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domingo, 23 de diciembre de 2012

Málaga 3 Real Madrid 2. Apuntes sobre la gangrena


Fechas navideñas, familia y reencuentro con la gente de siempre en la tierra que te vio crecer. En eso  se vio metido el firmante de estas líneas, acompañado por viejos amigos mientras el Madrid caía en Málaga. Abrazos, risas y calidez entremezclados con los fugaces titulares que disparaban las redes sociales a través del móvil. La única torcedura de una noche magnífica, el sabor a hiel de una nueva derrota madridista arropada por el ruido de una polémica ensordecedora. 
A la mañana siguiente, la de hoy, o sea, la penitencia de la gabración y ahora la catarsis de estos párrafos. 
Apuntes sobre la gangrena: 

1. Sin tensión no hay paraíso
De hecho solo aguarda el sufrimiento. La mejor virtud del estilo Mourinho parece encerrar, también, su principal debilidad. Dos temporadas de alta tensión competitiva colocaron al Madrid en un escenario de aparente invencibilidad. Resultaba muy díficil doblegar a los blancos. El bloque, compacto. La concentración, férrea. La actitud, implacable. No había perdón arriba y apenas se regalaba atrás. Todo eso tiene que ver con lo ánimico, con la actitud, con la mentalidad. Pero restadas esas virtudes el toque Mou parece quedarse en poca cosa por escasez de control y de elaboración. 

2. Un once largo y quebrado
En Málaga volvió a demostrarse la fragilidad de unas líneas alejadas entre sí por un mundo. Seis y cuatro, unos a un lado y otros en el horizonte, como si fueran dos equipos. Ramos y Pepe se ven obligados a sacar la pelota jugada en largo con balonazos impropios de un equipo grande. Ahí empiezan los problemas pero no terminan, claro. La defensa vive aculada y sin demasiadas ayudas de unos mediocampistas superados por las andandas de los rivales, sobre todo cuando son tan peligrosos como Isco. Su gol y los dos de Santa Cruz fueron una prueba evidente. De hecho, la segunda parte de La Rosaleda subrayó todas las vergüenzas balompédicas que venían insinuándose a un volumen cada vez más notorio desde que comenzó la temporada. Los jugadores madridistas acabaron desarbolados. 

3. El escándalo Casillas: más madera
La suplencia de Iker ha sido tan comentada que parece uno de los noticiones del año. La desproporción mediática insiste en uno de los males que sufre la institución desde hace demasiado tiempo: su descabellado entorno. Muy pronto y sin la menor indagación se sentenció que era un castigo disciplinario en el que no mediaba la menor connotación deportiva. Se ha llegado a vender como un pulso al presidente y como una ofensa al madridismo. El caso es que Casillas ya fue suplente con Del Bosque sin que se llegara ni a medio camino en las conclusiones que se sacaron respecto a las de ahora. El análisis evita, además, repasar el rendimiento tan mediocre que el portero ha tenido en su peor temporada de blanco. Petrificado debajo de los palos, inseguro en las salidas y robotizado en los libres directos ha encajado demasiados goles facilones a la misma velocidad a la que desaparecía ese 'ángel' tan especial que lo convirtió en el mejor guardameta del mundo. Hay razones suficientes en su rendimiento como para recibir el aviso de una suplencia. De hecho, lo peor del caso es la falta de un segundo portero de nivel que le apriete y comprometa de veras. A Adán los guantes del Madrid le quedan demasiado grandes. 

4. Mou, la prensa y el futuro
La prensa deportiva hace tiempo que va tras la cabeza del entrenador del Real Madrid. Los mismos medios que echaron a Pellegrini, que lo ofendieron gravemente y que atribuyeron a Mourinho cualidades semidivinas son los que hoy sacrifican su icónica figura en el altar de su propia hipocresía. El asunto Casillas les ha concedido la última munición que precisaban. Sin embargo, siempre resulta mejor un ejecutivo que no se deja amedrentar en sus decisiones que el torrente de influencias gestado desde el Txistu. El propio Pellegrini sabe muy bien de qué va esa presión y hasta qué punto formaba parte de su toma de decisiones, pues lo ha confesado en alguna entrevista. El clima, en fin, parece que va a ser irrespirable en el futuro inmediato y corresponde a los jugadores y al cuerpo técnico revertir la situación en Copa y en Champions, al tiempo que deja de arrastrarse por los campos de la competición liguera. El madridismo no merece 16 puntos de distancia antes de las vacaciones navideñas ni una sangría como la que está sufriendo en cualquier estadio que visita. La herida ha empezado a gangrenarse y hay que poner remedios ya para evitar la amputación por responsabilidad, por orgullo y por dignidad histórica. 
No hay ningún "nacido para el Madrid" que no exija el cambio de personalidad. 
Tal que ya.

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domingo, 16 de diciembre de 2012

Real Madrid 2 RCD Espanyol 2. Putrefacción liguera


La Liga estaba muerta antes del Madrid-Espanyol y empieza a desprender un aroma a putrefacción inaguantable después de su disputa. No fue capaz el vigente campeón de doblegar al actual colista en su propio estadio y cuando los accidentes quedaron prohibidos ya hace mucho tiempo. La impotencia, la espesura y los largos minutos de vulgaridad explican en gran medida la catástrofe, culminada con otro gol encajado a balón parado y defendido de forma grotesca. Es de una falta de profesionalidad imperdonable encajar un tanto detrás de otro de tan prehistórica manera. Así no se puede ni competir. Así solo puede hacerse un ridículo espantoso. Como el que volvió a hacer el once dirigido por Mou en un córner que supuso una cornada mortal y que convierte eternos meses en un calvario que el madridismo no merece y no tiene pinta de consentir en silencio.
Comparecieron los blancos con una sobredosis de jugadores que tienen querencia a las parcelas centrales del juego. Xabi, Khedira, Modric y Özil compartían titularidad de inicio. Si a eso se le suma que la punta la ocupaban CR7 y Callejón, dos tipos con movilidad pero en absoluto delanteros de referencia, la indigesta ensalada quedaba servida desde el pitido inicial y hasta la llegada de algún cambio en el descanso, recibido por el respetable con una leve pitida en señal de disconformidad. 
La cosa era como para conformarse. El Madrid monopolizaba la posesión pero apenas generaba riesgo sobre el marco de Casilla, sin "s". Un par de disparos de CR7 y otros tantos de Modric, uno de los cuales se empotró contra el poste fueron, a excepción del gol, las únicas aproximaciones con peligro durante el primer acto. Como no había juego alguno por las bandas, la función ofensiva de los laterales se hacía más importante que nunca. Y Arbeloa pagó los platos rotos al volverse el objeto preferido de las quejas del público. Insistir en el tema del defensa canterano se torna dolorosa letanía: es un tipo útil en una plantilla amplia pero le falta un mundo de calidad para ser el titular indispensable que es en el Madrid 12-13. 
Tanto él como sus compañeros de zaga sufrieron en exceso durante varios minutos y con el único recurso españolista de los balones largos a Sergio García. Mientras a éste le duró la gasolina fue una muela picada en la línea de cuatro, especialmente para la solvente pareja que forman Pepe y Ramos. El dolor se hizo especialmente agudo cuando se coló entre ambos y mandó un derechazo inapelable que ponía a los "pericos" por delante en el marcador. El ambiente se volvió turbio entre los asistentes dado lo que poco que se veía sobre el césped. Ni siquiera el empate de Ronaldo en el último suspiro de la primera mitad, gracias a una puntera in extremis, mitigó la música de viento que sobrevoló el graderío.
Todo cambió súbitamente tras la reanudación. Sobró con la entrada de Di María para que el escenario se transformara. Así, la conexión portuguesa que tejieron Pepe, CR7 y Coentrao culminó aparentemente la remontada, gracias a un recurso notable del lateral con el pie derecho que supuso el 2-1. Además, "el Fideo" participó en un buen ramillete de ocasiones. Dos las finalizó él y la segunda terminó muriendo en la mano de Casilla, tan salvadora como el larguero posterior. Poco después le dejó a Cristiano solo ante el marco pero, extrañamente, el luso erró y ni tocó el esférico cuando solo faltaba liquidar a placer la combinación de sus compañeros. Özil también recibió un pase franco, pero su tiro se chocó contra los pies del guardameta visitante, al que se le acumulaba el trabajo. 
Parecía cuestión de tiempo que llegara la confirmación del triunfo, pero el Madrid perdonó. A la generosa actitud se sumó Morata, que entró en lugar de Callejón y a punto estuvo de firmar la sentencia con la cabeza y a pase de Özil... pero un defensa sacó el esférico bajo los palos. Fue así como se entró en la zona de riesgo que son los últimos minutos cuando el marcador está apretado y un enemigo inferior se viene arriba en el Bernabéu. 
Si a eso se le suma la vergonzante manera de encarar los saques de esquina de los madridistas el castigo final puede ser que te quedes sin vencer al colista. El último de la fila vio cómo el oponente se empeñaba en no despejar un balón bombeado y Albín certificó la felicidad de los suyos, gozo directamente proporcional al disgusto de los de casa. Con el pitido final se reprodujo la censura al juego del equipo. Y esto solo parece la antesala de reacciones más ruidosas, lo que empieza a adivinarse en el horizonte dado el estado de este bloque. Un estado lamentable. 

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sábado, 8 de diciembre de 2012

Real Valladolid 2 Real Madrid 3. Sufrimiento y Özil


Sumó el Madrid tres puntos en Zorrilla y confirmó todo lo bueno y lo malo que lo define este curso. Ante un Valladolid ambicioso y comprometido, tuvo que remar a contracorriente durante buena parte de la cita, con el marcador en inferioridad o igualado -que para el caso es lo mismo- como consecuencia de los muchos errores cometidos. Al final, no obstante, tocó el desahogo de la victoria porque algunos jugadores de la plantilla son de otro planeta. Özil, cuando aparece, es uno de ellos. Se bastó el alemán de la zurda de seda para darle la vuelta a una situación que agrandaba la herida liguera hasta convertirla en una hemorragia intolerable. La buena noticia fue la capacidad de reacción y la victoria, pero la fría noche pucelana confirma una tragedia que admite poco debate: el equipo de este año sufre en cualquier campo. 
Vayamos a los hechos. Con 2-1 en contra, Özil se inventó una asociación imposible y de tiralíneas con Benzema, otro futbolero de un gusto exquisito. La combinación terminó con un remate del mediapunta que igualaba la contienda poco antes del descanso. Las tablas tuvieron una fuerza simbólica importante, pues salir del vestuario con dos tantos por marcar y ante once tipos arropados por un estadio febril siempre es un marrón. Solo un detalle más era suficiente para culminar la remontada, que pudo llegar por la vía de Di María o de Sergio Ramos, al que anularon un gol legal. Pero tenía que ser Mesut: acarició el esférico en un libre directo para que describiera una curva y besara el larguero antes de entrar. Punto y final. A partir de ahí, se puso sobre el campo oficio suficiente para no sufrir. Aunque de dosis de padecimiento la parroquia blanca iba bien servida con lo acaecido poco antes.
La primera parte dejó la imagen más esquizofrénica que pueda recordarse del Madrid reciente. Dio un espectáculo bochornoso en la defensa de los balones parados y cometió una concatenación de fallos imperdonables en cualquier escuadra con aspiraciones medianamente serias. El prólogo de cada capítulo terrorífico llevaba la firma de Arbeloa, empeñado en ceder saques de esquina innecesarios, de ésos que el azar suele castigar con peligro. Y si a la suerte le sumas la inoperancia el cóctel es mortal. Casillas se momificó en la línea de gol, con esa actitud tan suya de preferir la muerte bajo los palos. Y los demás o se dedicaron a mirar o midieron mal. La descripción pertenece a los dos goles del Valladolid en sendos balones colgados que remató un Manucho cuyo corpachón reveló todas las vergüenzas del juego aéreo del vigente campeón. Que sucediera por partida doble y con todos los precedentes acumulados solo puede generar una preocupación de grado uno.
El caso es que la línea de cuatro atrás, con Arbeloa y Nacho en los laterales, fue una invitación al paraíso de los atacantes blanquivioletas. Éstos, motivados por un Djukic que ha armado un estilo ambicioso y móvil, iban y venían a gran velocidad. Y eso, en parte, también lo pagó.  La grandeza del Valladolid tuvo su penitencia. Con espacios suficientes, CR7 exigió a Daniel Hernández varias intervenciones de mérito. También le sacó otra a Di María y un cabezazo malintencionado a Ramos. Sumadas, las oportunidades visitantes superaron con mucho a las locales, si bien la sensación en el juego era de paridad. 
A ello colaboró la situación de circunstancias de la zaga blanca. Callejón ocupó en la reanudación el lateral zurdo en lugar de Nacho. Y poco después Arbeloa salió del campo para que Xabi Alonso se metiera atrás con Pepe mientras Ramos echaba un cable por la derecha. Mou sabía que cualquier operación mejoraría las prestaciones defensivas por ese lado, un calvario hasta entonces. Al final, tras el 2-3, ingresó Varane. Muchas vueltas. Demasiadas para un equipo que ya vive cada salida en Liga como una pesadilla que devuelve un carrusel de emociones y que resta jirones de solvencia en la imagen. Sin duda, un mal camino.

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domingo, 2 de diciembre de 2012

Real Madrid 2 Atlético de Madrid 0. La historia de siempre




Cualquier minuto de la segunda parte y cualquier intento de ataque del Atleti: cinco jugadores vestidos de blanco rodean la pelota y a su poseedor que, impotente, la entrega. La situación se repitió una y otra vez, evidenciando la ambiciosa actitud de los locales y la evidente inferioridad de los visitantes. Eso, al parecer, no es buen fútbol para la mayoría. Para quien esto suscribe, sin embargo, forma parte de los canónes más relevantes de este deporte. Y ahí radica una de las explicaciones de la enésima victoria madridista en el derbi, que dejó un tiempo para la superioridad funcionarial y otro de un estilo sobresaliente, impetuoso e irreprochable en casi todas las facetas del juego. Ya lo saben, pues esta crónica llega con retraso por compromisos personales: 2-0 y muchísimas gracias al cielo de los rojiblancos por no haberse llevada un saco para casa.

Su casa, el Calderón, se había poblado de dos decenas de miles de seguidores para un entretamiento matutino de refuerzo moral. Ni con esas. Solo le duró al segundo clasificado el interés un cuarto de hora, tiempo en el que estuvo a la altura de las circunstancias e inquietó por única vez a Casillas en un remate venenoso del, en general, invisible Falcao. Pero entonces llegó Cristiano y embocó un libre directo con un efecto letal. El luso, dicen, no debe tirar las faltas. Ayer mandó una a las mallas, otra a la base del palo y una tercera al larguero. Uno tiene la sensación de que si dieran a elegir a los guardametas rivales preferirían a cualquier pateador menos a él. Será cuestión de sensaciones. 
De todos modos, CR7 volvió a dejar para el recuerdo una velada estelar. Rompió por velocidad a sus defensores, combinó acertadamente con sus compañeros y firmó dos o tres lujos malabares. También hay madridistas que lo quieren fuera, por mucho que la verdad del césped haga trizas sus argumentos sin la más mínima duda. 
Además, asistió. Ya estaba metida la noche madrileña en la segunda mitad, pues la primera ciertamente se perdió entre intentos poco dañinos de los blancos y las provocaciones de Diego Costa. Éste jugó en lugar de Adrián porque existe otro fútbol, subterráneo y emocional, que Simeone conoce muy bien. Para quien tenga tablas en esto puede resultar, incluso, una salsa balompédica como cualquier otra. Pero si lo pusiera en práctica Mourinho la palabra "indigno" quedaría borrada del diccionario por sobredosis de uso por parte de los guardianes de las presuntas esencias deportivas.
El caso es que esas esencias, si se llevan a lo estrictamente futbolístico, casi fueron pletóricas durante 45 minutos. El Madrid redujo al Atleti a cenizas y lo superó en todo, más por méritos propios que por cualquier otra circunstancia. La concentración, la movilidad y el vértigo fueron aliados en una actuación más que notable durante ese tiempo. Con pocos pases se plantaron ante Courtois, que sufrió la soledad de Özil, que lo batió tras pase de Cristiano con un zurdazo entre las piernas. 
El alemán de ojos saltones estuvo enorme. Aprovechó que Xabi entró mucho más en juego y encontró espacios durante un carrusel que a los colchoneros se le hizo eterno. Cristiano estuvo a punto de aprovechar un pase medido del mediapunta y solo la madera evitó el 3-0, que en ese momento podía ser incluso un número pequeño. Los madridistas se daban un atracón mientras los atléticos descubrían que su posición en la tabla es un espejismo si se atiende a la diferencia de potencial que separa a ambas plantillas. 
Ahora solo falta que las aguas vuelvan a su cauce. La parroquia pareció reconciliarse con los suyos. Con todos, incluid un Mourinho que recibió aplausos por mucho que debiera medir más algunos gestos. Había quien horas antes pedía su cabeza, pero cuando el equipo juega bien lleva parte clara de su sello. Resta mucha temporada y todo puede cambiar. Todo menos los rituales eternos del clásico: los aspirantes se emocionan y el Madrid los pone en su sitio con palmaria facilidad. Y así parece que será por siempre jamás.

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domingo, 25 de noviembre de 2012

Betis 1 Real Madrid 0. Adiós a la Liga


Decir adiós a la Liga metidos todavía en noviembre es muy duro. Durísimo. Se dejó el vigente campeón las últimas esperanzas en la noche sevillana, ante un equipo tan cortito de talento como pletórico de rabia por la cornada que se llevó hace una semana en la casa de su máximo rival. Hizo bien el Betis todo lo suyo y fue suficiente para vencer a un Madrid menor, frágil en lo físico, carente de vigor. Se pareció al de los accidentes de Getafe y de Nervión, que sumados parecen menos accidentes y más sintómaticos de un mal mayor. Ni la exigencia de la cita en Manchester ni los errores del árbitro constituyen una excusa válida. Los diez últimos minutos de balones colgados a la desesperada fueron impropios de una plantilla multimillonaria y a la que se presupone más fondo y más forma. El adiós fue, además de traumático, muy poco presentable.
La actuación de la primera mitad sería para olvidar si no fuera porque hacía mucho tiempo que no se veía tanta impotencia en el equipo. Impreciso, descentrado y pequeño ante un oponente enfebrecido, fue incapaz de generar más que una oportunidad clara, desperdiciada por Di María, torpón y desacertado durante toda la noche. En el centro del campo, Beñat se daba un lujo tras otro y se sobraba para imponer su ley en el centro del campo. Su gol fue la guinda. Un mal despeje de Di María cayó del cielo, bajó la pelota con serenidad, se aprovechó de la ingenuidad de un Khedira que se quiso ahorrar la falta en la frontal y colocó un zapatazo raso e imposible para Casillas. 
El Madrid acusó el gol y se espesó. La incapacidad de varios de sus jugadores fue escandalosa, especialmente la de un Özil que carecía de la coartada de las energías invertidas en Manchester el pasado miércoles, ya que no disputó un minuto. El alemán apenas entró en contacto con el esférico y fue arrastrado por el ímpetu verdiblanco. Pero tampoco estaban demasiado metidos ni Cristiano ni Benzema. Nada funcionaba y el Betis confiaba más en sus posibilidades a cada minuto que pasaba, sobre todo porque si caía otro gol no estaba muy claro para qué lado lo haría.
En un momento dado parecía que era para el madridista, pero el tanto que anotó Benzema a la salida de una falta se anuló por justo fuera de juego. Y en otro, ya en la segunda parte, también le quitó el línea el empate al francés, esta vez de forma inmerecida. A esas alturas ya estaban Kaká y Modric sobre el terreno de juego, pues entraron en sustitución de Khedira y Özil, sin duda el más señalado del envite. 
Mejoró la cara del equipo, que parecía más fluido e insistente con los cambios, aunque tampoco duró demasiado. CR7 y Kaká exigieron a Adrián un par de paradas excepcionales. Las otras aproximaciones llegaron en balones aéreos, en rechaces y cosas por el estilo. A medida que pasaban los minutos el Madrid se desengraba y moría poco a poco. Se diluía el gas inicial de Modric y Kaká, que se empequeñecieron para acabar a la altura de los demás, entre ellos un Cristiano que lleva largo tiempo sin aparecer cuando sus compañeros más lo necesitan. Hasta el árbitro sumó su grano de arena al no ver una mano clamorosa dentro del área durante el tiempo añadido. Hubiera dado igual. La Liga ya estaba liquidada y queda cerrada en noviembre. Ni más ni menos. Durísimo.

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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Manchester City 1 Real Madrid 1. Perdón y Rocchi


Aseguró el Madrid su pase a los octavos de la Champions en la noche de Manchester, donde sucedió de todo para apelar al eterno tópico: hubo perdón y castigo por la clemencia, aunque llegó por el peor camino imaginable y en forma de arbitraje funesto. Después de una exhibición de las fortalezas de la escuadra dirigida por Mou durante tres cuartos de hora de ensueño, se abrió el duelo y un trencilla lamentable obligó a recordar las ocasiones perdidas. Menos mal que quedó el buen sabor de la clasificación y la descarga de toda presión para la última jornada de la liguilla.
Cierto es que el nivel fue de más a menos hasta que llegó la puntilla arbitral. Por mucho menos de lo que le habían hecho a CR7 y que había quedado sin penalización se cobró el de amarillo un penalti a Agüero, que se fue al suelo en cuanto sintió la mano de Arbeloa. Por si fuera poco, el canterano se fue al vestuario y sus compañeros se quedaron en inferioridad. La injustica era notoria, por lo disciplinario y por el rendimiento de los dos oponentes. Solo quedaba margen para el sufrimiento cuando el asunto debería estar completamente liquidado.
Hasta entonces, y sobre todo durante la primera mitad, el Madrid le dio un repaso al City con sus mejores armas: tensión y una circulación vertiginosa de la pelota. Sin miramientos ni especulaciones, los de verde se plantaban una y otra vez en el área de Hart, casi siempre con un peligro palmario. Acertaron en una de las primeras pero perdonaron de forma clamorosa después. El que la embocó fue Benzema tras un centro preciso de Di María. Y los que fallaron fueron CR7 y Khedira, el primero en un mano a mano que sacó la defensa sobre la línea de gol y el segundo en un remate de cabeza y en una llegada franca. 
Los visitantes hilvanaban un fútbol de muchos quilates cosido con el agudo hilo de la velocidad y la precisión. Y solo le faltaron más dianas. Superaron a sus oponentes en todo pero adquirieron una ventaja mínima, que igualó el City en la segunda mitad gracias a dos factores básicos: la entrada de Javi García, que igualó las fuerzas en el centro del campo cuando Modric perdió todo el gas, y un tal Rocchi, juez infame que arrastró su vulgaridad por el terreno de juego. Se cebó con CR7, fue indulgente con Zabaleta y abrió de par en par las puertas al empate con una pena máxima inmerecida. Solo así logró Agüero batir a Casillas, que antes le había tapado la red en una intervención espectacular en la misma raya de gol.
En inferioridad, el Madrid se sobrepuso al trauma con oficio, mérito del que fue un gran exponente Coentrao, oportuno durante todo el envite y especialmente al final. Con el público metido y ante jugadores de la talla de Tévez, Silva, Agüero o Touré no se padeció prácticamente nada. Ya era mucho, dado que en Holanda el Borussia había hecho sus deberes y cerrado su liderazgo. La clasificación en el "grupo de la muerte" quedó sellada y ahora toca pensar en las eliminatorias y cruzar los dedos para que los octavos no sean más exigentes de lo debido a las primeras de cambio. Aunque antes hay que cerrar el trámite del Ajax y enjuagarse el mal sabor de boca del tal Rocchi.

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domingo, 18 de noviembre de 2012

Real Madrid 5 Athletic 1. Recital de Benzema


Por razones de trabajo, quien esto firma ha pasado los últimos tres días en Lyon. La ciudad es encantadora, combina una elegancia ocasionalmente majestuosa con un arsenal de secretos pequeños y callados que te salen al paso a la menor oportunidad. Es bella sin presumir. Coherente en su controlado desorden. Pletórica de vida y difícil de definir. Como Karim Benzema, uno de sus hijos ilustres, que hoy vive y trabaja en Madrid. Ayer, contra el Athletic, cualquier amante sibarita del balompié tuvo ocasión de comprobar por enésima vez las cualidades del francés. Lo suyo fue un auténtico recital que explica la manita al Athletic, un histórico venido a menos que pasó de la vidilla inicial a implorar el pitido definitivo para que el roto no fuera escandaloso. 
Benzema simboliza las cualidades de su equipo cuando a éste le funciona casi todo. Movilidad, rapidez, asociación vertiginosa, ocupación inteligente de los espacios. Siempre le dio a sus compañeros una alternativa útil, en la punta de la lanza o en los costados, tirando una pared o percutiendo a la línea defensiva. Todo lo hizo con propiedad y ese aire facilón de quien se sabe especial. Y sus colegas se beneficiaron, especialmente un Modric que por fin se compenetró con Xabi Alonso en el centro del rectángulo. 
De hecho el tolosarra llegó un poco más arriba que en otras citas y alternó posiciones con el croata con un grado de compenetración que hasta ahora no se había visto. Eso multiplicó sin duda las opciones atacantes, con Callejón y Cristiano muy vivaces por las bandas. El portugués no marcó pero estuvo comprometido, se jugó la maltrecha cara en varias ocasiones, no se ocultó porque nunca se borra. A su palmario exceso de ego le suma de inmediato una ambición competitiva de la que se beneficia, sin ningún género de duda, su equipo. Si la dejadez del club y la sensacionalista prensa deportiva consiguen que se vaya será una pérdida irremplazable y supondrá un alivio profundísimo para el eterno rival. Y si no, al tiempo. 
Pero era la velada de Karim, que hizo olvidar pronto los dimes y diretes del preludio. Un pase larguísimo de Modric lo paró en carrera como quien se rasca la espalda y la pelota voló después por encima de la cabeza de Gorka Iraizoz, aunque todavía no está claro si impulsada por Aurtenetxe. Después de que Ramos, visiblemente feliz en su recuperada posición de central, marcara de cabeza el 2-0 a la salida de una falta, el delantero galo firmó otra obra marca de la casa: recibió un pase de espaldas en la frontal del área y en un ver se dio la vuelta y enganchó una rosca con la zurda imposible de detener. Y el único despiste de la zaga merengue, concluido con el testimonial tanto de Ibai, supuso el 3-1 que reflejaba el marcador al descanso.
Los vizcaínos acumularon algún gramo añadido de fe y apuraron sus opciones. Éstas pudieron aumentar cuando Coentrao tocó sin voluntariedad aunque de forma ostentosa un balón con la mano dentro del área. El árbitro se inhibió y pocos segundos después Benzema se inventó una maniobra excepcional de desmarque con asistencia precisa a Özil. Punto y final. Lo que restaba era innecesario para el misterio y agradable para la vista. Disparos algo centrados del empeñado Ronaldo, combinaciones en un palmo entre éste y Di María, que entró de refresco para impedir que el coche bajara de marcha. Todo era tan plácido que hasta la parroquia se permitió una ovación entregada al rival Llorente, claramente ninguneado por su entrenador y por parte de los aficionados de su equipo. 
La cosa estaba ya tan rodada que hasta Khedira reapareció marcando un tanto, el que cerró la goleada en el único borrón de Gorka. El guardameta vasco había sufrido una de las mejores actuaciones del Madrid en lo que va de temporada. Y cuando la inspiración es tan notoria generalmente está Karim Benzema sobre el verde y en estado de gracia. Una gracia lyonesa, vitalista, que se maneja con equilibrio entre el desorden artístico y la inteligencia del cálculo. Para no olvidar.


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domingo, 11 de noviembre de 2012

Levante 1 Real Madrid 2. Raza de campeón


Dan ganas de no teclear ni una maldita palabra, de hacer huelga bloguera y no colaborar con el simulacro. Jugó el Madrid contra el Levante sobre una piscina pintada de verde, en algo que no se parecía en nada a un partido de fútbol. La adulteración era evidente. Adulteración competitiva y adulteración del espectáculo. La mejor Liga del mundo, dicen para sonrojo de muchos. Pero algo hay también de épico y vibrante en conquistar victorias así. Contra todo. Contra los codazos, la plaga de lesiones, las maderas, el infortunio. En circunstancias normales, cualquier ser o colectivo humano se habría entregado al desaliento. Pero éste es el Madrid, que pertenece al mundo de los mitos. Por eso, cuando Morata se extasió de felicidad con el 1-2 'solo' estaba haciendo justicia con un triunfo que contagia toneladas de orgullo entre el madridismo militante. 
Hubo un momento en que la cosa pintaba para lo contrario, despedida incluida del título. Se disputó el duelo en una charca y saltaron por los aires todos los planes. Por si fuera poco, a Cristiano le rompió la ceja Navarro nada más empezar el asunto en una acción de dudosa voluntariedad aunque anunciadora de los excesos que los levantinistas suelen cometer a cada visita de los blancos. No obstante, al portugués le dio tiempo a aprovechar un mal despeje de los granotas para abrir un marcador que, dado el húmedo estado del suelo, podía considerarse una ventaja sideral. 
En el primer tiempo, ciertamente, no hubo más. Pelotas divididas, choques, agua volante. Un robo, en suma, a cualquiera que se estuviera dejando tiempo y dinero en lo que sucedía en el Ciudad de Valencia. Las malas sensaciones tendrían continuidad, además, para los visitantes, con el pésimo preludio del cambio de Cristiano, al que habían partido definitivamente la cara. Tocaba jugar sin ningún delantero y con Albiol añadiendo más vigor a la defensa.
A pesar de ello, las tuvo de todos los colores el Madrid tras la reanudación. Pepe remató al larguero un saque de esquina cuando no tenía oposición ninguna. Un enredo en otro balón parado acabó increíblemente en la madera y después se marchó por la línea de fondo. Di María intentó una vaselina cuando se plantó solo ante Munua. Y, por si fuera poco, Xabi Alonso tiró por el centro, y a asegurar, un penalti -cometido sobre la línea de la frontal por Navarro- que le sacó el portero. Lo dicho, de todos los colores. Demasiado perdón para un campo en semejante estado. 
Entre medias de todo eso empató el Levante, tras aprovecharse Ángel de una posición ilegal. Solo un suspiro después del error de Xabi estuvo a punto de llegar un castigo mayor: Albiol falló en un balón aéreo y dejó solo a Juanlu, que lo echó fuera. Así las cosas, cualquiera habría considerado que ya era suficiente. Ocurre, sin embargo, que si hay algo en este mundo que no es 'cualquier cosa' es el Madrid, sobre todo en lo que a carácter se refiere. Y lo siguió intentando hata que Morata, recién ingresado, cabeceó de forma inapelable un centro perfecto de Xabi Alonso. Estalló el canterano y lo celebró con una sonrisa casi infantil e ingenua en el rostro. Los demás hablaban entre sí para cerrar detalles. Ganaban los madridistas por profesionalidad y por raza. Una vez más, a pesar del fraude, se imponía el orgullo histórico de un equipo que no se rindió. 
Así, sí.

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martes, 6 de noviembre de 2012

Real Madrid 2 Borussia Dortmund 2. El Madrid no carbura


Dependía el Madrid de sí mismo para ser primero en la liguilla de Champions y, debido a sus deméritos, perdió esa ventaja en la visita de un Borussia que ahora mismo es, sin duda, el mejor de los cuatro del "grupo de la muerte". Cierto es que los noventa minutos del Bernabéu se repartieron entre unos y otros, con el campéon germano haciendo un alarde de solidez futbolera que, muchos minutos después, dejó paso al carácter merengue de siempre. Porque los hombres dirigidos por Mourinho solo tuvieron eso, carácter. Fútbol tuvieron más bien poco.
Los 45 minutos iniciales fueron propios de un automóvil al que le fallan casi todas las piezas, que anda, pero mal, a tirones. Las claves fueron varias, además de la sabida plaga de lesionados. La pareja de centrales formada por Pepe y Varane no funciona y sufrió de forma constante. Ramos de lateral derecho baja su rendimiento lo que todo el mundo sabe. Y Arbeloa en el izquierdo es un parche. Si a eso se le suma la fragilidad de la dupla Modric-Alonso, el sufrimiento está servido cuando tienes delante a un equipo con la entereza del Borussia. 
Los alemanes superaron netamente a los de casa, sobre todo táctica y físicamente. Exigieron a Casillas en todas las formas imaginables y siempre mandaron en el duelo cuando no iban por delante en el marcador. La ventaja la puso Reus con una contra rapidísima que pilló a trasmano a toda la retaguardia, especialmente a Arbeloa. Su remate seco al primer palo lo rozó Iker, que no evitó lo que ya se antojaba inevitable. El empate posterior en un testarazo de Pepe fue, de hecho, un espejismo. Volvió a tomar la iniciativa el Dortmund y, justo antes del refrigerio, anotó Götze, un jugadorazo, el 1-2, aunque la UEFA se lo cargó a Arbeloa en propia puerta. Un resultado justo dado lo visto hasta ese instante. 
Solo la entrada en la segunda mitad de dos jugadores de refresco, uno obligado por la enésima lesión y otro por las enormes carencias en el centro del campo, mejoró la cara del Madrid, inyectado de pronto con una dosis de energía. Callejón suplió a Higuaín y burbujeó por la banda y entre líneas. Marcó un gol mal anulado por fuera de juego y estuvo a punto de forzar las tablas un par de veces y gracias a unos desmarques inteligentes. Sólo le faltó el remate. 
El otro que entró fue Essien, que le dio más entidad a la medular. Las fuerzas se igualaron en esa parcela y, sobre todo, mejoraron de forma evidente las prestaciones de Xabi Alonso, un don nadie cuando tiene al lado a Modric. El plan improvisado trataba de rebajar la pérdida en la punta de una referencia, labor que tuvo que desempeñar un Cristiano Ronaldo que no atraviesa su mejor momento desde que viste de blanco. 
De pronto hubo varios minutos en los que ocurría poca cosa. Solo faltaba el arreón heroico, que consistió esta vez en la entrada de Kaká por Arbeloa: defensa de tres, renuncia a los territorios intermedios y acumulación de media docena de atacantes móviles, ninguno un 9 puro. Con esos ingredientes llegó la oportunidad más clara de la noche, que Cristiano desaprovechó a tres metros del marco. Poco después Di María no alcanzó a remachar una pelota peinada previamente por el portugués. El empate no llegó ni cuando Callejón volvió a disparar para que un defensa sacara el esférico bajo los palos. 
A esas alturas el Madrid merecía más por pura persistencia. Así que el golazo de Özil en un libre directo certificaba en números los méritos de unos y de otros. Desgraciadamente no dio tiempo a más y el agradable sabor que dejó la reducción de daños del último suspiro no oculta las realidades de un bloque que deja síntomas preocupantes en muchos conceptos básicos y que está un peldaño por debajo del Borussia a estas alturas de la película. 
Y es que el Madrid no carbura.

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sábado, 3 de noviembre de 2012

Real Madrid 4 R. Zaragoza 0. Goleada entre bostezos


La belleza es un bien escaso y, por tanto, preciado. Y lo normal es que el Real Madrid, con la plantilla que tiene, deje por comparenciencia un apreciable ramillete de escenas bellas. Lo normal no es desde luego una oda al aburrimiento tan poco edificante como la que brindó durante la visita del Real Zaragoza. Un temprano gol de Higuaín y las muchas bajas suponen una coartada razonable pero tampoco debería ser un eximente absoluto. Eso por un lado, lo de las formas, pues las cifras maquillaron en las postrimerías un rendimiento ciertamente gris.
La triste velada incluyó dos paradones de Casillas durante el segundo tramo del duelo. Iker fue lo único que se interpuso entre una actuación más bien lamentable y la preocupación por el marcador. Él y el larguero, que puso también su dosis de participación para evitar la proximidad de los visitantes. Además, el linier señaló un fuera de juego, ciertamente dudoso, a Postiga, que acabó haciendo una maniobra brillante dentro del área que terminó el gol. Ninguno de esos intentos contagió la inquietud por los tres puntos aunque tampoco evitó la conciencia de unas cuantas realidades. 
Por ejemplo, que la plantilla merengue sigue sin tener lo que debe en el centro del campo. En ausencia de Xabi y de Khedira, la dupla Modric-Essien estuvo lejos de cumplir. Ya han sido muchos los minutos que el croata ha disputado en la medular y sigue sin tener ninguna pinta de director de orquesta, especialmente cuando  su tarea consiste en sacar la pelota jugada desde atrás. Le falta presencia y tiende a buscar la media punta en demasía. Tanto la busca que anotó uno de esos tantos con los que Alonso ni si quiera sueña por los territorios que ocupa. Fue el cuarto y, curiosamente, su compañero Essien había hecho el tercero en un contragolpe mortal cuando el Zaragoza ya se había roto del todo.
Antes y, de entrada, los 45 minutos iniciales fueron un sembrado de bostezos. Pocas veces hizo falta tan poco para obtener tanto premio. El 2-0 que reflejaba el marcador al decanso era un espejismo visto lo visto, desde luego nulo en cuanto a vistosidad. Aunque la parálisis en la parcela central no lo explica todo desde luego explica mucho. Nunca mandó el Madrid, que dejó pasar los minutos en una ida y vuelta a la que colaboró el Zaragoza con una actitud muy animosa. Así las cosas, Postiga se topó con Casillas y los maños pagaron muy caros sus dos únicos errores. El primero llegó en un saque de esquina, cuando la zaga dejó solo a Higuaín para rematar el rechace de Roberto a un cabezazo de Albiol. El segundo invitó a Di María a persistir en una contra que acabó rubricando con un zurdazo a la escuadra.
Y nada más. Titubeos y progresivos rumores en un graderío que se aburría horrores. La reanudación no trajo nada mejor, al contrario. Los valientes que se quedaron sin puente o que rindieron visita a la capital para pasarse por La Castellana se toparon con un espectáculo deprimente, solo cuestionado por un misilazo de Cristiano a la madera antes del maquillaje del epílogo. Escasas ocasiones y muchos goles, un premio a todas luces excesivo. Si sirve para ahorrar gasolina e ir recuperando al personal de cara a la visita germana del martes se da por bien empleado. Si no, podría hablarse de síntomas estilísticos para la preocupación. Ya se verá.

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domingo, 28 de octubre de 2012

Real Mallorca 0 Real Madrid 5. Manita sin relato


Lo normal es que el Madrid encuentre en sus salidas ambientes irrespirables y presiones de alto voltaje. En Mallorca, sin embargo, no hubo más emboscada que unos cuantos gritos contra CR7, poca cosa para oponer a un equipo desatado, veloz y ambicioso. Goleó el Madrid en tierras baleares como consecuencia de un juego vertical que castigaba cada recuperación con una cuchillada mortal. Los blancos eran un estilete y los bermellones mantequilla derretida. El resultado final fue 0-5 pero el revolcón pudo ser mucho más salvaje. 
Todo empezó con un mal despeje de Anderson, regalo excelente para Higuaín que, oportunista y letal, fusiló a Aouate. El segundo vino de un robo en la salida de la pelota del Mallorca y una asociación posterior que pareció un brillante ejercicio de asociaciones de una avanzadilla de rugby. Casi como un acordeón que se abría, la pelota pasó de Özil a Di María, de éste a Higuaín y del Pipa a Cristiano. Y éste puso la rúbrica con un derechazo seco a la base del palo. Golazo.
Algunas imprecisiones de Xabi Alonso y mucho juego áreo bermellón fue la pobre apuesta que pusieron los locales sobre el tapete. Poco, casi nada. De hecho solo inquietó en un centro envenenado de Nsue que Casillas sacó a córner con la yema de los dedos. El tono general era de placidez para los de la camiseta blanca, serenos en el ritmo que imponía Modric, mucho más entonado que en la eléctrica velada alemana de hace unas noches. 
La historia del segundo tiempo fue la misma y las crónicas solo pueden sonar a tecleo desganado por un monólogo sin demasiado misterio. La tranquilidad de los goles, marcados de nuevo por Higuaín y por Cristiano en dos ráfagas fugaces, permitió la entrada de Callejón, Morata y Albiol, este último de mediocentro y en sustitución de un Xabi con visibles gestos de andar contracturado. Solo quedaba por ver una excelente maniobra de Morata, que habilitó a Özil para que asistiera a Callejón para el quinto. Y fin. 
Tan escaso anduvo de sustancia dramática el argumento que este relato solo podía ser breve y soso. 
Ustedes disculpen.

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jueves, 25 de octubre de 2012

Borussia Dortmund 2 Real Madrid 1. Maldición eterna


Perdió el Madrid en Alemania y ya van demasiadas. La maldición se prolonga tanto que parece una condena a perpetuidad, esta vez fortalecida por el Borussia Dortmund, campeón germano y equipo serio que tampoco necesitó un alarde de virtuosismo para doblejar a su lujoso visitante. Hincó la rodilla el equipo de Mou -quien no había perdido todavía con los blancos en fase de grupos europea- víctima de sus errores defensivos y de una falta de profundidad en ataque que le impidió generar oportunidades de gol. Menos mal que perdió el City en Amsterdam y que el resbalón propio tiene remedio si se ganan los dos envites que quedan en el Bernabéu. 
A la luz de lo visto ayer se hace tan urgente la recuperación de los lesionados como dramático el crecimiento del número de heridos. De momento, se confirmó la precipitación en el regreso de Khedira, hombre de confianza del entrenador que recayó en su lesión muscular sin haber llegado al minuto 20. Su lugar lo ocupó Modric y el bloque no ganó tanto en ataque como perdió en fortaleza. Los germanos a esas alturas ya habían vencido en el establecimiento del tono de la disputa, basado en una presión constante y en un ritmo sin decadencias. Y en eso Khedira mejora de largo las prestaciones del croata, superado en oleadas cada vez que tocaba volver. 
Además, Essien sufrió lo que no padeció en Liga frente al Celta. Su conversión en lateral izquierdo es un remedio circunstancial, por lo que a medida que se prolonga genera más opciones para el rival a poco inteligente que éste sea. Sufrió tanto como sus compañeros del centro de la zaga, pues Pepe y Varane son dos excelentes defensas pero de un corte muy similar. Especialmente el portugués se enredó en la salida de la pelota y fracasó en numerosos pases. Uno de ellos fue letal y supuso el 1-0, certificado por Lewandowsky, uno de esos delanteros que agradece todos los regalos. 
La única buena noticia fue la capacidad de reacción demostrada ante ese bofetón. No se habían apagado los ecos de la celebración cuando el intermitente Özil le dio un pase largo a Cristiano, que unió velocidad y precisión para batir por arriba a Weidenfeller. Lo celebró el portugués con ese gesto de calma que popularizó en el Nou Camp. Pero la noche no estaba para tranquilidades. 
El Borussia no alteró sus planes en ningún momento. Apremiado por un estadio coqueto y empujado por un ambiente de una calidez con la que muchos madridistas sueñan para su gélido templo de La Castellana, la escuadra amarilla mantuvo la fe. La mantuvo incluso durante el escaso rato en el que, recién iniciada la segunda parte, Benzema entró un poco más en juego y activó levemente a sus colegas. Durante diez minutos el Madrid pareció algo más y merodeó el área rival. No obstante, fue entonces cuando llegó el mazazo del 2-1, en un centro colgado desde el costado que defendía Essien y que Casillas despejó de forma un poco blanda. El rechace lo aprovechó Schmeizer para marcar con la zurda con algo de fortuna. 
La acción empañó levemente la actuación del portero de Móstoles, que tuvo bastante trabajo y que lo despachó esta vez con seguridad. Fue exigido al menos tres veces, una de ellas con evidente peligro. El Dortmund tocaba bien, sin adornos, aunque por encima de todo demostraba una disciplina muy rigurosa que desactivó a los jugadores blancos. Ni Di María, el más participativo, ni Cristiano, estrechamente vigilado, sorprendían por las bandas. Benzema y después Higuaín apenas entraban en juego. Xabi Alonso y Modric vivían agobiados. Y Özil estaba asediado de oponentes cada vez que recibía de espaldas, por lo que no podía darse la vuelta. 
Gracias a su disposición táctica y a su rigor físico el Borussia parecía dsiputar el duelo con más de once. Enfrente, una defensa de circunstancias. Esa diferencia fue decisiva en un encuentro igualado y decantado por la leve superioridad que los alemanes demostraron en las facetas más aguerridas del juego. Mientras la enfermería siga tan cargada parece que toca sufrir y quién sabe si después también. Ahora corresponde saber si los circunstanciales remedios son suficientes para la Liga. Después tocará arreglar el problema europeo, que de momento se queda en un aviso a navegantes y en trauma alemán.

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sábado, 20 de octubre de 2012

Real Madrid 2 Celta de Vigo 0. Testigo de la victoria


La crónica es un género periodístico que no admite la primera persona, pero como esto es un blog y no hay más redactor-jefe que el menda, vulneraré las reglas. He estado en el Bernabéu, circunstancia tan especial y con tanto significado para mí que lo he tenido que traducir en palabras en Bernabéu Digital, la otra casa madridista que acoge los prescindibles resultados de mis tecleos. Aquí está el resultado, que me gustaría que se leyera, sobre todo por aquellos que visitan el recinto sagrado de la Castellana de cuando en cuando. Punto y final a la confesión de arranque. Con perdón. 
En el campo, el sentido profundo del fútbol se entiende mucho mejor. Incluso en un partido tan poco pródigo en detalles como el Madrid-Celta, disputado entre la calculadora de esfuerzos de los locales y el temor por una goleada de los humildes visitantes. La cosa anduvo escasita de ritmo. Los hechos, a menudo irrelevantes, transcurrieron a velocidad de crucero, con cierta atonía. El desenlace numérico, 2-0, se resolvió por pura inercia, ya que por la vía administrativa los blancos acertaron en un par de la media docena de ocasiones que generaron. 
Como el significado del juego se aprecia de forma más exacta cuando se mira desde la grada, era obvio durante la primera parte que la acumulación de Alonso, Modric, Özil y Kaká generó un serio atasco por el centro. Para muchos la alineación sonaba a música celestial. Juntar a tanto jugón dio la posesión pero, al mismo tiempo, la tornó esteril. El cuarteto buscaba la pelota aunque jamás por los costados. La espesura se adueñó de la faceta ofensiva y los celtiñas eran felices sacándose la pelota de encima. Podría argumentarse que el temprano gol de Higuaín, fruto de un centro que se fue envenenando diabólicamente, contribuyó a que los 22 que había en el césped se dedicaran a dejarse llevar. 
Con todo, acumuló alguna oportunidad más el Madrid, sobre todo en las cabezas de Sergio Ramos y de Cristiano. Pero llegó el descanso entre bostezos, con el personal obligado a detenerse en el aseado rendimiento de Essien, lateral izquierdo de circunstancias. Y en la seguridad de Varane, un chaval con pinta de proyecto imponente por su mezcla de sobriedad, rapidez y contundencia. 
La segunda parte trajo un escenario semejante aunque más riesgo en el área de Sergio Álvarez. Tambien mandaban los detalles. Mou dio entrada a Di María y el terreno pareció ensancharse. Cristiano acumuló intentos, especialmente un cabezazo a escasos metros de la portería que se marchó fuera. Poco después acertó desde los once metros, al ejecutar un penalti forzado por Özil en una internada en la que escondió hábilmente la pelota. El 2-0 tenía pinta definitiva y lo fue. Pudo aumentar los guarismos Callejón, que nada más entrar tocó el balón para mandarlo besando el palo tras quedarse absolutamente solo ante el guardameta. 
Hubo poco más. Lo más destacable desde la privilegiada atalaya del lugar de los hechos fue el rendimiento de Modric, que tiene bastante más cuajo físico del que aparenta y que interceptó un ramillete importante de pelotas al rival. Y la actuación de Pepe, un defensa espectacular, con una intuición privilegiada que acompaña con dosis inacabables de velocidad, colocación y fortaleza. Si alguien le hubiera grabado un video durante los noventa minutos habría registrado una lección magistral de zaguero central. Pero hay poca curiosidad audiovisual, maldita sea. En eso quedó el Madrid-Celta. 
En eso y en lo de Casillas, que tuvo una cantada estruendosa en un balón colgado y que después sacó dos manos salvadoras en los dos únicos arreones serios de los vigueses. La gente discutía entre sí a propósito del cancerbero. También a la salida, cuando la peña se perdía por las venas de la capital. Iker es uno de los grandes debates. Y siempre es grato discutir sobre fútbol en un sitio de leyenda que se llama 'Estadio Santiago Bernabéu'.

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domingo, 7 de octubre de 2012

F.C. Barcelona 2 Real Madrid 2. Dependencia de dos cracks


Empataron a todo Barça y Madrid en el Clásico de la política. Las crónicas solo deberían hablar de deporte pero el ambiente se había caldeado de forma irresponsable mucho antes por una institución cuya doble moral parece un signo histórico. Los seguidores culés del territorio español tuvieron que soportar las reclamaciones de independencia -independencia de ellos como de los demás, claro- en el prólogo y durante un minuto de presunto significado histórico. En su derecho están los ciudadanos que hacen esas reclamaciones, incluso cuando las manifiestan en el contexto de una competición que es símbolo de aquello de lo que se quieren separar. Esas paradojas contaminaron lo que debería ser solo un partido fútbol, en teoría el mejor que se puede ver, con los dos jugadores más carismáticos del planeta coincidiendo en el mismo espacio. Messi y Cristiano, Cristiano y Messi, demostraron la dependencia que sus equipos tienen de ellos para desequilibrar. Los dos certificaron por partida doble unas tablas que se antojan justas.
Pasados 45 minutos, la única realidad que contaba es que el Madrid había acumulado tres ocasiones claras y había convertido una. Y el Barça, incapaz de generar una sola oportunidad, llevaba el mismo número de goles. El dividendo era injusto, una pequeña catástrofe. Sin haber impartido una lección magistral, los visitantes habían superado a su lujoso oponente, sobre todo hasta que llegó el accidente del empate. Antes habían convertido las ofensivas culés en una madeja, un lío, un barullo. Fruto de la impotencia de los otros, los lances merengues adquirían un aire peligroso cada vez que había un robo de pelota. 
El primer uy llegó en un saque de esquina que remató Sergio Ramos fuera por muy poco. Después marcó Cristiano, fruto de una combinación rápida que acabó en su pie izquierdo. Con él batió a Valdés mediante un trallazo seco. Volvió a pedir calma, quizás por la costumbre de golear durante seis clásicos consecutivos. El Barça acusó el mazazo y el Madrid perdonó. La involuntaria clemencia tuvo la firma de Benzema, que disparó a la madera cuando habitaba en soledad los terrenos del punto de penalti. Por si fuera poco, la desgracia la prolongó Di María, que llegó forzado al rechace de la acción y apenas la rozó para echarla lejos del marco. Lo siguiente fue todavía más desgraciado: Pepe saltó malamente dentro de su área y dejó solo a Messi, que aprovechó el regalo. 
De rebote y tras un enredo igualó el guarismo el astro argentino. A partir de ahí apenas hubo más que tensión y electricidad. Los líderes siguieron espesos y los vigentes campeones se dolieron de los regalos que habían protagonizado tanto en la vanguardia como atrás. Como consecuencia se inauguró un largo y anodino pasaje, del que solo se salió con la lesión de Alves y con una entrada feísima de Pedro sobre Ramos que bien pudo tener la sanción que merecen las entradas catalagodas bajo el epígrafe "juego brusco grave". Solo fue amarilla. 
Cierto es que Xabi Alonso pudo ver en un par de entradas la segunda tarjeta tras la reanudación. No sufrió el castigo por mucho que Xavi, el capitán azulgrana y compañero de la selección, lo reclamara por activa y muy por activa. Si un árbitro es justo por su reparto de aciertos y errores, Delgado Ferreiro lo fue. Se le reclamaron dos penaltis, uno a Özil y otro a Iniesta en sendas acciones igual de dudosas. Hasta en eso hubo igualdad. 
A difundir esa sensación de equilibrio colaboró la leve superioridad culé en la última media hora. Los visitantes estuvieron más tímidos y, sobre todo, cometieron faltas ingenuas cerca de la frontal, toda una invitación al peligro. Una de ellas la embocó Messi con una rosca sensacional. Pero los blancos tenían a Cristiano, aunque maltrecho en su hombro por una chilena que le salió mal. El luso aprovechó una asistencia de Özil, irregular aunque brillante en un par de destellos, para ver el envite de su enemigo en todos los parabienes particulares. 2-2.
El marcador ya no se movería. Ni Higuaín, un poco torpón en los minutos de que dispuso, ni Montoya, que disparó al larguero con el tiempo casi acabado, decantaron el asunto. Al Madrid se le había escapado una oportunidad si se mira que la defensa que tenía enfrente la formaban el lateral canterano, Adriano y Mascherano, todos ellos bomberos ocasionales destinados a apaciguar un fuego muy comprometedor. Pero, al mismo tiempo, los chicos dirigidos por Mourinho también sembraron de dudas el Nou Camp, un estadio en el que ganar resulta harto difícil. Los ocho puntos de distancia se mantienen y son un mundo, aunque no insalvable por lo mucho que resta. Eso sí, el Barcelona depende de sí mismo para ganar la competición de un lugar del que la mayoría de sus socios no quiere depender. Depende. Todo depende.

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miércoles, 3 de octubre de 2012

Ajax 1 Real Madrid 4. Plácida goleada


Alisó el Madrid el camino hacia el Clásico en un escenario de feliz recuerdo y con una goleada. No es el Ajax el equipo lúdico y vistoso de hace décadas. No lo es desde hace tiempo, por lo que es lógico que el 'rey de Europa' se dé un homenaje últimamente cada vez que visita su espectacular estadio. La segunda jornada de la liguilla de Champions deparó un pequeño banquete, cocinado con un fuego ágil aunque algo discontinuo. El menú incluyó otro triplete goleador de Cristiano, que vuelve a estar canino. Solo quedó como regusto el enésimo error de Casillas, legendario portero que se encuentra, de lejos, en el momento más bajo de su carrera. 
Una pésima salida en un saque de esquina sirvió para inquietar con un 1-2 el resultado final. Antes los visitantes habían sido superiores, incluso con una nómina de lujosas ausencias en el once inicial. Si no ser titular equivale a un severo castigo -y según la gloriosa prensa deportiva ése es el canon- Mou está ahora enfurecido -y viceversa- con Khedira, Di María, Özil, Modric e Higuain. Vamos, que los creativos culebroneros pueden sacar 100 capítulos más si así lo desean, que tarde o temprano lo desearán.
Los que escucharon el himno de la Champions fueron Kaká, Essien y Callejón. Uno, espectacular. El segundo, aseado. El tercero, irrelevante. Llama la atención el estado de forma del brasileño, que dejó una actuación sobresaliente en casi todo, pero especialmente en pases y asistencias. Una de ellas sirvió para que Benzema marcara el 0-2 en la segunda mitad con una media chilena espectacular. El francés, muy participativo y dinámico, ampliaba lo que había inagurado Cristiano hacia el minuto 40 de encuentro. 
Durante la primera mitad solo faltó el gol, pues las llegadas fueron tan variadas como evidentes. Casi todos lo intentaron y casi todos lo hicieron contra el muñeco. Solo CR7 aprovechó un balón suelto para acertar a placer con la diana, cosa que repitió para matar los nervios con el 1-3 y con el 1-4 en dos acciones de una soberbia rematadora incuestionable. Enfila el crack portugués el envite del Nou Camp con la mira telescópica en su sitio, razón por la que la cojera con la que abandonó el terreno de juego tras el pitido final resultara un tanto inquietante.
Él fue quien repuso la serenidad hurtada por la lastimosa acción de Casillas, que abrió diez minutos de suspense que animaron a los holandeses, hasta el punto de se acercaron al empate. Las tablas sin embargo no llegaron porque, sencillamente, hay un mundo que separa a unos y a otros. El 'grupo de la muerte' parece despejarse para el Madrid, que se va con seis puntos a sus duelos contra el campeón de Alemania. Aunque eso llegará después de saber si la Liga se marcha al limbo tras el Clásico del domingo.

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domingo, 30 de septiembre de 2012

Real Madrid 5 D. de la Coruña 1. Manita y quimera


Recibió el Madrid al Depor e intentó cogerle el aire a una Liga que, visto lo visto en Sevilla, es una quimera desde el primer acto. Ganó el vigente campeón con suficiencia a pesar de que se vio de nuevo por debajo en el marcador. Y ganó con una alineación titular inédita. Puestos a ser coherentes, los que vieron castigos infames de Mou hace poco deberían denunciar ahora lo propio con Xabi Alonso, Arbeloa y Coentrao, que ni siquiera estuvo convocado. Ninguno de ellos escuchó el himno desde los terrenos reglamentarios y sí lo hicieron Modric y Khedira, más retrasado el croata y por delante el alemán. Como la combinación no funcionaba la alteró el entrenador y la máquina mejoró en fluidez. A partir de ahí, todo fue coser y cantar en un clima de serena placidez que se resumió con una 'manita'.
Seguramente la explicación centrocampista, como casi todas, sea una simpleza. Pero lo cierto es que durante los minutos iniciales los blancos estuvieron precipitados y discontinuos, especialmente porque Modric es un mediapunta de los pies a la cabeza. El castigo que supuso el gol de Riki fue, no obstante, excesivo. En una acción titubeante de Varane y de un Casillas algo lento en la salida, se adelantó el Deportivo y le pasó toda la presión del mundo al Madrid. La reacción fue tan inmediata como rotunda. 
Para empezar, Di María -el más desequilibrante de los suyos durante bastantes tramos- se marchó de Manuel Pablo y forzó un penalti que transformó Ronaldo. Poco después, un Modric que ya habitaba los espacios que le son naturales, le dio un pase maravilloso al 'Fideo', que remachó con la cabeza un rechace previo y milagroso de Aranzubía al palo. El guardameta, además, se desesperó por lo mismo cuando en el tercero sacó otro paradón que sus compañeros afearon permitiendo que Cristiano rematara, también, con la testa. 3-1 al descanso, tras un paréntesis de apremio. Una ventaja que pudo ser más holgada si un par de disparos de CR7 no se hubieran topado con su enemigo bajo el larguero. 
Y en eso, entró Kaká.  No tiene por qué haber una relación causa-efecto entre su debut liguero y la pérdida de ritmo que sufrió el partido, aunque eso fue exactamente lo que ocurrió. Al menos fue así hasta la entrada de Xabi Alonso por Modric, que se marchó entre aplausos, gesto de entusiasmo que el personal también tuvo con Khedira, muy entregado de principio a fin. Nada más pisar el campo, Xabi estuvo a punto de culminar un ataque incisivo de sus compañeros. Aranzubía, de largo el mejor del Dépor, se estiró para mandar la pelota a saque de esquina. 
Siguió el tolosarra enchufado, repartiendo calidad a diestro y siniestro. De pronto, sacó una falta lateral muy medida a la cabeza de Pepe, que entrando desde atrás certificó el cuarto, dedicado a su jefe en el banquillo. El asunto ya era un trámite, un monólogo ameno en el que colaboraron los visitantes con visible pérdida de interés. 
Incluso para los espectadores ya solo quedaban energías que poner en los detalles, por ejemplo la salida de un Higuaín que se marchó entre una confusa división de opiniones. O para comprobar cómo Kaká culminaba con un zurdazo contra el muñeco una contra de Cristiano. O para que éste redondeará su triplete convirtiendo otro penalti. Palabras menores, sin duda, a la espera de comprobar si en el Clásico de la semana que viene se acaba la Liga en la jornada siete. Que todo apunta a ello, visto lo visto en Sevilla.

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lunes, 24 de septiembre de 2012

Rayo Vallecano 0 Real Madrid 2. Y se hizo la luz


Sí, al día siguiente del sabotaje se hizo la luz. No es una forma muy original de iniciar esta crónica, sabedores todos de que los juegos de palabras de unos y otros se moverán en los mismos términos. La falta de originalidad también se vio sobre el verde de Vallecas, pues se cumplieron los roles dados los antecedentes. El Rayo, una escuadra incómoda y con carácter, encimó al lujoso vecino, que opuso calidad y velocidad. Fruto de esos méritos sacó el Madrid sus primeros tres puntos como visitante, hechó que por fin llegó, aunque tuviera que ser menos de 24 horas después de una de las imágenes más bochornosas de la que califican algunos iluminados como "la mejor Liga del mundo". 
El 0-1 fue casi la única luz destacable durante larguísimos minutos. En una contra de vértigo, Di María levantó la cabeza y vio el desmarque de Benzema, al que concedió la llave para que abriera la puerta del triunfo. En un tono general de naturaleza rocosa, el Madrid al menos estuvo sólido y acumuló un número no excesivo pero sí razonable de oportunidades. De entrante tuvo una Pepe, en el segundo palo y al saque de una falta, pero Rubén se estiró y mandó la pelota a saque de esquina. El cancerbero, de lejos el más entonado de los suyos, suspendió todas las oposiciones a las que se presentaron los visitantes. Le hizo pequeña la portería a Modric, que estrelló el esférico contra su cuerpo en un uno contra uno.  Y repitió la estirada a Pepe ante Benzema, que había aprovechado un pase largo para bajar magníficamente el esférico antes de intentarlo con el pie. Pero no.
El 'no' solo pudo ser 'sí' para el Rayo en lo que es una pesadilla terrible para cualquier seguidor blanco: el balón parado. Uno de ellos estuvo a muy poco de convertirse en el empate y por partida doble en la misma acción. Casillas reaccionó con reflejos al cabezazo a bocajarro de Delibasic y Xabi Alonso despejó mal para, a continuación, sacar con su pecho y sobre la línea un remate de Casado que ya celebraban los parroquianos.
Pudieron celebrar de nuevo nada más arrancar el segundo tiempo, cuando a Arbeloa se le apagaron todos los focos y le cedió una pelota a Batistao, que no fue capaz de aprovechar el regalo. Los minutos empezaron a pasar y el relato entró en una de esas fases de indefinición que suelen terminar de cualquier manera. Sin embargo, la fase de suspense pudo acabar si Fernández Borbalán hubiera aplicado la ley de la ventaja en una acción que rubricó Benzema cuando el árbitro ya había pitado. El lance fue complicado de enjuiciar, eso es verdad, pues el francés estaba realmente adelantado, si bien el pase previo procedía de un rayista.
Insistente y competitiva, la escuadra vallecana estuvo casi siempre metida en el trámite. Xabi Alonso, además, la alentó un poco más con una pérdida infantil que resolvió de inmediato con un placaje escandaloso. No está bien el donostiarra y no lo está por cuestiones claramente físicas. Tampocó estuvo ni siquiera notable Modric, más bien inédito. Le dejó el puesto a Özil, que anduvo un poco más participativo que el croata cuando los espacios se abrieron. Y eso sucedió en una medida importante después del 0-2, anotado por Cristiano al transformar un penalti cometido de forma flagrante por las manos de Amat. 
Marcó el Madrid justo cuando el aspecto de la visita al popular barrio empezaba a ponerse más feo. A partir de ahí, debió llegar una abultada goleada, pues en velocidad y con el rival abierto el bloque dirigido por Mou no admite émulo. La sucesión de llegadas fue incesante: ya en el juego, Higuaín no llegó a una cesión de Cristiano. Sin solución de continuidad se alternaron los roles y fue el argentino quien habilitó al luso, que a puerta vacía estrelló el objeto redondo contra el palo al tocarlo en pifia. No hubo, sin embargo, acierto alguno que sumar, pues cuando llegó -Özil marcando tras excelente combinación- Borbalán lo anuló injustamente. 
Y así se fue apagando Vallecas. Como Mourinho no es el tipo que más practique el discurso políticamente correcto del planeta le entregó a sus críticos un cambio final de Khedira por Di María. Acabó con el famoso trivote sobre la hierba, con Xabi, Khedira y Essien, por cierto muy solvente en todo lo que ejecutó. Ya no habría tiempo para más, salvo el recado del centro del campo, pues cogerle el aire a la competición de la regularidad va a pasar, indiscutiblemente, por el Nou Camp. Allí será la próxima salida, una final anticipada para el vigente campeón por un inicio que costará remediar.

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martes, 18 de septiembre de 2012

Real Madrid 3 Manchester City 2. Raza de campeón


Estalló el Bernabéu en un grito unánime y extasiado: ¡Así, así, así gana el Madrid! Unos tipos vestidos de blanco y reventados por el esfuerzo habían reconciliado a esa parroquia fría y exigente con sus señas históricas de identidad, cosidas con el hilo fino del buen fútbol pero, por encima de todo, con un orgullo competitivo a la que ninguna otra escuadra del planeta puede ni siquiera envidar. Así ganó un Madrid que venía con cornadas muy serias encima y que se vio dos veces por debajo en el marcador de una manera totalmente injusta. A la pésima actuación de Casillas, prisionero de un alarmante bajón que propició las ventajas provisionales del City, contestaron sus compañeros con una fe inquebrantable no solo para igualar la contienda sino para lograr un triunfo que vale mucho más que tres puntos en el partido que abre la liguilla de una Champions cuya estación de destino queda a un mundo. Porque así, sí.
El desenlace fue tan eléctrico que el relato exige un primer flashback hacia el prólogo: como el Madrid parecía haberse instalado en el esperpento, la UEFA se hizo un lío con la alineación y convirtió los minutos previos al partido en una locura de dimes y diretes. Había motivo para el caos y la confusión, pues Mourinho sorprendía con un once con un par de retoques que, aunque fueran solo dos, aparentaban ser un tsunami. Sergio Ramos pagaba los muchos platos que se han roto en el inicio liguero y dejaba el puesto a Varane. Y Essien debutaba sacando a Özil, el otro señalado de la comparecencia. 
Todavía perplejo el personal con la decisión del técnico, sobre el césped mejoraron los locales en una faceta hasta ahora inédita: la presión arriba. Con la energía entusiasta del arranque la cara del enfermo mejoró considerablemente, tanto que por larguísimos minutos cogió un color muy salubre. Fruto de la mejoría, Cristiano exigió a Hart dos intervenciones espectaculares que lo erigieron en el mejor de los suyos. La estrella lusa, por su parte, lo siguió intentando una y otra vez. Compromiso no le faltó, ni a él ni a sus compañeros, que metieron al City en su frontal. Un mal control de Higuaín, que tuvo su continuidad en disparos de CR7 y de Khedira, una puntera que metió el argentino y que se marchó alta, y un disparo con rosca de Di María que se fue por poco completaron el ramillete de aproximaciones blancas antes del descanso. En el otro lado, el Manchester solo mostraba las galopadas ocasionales de Touré y un par de destellos de Silva. En realidad, muy poca cosa para el potencial que se le supone.
Y todo siguió en ese tono general hasta que se desataron los acontecimientos, el vértigo y la pasión. Justo antes de que eso ocurriera, Marcelo había intentado dos trallazos que pudieron abrir la lata, mientras que Silva se había retirado entre aplausos de quienes hubieran querrían verlo con la zamarra inmaculada. Dicho esto, la tormenta. La empezó Dzeko finalizando una contra de Touré, ante la complacencia de un Iker que se venció con una estampa impotente. El mazazo fue terrible, por injusto y por los antecedentes de los que se venía. Apareció entonces el rumboso Marcelo, que insistó desde fuera del área para encontrar el tesoro del empate por la vía del empeño.
Ya con Özil, Modric y Benzema en el campo el Madrid se fue arriba con todo en busca de los tres puntos, aunque la aventura comportó sus riesgos. A falta de cinco minutos, Kolarov sacó una falta lateral con rosca desde muy lejos y la pelota se coló malamente por el palo del guardameta. Conviene añadir que si alguien se ha ganado crédito en esta plantilla es Iker Casillas, aunque también que en el fútbol nada es ilimitado, por mucho que dé esa impresión por la penosa falta de competencia que se observa en el banco. 
Eso ya no era un mazazo, era la muerte definitiva y eternos días de duelo. Nadie podría imaginarse que una situación como esa, perdiendo a falta de casi nada y con la confianza hecha jirones, tuviera un desenlace feliz. Nadie salvo los tipos que correteaban sobre el tapete de Chamartín. Todo orgullo y ambición, eligieron morir matando. Conquistaron la supervivencia gracias a una acción mágica de Benzema, que se dio la vuelta en el balcón del área y batió a Hart con un disparo raso y ajustado al palo. Pero quedaba más. La guinda, el éxtasis. Como el deseo era ilimitado, Cristiano aceptó una vez más la responsabilidad y su enésimo intento acabó en las mallas. Lo celebró con rabia. Mou se tiró de rodillas. Los aficionados entraron en trance. Un grito unánime inundó la noche madrileña y premió la raza de campeón de sus chicos a la antigua usanza: ¡así, así, así gana el Madrid!

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domingo, 16 de septiembre de 2012

Sevilla 1 Real Madrid 0. Triste bochorno


Saltó el Madrid al Sánchez Pizjuán de verde y a ocho puntos del líder. Y salió pálido y a los mismos ocho de distancia. La palidez del colectivo era en el fondo sonrojo para sus aficionados, que asisten frustrados al penoso espectáculo de cuatro puntos ganados de doce posibles y una sola victoria contra el débil Granada. Se confirmaron en Nervión las sensaciones de una pésima pretemporada, pagada con un descuelgue vertiginoso que convierte las aspiraciones de reválida en una quimera en el prólogo de la temporada. La preparación, sin duda nula, hay que ponerla en el debe de Mourinho, dueño y señor de la parcela deportiva. Eso y el diseño de una plantilla que tiene a Arbeloa como lateral insustituible y a un mediapunta que supera la decena de millones de ficha solo para dar sombra al botijo. Elementos, todos ellos, que explican en parte la segunda derrota liguera, que llegó sin que el oponente tuviera que hacer nada del otro mundo.
La imagen fue un bochorno, mucho más dolorosa, si cabe, que la lejanía en la que se ve al Barça. Empezó provocando el gol del Sevilla: una cantada de Casillas motivó un saque de esquina en el primer minuto y la posterior omisión de Di María dejó en bandeja el acierto de Trochowski. A balón parado, por enésima vez. Llegó entonces el tanto, nada más arrancar, pero pudo hacerlo después. Inconstante, desdibujado e impotente, el vigente campeón se comportó de una forma sonrojante. Compró la invitación de su rival a mantener un duelo bronco y fue incapaz de generar sensación de peligro más que de forma aislada, con disparos lejanos de CR7 que detuvo Palop y un mano a mano de Higuaín que se marchó fuera. 
Mientras tanto, los tipos dirigidos por Míchel ejecutaban el plan de forma impecable. Apretaban en el centro y paraban el juego cuando llegaba la presunta circulación a los hombres clave. Cierto es que encontraron la colaboración de muchos de sus prestigiosos invitados. Özil parecía un muñeco roto, inhábil. Di María erraba todo lo que intentaba, seguramente impedido por su grave error de marca en el comienzo. Y Arbeloa... bueno, el limitado Arbeloa es el lateral derecho indiscutible y sin competencia de la que pretende ser la plantilla más poderosa del planeta. 
Recrearse en las mil y una acciones de despropósito de los de verde es un ejercicio de masoquismo en el que no toca incurrir. La solución de Mourinho tras el descanso consistió en retirar a Özil y a Di María para dar entrada a Modric y a Benzema. La principal diferencia del técnico portugués con sus predecesores es que no se anda por las ramas. Eso sí, son tantos los virajes que da que incurre en dislates como que Khedira acabe de lateral por la derecha. Y de eso, de que no haya una alternativa de garantías, tiene toda la reponsabilidad el mánager general, que al parecer también es él. 
Solo tuvo diez minutos apañados el Madrid, coincidiendo con la efervescencia inicial de un Modric que contactó mucho con la pelota hasta que se diluyó como un azucarillo. El croata, de hecho, protagonizó la intentona más próxima a convertirse en gol, aunque Palop tocó lo suficiente para que la pelota se fuera al palo. Esa y la de Sergio Ramos, que mandó fuera un cabezazo a un metro del marco, fueron dos de las escasas ocasiones, casi las únicas.
Y así, sin la menor sensación de acogotar al Sevilla, se marcharon los tres puntos... y el Barcelona. Las conclusiones son muy preocupantes. Una pretemporada calamitosa y una terrible gestión de las entradas y salidas en la plantilla se han conjurado para gestar la primera gran crisis del curso. Eso sin contar las movidas de las tristezas y otras historias colaterales. El madridismo no merece este estado de descomposición del que son responsables todos. Como el Manchester gane en el Bernabéu el martes lo van a notar hasta en el Polo Norte.

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domingo, 2 de septiembre de 2012

Real Madrid 3 Granada 0. Y al tercer día, victoria


Tres jornadas le llevó al vigente campeón inagurar el casillero de victorias ligueras. Tres y un rival menor como el Granada, que apenas inquietó en ningún momento. Tres y el debut de Modric, única novedad junto a Essien en una plantilla cuyos puntos flacos -lateral derecho y mediocentro creativo- siguen siendo los mismos. En una aburrida tarde de septiembre, ganó el Madrid a la tercera y dejó como principal noticia la lesión de Cristiano Ronaldo, que se retiró del campo con visibles molestias y después de haber hecho su primer doblete del curso. Tres puntos, al fin, conquistaron los merengues sin presumir, con un estilo discontinuo y la mayor parte del tiempo soporífero.
Modric fue lo más decente del equipo en el tiempo en lo que le duró la gasolina. Durante veinte minutos participó continuamente del juego, buscó asociaciones y encontró huecos en donde no parecía haberlos. Durante ese tiempo aclaró cuál es su puesto natural, entre líneas y justo por detrás de la delantera. Liberó a Khedira, que subió más que en otras ocasiones. La actuación general era vistosa, agradable, fluida. El Granada se llevó un par de avisos antes de que CR7 anotara su primer tanto de la temporada, aprovechando un pase al hueco de Callejón. La pelota se coló entre las piernas de Toño, que quizás pudo hacer algo más para evitar el gol número 150 -qué barbaridad- del luso con la camiseta más lauderada de la historia. 
Y hasta ahí. Se evaporó muy pronto la efervescencia merengue, que tampoco había sido la madre de todas las juergas. De pronto el tedio se apoderó de la atmósfera, especialmente por una banda derecha que formaban Arbeloa y Callejón, un dúo tan correoso y comprometido como falto de calidad. Luego se exige cantera, claro, pero resulta evidente que esa mezcla es una bendición para unos rivales que pueden concentrar sus energías en los lados más dañiños de la máquina blanca. Una máquina cuyo motor no parece bien engrasado en este arranque. 
Como consecuencia, la parroquia se inquietó en algunos lances previos al descanso. No fueron gran cosa, esa es la verdad, si bien sirvieron para que Mourinho mandara calentar a Özil, Higuaín y Di María. Otras acometidas de los visitantes las frenó Pepe, que fue de lo poco salvable de la tarde-noche. Que pasara a serlo él después de Modric era todo un síntoma, al tiempo que un desconectado Benzema mandaba fuera un mano a mano y CR7 disparaba demasiado centrado en una de las pocas contras que pilló en desventaja a la defensa nazarí. 
Al técnico madridista tampoco le agradó lo visto y dio entrada a Di María por Callejón para encarar la reanudación. De salida, tampoco entonó el nivel del colectivo. Así las cosas, cuando el escenario parecía invitar a un accidente similar al de Getafe, marcó Ronaldo en un contragolpe de manual: Modric buscó en vertical al 'Fideo', que se sacó otra de esas asistencias marca de la casa. Cristiano disparó al muñeco y aprovechó el rechace posterior para anotar con la zurda. No lo celebró en demasía y no parece muy entusiasado con su estado de forma el de Madeira. Ni siquiera cuando protagonizó un jugadón instantes después y en el que se marchó como una moto de varios granadinos. 
Con todo, su principal motivo para la preocupación llegaría al sufrir una entrada desagradable de Borja Gómez, que se fue incomprensiblemente enfadado al vestuario al ver la segunda amarilla. CR7 se resintió tanto del golpe que no botó la falta, evidente síntoma de que algo no iba bien y anticipo de su cambio por Higuaín, que fue la rotunda confirmación.  
Con Benzema mucho más liberado y contra diez mejoró provisionalmente el rendimiento ofensivo. Higuaín aprovechó una asistencia del galo, que arrancó en fuera de juego, para continuar con su racha goleadora. Y fin. Se dejaron llevar los de casa, arrastrados por una falta de implicación de la que participó la grada, exiliada de la cita recién enterrado el mes de agosto de 2012. Ahora toca parón por las citas de las selecciones y después una visita al Sánchez Pizjuán que llega en mal momento, con la forma física cogida con alfileres, la imagen puesta en cuestión y descolgados en puntos hasta el punto de que no se puede fallar más. Que no sea nada.

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jueves, 30 de agosto de 2012

Real Madrid 2 Barcelona 1. Dos caras... y supercampeón


Y supercampeón fue el Madrid. Con todo mérito si se repasan las ocasiones de la vuelta pero con un sabor agridulce en lo que se refiere al juego, de altísimos quilates durante cuarenta minutos en los que trató al Barcelona como un niño caprichoso y sádico destroza a sus muñecos. Todo le salió bien durante ese tiempo, incluida una superioridad numérica cuando quedaba un mundo. Todo salvo el resultado, que de pronto se apretó y sembró el horizonte de dudas. Así que en la segunda mitad se vio a un equipo especulativo, atrincherado, fundido físicamente. Pequeño hasta el punto de fiar los últimos lances al puro azar, en el que pudieron marcar tanto unos como otros. Esta vez, salió cara.
En el inicio parecía escocido el propietario del título de Liga por la derrota en Getafe y sometió al campeón de Copa, aturdido por la lesión durante el calentamiento de Alves, a un castigo inesperado. De salida presionaron los de Chamartín a sus oponentes en la mismísima área, les arrebataron el balón y se plantaron una y otra vez ante Valdés. Fue un 'baño' en toda regla, un meneo tan descomunal que el 2-1 al descanso pasó a ser una noticia catastrófica. Debieron los blancos tomarse el refrigerio con la eliminatoria zanjada gracias una goleada de escándalo y a que tenían un efectivo más por la justa expulsión de Adriano. Pero no. Dilapidaron media docena de oportunidades y concedieron una falta lejanísima que Messi embocó con una puntería estratosférica. 
Parte de la responsabilidad de la mínima ventaja la tuvo Higuaín. Nada más arrancar disparó de forma inocente a pocos metros de Valdés, que salvó el tanto con el pie. Fue el aperitivo del único acierto del punta, cuando un despeje de Pepe lo continuó Mascherano con una pifia que cedió al Pipa el resarcimiento. El delantero argentino desperdició otro mano a mano después, al disparar contra el muñeco cuando su equipo ya ganaba 2-0 y lo tenía todo de cara. CR7 había aprovechado una indecisión de Piqué para llevarse la pelota de espuela, levantar la cabeza y marcar. Y, por si fuera poco, Adriano había desfilado a la grada por agarrar al portugués siendo el último defensor. 
A la bacanal solo había que ponerle la enmienda de la indefinición. A las ya reseñadas de Higuaín -más otra que le sacó Mascherano- habría que sumarles otra de Khedira y una, menos clara, de Di María. El Barcelona naufragaba y no parecía ni la sombra de un equipo aspirante. Al menos hasta que Xabi concedió un libre directo innecesario que Messi enchufó con una precisión y potencia difíciles de creer.
Fue un duro mazazo y el Madrid volvió a las andadas de otros clásicos. Se replegó, entregó el esférico y aguardó a la contra de manera descarada. Contra once y contra el Barça tiene un pase. Contra diez, es mucho más discutible. El partido pasó a ser un rondo culé, sin aparente peligro pero muy inquietante por la indiscutible calidad de algunos de sus jugadores. Mientras daba la impresión de que no pasaba nada, pudo llegar el disgusto en dos nítidas llegadas de Pedro, que se comportaba como una bala en comparación a sus defensores. En esa tesitura se engrandeció Casillas, como lo hizo también CR7 en lides que no son las suyas. Se pegó dos arreones en la presión y espoleó así a una grada que andaba adormecida. 
Quizás por el subidón, Khedira se puso el mundo por montera, cosió la pelota al pie y percutió contra la línea defensiva con una potencia descomunal. Su derechazo final lo sacó Valdés, que por entonces tenía mucho menos trabajo y respiraba más tranquilo. Enfrente tenía a unos jugadores desconcertados o presos del agotamiento. Mourinho no hacía cambios y en el aspecto físico se imponían los barcelonistas. 
El último cuarto de hora se convirtió en una ruleta rusa, ya con Callejón, Benzema y Modric, que debutó con excelentes formas, sobre el tapete. A los nervios finales contribuyó otra vez Higuaín, que se durmió en el enésimo uno contra uno y vio cómo Mascherano entorpecía su intento mandándolo al poste. La siguiente la tuvo Modric. Eso, en un lado, pues sin solución de continuidad Montoya se arrugó, solito, ante Iker. Y en el último suspiro, Messi mandó fuera por poco las aspiraciones de los suyos, que llegaron con vida hasta el último aliento. Había pasado una eternidad desde los mejores pasajes madridistas y solo la conquista del trofeo devolvió el júbilo al supercampeón de las dos caras. Con eso, que no es poco dada la depresión previa al partido, habrá que quedarse.

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