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domingo, 28 de agosto de 2011

Zaragoza 0 Real Madrid 6. Set en blanco y un diez de lujo

 
El 10 es un gran número. Inaugura las cifras de dos dígitos, es gráficamente versátil y pronunciado en voz alta suena bien. En el mundo estudiantil significa la plenitud, lo máximo, la ausencia de error. Y en el futbolístico lo han portado como dorsal algunos de los jugadores que más admiración han contagiado por este irresistible deporte. En el Madrid actual lo lleva un tal Mesut Özil, un chico de apariencia frágil y grandes ojeras que convierte el verbo 'tocar' en 'acariciar' cada vez que la pelota pasa por sus botas. En el debut liguero y aragonés de su equipo hizo honor al número que luce en la espalda. El Madrid ganó con una suficiencia escandalosa pero, sobre todo, contó con un 10 que impartió una nueva lección magistral sobre teoría y práctica del virtuosismo.
El primer gol de los suyos lo hizo el de siempre, un CR7 voraz que no suele dejar mal al compañero cuando es generoso. El germano-turco condujo, como es habitual, con pequeños y rápidos pasos, con el balón cosido al pie y el rostro altanero. En el momento justo le dio un toque sutil y el portugués aprovechó el regalo. Así abrió el escuadrón dirigido por Mourinho una orgía de ocasiones que terminó con un set en blanco en contra del Zaragoza, muy débil equipo que debe dar gracias al cielo por la falta de acierto de sus rivales. Sí, 'falta de acierto' porque entre el guardameta Roberto y el divorcio con la fortuna de algunos madridistas se fueron al limbo casi una decena de oportunidades más. De enumerarlas todas aquí se agotaría el espacio del blog y llevaría un tiempo infinito.
La ínfima historia del partido no requiere tal despliegue. El Real Madrid paseó por la tarde-noche zaragozana una superioridad descomunal, basada en un juego veloz, trenzado y dañino. Se adueñó de la posesión y la gestionó con una fluidez extraordinaria. Los maños parecían alevines zarandeados por adultos sedientos de sangre. Tres o cuatro factores se concitaron para el abuso: ni Xabi Alonso ni Özil tenían dificultades para pensar, en parte gracias a que un aseado Coentrao pasa, retiene o circula cuando debe. Benzema, además, lució sus virtudes en la asociación y de haber marcado también hubiera merecido el sobresaliente. El instinto cruel que todavía le falta al francés le sobra a "ese portugués", que de aperitivo para la temporada liguera firmó un trío. Por último, Marcelo subió con insistencia y le hizo un roto al Zaragoza que fue tan a más que acabó en incontenible hemorragia por el costado. 
El rumboso brasileño certificó el 0-2 al aprovechar una pelota suelta en el área pequeña. Después, en el segundo tiempo, la falta de fondo de los locales propició la continua llegada de unos tipos que parecían no darse por satisfechos con casi nada. Siempre con superioridad en las zonas decisivas, los madridistas se cebaron. Hasta Kaká se sumó al festín e hizo un gol imponente después de encarar a un defensa, recortarlo y mandar un derechazo a la escuadra. Antes, y en medio de la placidez, Xabi Alonso había puesto el 0-3 con un disparo raso desde la frontal y CR7 había anotado a placer el cuarto tras una excelente combinación de la vanguardia. El 0-6 también lo firmó el luso en una rúbrica que pudo resultar bastante más ruidosa, casi tanto como la de los ocho goles que el Manchester le había endosado unos minutos antes al Arsenal. A falta de emoción, a uno puede darle por reflexionar, establecer relaciones y llegar a la conclusión de que en el siglo XXI el localismo en el deporte de competición es un anacronismo abocado a la extinción. Menos mal que también puede darle por reservar en la memoria un hueco para aquella actuación sublime del 10 del Madrid en el agosto zaragozano de 2011.


jueves, 18 de agosto de 2011

Barcelona 3 Real Madrid 2. Injusticia, nervios y Messi

 
El Madrid mereció ganar el partido de ida y no mereció perder el de vuelta pero como el fútbol no está hecho solo de merecimientos la Supercopa se quedó en el Nou Camp. La injusta resolución zanjó un duelo eléctrico en el que no ha cabido medio metro para la especulación o un solo segundo para el escaqueo. Casi dan ganas de prohibir tanto Clásico, pues se nos puede gastar de tanto usarlo y de hacerlo, además, con una intensidad que roza la neurosis. Anoche, por enésima vez, hubo de todo, quizás más que de costumbre por la ambiciosa actitud blanca: intercambio de golpes, velocidad en el juego, oportunidades, piques, un árbitro bajo permanente sospecha, goles y hasta violencia postrera.
En toda esa ensalada sobresalió el argentino que hace un mes parecía una pulga y que ahora pasea su cuerpo cuadrado sobre los campos. Cuando las fuerzas están tan igualadas, tal y como sucedió anoche, los partidos se suelen decidir por detalles. Y los detalles suelen emerger por el lado de la calidad. Messi apareció tres veces para hacer una jugada portentosa que remató Iniesta -con la cooperación necesaria, de nuevo, de un Sergio Ramos infame en la salida de la línea de cuatro- y para propinarle en forma de goles otros dos navajazos al costado blanco. Mejor no ponerse a echar números de las cicatrices que el organismo merengue lleva encima por su culpa. De hecho, si uno se dejara llevar por el análisis reduccionista resumiría tanto hecho en la diferencia que media entre los dos grandes cracks de cada escuadra.
Por ahí puede explicarse la pragmática compensación barcelonesa del mejor estado de forma merengue. Cada vez que Messi agarraba la pelota y encaraba de frente a sus rivales se marchaba de todos. Cada vez que hacía lo propio Cristiano Ronaldo no se marchaba de nadie, fuera Alves o Mascherano. Y eso que el luso se sacó una espina poniendo el empate a uno en el marcador. Lo intentó de todas las maneras porque no es un individuo que se deje llevar precisamente por la aprehensión. Nada más comenzar disparó raso y poco después de colocar las tablas lanzó un obús que le dobló las manos a Valdés y murió en el larguero. Pero, por lo demás, está lejos de la gigantesca capacidad para el desequilibrio que tiene su archienemigo en todos los reconocimientos individuales. Y seguramente ésta sea una de las claves para interpretar los acontecimientos.
El Madrid saltó al tapete barcelonés con los ánimos dominicales de la ida. Cortocircuitó la salida de balón de su rival, le robó la posesión con frecuencia y se plantó en las inmediaciones de Víctor Valdés con periodicidad. Lejos de descomponerse, el 1-0 provocó una multiplicación de sacrificios que llevaron al empate de Ronaldo a la salida de un saque de esquina y que debió tener continuidad poco después, en una cristalina ocasión de Özil. Al turco-alemán, por cierto, parece pesarle demasiado un ambiente tan cargado y unas dimensiones tan espaciosas como las del Camp Nou. Terminó sustituido sin que apenas interviniera con continuidad dañina en el juego. Él perdonó mientras que Messi no fue concebido para el perdón. Justo antes del descanso se aprovechó de una indecisión en el área para poner por delante a los suyos. La historia de la ida se repetía y los ayer  visitantes se marchaban al vestuario con la sensación de que el 2-1 no reflejaba lo acontecido. 
El segundo tiempo fue diferente. El Barcelona especuló con la mínima ventaja y con su déficit físico mientras se vio un Madrid menos enérgico. Apenas hubo ocasiones claras al tiempo que el observador curioso podía entretenerse en comparar la diferencia de criterio de un árbitro a la hora de repartir tarjetas. Sin ser decisivo, llamó mucho la atención que Iniesta se diera un festín de faltas de todas las modalidades admisibles mientras eran sus rivales los que acumulaban sanciones disciplinarias, en su mayor parte justificadas, por cierto.
En eso andaba todo el mundo cuando se desencadenó la tormenta. Benzema abrió las puertas de una prórroga taquicárdica al colocar el 2-2 en un enredo dentro del área. Messi reapareció cuando más se le necesitaba y remató una internada de Adriano, que se puso las botas por la banda de Marcelo en el rato en el que coincidieron. Hasta tal punto fue así, que el lateral zurdo le hizo una entrada criminal a Cesc y fue fulminantemente expulsado. Como al barcelonismo no le basta con los jueces y con las tarjetas rojas,  todos los miembros del vestuario catalán y varios de los empleados que andaban por la banda saltaron como matones de discoteca, igual que sucediera en su día en el Bernabéu. Reaccionaron los ocupantes del banquillo visitante y la escena que protagonizaron entre todos fue espantosa. Insultos, empujones y amenazas.  Es lo que tiene la dictadura de lo políticamente correcto: que las entradas de Iniesta son caricias irrelevantes y que la búsqueda permanente de bulla -más allá de unos jueces de los que se puede tener poca queja porque castigan con urgencia y severidad- es un ejemplo de educación para la ciudadanía, algo que solo se ha practicado durante toda la historia de la humanidad en el Partenón griego y en La Masía. Y el estado de cosas parece que seguirá así por largos años, al menos los que le quedan de salud al señor que entregó el trofeo al supercampeón. Enhorabuena a los premiados.

lunes, 15 de agosto de 2011

Real Madrid 2 Barcelona 2. Pasión sin premio

 
El punto de vista lo es todo. Cualquier objeto o realidad te ofrece una cualidad, aspecto y forma bien diversa en función de la perspectiva que uno asuma en la observación. En el fútbol, y en el partido de ida de la Supercopa disputado anoche, el punto de vista permite hacer las lecturas que se quieran. Por ejemplo, dos. Una: el Real Madrid superó al Barcelona en todas las facetas del juego, llámense presión, dominio del balón,  ritmo, ambición y llegadas. Dos: el Real Madrid no fue capaz de doblegar en casa a un rival mucho más corto de condición física y que, con una alineación algo rara y solo dos ocasiones claras de gol, se llevó la medalla del favoritismo al partido de vuelta.
Lo cierto, más allá de la objetividad irrebatible de los números, es que el Madrid encaró el duelo con una pasión encendida y un ánimo pujante con el que cualquier espíritu blanco se siente reconfortado. Lejos de cederle el campo y la pelota a su enemigo, le fue a buscar a su área, hasta el punto de que Valdés pareció durante casi dos tercios de encuentro el mediocentro culé. Empequeñecido hasta un extremo inédito en los últimos tres años, el Barcelona no daba cuatro pases seguidos y perdía la posesión en un ver. Enfrente, once hombres en un estado de tensión frenética y obsesionados con hacer sangre. Estuvo a centímetros de abrir la primera herida un remate de cabeza de Benzema, sacado en el último suspiro por Valdés con la punta de los dedos. Hubo que esperar uns minutos para que el francés, tras una jugada sensacional, hiciera una madeja de Abidal y le sirviera a Özil, que se incorporaba desde atrás, el 1-0.
Y no paró la escuadra blanca, aunque la desgracia abrió la puerta a la injusticia en dos golpes inesperados e inmerecidos. Uno tuvo por protagonista a Villa, al que un Ramos despistado durante toda la velada cedió suficiente terreno para mandar un misil teledirigido a la escuadra de Casillas. Y el otro lo propinó Messi, un jugador de físico frágil hasta la última Copa América y que, en menos de un mes, ha logrado un milagroso aspecto de armario ropero. Tanto es así que chocó con Khedira y con Pepe, dos tipos imponentes, y los mandó al suelo. El argentino se mantuvo en pie y puso por delante a su equipo. Un equipo que no pudo llevarse más con menos al receso.
La segunda parte siguió una línea muy similar, especialmente desde que Xabi Alonso empató con un disparo raso desde fuera del área. Los locales siguieron percutiendo. Encimaron a los jugadores de más calidad que tenían delante y les impidieron por completo desarrollar su juego. Por si fuera poco, cuando tocaba mirar hacia la vanguardia lo hacían con determinación y verticalidad. Ayudaron en esa tarea los que entraron en la segunda parte, Coentrao, que tiene más pinta de multiusos aprovechable que Callejón, comprometido aunque justito de calidad. Mientras les duró el combustible lo hicieron también Benzema y Özil, que junto a Xabi completaron tres de las actuaciones más ilustres. 
Hubo otros ingredientes tradicionales de los clásicos que no faltaron a la cita, como la precipitación de CR7 -muy insistente y fallón, además de divorciado de la fortuna en un libre directo que se le fue por centímetros- y la labor arbitral, errática para los dos en el reparto de tarjetas, faltas y penalties, faceta en la que cada uno pidió con justificados argumentos el suyo. Por no faltar tampoco lo hizo la agresividad incontrolable de Pepe, quien junto a Alves propagó un deja vu con una entrada a destiempo en una zona irrelevante que el brasileño exageró con dramatismo. Lo que en Europa se zanjó con una de las expulsiones más famosas de los últimos tiempos en la Supercopa ni siquiera mereció la tarjeta amarilla, la pena más ajustada para algo así ayer, hoy y siempre. 
Queda la vuelta en la madrugada barcelonesa del miércoles y cada cual puede situar la lupa donde le plazca. Por ejemplo, en que el Barcelona estará más rodado y en que tiene ya medio trofeo en sus vitrinas, pues actuará acompañado de su gente y con unos días más de trabajo tras  haber escapado con vida de una de sus imágenes más inferiores que se le recuerdan en el pasado inmediato. Y, otra interpretación razonable, que los madridistas golearon en sensaciones y que entienden que pueden ser mejor que su oponente sin necesidad de especulaciones extremas. Ésa fue, sin duda, la mejor noticia de la velada para el parroquiano de Chamartín. El madridismo prefiere un empate de este tipo que el liguero de hace unos meses o que el que reflejaba el marcador de la Champions antes del despido extemporáneo de Pepe. Así, sí. Aunque la pasión y la superioridad se dieran de bruces con el merecimiento y se perdiera el premio por el horizonte. 



sábado, 13 de agosto de 2011

Pretemporada 2011: las distancias aumentan


Decepción. La pretemporada 2011 y la planificación de los meses que se nos vienen contagian cierta desilusión entre algunos madridistas. Si es un hecho -lastimoso, desde luego- que el universo fútbol solo tiene dos protagonistas con aspiraciones reales, la comparación de las estrategias de compraventa de Madrid y Barcelona durante los meses de verano nos deja lo que parece una cruda realidad, al menos a priori: las distancias en cuanto al arsenal deportivo de unos y otros han aumentado a favor de los culés. 
Ciertamente a cada una de las plantillas les quedaba margen de mejora, aunque de una naturaleza distinta en cada caso. Al Barça, que había logrado una máquina de funcionamiento pluscuamperfecto por estilo y eficacia, le faltaba aumentar el fondo de armario. Los largos minutos acumulados por varios de sus jugadores de más peso suponían el riesgo de que la temporada se hiciera larga, casi eterna. Los límites para la distribución de minutos eran sin duda estrechos, sobre todo en la zona alrededor de la cual gravitan todas las virtudes del conjunto: el centro del campo. Pues bien, la renovación de Thiago Alcántara y el regreso de Cesc solucionan cualquier dificultad y completan el que quizás sea la mejor línea medular de la historia. Duele escribirlo, pero ellos dos más Busquets, Iniesta y Xavi componen un quinteto de una calidad sublime, capaz de adueñarse de la pelota de aquí al próximo mes de mayo. De hecho, solo la resaca de la borrachera que puede generar la suma de tantísimo talento puede pasarle factura, especialmente si el virus del mal rollo entra en ese vestuario para iniciar una era insospechada de declive. Así han caído, generalmente, los imperios. Pero da la impresión de que Thiago es el único con un carácter disolutorio. 
Los aficionados culés tienen poderosas razones para ilusionarse con la renovación de Thiago y la adquisición de Cesc, a la que hay que añadir también la de Alexis Sánchez. Mientras, en el otro lado, los fieles blancos leemos la siguiente nómina de novedades: Sahin, Callejón, Altintop, Varane y Coentrao. El Madrid apuesta por compensar alguna carencia, especialmente en la banda izquierda y en la posición de mediocentro. Pero en esta segunda los planificadores blancos se han quedado cortos. Muy cortos. Justo donde el Barcelona cimienta su superioridad los de Chamartín andan justitos de nombres y de talento. Puede que Sahin -sinceramente, lo ignoramos- tenga un excelente nivel, pero entre él y Xabi Alonso no suman lo mucho que hace falta para encarar el asalto a un Barça estratosférico en la comarca decisiva del fútbol moderno. 
Si al final el éxito se lo disputan en un duelo al sol, tal y como sucedió el curso pasado y podría ocurrir en el que ahora arranca, cuesta poco adivinar el escenario más probable: un rondo a toda cancha de las camisetas azulgranas y una persecución incesante detrás del balón por parte de las blancas. A muchos no nos estimula nada esa hipótesis. El Madrid precisaba más dinamita en el centro del campo y bien la podía haber adquirido por carreteras secundarias que parece no querer frecuentar, empeñado en atletas cortitos de calidad como Callejón y Altintop. 
Uno de ellos, por dar una idea, se llama Bruno Soriano y tiene un perfil que abriría nuevas oportunidades al juego merengue. Riguroso tácticamente y con suficiente presencia física como para abarcar una zona amplia del campo, posee talento sobrado para sacar el balón jugado desde atrás con un solo pase, generalmente vertical, lo cual le iría de maravilla al tipo de juego ofensivo que quiere Mourinho, con pronta superioridad en el avance y una rápida circulación de balón. Xabi Alonso podría sumar empaque y circulación en una zona más adelantada de la que suele ocupar y la medular sería una región mucho más densa y sólida. 
Puede, sin embargo, que el mejor fichaje del Madrid para la 2011-2012 sea la continuidad del entrenador. Era la única opción no explorada desde hace siglos y queda por adivinar el margen de mejora que le aguarda al equipo en la segunda temporada consecutiva de Mourinho, estadísticamente la más exitosa. Puede que ése sea el verdadero enganche para la ilusión que nos quede a algunos fieles a los que nos da mucho por pensar y que, cuando lo hacemos, perdemos muchos gramos de entusiasmo. Porque cualquier análisis racional de las compras y las ventas -ahí siguen Gago, Lass y algún otro- nos lleva a la gris conclusión de que las distancias han aumentado.

viernes, 12 de agosto de 2011

Adiós, Marca: la dictadura del pensamiento único culé


A eso de las seis de la tarde éste de arriba era el aspecto que presentaba la versión online del Diario Marca. Si el amable lector de este blog quiere detenerse en algún detalle adicional no tiene más que pinchar sobre la imagen, si bien el tamaño ya alcanza para verla claramente teñida de azulgrana. Vaya por delante que cada medio de comunicación es muy libre de fijar la línea editorial que le venga en gana, siempre y cuando sea respetuosa en la expresión de sus ideas y consecuente en los argumentos que emplea. Igual de lícito es, además, dirigirse a un público objetivo (target) de izquierdas, de derechas o de centro, amante de las nubes, vegetariano o fanático de la ornitología. Igual de lícito.

Dicho lo cual, examinemos brevemente los hechos:

La noticia principal, bajo el título "Cesc Fábregas regresa al Barça" ocupa un espacio de lo que en la prensa escrita equivaldría a cuatro columnas o, lo que es igual, se considera un acontecimiento de una relevancia excepcional que no admite ningún asomo de sombra en la agenda del día e incluso de la semana.


Dos apoyos complementan tan relevante acontecimiento: las declaraciones de Piqué ("Ya lo tenemos aquí") y un video resumen sobre la carrera del reciente fichaje del Barcelona.

Como el análisis de fondo siempre ayuda a profundizar, no falta el del blog de asuntos blaugranas con el que cuenta la cabecera y que pone su dosis de opinión al asunto. El nombre de la sección, "Juanito Blaugrana", por cierto, no deja de sonar un poco raro.

En la parte derecha de la página, Marca.com sigue desgranando la actualidad del día. El defensa barcelonista Piqué es protagonista por segunda vez, ahora para ofrecer los últimos detalles sobre el  estado de la ¿lesión? que se produjo en el partido que la selección española disputó el pasado miércoles. La situación de la plantilla del Barcelona de cara a la ida de la Supercopa de España merece, pues, ser el segundo tema de la web.

Solo a partir de esa misma altura, Marca.com abre una línea sobre cuestiones relacionadas con el Real Madrid, si bien es para darle la voz a un jugador brasileño del Santos que habla sobre un compañero suyo, también jugador, también brasileño y también del Santos.

Thiago afirma que van a "ganar el Clásico". Notabilísima declaración, acompañada a su izquierda de un bloque publicitario.

Solo entonces, y en la parte izquierda, comienza a ser merecedora de ocupar un lugar la preparación de la Supercopa por parte del rival del Barcelona, según parece el Real Madrid. Una pieza desarrolla la cuestión y otra lo hace parcialmente, dejándole el protagonismo a Cristiano Ronaldo.

Para Messi el Bernabéu es "fetiche". Los antecedentes del duelo del próximo domingo en relación a la estrella más rutilante del Barcelona merecen otro emplazamiento autónomo para Marca.com.

Enumerados todos estos hechos, cuya exposición sigue la misma jerarquía que la publicación le da al relato de la jornada, parece evidente cuál es la línea editorial de la web de Marca y cuál es el target al que se dirige. No solo el espacio concedido al fichaje de Cesc -sin duda el hecho más noticioso de las últimas horas- resulta discutible sino que el conjunto de la página es muy aclaratorio a la hora de repartir espacio gráfico, temas y número de informaciones dedicados a cada uno de ellos. El orden que siguen es otra forma de establecer una relación de lo más a lo menos destacable. Y ahí también se da una goleada en una dirección muy concreta.

Si a ello se le suma que en la versión para dispositivos móviles durante toda la tarde aparecían en portada de Marca.com cinco noticias y que las cinco tenían al F.C. Barcelona como protagonista, la conclusión respecto a su apuesta ya no deja lugar al más mínimo resquicio a la duda. 

A la implacable propaganda florentinista que impulsó vergonzantemente Inda le ha sucedido ahora un buenrollismo con el entorno culé que contribuye a la dictadura del pensamiento único en la que vivimos de un tiempo a esta parte en materia futbolística. Nadie duda -yo desde luego no lo hago- de las excelencias de la plantilla que tiene su casa en el Camp Nou pero de ahí a colonizar la portada de Marca.com de una manera tan desproporcionada resulta por lo menos sonrojante. 

Así que, como no me considero parte de su target, yo no compraré mañana la edición impresa de Marca. Conmigo que no jueguen a dos bandas. No me vale que la redacción adapte su discurso a una conveniencia interesada que ni es profesional en términos puramente informativos ni es consecuente en cuanto a la defensa de la legítima ideología deportiva. 

Como madridista no me queda otra: adiós, Marca.