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domingo, 23 de diciembre de 2012

Málaga 3 Real Madrid 2. Apuntes sobre la gangrena


Fechas navideñas, familia y reencuentro con la gente de siempre en la tierra que te vio crecer. En eso  se vio metido el firmante de estas líneas, acompañado por viejos amigos mientras el Madrid caía en Málaga. Abrazos, risas y calidez entremezclados con los fugaces titulares que disparaban las redes sociales a través del móvil. La única torcedura de una noche magnífica, el sabor a hiel de una nueva derrota madridista arropada por el ruido de una polémica ensordecedora. 
A la mañana siguiente, la de hoy, o sea, la penitencia de la gabración y ahora la catarsis de estos párrafos. 
Apuntes sobre la gangrena: 

1. Sin tensión no hay paraíso
De hecho solo aguarda el sufrimiento. La mejor virtud del estilo Mourinho parece encerrar, también, su principal debilidad. Dos temporadas de alta tensión competitiva colocaron al Madrid en un escenario de aparente invencibilidad. Resultaba muy díficil doblegar a los blancos. El bloque, compacto. La concentración, férrea. La actitud, implacable. No había perdón arriba y apenas se regalaba atrás. Todo eso tiene que ver con lo ánimico, con la actitud, con la mentalidad. Pero restadas esas virtudes el toque Mou parece quedarse en poca cosa por escasez de control y de elaboración. 

2. Un once largo y quebrado
En Málaga volvió a demostrarse la fragilidad de unas líneas alejadas entre sí por un mundo. Seis y cuatro, unos a un lado y otros en el horizonte, como si fueran dos equipos. Ramos y Pepe se ven obligados a sacar la pelota jugada en largo con balonazos impropios de un equipo grande. Ahí empiezan los problemas pero no terminan, claro. La defensa vive aculada y sin demasiadas ayudas de unos mediocampistas superados por las andandas de los rivales, sobre todo cuando son tan peligrosos como Isco. Su gol y los dos de Santa Cruz fueron una prueba evidente. De hecho, la segunda parte de La Rosaleda subrayó todas las vergüenzas balompédicas que venían insinuándose a un volumen cada vez más notorio desde que comenzó la temporada. Los jugadores madridistas acabaron desarbolados. 

3. El escándalo Casillas: más madera
La suplencia de Iker ha sido tan comentada que parece uno de los noticiones del año. La desproporción mediática insiste en uno de los males que sufre la institución desde hace demasiado tiempo: su descabellado entorno. Muy pronto y sin la menor indagación se sentenció que era un castigo disciplinario en el que no mediaba la menor connotación deportiva. Se ha llegado a vender como un pulso al presidente y como una ofensa al madridismo. El caso es que Casillas ya fue suplente con Del Bosque sin que se llegara ni a medio camino en las conclusiones que se sacaron respecto a las de ahora. El análisis evita, además, repasar el rendimiento tan mediocre que el portero ha tenido en su peor temporada de blanco. Petrificado debajo de los palos, inseguro en las salidas y robotizado en los libres directos ha encajado demasiados goles facilones a la misma velocidad a la que desaparecía ese 'ángel' tan especial que lo convirtió en el mejor guardameta del mundo. Hay razones suficientes en su rendimiento como para recibir el aviso de una suplencia. De hecho, lo peor del caso es la falta de un segundo portero de nivel que le apriete y comprometa de veras. A Adán los guantes del Madrid le quedan demasiado grandes. 

4. Mou, la prensa y el futuro
La prensa deportiva hace tiempo que va tras la cabeza del entrenador del Real Madrid. Los mismos medios que echaron a Pellegrini, que lo ofendieron gravemente y que atribuyeron a Mourinho cualidades semidivinas son los que hoy sacrifican su icónica figura en el altar de su propia hipocresía. El asunto Casillas les ha concedido la última munición que precisaban. Sin embargo, siempre resulta mejor un ejecutivo que no se deja amedrentar en sus decisiones que el torrente de influencias gestado desde el Txistu. El propio Pellegrini sabe muy bien de qué va esa presión y hasta qué punto formaba parte de su toma de decisiones, pues lo ha confesado en alguna entrevista. El clima, en fin, parece que va a ser irrespirable en el futuro inmediato y corresponde a los jugadores y al cuerpo técnico revertir la situación en Copa y en Champions, al tiempo que deja de arrastrarse por los campos de la competición liguera. El madridismo no merece 16 puntos de distancia antes de las vacaciones navideñas ni una sangría como la que está sufriendo en cualquier estadio que visita. La herida ha empezado a gangrenarse y hay que poner remedios ya para evitar la amputación por responsabilidad, por orgullo y por dignidad histórica. 
No hay ningún "nacido para el Madrid" que no exija el cambio de personalidad. 
Tal que ya.

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@michihuerta

domingo, 16 de diciembre de 2012

Real Madrid 2 RCD Espanyol 2. Putrefacción liguera


La Liga estaba muerta antes del Madrid-Espanyol y empieza a desprender un aroma a putrefacción inaguantable después de su disputa. No fue capaz el vigente campeón de doblegar al actual colista en su propio estadio y cuando los accidentes quedaron prohibidos ya hace mucho tiempo. La impotencia, la espesura y los largos minutos de vulgaridad explican en gran medida la catástrofe, culminada con otro gol encajado a balón parado y defendido de forma grotesca. Es de una falta de profesionalidad imperdonable encajar un tanto detrás de otro de tan prehistórica manera. Así no se puede ni competir. Así solo puede hacerse un ridículo espantoso. Como el que volvió a hacer el once dirigido por Mou en un córner que supuso una cornada mortal y que convierte eternos meses en un calvario que el madridismo no merece y no tiene pinta de consentir en silencio.
Comparecieron los blancos con una sobredosis de jugadores que tienen querencia a las parcelas centrales del juego. Xabi, Khedira, Modric y Özil compartían titularidad de inicio. Si a eso se le suma que la punta la ocupaban CR7 y Callejón, dos tipos con movilidad pero en absoluto delanteros de referencia, la indigesta ensalada quedaba servida desde el pitido inicial y hasta la llegada de algún cambio en el descanso, recibido por el respetable con una leve pitida en señal de disconformidad. 
La cosa era como para conformarse. El Madrid monopolizaba la posesión pero apenas generaba riesgo sobre el marco de Casilla, sin "s". Un par de disparos de CR7 y otros tantos de Modric, uno de los cuales se empotró contra el poste fueron, a excepción del gol, las únicas aproximaciones con peligro durante el primer acto. Como no había juego alguno por las bandas, la función ofensiva de los laterales se hacía más importante que nunca. Y Arbeloa pagó los platos rotos al volverse el objeto preferido de las quejas del público. Insistir en el tema del defensa canterano se torna dolorosa letanía: es un tipo útil en una plantilla amplia pero le falta un mundo de calidad para ser el titular indispensable que es en el Madrid 12-13. 
Tanto él como sus compañeros de zaga sufrieron en exceso durante varios minutos y con el único recurso españolista de los balones largos a Sergio García. Mientras a éste le duró la gasolina fue una muela picada en la línea de cuatro, especialmente para la solvente pareja que forman Pepe y Ramos. El dolor se hizo especialmente agudo cuando se coló entre ambos y mandó un derechazo inapelable que ponía a los "pericos" por delante en el marcador. El ambiente se volvió turbio entre los asistentes dado lo que poco que se veía sobre el césped. Ni siquiera el empate de Ronaldo en el último suspiro de la primera mitad, gracias a una puntera in extremis, mitigó la música de viento que sobrevoló el graderío.
Todo cambió súbitamente tras la reanudación. Sobró con la entrada de Di María para que el escenario se transformara. Así, la conexión portuguesa que tejieron Pepe, CR7 y Coentrao culminó aparentemente la remontada, gracias a un recurso notable del lateral con el pie derecho que supuso el 2-1. Además, "el Fideo" participó en un buen ramillete de ocasiones. Dos las finalizó él y la segunda terminó muriendo en la mano de Casilla, tan salvadora como el larguero posterior. Poco después le dejó a Cristiano solo ante el marco pero, extrañamente, el luso erró y ni tocó el esférico cuando solo faltaba liquidar a placer la combinación de sus compañeros. Özil también recibió un pase franco, pero su tiro se chocó contra los pies del guardameta visitante, al que se le acumulaba el trabajo. 
Parecía cuestión de tiempo que llegara la confirmación del triunfo, pero el Madrid perdonó. A la generosa actitud se sumó Morata, que entró en lugar de Callejón y a punto estuvo de firmar la sentencia con la cabeza y a pase de Özil... pero un defensa sacó el esférico bajo los palos. Fue así como se entró en la zona de riesgo que son los últimos minutos cuando el marcador está apretado y un enemigo inferior se viene arriba en el Bernabéu. 
Si a eso se le suma la vergonzante manera de encarar los saques de esquina de los madridistas el castigo final puede ser que te quedes sin vencer al colista. El último de la fila vio cómo el oponente se empeñaba en no despejar un balón bombeado y Albín certificó la felicidad de los suyos, gozo directamente proporcional al disgusto de los de casa. Con el pitido final se reprodujo la censura al juego del equipo. Y esto solo parece la antesala de reacciones más ruidosas, lo que empieza a adivinarse en el horizonte dado el estado de este bloque. Un estado lamentable. 

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@michihuerta

sábado, 8 de diciembre de 2012

Real Valladolid 2 Real Madrid 3. Sufrimiento y Özil


Sumó el Madrid tres puntos en Zorrilla y confirmó todo lo bueno y lo malo que lo define este curso. Ante un Valladolid ambicioso y comprometido, tuvo que remar a contracorriente durante buena parte de la cita, con el marcador en inferioridad o igualado -que para el caso es lo mismo- como consecuencia de los muchos errores cometidos. Al final, no obstante, tocó el desahogo de la victoria porque algunos jugadores de la plantilla son de otro planeta. Özil, cuando aparece, es uno de ellos. Se bastó el alemán de la zurda de seda para darle la vuelta a una situación que agrandaba la herida liguera hasta convertirla en una hemorragia intolerable. La buena noticia fue la capacidad de reacción y la victoria, pero la fría noche pucelana confirma una tragedia que admite poco debate: el equipo de este año sufre en cualquier campo. 
Vayamos a los hechos. Con 2-1 en contra, Özil se inventó una asociación imposible y de tiralíneas con Benzema, otro futbolero de un gusto exquisito. La combinación terminó con un remate del mediapunta que igualaba la contienda poco antes del descanso. Las tablas tuvieron una fuerza simbólica importante, pues salir del vestuario con dos tantos por marcar y ante once tipos arropados por un estadio febril siempre es un marrón. Solo un detalle más era suficiente para culminar la remontada, que pudo llegar por la vía de Di María o de Sergio Ramos, al que anularon un gol legal. Pero tenía que ser Mesut: acarició el esférico en un libre directo para que describiera una curva y besara el larguero antes de entrar. Punto y final. A partir de ahí, se puso sobre el campo oficio suficiente para no sufrir. Aunque de dosis de padecimiento la parroquia blanca iba bien servida con lo acaecido poco antes.
La primera parte dejó la imagen más esquizofrénica que pueda recordarse del Madrid reciente. Dio un espectáculo bochornoso en la defensa de los balones parados y cometió una concatenación de fallos imperdonables en cualquier escuadra con aspiraciones medianamente serias. El prólogo de cada capítulo terrorífico llevaba la firma de Arbeloa, empeñado en ceder saques de esquina innecesarios, de ésos que el azar suele castigar con peligro. Y si a la suerte le sumas la inoperancia el cóctel es mortal. Casillas se momificó en la línea de gol, con esa actitud tan suya de preferir la muerte bajo los palos. Y los demás o se dedicaron a mirar o midieron mal. La descripción pertenece a los dos goles del Valladolid en sendos balones colgados que remató un Manucho cuyo corpachón reveló todas las vergüenzas del juego aéreo del vigente campeón. Que sucediera por partida doble y con todos los precedentes acumulados solo puede generar una preocupación de grado uno.
El caso es que la línea de cuatro atrás, con Arbeloa y Nacho en los laterales, fue una invitación al paraíso de los atacantes blanquivioletas. Éstos, motivados por un Djukic que ha armado un estilo ambicioso y móvil, iban y venían a gran velocidad. Y eso, en parte, también lo pagó.  La grandeza del Valladolid tuvo su penitencia. Con espacios suficientes, CR7 exigió a Daniel Hernández varias intervenciones de mérito. También le sacó otra a Di María y un cabezazo malintencionado a Ramos. Sumadas, las oportunidades visitantes superaron con mucho a las locales, si bien la sensación en el juego era de paridad. 
A ello colaboró la situación de circunstancias de la zaga blanca. Callejón ocupó en la reanudación el lateral zurdo en lugar de Nacho. Y poco después Arbeloa salió del campo para que Xabi Alonso se metiera atrás con Pepe mientras Ramos echaba un cable por la derecha. Mou sabía que cualquier operación mejoraría las prestaciones defensivas por ese lado, un calvario hasta entonces. Al final, tras el 2-3, ingresó Varane. Muchas vueltas. Demasiadas para un equipo que ya vive cada salida en Liga como una pesadilla que devuelve un carrusel de emociones y que resta jirones de solvencia en la imagen. Sin duda, un mal camino.

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@michihuerta

domingo, 2 de diciembre de 2012

Real Madrid 2 Atlético de Madrid 0. La historia de siempre




Cualquier minuto de la segunda parte y cualquier intento de ataque del Atleti: cinco jugadores vestidos de blanco rodean la pelota y a su poseedor que, impotente, la entrega. La situación se repitió una y otra vez, evidenciando la ambiciosa actitud de los locales y la evidente inferioridad de los visitantes. Eso, al parecer, no es buen fútbol para la mayoría. Para quien esto suscribe, sin embargo, forma parte de los canónes más relevantes de este deporte. Y ahí radica una de las explicaciones de la enésima victoria madridista en el derbi, que dejó un tiempo para la superioridad funcionarial y otro de un estilo sobresaliente, impetuoso e irreprochable en casi todas las facetas del juego. Ya lo saben, pues esta crónica llega con retraso por compromisos personales: 2-0 y muchísimas gracias al cielo de los rojiblancos por no haberse llevada un saco para casa.

Su casa, el Calderón, se había poblado de dos decenas de miles de seguidores para un entretamiento matutino de refuerzo moral. Ni con esas. Solo le duró al segundo clasificado el interés un cuarto de hora, tiempo en el que estuvo a la altura de las circunstancias e inquietó por única vez a Casillas en un remate venenoso del, en general, invisible Falcao. Pero entonces llegó Cristiano y embocó un libre directo con un efecto letal. El luso, dicen, no debe tirar las faltas. Ayer mandó una a las mallas, otra a la base del palo y una tercera al larguero. Uno tiene la sensación de que si dieran a elegir a los guardametas rivales preferirían a cualquier pateador menos a él. Será cuestión de sensaciones. 
De todos modos, CR7 volvió a dejar para el recuerdo una velada estelar. Rompió por velocidad a sus defensores, combinó acertadamente con sus compañeros y firmó dos o tres lujos malabares. También hay madridistas que lo quieren fuera, por mucho que la verdad del césped haga trizas sus argumentos sin la más mínima duda. 
Además, asistió. Ya estaba metida la noche madrileña en la segunda mitad, pues la primera ciertamente se perdió entre intentos poco dañinos de los blancos y las provocaciones de Diego Costa. Éste jugó en lugar de Adrián porque existe otro fútbol, subterráneo y emocional, que Simeone conoce muy bien. Para quien tenga tablas en esto puede resultar, incluso, una salsa balompédica como cualquier otra. Pero si lo pusiera en práctica Mourinho la palabra "indigno" quedaría borrada del diccionario por sobredosis de uso por parte de los guardianes de las presuntas esencias deportivas.
El caso es que esas esencias, si se llevan a lo estrictamente futbolístico, casi fueron pletóricas durante 45 minutos. El Madrid redujo al Atleti a cenizas y lo superó en todo, más por méritos propios que por cualquier otra circunstancia. La concentración, la movilidad y el vértigo fueron aliados en una actuación más que notable durante ese tiempo. Con pocos pases se plantaron ante Courtois, que sufrió la soledad de Özil, que lo batió tras pase de Cristiano con un zurdazo entre las piernas. 
El alemán de ojos saltones estuvo enorme. Aprovechó que Xabi entró mucho más en juego y encontró espacios durante un carrusel que a los colchoneros se le hizo eterno. Cristiano estuvo a punto de aprovechar un pase medido del mediapunta y solo la madera evitó el 3-0, que en ese momento podía ser incluso un número pequeño. Los madridistas se daban un atracón mientras los atléticos descubrían que su posición en la tabla es un espejismo si se atiende a la diferencia de potencial que separa a ambas plantillas. 
Ahora solo falta que las aguas vuelvan a su cauce. La parroquia pareció reconciliarse con los suyos. Con todos, incluid un Mourinho que recibió aplausos por mucho que debiera medir más algunos gestos. Había quien horas antes pedía su cabeza, pero cuando el equipo juega bien lleva parte clara de su sello. Resta mucha temporada y todo puede cambiar. Todo menos los rituales eternos del clásico: los aspirantes se emocionan y el Madrid los pone en su sitio con palmaria facilidad. Y así parece que será por siempre jamás.

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@michihuerta