Necesitaba el Madrid una fiesta como la que disfrutó anoche en Champions. Siete años después regresaba el "rey de Europa" a los cuartos de final, un territorio que da paso a los duelos históricos y decisivos y del que nunca debió salir. Lo hacía además entre dudas, con una inesperada derrota liguera que añadía presión al envite y con serios interrogantes sobre el estado físico de la plantilla. Los nubarrones, sin embargo, se marcharon por el horizonte y el paseo de la Castellana se vistió de alegre primavera futbolística gracias a una goleada que pone a los blancos muy cerca de las semifinales.
El 4-0, francamente impensable antes de que todo arrancara, empieza a explicarse con un suceso que precedió al pitidio inicial. Lennon, un extremo diestro, hábil y veloz, se lesionó en la parte final del calentamiento, circunstancia que obligó a Redknapp a recomponer su once colocando a Bale, centella galesa, en una banda que no es la suya. El cambio de planes despistó a sus hombres, que afrontaron una primera embestida muy potente de los locales. Fruto del empuje llegó el gol de Adebayor a la salida de un saque de esquina pero el primer tramo de la eliminatoria todavía depararía otra circunstancia feliz. Peter Crouch incurrió en un ataque paranormal y en quince minutos decidió expulsarse a sí mismo con dos entradas pasadas de rosca en la frontal del área enemiga. Estaba claro que con un Bernabéu excitado y con una hora y cuarto de cita pendiente a los ingleses el partido se les haría eterno.
Y eso que en contra de lo que podría esperarse reaccionaron con un saber estar encomiable. La superioridad sobrevenida no le sentó demasiado bien a los madridistas. De hecho tuvo efectos paralizantes para lo que restaba de primera parte. Encelado con el centro de la defensa londinense, el ataque de los blancos se daba de bruces contra un muro ajeno y contra la ansiedad propia. Algo que seguramente se hubiera zanjado si el árbitro, quizás con un ataque de innecesaria mala conciencia, hubiera señalado un penalti por evidentes manos de un defensa visitante.
Dio igual en el fondo y daría igual en la forma. El Madrid tiró de inteligencia y ya no permitió ni el más mínimo asomo de su contendiente a las inmediaciones de Casillas. Mou ordenó que se abriera el campo y que se practicara un fútbol control que tampoco rehuyera los golpes directos cuando pudieran propinarse. Resultó decisivo, con todo, el segundo tanto de Adebayor tras cabecear un preciso centro de Marcelo. A partir de ahí el Tottenham dio muestras de flaqueza y a los locales se les afiló el colmillo y se les desató el instinto homicida.
Fruto del dominio aplastante llegó el tercero tras una operación súbita de Di María, con un recorte en seco y un trallazo letal que se coló por la escuadra. El éxtasis se redondearía con una volea de Cristiano Ronaldo, que vio premiada su tozudez -por momentos exasperante- de cara al gol. El 4-0 se antojaba ya definitivo y redondo. El pasaporte a las semifinales parecía sellado entre la algarabía de una parroquia que vivió un festín continental que necesitaba desde hace tiempo. Ahora, sin embargo, toca tirar de prudencia y humildad, algo que la prensa deportiva se está encargando de emponzoñar con sus promesas de la décima. Queda mucho viaje, demasiado como para saltarse las duras etapas que se vislumbran en un mes de abril de lo más exigente, aunque sin duda anoche el Madrid llenó el depósito de la esperanza con muchos litros de combustible.
Ayer, el Madrid, volvió a ser Real, pero no por su nombre, sino porque está recuperando su verdadera identidad, esa que hace 6 años que estamos buscando: REYES DE EUROPA. Hala Madrid!
ResponderEliminarY lo dice alguien que estuvo allí. Danos más datos, José Luis, del ambiente del Bernabéu, pues por la tele se veía a la gente muy metida.
ResponderEliminarA mí de lo de ayer solo me falla la reacción de la prensa deportiva de Madrid, que ya está vendiendo décimas en lugar de aplicar lo que procede: humildad, ilusión y espíritu de lucha.
Déjate de sandeces. Tu Madriz es el cáncer del fútbol.
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