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domingo, 27 de febrero de 2011

Deportivo 0 Real Madrid 0. Mou tira la Liga


Un déjà vu es un efecto psíquico que consiste en experimentar una realidad como si ya la hubieras vivido en el pasado. Pues bien, el Real Madrid le procuró anoche a su parroquia el enésimo déjà vu en lo que va de Liga. Después de las frustrantes experiencias de Mallorca, Levante, Almería y Osasuna, los blancos fueron a dejarse otros dos puntos decisivos -que sumados a los anteriores hacen la friolera de ¡once!- en un campo habitado por un equipo menor que supo ponerle en problemas. Pudieron llevarse los tres puntos a Chamartín, sí, pues en los veinte últimos minutos dispararon dos veces al palo, exigieron a un Aranzubía en estado de gracia y hasta sufrieron un ataque de mala suerte. Pero accidentes así pueden suceder cuando tu entrenador reduce el destino de un duelo a un margen tan escaso de tiempo. 
No está el Madrid para jugarse un campeonato en Riazor con Kaká en el once titular y mucho menos compartiéndolo con Özil y con Lass por delante de Xabi Alonso. Y Mourinho debería saberlo. Es más, da toda la impresión de que fue consciente, pues retiró al brasileño y al francés de forma simultánea a los quince minutos de la segunda parte, instante en el que unos y otros ya disparaban sus esperanzas y sus angustias. El asunto tampoco mejoró, ya que Özil tuvo que jugar casi de mediocentro y el Dépor se vino arriba. Mou rectificó de nuevo, lo que quiere decir que se equivocó una segunda vez dejando al once partido por la mitad. Entró Granero, el mediapunta alemán pasó al enganche con libertad de movimientos, Di María empezó a entrar como un sable por las bandas y el ataque merengue carburó y acumuló ocasiones en las botas de CR7, Adebayor y Benzema. La mala noticia es que ya sólo quedaba la recta final, un territorio en el que todo puede pasar. Por ejemplo, que te vayas a la cama con la impotencia de haber tirado por la borda el enorme trabajo de Cornellá. Una vez más. 
Hasta que el Madrid tuvo un dibujo equilibrado -con sólo tres defensas, pero equilibrado- la espesura tranquilona de otras veces se volvió a apoderar del juego de ataque. Cuesta horrores jugar a domicilio contra bloques arropados y aguerridos, especialmente si no hay velocidad en los espacios decisivos de la cancha enemiga. Ese objetivo es especialmente difícil cuando buena parte del plan pasa por Lass, un centrocampista que necesita tres toques de pelota antes de devolverla en unas condiciones medianamente presentables. Y la complicación tiende a lo imposible cuando por delante está Kaká, seguramente el mayor fiasco por relación coste-prestaciones de la historia del deporte de alta competición. Si no lo es, cerca anda. Por favor, en caso de que alguien que lea esto todavía crea que es una estrella recuperable para este Madrid que lo haga saber: estudiarán el caso de su infinita ilusión en los centros investigadores más prestigiosos del mundo.
La conclusión es que el Madrid, por errónea decisión de su entrenador, regaló sesenta minutos de placidez a su correoso oponente, el mismo que, como tantos otros, se sobreexcita cuando tiene delante la zamarra blanca. En alguna ocasión merodearon los deportivistas por el área de Casillas, aunque dieron claras muestras de sus limitaciones técnicas en ese aspecto. Les dio un poco igual, en cualquier caso, pues sólo con orden, manejo de las circunstancias y cierta complicidad arbitral -por la vía de consentir parones, faltas y pérdidas- le sacaron un estupendo botín a su lujoso invitado. Así, dejándose tantos puntos en estadios que sufren por conservar la categoría, es una utopía soñar con disputarle el campeonato a un líder tan fiable, con un técnico tan poco dado a la extravagancia en sus alineaciones, como al que persigue el Real Madrid. Triste conclusión que genera rabia y amargura.

martes, 22 de febrero de 2011

O. Lyon 1 Real Madrid 1. Empate prometedor


Empezó lo bueno en Europa y no empezó del todo mal. Volvió el Madrid al teatro de sus peores pesadillas europeas, de nombre Gerland, un estadio de arquitectura rara en el que los blancos han sufrido dolorosos revolcones. Y, por primera vez, el equipo no sólo no perdió sino que estuvo a punto de llevarse la victoria gracias a la aparición de Benzema, quien volvió a casa para golear a los suyos cuando acababa de saltar al césped. Por juego, seguramente las tablas no fueran injustas. Desde luego son prometedoras ya que se trata de un empate con goles, circunstancia francamente ventajosa en las distancias cortas de las eliminatorias de Champions. Puede que el equipo dirigido por Mourinho haya puesto rumbo a los cuartos, aunque decidirá el Bernabéu. 
Y decidirá sin las angustias de partida del curso pasado, fruto de una segunda parte en la que los blancos cambiaron la cara de los minutos iniciales. Entre el 46 y el empate de Gomis presionaron muy arriba los delanteros visitantes y metieron a los impulsivos franceses en su campo. Muy pronto, y en cortísimo intervalo de tiempo, dos balones se fueron a la madera, uno teledirigido por CR7 en un libre directo y otro espléndidamente cabeceado por Sergio Ramos a la salida de un córner. La mala fortuna no quiso que se abriera entonces el marcador, como tampoco lo quiso poco después el árbitro, una calamidad de apellido Stark que ofició una de esas actuaciones caserillas y europeas que disimulan la falta de reflejos con un politiqueo infame. Que no vio, ni él ni ninguno de esos compañeros que superpueblan el terreno de juego en las veladas continentales, la mano de Gourcuff tras el saque de una falta de Cristiano no se lo cree ni el más fanático del pueblo. Pues todos miraron para otro lado. 
Tuvo que ser Benzema, pues el destino lo escriben muchas veces los guionistas caprichosos e invisibles del balompié, el que marcara el primer gol del Madrid en tres visitas a Lyon. Casi no había pasado un minuto desde que relevó a un intrascedente Adebayor cuando ingresó en el área gracias a un pase de CR7 y fue amagando el tiro hasta la felicidad final. Él no lo celebró pero sus compañeros casi se lo comen. Lástima que no mantuvieran la ventaja, ya que en la mala defensa de una falta colgada al área el Olympique logró un empate que pudo dar pie a algo peor en una recta final en la que el ánimo francés se disparó.
¿Y el primer tiempo? Pues fue tan agradable como acariciarse la espalda con un papel de lija. Los locales, espartanos y rigurosos, taparon todos los huecos e impidieron que Özil participara del juego entre líneas. Supieron, además, llevar al partido a un tono muy físico y enconado, restando así la supuesta superioridad técnica del Madrid. En esas claves, los hombres de Mou no supieron adaptarse en ningún momento a las condiciones impuestas y apenas generaron peligro más allá de un par de tiros lejanísimos e inanes. 
De todas formas, ni en los pasajes más comprometidos dio el Madrid impresión de debilidad física o mental. A diferencia de otros envites del pasado, el bloque se mostró sólido, concentrado y muy comprometido, virtudes magníficamente ejemplificadas en el despliegue físico de Di María. Su actitud competitiva, fruto de la motivación de un Mourinho que, en contra de lo esperado, en ningún momento jugó con el famoso 'trivote', ilumina el camino que todavía queda. Próxima parada: Santiago Bernabéu. Ojalá se vista con las mejores galas continentales para sacudirnos, de una vez, la maldición lyonesa. Que así sea.

domingo, 20 de febrero de 2011

Real Madrid 2 Levante 0. Se dejaba llevar...

 
A menudo el recuerdo de la herida del pasado y el afán por el futuro inmediato determinan el presente. Esta pedantería de mañana dominical, desayuno copioso y frío sin pasarse, no está tan desencaminada. Siga leyendo, siga. Sé que los acontecimientos del Bernabéu de ayer por la noche, reflejados estadísticamente con un 2-0 al Levante, no animan a ello pero siempre se le puede sacar punta y prosa a lo que sea. Por ejemplo a que los azulgranas valencianos parecían de terapia por el 8-0 copero que padecieron hace no mucho y jamás quisieron música de mambo. Y, por ejemplo, que a los blancos les aguarda el martes en Lyon una cita con la espina europea más enquistada de la historia reciente del club. Liquidados los tres puntos con prontitud, unos y otros se dejaron llevar y el espectáculo se tornó en un compromiso aplazado. 
Quien acudiera al templo de la Castellana o secuestrara la tele de ocho a diez al menos pudo almacenar en su cerebro una aparición extraordinaria de Di María. A los seis minutos emuló a cierto compatriota suyo, zurdo y diabólico, se pegó el balón al pie izquierdo, pasó como un rayo entre dos defensas, quebró a otro con la cadera y dio un pase mortal que Benzema mandó a la red. Fin de la historia. El Levante no quería engordar su casillero y sus anfitriones andaban entre el reparto de minutos y la vista puesta en la France. Mourinho administró cansancios y apostó en la medular por el dúo Lass-Khedira, mucho más aseadito cuando el enemigo no le apremia arriba como sucedió en Pamplona. Por eso la cosita redonda alcanzaba la mitad del campo levantino sin exigente elaboración, aunque allí se encontraba con el exceso de paciencia de unos y con la trinchera por acumulación de los otros. Además, ése era el lugar de Kaká y Kaká ni está ni se le espera. El brasileño tiene por delante a una estrella emergente y joven llamada Özil a la que no parece querer comprometer cuando el técnico portugués le ofrece la oportunidad de hacerlo. La principal conclusión es que, evidentemente, el carrusel de minutos vitales que arranca el martes tiene el billete comprometido casi en exclusiva para el alemán. 
En busca de ese tipo de reflexiones andaba el madridista concentrado cuando CR7 sacó una falta directa que Carvalho -defensa ambicioso donde los haya- empujó sobre la línea a la red. El 2-0 llegó al marcador casi por inercia y los jugadores valencianos empezaron a hacer ostentosos gestos de que por ellos todo el mundo podía marcharse a casa. No cambió un ápice su planteamiento, pues su única obsesión consistía en no llevarse de regreso otra ensalada goleadora. Por eso prefirieron desactivar cualquier atisbo de excitación en su depredador, poco hambriento de carne fresca si se exceptúa a Ronaldo, un psicópata de las estadísticas que no obtuvo premio por culpa de Munúa, un portero en claro estado de gracia. Entre eso y las charlas con el parlanchín y macarra Ballesteros el galáctico portugués fue el único que parecía jugarse la vida.
Buscarle más claves al evento es una tarea demasiado cansina para un domingo que despereza con inexplicable encanto en su pesado cielo gris. Es cierto que el Madrid pudo terminar goleando y es cierto que la entrada a falta de quince minutos de Özil y de Adebayor puso una recta final de rock and roll al anestesiante hilo musical de cuanto le había precedido. El zurdo de la mirada perdida, de hecho, repitió su largo ballet desde la banda derecha hasta la cara del guardameta. El lance no acabó en gol pero verle conducir la pelota a ese chico, en brillante manipulación del espacio-tiempo, reconcilia a cualquiera con el dios del balompié. Parece que flota el tipo en su dejarse llevar, cosa en la que también anda un madridismo muy expectante ante la histórica cita con la venganza del próximo martes.

lunes, 14 de febrero de 2011

Espanyol 0 Real Madrid 1. Carácter de campeón

 
A la misma hora en la que la Academia del cine español volvía a cubrirse de gloria con sus premios Goya, el Real Madrid protagonizaba una superproducción épica con los ingredientes básicos del género: heroísmo, permanente amenaza de muerte y final glorioso y feliz. Con diez hombres durante 88 minutos, ante un rival muy complicado y bajo una presión notable, el Mou Team dio toda una exhibición de carácter y aprovechó el resbalón del Barcelona para acercarse a cinco puntos del liderato. La victoria de Cornellá vale tanto por lo matemático como por lo simbólico, pues se produjo en las peores circusntancias imaginables y con un juego de púgil fajador, que no rehúye el cuerpo a cuerpo pese a su inferioridad y que tumba al oponente por merecido K.O. 
Todo relato cinematográfico arranca con un hecho que altera el equilibrio del protagonista y que lo pone en marcha. Por convención se conoce como "detonante" y suele llegar a eso de los diez o quince minutos de metraje. Pues el detonante del Espanyol-Real Madrid llegó a los noventa segundos, cuando Casillas salió al paso de la amenazante llegada de Callejón y lo derribó. El portero que tantas veces salvó a sus compañeros los comprometió esta vez por culpa de una de sus debilidades, la lentitud y falta de decisión en las salidas fuera del área. Entró Adán, muy seguro y sobrio durante todo el marrón, y se retiró Di María. Extrañamente, los blancos no perdieron ni velocidad ni profundidad en el ataque. Fruto de una ambición desmesurada, percutieron contra la defensa perica sin desmayo, como si fueran ellos los que tuvieran un efectivo más. Quizás, en el fondo, fuera así, ya que Marcelo se multiplicó por una banda izquierda en la que hizo de lateral y de interior. Y CR7 aumentó sus prestaciones con una actuación entregada a la causa, solidaria y mortal. Entre los dos tejieron el solitario gol que decidió el vencedor, ejecutado finalmente por el brasileño a metro y medio del marco de Kameni. 
Minutos antes había errado Khedira un remate franco de cabeza y minutos después comenzó la exhibición de un Adebayor colosal al que sólo le faltó mojar. Todavía en la primera parte tuvo un par de galopadas inmensas, una de la cuales acabó acariciando el larguero tras una vaselina con demasiada palanca. Pero es que en la segunda, cuando las piernas pesan -y pesan más con tantos minutos de inferioridad- se plantó por dos veces más ante Kameni con unas zancadas kilométricas que no gozaron, por desgracia, de la guinda del gol. El togolés tiene una pinta fantástica y es uno de esos delanteros que siembra el respeto -por no decir el pánico- entre sus marcadores, notoriamente empequeñecidos ante su portentosa presencia. 
Si se enumeran, las oportunidades nítidas de gol hablan de un resultado corto para el Madrid. El Espanyol puso mucho empuje pero escasa elaboración, gracias fundamentalmente a la concentración defensiva del cuadro merengue, desde los mediocentros a una línea de cuatro que no se aculó en demasía. Merodearon el empate por pura inercia los de Cornellá pero chocaron de bruces con un conjunto que se sabía ante una invitación única para reengancharse a la Liga. La aprovecharon los de Mou y, de propina, se dieron todo un baño de autotestima por la forma en la que lo lograron, poniendo sobre la mesa la personalidad propia de un aspirante a campeón.

domingo, 6 de febrero de 2011

Real Madrid 4 Real Sociedad 1. Goleada de este mundo


Antoine Griezmann, martes pasado: "El Real Madrid no es nada del otro mundo". Cada uno ve lo sobrenatural donde puede y quiere, faltaría más, pero ayer el joven francés de la Real Sociedad tuvo muy cerca a dos tipos que desafían las limitaciones de los mortales. Uno es Özil y dio un nuevo recital en todas las variantes de vanguardia imaginables excepto la del gol, que a veces ni falta que le hace. El otro se llama Iker y parece importarle poco la frialdad con la que las circunstancias le tientan en veladas sin aparente tensión. Son dos deportistas superlativos en un equipo notable, sobrado de calidad y afán competitivo como para hacerle cuatro goles a un oponente empequeñecido y derrotarlo sin casi despeinarse en una actuación que no fue nada del otro mundo.
Salió el Madrid con un once absolutamente inédito y decididas ganas de acabar con el partido cuanto antes. Jugaron juntos de inicio Kaká y Özil, con el brasileño de enganche y el alemán tendido a la derecha. Los dos lo hicieron de fábula gracias a una mezcla de movilidad y precisión, favorecida también por la velocidad de Cristiano Ronaldo y por la imponente presencia de Adebayor, un nueve puro que fija a la defensa en la frontal con su corpachón. También se estrenó como titular el togolés, quien hizo más por sus compañeros que sus compañeros por él, al menos durante un primer periodo muy completo de los hombres de Mou. En el segundo, sin embargo, un ataque en acordeón desde la banda izquierda terminó con un excelente control y un remate seco que cerraba la goleada y suponía su estreno goleador en Liga. El fichaje tiene una pinta excelente, pues "Manolito" añade un repertorio múltiple de opciones, entre ellas la potencia. Prueba de ello fue una internada por la banda derecha en la que condujo con zancadas de gigante hasta el área chica de Bravo, donde se perdió la ocasión.
A esas alturas, recta final del partido, ya habían pasado larguísimos minutos desde que Kaká inaugurara el marcador con un robo dentro del área y un zurdazo milimétrico al segundo palo. Justo a continuación, nada más sacar de centro la Real, se produjo uno de esos instantes decantadores que a menudo tiene el deporte de competición: Casillas rectificó un mal despeje inicial para sacarle desde el suelo a Tamudo el empate a uno. Ahí terminó todo, mucho más cuando a los pocos minutos de la intervención salvadora de Iker, CR7 se sacudió la sequía y la angustia al marcar desde fuera del área. Y al rato el portugués recibió una tarjeta de felicitación de Özil, quien le puso un saque de esquina en la cabeza para que zanjara cualquier sospecha de zozobra. Cristiano lo celebró con esa rabia que suelen tener los carácteres exigentes y obsesionados con el triunfo, lo cual es una excelente noticia, pues las posibilidades del Madrid en lo que resta dependen en una medida significativa del rendimiento de su máxima estrella. 
La bajada de tensión del segundo tiempo, con 3-0 en el electrónico, fue del todo comprensible. Se dedicaron los blancos a controlar el ritmo de los hechos -con contribución sobresaliente de Lass- y a dejarse caer por pura inercia en las inmediaciones del portero realista. Lo que llegó, sin embargo, fue un tanto en propia puerta de Arbeloa, única forma materialmente posible de que Casillas viera su portería perforada. El 3-1 señalaba una diferencia generosa con los donostiarras, que habían visto a Kaká empotrar un derechazo en el larguero y varios disparos peligrosos desde la frontal del área que se quedaron en uy. Dio un poco igual, pues la placidez nunca abandonó a un conjunto que recuperó durante ocho minutos a Canales, animosa proyección de estrella a la que conviene cuidar bastante más. Entró de puntillas el cántabro en las estadísticas de un partido que, sin ser nada del otro mundo, dejó un buen sabor de boca a todos los presentes menos a Griezmann y a sus más prudentes colegas.

jueves, 3 de febrero de 2011

Real Madrid 2 Sevilla 0. Billete a la final del siglo

 
Atención, el próximo 20 de abril se para el mundo. Real Madrid y Barcelona se verán las caras, muchos años después, en una finalísima, a partido único y con todos los aditivos posibles salvo uno: que a día de hoy existe un favoritismo decantadísimo hacia el lado del segundo mejor club de la historia del fútbol español, hoy sin duda el mejor equipo del planeta. Quién sabe si ese factor no hace de la víctima propiciatoria una fiera mortífera pero quedan dos meses, que en fútbol es demasiado tiempo como para detenerse ahora en detalles. De momento sólo vale lo de anoche, un encuentro de vuelta en el que el Mou Team demostró más carácter competitivo que juego de relumbrón, si bien hay envites en los que la personalidad es un salvavidas impagable. La firmeza y el hambre le han devuelto al Madrid una final de Copa siete años después, derecho que se ha ganado con suma justicia tras eliminar a los vigentes campeones y subcampeones de la competición.
Resulta poco discutible que los merengues han sido superiores al Sevilla en el global de los 180 minutos de eliminatoria. Tras la corta renta obtenida en la ida, la vuelta propició una batería de nervios que el madridismo no se sacudió hasta que el angelical Özil puso  en cinco segundos todo lo que CR7 no había sido capaz de poner en toda la velada: paciencia, lucidez y resolución. Un pase sensacional de Khedira lo convirtió en un paseo grácil hacia el marco sevillista para detenerse en el momento justo, driblar al portero y acabar con las angustias. Estalló de gozo el Bernabéu, al que todavía le faltaba disfrutar con la guinda de un gol de Adebayor en el primer remate a puerta en su nueva casa y con la camiseta que ahora tiene cedida.
La alegría, sin embargo, no llegó a éxtasis por una mezcla entre la inquietud sufrida y la falta de  fluidez y constancia de los suyos. No tuvo continuidad la máquina de Mourinho, entre otros factores por la incómoda compañía con que le obsequió Kanouté a Xabi Alonso. El donostiarra y su acompañante Khedira se las tuvieron que ver con un centro del campo hiperpoblado por Manzano y que gozaba del estimulante estreno de Ratikic, uno de esos jugones a los que se les ve la calidad nada más tocar la pelota. No obstante, e incluso durante el incierto segundo tiempo, las llegadas de verdad peligrosas las desperdiciaron los locales, unas veces Benzema -espectacular en su capacidad de asociación y entrega- y otras, las más, un Cristiano Ronaldo errático, infeliz y desconcertante. Es evidente que algo le ocurre a CR7 y que su entrenador tiene el desafío de recuperarle cuanto antes.
Durante los cuarenta y cinco minutos iniciales, hablando de todo un poco, se había visto un duelo equilibrado, con dos escuadras concentradas e intensas aunque poco dadas a la representación artística. Las ocasiones también las puso el Madrid, no muchas pero sí  eminentes. A los cinco minutos Di María mandó un zurdazo seco a la base del poste y Benzema colocó mal el pie tras el rechace en una segunda oportunidad que debió ser gol. Debió serlo, además, una llegada de Cristiano Ronaldo, quien estrelló la pelota contra el cuerpo de Javi Varas en una llegada franquísima. Prueba de que el portugués atraviesa un bache, físico o mental, es que se desentendió la jugada de inmediato para rumiar su mala puntería. Su pasividad duró tanto rato que acabó frustrando a sus compañeros, empeñados en reanudar el ataque mientras CR7 se quedó en fuera de juego. La grada se enfadó porque el Bernabéu no le ha tolerado gestos de esa naturaleza a ningún jugador en toda su historia. Y en casos así hace igual de bien que cuando premia a Benzema por apretar con denuedo a los defensas contrarios, hecho que anoche se produjo más de una vez.
Poco más hubo de reseñable en la cita salvo que alguien quiera seguir con el soniquete arbitral y encelarse con el ajustadísimo fuera de juego de Negredo, señalado injustamente hacia los quince minutos de encuentro y que a buen seguro hubiera sido el 0-1. Ni ese instante ni el famosísimo gol fantasma de la ida explican la resolución de una eliminatoria ganada por quien ha sido decididamente mejor. Ahora aguarda la madre de todos los desafíos, uno de esos órdagos a la grande que te provocan un subidón inmenso o que te deprimen para un tiempo indefinido. En este instante se vive una inercia que parece histórica, teñida de azulgrana, pero que el día 20 de abril o se hace todavía más sólida o empieza a sentirse cuestionada con la emblemática fisura de un triunfo regenerador de la institución más laureada del fútbol patrio. Por eso se parará el mundo dentro de casi dos meses. Esperemos que sea para bien.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Para exiliarse


Esto cuesta 3.000 euros. 



Esto cuesta 602 euros. 

¿A alguien más le apetece pedir el exilio de un país que desprecia de semejante manera cualquier atisbo de ética y cuyos "jueces" practican la chapuza y favorecen la pillería y la violencia?
Así nos va. 

Pd. Este post no nace del victimismo ni de la excusa deportiva. Para aclarar la opinión del autor sobre los deméritos futbolísticos del Madrid se recomienda la lectura de la crónica del Osasuna-Real Madrid.