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domingo, 31 de octubre de 2010

Hércules 1 Real Madrid 3. Hambre voraz


Perdía el Madrid en el minuto dos y se le planteaba un reto hasta ahora inédito. Y acabaron los jugadores y los técnicos alborozados sobre el césped del Rico Pérez de una forma especial, intensa, desahogada. Se notaba, y mucho, que la resolución del duelo les parecía un sabroso manjar. Con 45 minutos para la remontada, pues al descanso seguía el 1-0 en el marcador, los jugadores de Mourinho desplegaron un formidable ejercicio de insistencia sustentado en el hambre, el mejor motor de progreso en las lides deportivas.
Como premio se llevaron los blancos un 1-3 que pudo ser más abultado, ya que su rival, férreo y disciplinado durante casi toda la noche, fue incapaz de soportar el gol que ponía por delante al líder de la Liga y se vino abajo con estrépito. Uno de los principales responsables del feliz desenlace fue, por enésima vez, "ese portugués". Soportó Cristiano el aluvión de ofensas de siempre, algo que le enciende tanto como la sangre fresca a un tiburón que lleva una semana en ayunas. Insistió. Insistió una vez. Insistió otra. Insistió tanto que en una de esas Calatayud no supo atajar un traicionero trallazo desde fuera del área que Di María, otro que anda canino, aprovechó para empatar. Los alicantinos empezaron a dudar y el Madrid forzó su motor al máximo con la ayuda de un Benzema comprometido con la causa. Le faltó el gol, pero puso todo lo demás, especialmente apertura a los espacios, movilidad y toque, un trío tan efectivo de virtudes que significó el tercer tanto tras entrega generosa del francés a Cristiano.
Muerto el suspense, el analista podía dar el mérito correspondiente a Mourinho por el extraño cambio de Benzema por Pepe, que mandaba a Khedira a la posición de central. En cuanto el enroque dio su fruto el orden volvió con las entradas de Arbeloa y de Albiol. No se pasaron más apuros, algo que sí había ocurrido durante la primera parte, especialmente por la banda de un Sergio Ramos en calamitoso estado físico y francamente desconcertado, enmadrado a su espalda, impreciso en el pase e inane en ataque. Por su lado del verde se dio una gloriosa fiesta el gigante Thomert, que parecía una moto revolucionada por una autopista desierta.
Sufrió por momentos el Madrid porque su rival estaba bien recogido y las prestaciones del centro del campo merengue se empequeñecieron, especialmente en lo que a Khedira se refiere, pues su capacidad asociativa en corto y sin huecos es un poco limitada. Ese es uno de los fuertes de su compatriota Özil, que tampoco entró demasiado en juego. Y Di María se daba de bruces contra gruesos muros por los costados. Si a eso se le suma que los herculanos, imponentes en su exhibición física, salían en contragolpes de vértigo, no era de extrañar la inquietud de la parroquia durante el entretiempo. 
Por fortuna para los blancos, el vestuario visitante del Rico Pérez debió de asistir a una charla motivadora de gran alcance durante diez minutos. Mourinho volvió el primero a su puesto de trabajo y se recogió el último después de saludar, uno a uno, a todos sus hombres cuando el árbitro decretó el final. Habían ganado en Alicante, algo que se supone obligatorio, pero lo habían hecho desde el sufrimiento, la entrega y la voracidad en un escenario exigente. Los tres puntos sabían a gloria, sobre todo cuando se es consciente de que están a punto de llegar las curvas más cerradas del calendario y de que eres tú quien enseña la rueda trasera a tu gran enemigo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Real Murcia 0 Real Madrid 0. Atasco copero

 
Es inevitable. Cualquier análisis de lo sucedido anoche en la Nueva Condomina trae a gritos los ecos del pasado. Sigue fresco el alcorconazo, uno de los accidentes más vergonzantes de la legendaria historia madridista. El episodio estuvo muy lejos de repetirse, pues lo que jamás hará el Mou Team será deshacerse como un azucarillo en sus deberes defensivos. No sufrió el Madrid contra otro Segunda B, que visto con perspectiva tampoco debería ser para montar el fiestón del siglo. Tampoco disfrutó y, lo que es peor, fue incapaz de doblegar a un rival al que por las muchas diferencias existentes hay que ganarle. Siempre y en todo caso. Si bien el flashback mejora el mal trago, eso sin duda.
Siendo justos, los blancos merecieron la victoria por ocasiones y por dominio, aunque no fueran muy nítidas las primeras ni arrebatador el segundo. El Madrid estuvo espeso en su juego ofensivo, seguramente porque Diarrá no está para soportar el peso de un bloque que juegue con fluidez, ni en este Madrid ni en ninguna entidad con aspiraciones serias. Se ha escrito en alguna ocasión aquí: la sola idea de imaginar una lesión de Xabi Alonso -o una sanción en vísperas de algo gordo- pone sencillamente los pelos como escarpias. Se le echó muchísimo de menos al donostiarra, único tipo insustituible en esta plantilla. La diferencia que existe entre el equipo que se enfrentó al Racing el sábado y el que encaró el desafío de Murcia es la misma que existe entre Alonso y Diarrá. Quizás sea ventajista e injusto, pero es lo que hay.
No estuvo brillante el equipo en la primera entrega. El atasco llegó en gran medida por la falta de fluidez en la medular. Además, el voluntarismo de Canales consistió en tirar paredes por el centro, justo la zona donde la defensa murciana acumulaba dos líneas impenetrables.  Pedro León también tenía querencia a esa parcela, quizás para dejarle vía libre a un Sergio Ramos que carece de ritmo competitivo. La otra banda la habitaba Arbeloa, aseado como siempre, aunque lejos de las prestaciones que Marcelo está dando en lo que va de temporada. Como resultado, los madridistas acumularon pocas oportunidades: un disparo de Granero que hizo temblar el larguero y un disparo a bocajarro de Raúl Albiol que se marchó alto fue todo el uy generado hasta que el árbitro mandó a los jugadores a la caseta y a los espectadores al refrigerio.
La segunda parte fue, con matices, más de lo mismo. El lance más peligroso lo puso Pedro León tras el rechace de Dani Hernández en una malintencionada falta sacada por CR7. Un pie milagroso evitó el gol, casi cantado por los seguidores madridistas. Después entraron Higuaín y Di Maria, que pusieron algo más de mordiente, sin alardes, a la ofensiva blanca. Ofrecieron más, eso sí, que Benzemá. Parece que Mourinho obra milagros con sus jugadores pero es posible que al francés termine dándolo por imposible. Hubo y habrá otros compañeros con actuaciones grises. Sin embargo las del triste punta, que no son pocas, se notan mucho más. Da la impresión de ser un individuo indolente, de relamarse en su aire de maldito y de no tener la menor ambición. Le quedan pocas balas y el Madrid le necesita, pues no está abundante el banquillo en su posición. Es exactamente ahí, y en la falta de un relevo de garantías para Alonso, donde al entrenador portugués se le plantean dos problemas serios,  infinitamente más graves que no haber conseguido ganar a un rival muy inferior. Esto último debería quedar en una anécdota olvidada en el encuentro de vuelta.

domingo, 24 de octubre de 2010

Real Madrid 6 Racing de Santander 1. El asesino implacable


El Bernabéu está precioso. Anoche "Nacido para el Madrid" disfrutó en vivo de sus encantos, que son muchos cuando la felicidad se instala en la grada. Vive el socio y el aficionado ocasional en estado de visible felicidad y confiado en un equipo que no se anda por las ramas. De momento, el Mou Team ha pasado de los titubeos iniciales de la temporada a transformarse en un psicópata despiadado que goza, y mucho, con el sufrimiento ajeno. La víctima de ayer fue un Racing de Santander que, por si fuera poca la efervescencia sanguinaria de su verdugo, se entregó al ritual con generosidad dejando al descubierto sus puntos débiles, que no son pocos. Abusó el Madrid de él, como lo hace un niño pequeño con su juguete preferido, aunque los niños se cansan pronto y el once blanco parece no agotarse jamás, ni siquiera cuando con treinta minutos por disputarse su casillero está adornado con media docena de goles. 
Cristiano Ronaldo, Cristiano Ronaldo, Cristiano Ronaldo y Cristiano Ronaldo, de penalti. Esos fueron cuatro de los goleadores del festival. Son el mismo, sí. El mismo al que se acusaba hace nada de individualista y al que se tildaba de ansioso. Parte del carácter homicida de este Madrid procede de los genes de un tipo sediento de sangre que se anticipó siempre a sus enemigos para liquidarlos a pase de Higuaín, Özil y Di Maria. Se divierte el portugués porque pertenece a un colectivo que juega con un espíritu veloz y que sale hacia la portería contraria con unos latigazos crueles. Se adapta ese estilo a su personalidad como un guante y casi asusta proyectar sus números hacia el final de la obra. 
Pero CR7 es la guinda del pastel. La parte que explica el todo. El epítome -perdón por la pedantería, uno a veces no se contiene- de la obra de Mourinho sobre el césped. Hay mucho más. Xabi Alonso ejerce el mando con una mezcla de eficacia y clase. Khedira empieza a sumar una movilidad desequilibrante en la parcela central. Özil devuelve el precio de la entrada ya sólo con su trote distraído y breve, aunque lo importante es que asiste, oxigena, marca -completó el set con un quiebro y un disparo seco- y enamora. Y Di Maria. Ojo al argentino: asistió en largo a Higuaín en el primero, se marchó en velocidad de todos y sirvió al segundo palo para que resolviera CR7 en el cuarto,  provocó el penalti, presionó la salida del rival, cuidó su espalda en todo momento... y terminó jugando con solvencia en el lateral izquierdo. Cuando su organismo se vació del todo y quedó tendido sobre el suelo, Mourinho hizo visible su perfecto control de la puesta en escena y recorrió la banda para sacarlo del campo. Pidió una ovación para su chico, que había dejado el depósito sin un gota de combustible. El estadio rozó el extásis. 
Vamos con los pocos peros. La embriaguez de juego y goles tuvo un pequeño, molesto y preocupante lunar. Los asesinos natos que visten de blanco tienen como compañero a Benzema, un delantero pacifista e introspectivo que se niega a apretar el gatillo. Cuando la grada,  saciada de manjares, gasta parte de sus energías en transmitir su malestar contra alguien es que ese alguien tiene un problema. El francés disfrutó de 25 minutos en los que lejos de excitarse con la agonía del herido se dedicó a acariciarlo con aire tierno. Todo lo contrario que Canales y  Pedro León, que saltaron al verde desde el banquillo con una ambición extraordinaria. El pero no es poca cosa, pues la temporada es larga y Benzema es el primer recambio para la vanguardia. Y el Bernabeú, precioso y feliz, es tan desalmado con la falta de entrega como el Mou Team con sus enemigos.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Real Madrid 2 Milan 0. Triunfo solvente y de prestigio

 
El Madrid zanjó con solvencia el primer desafío serio de la temporada. Dos latigazos en apenas un minuto fueron suficientes para redondear un marcador que se quedó corto ante un Milan claramente inferior y que es la triste sombra de aquella máquina que deslumbraba en los noventa. Primero CR7 en una falta pésimamente defendida por la barrera y después Özil tras un contragolpe mortal de la vanguardia merengue acabaron con el suspense, pues el equipo de Mourinho es poco dado a las desconexiones por falta de entrega o por fisuras de concentración. El bloque es sólido y sabe administrar las coyunturas que se dan en noventa minutos para bien de sus cifras. Con ese credo, puesto en práctica a pies juntillas, se ha metido virtualmente en la siguiente ronda de la Champions sin que apenas haya pasado medio suspiro en la competición. Conviene, sin duda, tener en cuenta a este equipo. 
Y eso que los madridistas se metieron en una duradera laguna durante el primer tiempo. Con el electrónico desahogado en solo quince minutos de reloj pasaron a entregar el balón al inane rival y se encelaron en atacar con una verticalidad que coqueteaba con la precipitación. Hubo veinte minutos titubeantes en los que se le fue el gas a una botella que parecía destinada a una borrachera histórica. No obstante, jamás se descosió el traje e Iker intervino de forma ocasional, por ejemplo cuando le exigió Pirlo al saque de un libre directo. Es más, pudo marcharse el Madrid con una diferencia más holgada si Amelia no le saca sendos tiros a Ronaldo y a Özil o si Di Maria hubiera llegado unos centímetros antes que Gattuso en ese lugar del área donde es susto o muerte. 
El segundo acto fue todo un ejercicio de inteligencia de los locales, que mantuvieron al Milan lejos del esférico con una eficacia indiscutible. El gusto por el trabajo bien hecho está ejemplarmente representado por dos jugadores como Marcelo y Di Maria. El brasileño ha experimentado una evolución excepcional hacia la disciplina, la anticipación y el ataque lleno de sentido. El argentino puede obstinarse en percutir o dar un mal pase pero siempre vuelve hacia atrás y presiona con un orgullo inusitado para su frágil físico. A ellos, y a los cruces de un Carvalho que lee los pases enemigos antes de que se produzcan, les debió el Madrid buena parte de la suficiencia con la que aguantó los escasos embistes italianos. Mientras tanto, además, la portería rival sufría con periodicidad algunas ocasiones suplementarias que pudieron cerrar un guarismo más ruidoso. 
Si eso no ocurrió fue sencillamente porque el Madrid no lo necesitaba. Quemó las energías justas y manejó el encuentro a su antojo hasta el punto de que la grada pudo entretenerse en saldar cuentas pendientes. Muchos profesionales cambian de aires, si bien existe una gran variedad de estilos posibles. Unos lo hacen como Seedorf y permanecen para siempre en la memoria de los clubes que los acogen. Y otros se largan como Robinho y no dejan huella alguna en el cariño de los aficionados que un día fueron los suyos. El Bernabéu es sabio y repartió con justicia agradecimientos y broncas en una noche plácida que culminó con buenas dosis de esperanzas europeas.

domingo, 17 de octubre de 2010

Málaga 1 Real Madrid 4. Continuidad, esperanza y gran juego


A la espera todavía de ganaderías exigentes, el Madrid goleó al Málaga y engordó las expectativas que empiezan a rodearle. Por primera vez en la temporada ganó con solvencia lejos del Bernabéu y por primera vez en la temporada sumó dos partidos consecutivos con un juego de muy alto nivel. Ante un rival hiperexcitado y en otro estadio presionante, el Mou Team tuvo un punto menos de fiabilidad en defensa y varios por encima en ataque, faceta en la que se dio un festín de velocidad, precisión y hasta de varios pasajes de fantasía. Los cuatro goles, con Higuaín y Ronaldo marcando a pares, se quedan en un amago de anécdota ante el juego desplegado durante la mayor parte del choque. 
Media hora aguantó el corajudo once malacitano. Su marcador seguía a cero a la media hora gracias a la complicidad de los postes, que repelieron un tiro raso del Pipita y un misil de Kedhira, quien cuajó su mejor actuación hasta la fecha como madridista. CR7 decidió que ya era demasiado y puso una asistencia milimétrica a Higuaín, que volvió a su cita con el gol ante su castigado Málaga. Quizás fruto del puyazo, el cuadro andaluz se vino arriba e insistió en hacer daño por la banda de un Arbeloa tan despistado como desasistido. Pero al filo del descanso apareció Özil: robó un balón en campo contrario, lo cosió al pie, se lo enseñó a Welligton, le quebró con la mirada puesta en sus compañeros y se la entregó delicadamente a Ronaldo para que la empujara a la red. Golazo.
Lo del alemán es francamente espectacular. Tiene pinta de ser un tipo frágil y ausente. Y sólo 22 años. No habla español ni entiende el inglés. Acaba de aterrizar en la institución que más presión genera en cualquier deporte de competición en el mundo. Pues él como si tal. Se pasea por el césped con una elegancia superdotada, tocando, asistiendo, driblando. Los quince millones de su fichaje casi suenan sonrojantes dado el rendimiento inmediato y la proyección de futuro que tiene, inversamente proporcional a la de Kaká, que juega en el mismo puesto y regresará -si lo hace con la camiseta blanca- de aquí a unos meses.
Özil tuvo mucho que ver anoche con la sobresaliente imagen del Madrid aunque no fue el único. CR7 encaró, hizo paredes y participó en todos los lances decisivos. En la segunda parte marcó de penalti y se colocó en lo más alto de la tabla de goleadores de la Liga. Adiós, ansiedad. Por si fuera poco,  volvió a asistir a Higuaín, con quien a veces se asocia de una forma tan idónea como letal. Tanto gol y tanta ocasión provocó que el gesto de la honra del Málaga tras un saque de esquina mal defendido se quedara en un detalle sin importancia. Los merengues se acostaron líderes, quizás pensando en las ganaderías complicadas que aún le aguardan. El martes llega la primera a Chamartín. El Milan, maldita espina, en Champions. A ver entonces.

domingo, 3 de octubre de 2010

Real Madrid 6 Deportivo 1. Tormenta de goles y buen fútbol


Bajo un constante aguacero, el Madrid desató anoche una borrasca futbolística que terminó con media docena de goles y unas sensaciones extraordinarias. Quizás por el temprano gol de Ronaldo tras un saque de esquina, o por los ecos de la celebración del inesperado empate del Barcelona en el Camp Nou, los blancos supieron aprovechar el mucho viento que soplaba para convertirlo desde el minuto uno en una energía inédita hasta ahora. Cuajó el Mou Team un partido soberbio, dominó todas las facetas y versiones imaginables y devolvió con creces el precio de la entrada y la parte proporcional de los abonos a los valientes que se acercaron al Santiago Bernabéu. A esto sí se le puede llamar 'ganar y jugar bien'. 
Pujante y solidario en la presión al rival, el once madridista hizo toda una demostración de solidaridad y sentido colectivo. Todo el mundo se empleó a fondo al cubrir al compañero pero, por encima de cualquier otro detalle, todo el mundo se empeñó en hacer en cada momento lo que convenía al conjunto. El espíritu comunitario tuvo recompensa en muchísimos lances ofensivos, algunos de los cuales terminaron en gol. El que hizo Di María de cabeza, tras envío vertiginoso de Xabi Alonso y centro con la izquierda de Higuaín fue todo un alarde de contundencia vertical. Era el tercero de la noche, precedido del estreno goleador de Özil con la elástica merengue. El cuarto, obra de Higuaín, pareció diseñado con escuadra y cartabón, con pase de CR7 a la espalda de la defensa y devolución de la asistencia por parte de Di Maria. Sólo faltaba el doblete de Cristiano después de un control-autopase que él mismo culminó con un zurdazo seco. Casi da vergüenza sumar a la colección el desafortunado remate en propia puerta de Zé Castro. Todo vale, eso sí, hasta el gesto gallego de la honra que mancilló el marco de un Casillas muy inspirado en las dos ocasiones, muy excepcionales, en las que el Dépor le exigió. 
El frío relato de los goles en esta torpe prosa no hace suficiente justicia a las cualidades exhibidas. Lejos de acomodarse y de tirar de gélida especulación el Madrid apenas reservó gotas de gasolina en su depósito. Buscó siempre la portería rival. Parecía un tiburón que olía la sangre de una víctima que invitaba con su ligereza al abuso. Poco pudieron esgrimir los coruñeses frente a un rival desatado y picado en su orgullo aunque algo más tendrán que poner sobre el tapete si no quieren caer al desagradable pozo del descenso. De terminar en él, allí no le aguardarán tipos como Xabi Alonso. Seguramente sea un desatino ponerse a personalizar cuando, por fin, el equipo se comportó como una orquesta afinada, pero sería imprudente poner el punto final sin subrayar su soberbia actuación, cegadora en el desplazamiento kilométrico y ejemplar en la tarea de achique. Ni él ni ningún otro, incluido su jefe en el banquillo, se equivocó anoche prácticamente en nada. Más bien lo contrario: en planteamiento y ejecución el Real Madrid fue una tormenta perfecta.