Con la marcha de Mourinho se cierran tres
años sin bailes de pañuelos. No volaron al aire en las gradas del Bernabéu, dirigiendo
su ira de papel industrial contra jugadores o por donde luce el palco. El
entrenador se marcha pero el presi y sus chicos permanecen. Puede que un día se
acuerden del escudo protector del maléfico portugués. A poco tardar.
Compareció Florentino
con la voz titubeante y las manos temblorosas, como quien anda que no se tiene.
Y se paró el mundo una vez más, pues el Madrid vive cada minuto al límite de la
supervivencia, pareciéndonos que el planeta fuera a volatilizarse al suspiro
siguiente y por su culpa. Con Mourinho la idea de la extinción de la raza fue
más probable que nunca, pues de sobra es conocido que cena niños crudos por las
noches y provoca catástrofes devastadoras con diabólicos conjuros. No es
exagerar, no, pues ha hecho cosas mucho peores, como dejar a Casillas en el
banquillo. Laguna jurídica, por cierto, que semejante acto no figure con su
tipo correspondiente en el Código Penal.
Así que ahora
volvemos al lugar de donde veníamos últimamente, que no son las nueve copas de
Europa, como parece si uno lee, sino el cachondeo, los octavos de final, los cataclismos
coperos y las ruedas de prensa de "no hay equipo pequeño". Ay, las
ruedas de prensa, ese producto de lujo para la información bien envuelta. Tan
necesaria.
Salió Florentino
con las manos temblorosas y la voz titubeante y dijo que no diría "Ancelotti".
Él no pero otros sí, que aquí todo ocurre bajo los focos, hasta lo que no
ocurre. Ya nos han asegurado que Carlo pacificará y será Del Bosque con acento
italiano, todo en uno. Diálogo, paz. La paz, qué bonito, consiste en dar interviús
en un mesón y en escribir alineaciones políticamente correctas, que si no se
lía parda. Lo demás son ganas de guerra.
Mou, mientras,
enfila al barrio de Chelsea, donde unos abducidos le aguardan con pancartas y
parabienes. Gente salvaje que no quiere a Benítez ni después de ganar no sé
qué, detalle que ya retrata a esos bárbaros británicos. Allí, el de Setúbal
seguirá equivocándose en sus excesos, que le restan valor profesional, como lo
del dedo. Junto a ese borrón hubo otros, en lo deportivo y en lo extra. Prometo
explicarlo, habrá tiempo, por aquí. Prometo pero hoy no toca.
Ahora toca
recordar que, a pesar de todo, durante su trío anual no ha habido un pañuelo en
el Bernabéu que no fuera para aligerar la napia de alguna de las mocitas del
himno. No agitaron las noches de los maltratados chavales, pobrecitos ellos, ni
las del jefazo que reprende a los periodistas de palabra mientras ejecuta sus
exigencias con los hechos. Tenían un pararrayos en el banquillo. Pero fabricado
en Portugal y con el sello de Mendes. Toda una provocación.
Pues nada, que
tome nota el que venga de este "punto y final", como titula Sara
Carbonero su columna sobre el asunto de la Copa. "Todo infortunio esconde
alguna ventaja", añade Sara en su dedicatoria, inspirada en los versos de
Serrat y en la quintaesencia del señorío. Esto es lo que hay, Ancelotti. No
hagas lo que no te conviene, que aquí, además de infortunios ventajosos, abunda
la presión. Ya lo advirtió Florentino con la voz del titubeo, que "tres
años en el Madrid son muchos". Sobre todo con él en la presidencia.
Carlo no llegará
a tanto, aunque habrá pañuelos que serán para otros mientras en alguna tertulia
futbolera alguien pronuncia con descaro: yo no fui.
(Texto publicado en Bernabéu Digital, www.bernabeudigital.com. Reproducimos aquí por su interés para el debate... civilizado, si puede ser. Gracias).
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@michihuerta