Minuto 86. Después de casi hora y media corriendo sobre la pradera del Bernabéu, con su equipo clasificado como primero de grupo, el partido ya ganado contra un enemigo menor y dos goles en su haber el delantero Karim Benzema decidió presionar al portero del Auxerre tras la cesión de un defensa. El arranque de ambición debió de nublar la mente del guardameta, quien en un pésimo pase le entregó el balón. Con él en los pies, Benzema levantó la vista y con un toque sutil lo mandó en perfecta parábola al fondo de la portería. Era el 4-0 del Madrid y el francés completaba su primer hattrick con la camiseta blanca. ¿Rehabilitación?
Puestos a ser generosos, podríamos subrayar que tres tantos en una competición de tanto relumbrón no los marca cualquiera demasiado a menudo. Tampoco es mentira que el trío de acciones retrata a un atacante versátil, capaz de anotar de cabeza tirándose al suelo en asistencia de Ronaldo o en un arranque de velocidad y de zurdazo seco al segundo palo. Además se asoció con sus compañeros, ofreciéndose y devolviendo al primer toque. Pero también, porque el personaje lo exige, sus críticos tienen razones para ser desconfiados y para recordarle su indolencia cuando su club lo necesita de veras. O para reprocharle que asome su calidad solo en una noche de trámite administrativo o como reacción ocasional a los muchos nombres que suenan para reemplazarle con los fríos del mercado invernal. Que cada lector se quede con la tesis que más le plazca.
La crónica de los hechos tiene que gustarse en la suerte de las anécdotas porque el partido no dio para mucho. Debutó Sarabia, eso sí, otra presunta perla de la cantera que ya veremos dónde y en qué condiciones acaba. La fatalidad se cebó por enésima vez con Dudek, quien tuvo que retirarse lesionado en las postrimerías del primer tiempo, justo después de haber dejado en la retina dos de sus mejores intervenciones como madridista. Y Mahamadou Diarrá portó el brazalete de capitán, circunstancia bastante dolorosa para quien siga creyendo en romanticismos y en gestos simbólicos, que algunos seguimos quedando. Dolor, por cierto, acompañado por la dupla que el africano formó con Lass en el centro del campo, toda una contrariedad para las esencias más exquisitas del balompié.
No obstante, y para ser justos, el menudo centrocampista galo tuvo una conducta ejemplar y hasta se atrevió a dar algún pase excelente. Él, su compatriota Benzema y el hambriento CR7, que sólo descansó tras añadir un nuevo tanto a su zurrón continental, fueron lo más señalado de un conjunto que cumplió sin enamorar. Parte de las mejores sensaciones las dejaron por las bandas Pedro León durante los quince minutos del arranque y Marcelo en un par de dañinas incursiones. Mientras, el Auxerre se arropaba cuanto podía para evitar una goleada de escándalo y contragolpeaba veloz pero inofensivamente. Encima, sus delanteros chocaron primero con Dudek y después con Adán, otro de los canteranos que se asomaron a la velada europea. Detallito por aquí, curiosidad por allá -el primero de Benzema supuso el gol número 300 en la competición-, el partido se diluyó y la Champions salió por la puerta y la dejó entreabierta durante unos meses. Ahora está por ver si detrás espera el abismo de los octavos de final o la superación de un trauma que ya dura demasiado. De momento, toca esperar los designios del bombo el día 17 y medir las fuerzas con la que llegan los comparacientes. Señores de la UEFA, largo nos lo fiáis.
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