para que la empujara a la red. Golazo.
Lo del alemán es francamente espectacular. Tiene pinta de ser un tipo frágil y ausente. Y sólo 22 años. No habla español ni entiende el inglés. Acaba de aterrizar en la institución que más presión genera en cualquier deporte de competición en el mundo. Pues él como si tal. Se pasea por el césped con una elegancia superdotada, tocando, asistiendo, driblando. Los quince millones de su fichaje casi suenan sonrojantes dado el rendimiento inmediato y la proyección de futuro que tiene, inversamente proporcional a la de Kaká, que juega en el mismo puesto y regresará -si lo hace con la camiseta blanca- de aquí a unos meses.
Özil tuvo mucho que ver anoche con la sobresaliente imagen del Madrid aunque no fue el único. CR7 encaró, hizo paredes y participó en todos los lances decisivos. En la segunda parte marcó de penalti y se colocó en lo más alto de la tabla de goleadores de la Liga. Adiós, ansiedad. Por si fuera poco,  volvió a asistir a Higuaín, con quien a veces se asocia de una forma tan idónea como letal. Tanto gol y tanta ocasión provocó que el gesto de la honra del Málaga tras un saque de esquina mal defendido se quedara en un detalle sin importancia. Los merengues se acostaron líderes, quizás pensando en las ganaderías complicadas que aún le aguardan. El martes llega la primera a Chamartín. El Milan, maldita espina, en Champions. A ver entonces.

domingo, 3 de octubre de 2010

Real Madrid 6 Deportivo 1. Tormenta de goles y buen fútbol


Bajo un constante aguacero, el Madrid desató anoche una borrasca futbolística que terminó con media docena de goles y unas sensaciones extraordinarias. Quizás por el temprano gol de Ronaldo tras un saque de esquina, o por los ecos de la celebración del inesperado empate del Barcelona en el Camp Nou, los blancos supieron aprovechar el mucho viento que soplaba para convertirlo desde el minuto uno en una energía inédita hasta ahora. Cuajó el Mou Team un partido soberbio, dominó todas las facetas y versiones imaginables y devolvió con creces el precio de la entrada y la parte proporcional de los abonos a los valientes que se acercaron al Santiago Bernabéu. A esto sí se le puede llamar 'ganar y jugar bien'. 
Pujante y solidario en la presión al rival, el once madridista hizo toda una demostración de solidaridad y sentido colectivo. Todo el mundo se empleó a fondo al cubrir al compañero pero, por encima de cualquier otro detalle, todo el mundo se empeñó en hacer en cada momento lo que convenía al conjunto. El espíritu comunitario tuvo recompensa en muchísimos lances ofensivos, algunos de los cuales terminaron en gol. El que hizo Di María de cabeza, tras envío vertiginoso de Xabi Alonso y centro con la izquierda de Higuaín fue todo un alarde de contundencia vertical. Era el tercero de la noche, precedido del estreno goleador de Özil con la elástica merengue. El cuarto, obra de Higuaín, pareció diseñado con escuadra y cartabón, con pase de CR7 a la espalda de la defensa y devolución de la asistencia por parte de Di Maria. Sólo faltaba el doblete de Cristiano después de un control-autopase que él mismo culminó con un zurdazo seco. Casi da vergüenza sumar a la colección el desafortunado remate en propia puerta de Zé Castro. Todo vale, eso sí, hasta el gesto gallego de la honra que mancilló el marco de un Casillas muy inspirado en las dos ocasiones, muy excepcionales, en las que el Dépor le exigió. 
El frío relato de los goles en esta torpe prosa no hace suficiente justicia a las cualidades exhibidas. Lejos de acomodarse y de tirar de gélida especulación el Madrid apenas reservó gotas de gasolina en su depósito. Buscó siempre la portería rival. Parecía un tiburón que olía la sangre de una víctima que invitaba con su ligereza al abuso. Poco pudieron esgrimir los coruñeses frente a un rival desatado y picado en su orgullo aunque algo más tendrán que poner sobre el tapete si no quieren caer al desagradable pozo del descenso. De terminar en él, allí no le aguardarán tipos como Xabi Alonso. Seguramente sea un desatino ponerse a personalizar cuando, por fin, el equipo se comportó como una orquesta afinada, pero sería imprudente poner el punto final sin subrayar su soberbia actuación, cegadora en el desplazamiento kilométrico y ejemplar en la tarea de achique. Ni él ni ningún otro, incluido su jefe en el banquillo, se equivocó anoche prácticamente en nada. Más bien lo contrario: en planteamiento y ejecución el Real Madrid fue una tormenta perfecta.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Auxerre 0 Real Madrid 1. Victoria de plomo


Hay madridistas muy felices con la seguridad defensiva que transmite el Mou Team.  Otros, sin embargo, concebimos el bienestar futbolístico de manera más amplia. Para quienes formamos este segundo grupo el Real Madrid es un equipo extraño, poseedor de algunas virtudes poco cuestionables pero cuyo peaje puede tomarse como un desafío a los códigos genéticos de la casa. La valiosísima victoria de ayer en tierras francesas fue tan útil en lo práctico como plomiza en lo estético. Los blancos siguen sin jugar bien en ataque. Para ser sinceros, juega bastante mal, sin imaginación ni fluidez ni ritmo. Duele pensar en los libros que uno ha dejado de leer, las películas que se ha perdido y las risas que le ha robado a los suyos por entregarse a este arranque de temporada. Cosas de la pasión, que a veces es masoquista. 
Lo único salvable del Auxerre-Real Madrid fue el resultado, al que por cierto hay que concederle sus evidentes cuotas de fortuna. Pocos minutos antes del solitario gol del envite Pepe remató contra la portería de Casillas y el poste salvó una probable derrota. Di María, con un zurdazo bajo y seco, echó los tres puntos al zurrón tras una jugada precedida de una mano involuntaria de Sergio Ramos. A esos dos lances se reduce el lánguido resumen de la visita a Francia, que refuerza algunas de las dudas que acompañan a la plantilla merengue en este inicio del curso. 
Una de ellas tiene que ver con la circulación del esférico. Mourinho probó con un trivote en el que Xabi Alonso quedaba por detrás de Lass y de Khedira. El resultado del experimento fue un fiasco. Entre el inane alemán y el alocado francés no generaron ni medio gramo de continuidad ofensiva. Pone los pelos como escarpias imaginarse una lesión duradera del mediocentro donostiarra, el único en esta plantilla capaz de dejar a sus compañeros en ventaja con un pase largo.  En concreto dio tres  antológicos por ninguno de sus compañeros en la parcela nuclear del campo, si bien al señor feudal del banquillo no parece preocuparle en demasía. Mou no dejó pasar muchos minutos de ventaja en el marcador para retirar a Higuaín y dar entrada a Diarrá. En casa del Auxerre, un pequeñísimo conjunto de la débil liga francesa, el Madrid se aferraba desesperadamente a una victoria plúmbea y se despedía con dos centrocampistas defensivos sobre el verde más otro que hace de todo. Molesto a la vista, como poco.
Antes, y por enésima vez, los jugadores se marcharon al descanso con la bicicleta en el marcador. El 0-0 pudo romperse en algunos momentos, tampoco demasiados. En el área francesa, Higuaín resolvía un saque de esquina con un paso de baile sobre una loseta, aunque un defensa sacó su remate cuando empezaba a cruzar la línea. El argentino tampoco acertó a rematar un balón que el cielo llovió al dudar a cuenta del fuera de juego. Y Marcelo mandó al cuerpo del portero un magnífico y eterno envío que Xabi Alonso puso a la espalda de la defensa. El resto de la versión constructiva durante el primer tiempo sólo sirvió para que continuara la colección de disparos desatinados de un Cristiano Ronaldo que siguió, tras el receso, comprometido aunque obstinado en derribar los muros a cabezazos. Y de eso sólo pueden surgir jaquecas. Porque, el que quiera espectáculo, ya sabe que de momento su exhibición se reserva a las convocatorias de prensa.