El café descafeinado o la leche desnatada son sólo dos de las muchas paradojas de una sociedad dispuesta a desnaturalizarlo todo. Uno de los rasgos de nuestro tiempo es el goce del simulacro. Nos apasiona aquello que no es auténtico pero que se le parece muchísimo. Sin embargo, todos sabemos que nada es comparable a lo puro y verdadero. Por ejemplo, a nadie se le escapa que el duelo liguero contra el Hércules fue pura sacarina porque el azúcar lo pone, y en cantidades nada despreciables, la vuelta en Champions contra el Lyon. Y eso sucederá el miércoles por la noche.
El partido light lo desatascó Özil a los 25 minutos con un pase milimétrico que dejó tan en ventaja a Arbeloa que pudo entrar en el área, mirar con paciencia a la izquierda y elegir al compañero que empujara la pelota a la red. Ese cooperante necesario fue, una vez más, Benzema, ese francés tendente al autismo que no para de encadenar ovaciones del graderío. Su entrega a la causa es evidente, punto de partida imprescindible que, acompañado del crecimiento estadístico, le empieza a crear un hueco en el corazón de los aficionados. En medio de una atmósfera especuladora Karim aprovechó su condición de segunda punta para aprovechar los huecos que le generaba Adebayor y ponerse las botas. El segundo gol también lo hizo él, tras incomodar un despeje de Abraham Paz y desafiarle a continuación a un uno contra uno que resolvió con un recorte y un disparo seco al segundo palo.
Pero volvamos al primer tiempo: durante los tres o cuatro minutos que sucedieron al 1-0 dio la impresión de que una luz iluminaba al equipo, pues trenzó una de las mejores jugadas de la temporada que, extrañamente, Özil desaprovechó dentro del área pequeña. Sin solución de continuidad la diferencia pudo aumentar en otro lance gracias a un cabezazo de Adebayor. Las dos llegadas fueron un espejismo, pues en los 45 minutos iniciales se vio a un Hércules que manejó la pelota tanto como el Madrid, que disparó más a puerta y forzó más saques de esquina. Claro que nada de ello te conduce por sí mismo al éxito, mucho menos cuando te has convertido en un once animoso pero muy poco dañino.
Sí lo es el Madrid, incluso en sus versiones más autocontroladas. Sin forzar, se dedicó a ahorrar combustible en tiempos de carestía energética salvo cuando llegaba algún acelerón de Özil y de Di Maria. Los dos fueron sustituidos en cuanto los hechos demostraron con tozudez que los tres puntos se quedaban en el Bernabéu. El asunto se parecía muchísimo en su último tramo a un ensayo desganado en el que coincidían Xabi Alonso, Lass y Khedira en el centro del campo. El equilibrio sin fantasía amarraba lo puesto en juego y la inercia superior de los blancos propiciaba ocasiones cada cierto tiempo. No habría más. La ambición se reservó para el miércoles, fecha ilusionante de la cena del desquite. Que sea para bien y que aproveche.
Muy bien Benzema,esperemos que siga asi,se convertira en uno de los mejores delanteros de Europa si no le da por perderse de nuevo.
ResponderEliminarHALA MADRID!!!
De acuerdo como siempre con tu crónica. Ajustada y realista.
ResponderEliminarLástima de que cada vez se relacione menos al Madrid con el fútbol, con el juego, con el deporte.
Ya no sé ni lo que quiero.
Otra muestra:
http://www.elpais.com/articulo/deportes/Viva/injusticia/elpepudep/20110312elpepudep_22/Tes