Atención, noticia: el Madrid pasa a los cuartos de final de la Champions League. Magnífica noticia. Terapeútica, liberadora y feliz. Por fin. Siete años después la afición goza con la superación de una eliminatoria a ida y vuelta y, de paso, se saca la molesta muela del Olympique de Lyon, una escuadra menor pero correosa que se había convertido en un trauma para la psique colectiva blanca. Ayer los franceses hincaron la rodilla y se llevaron tres goles en la maleta como consecuencia de su inferioridad ante un bloque sólido en el que brillaron, de forma muy luminosa, Marcelo y Benzema.
Siempre es injusto particularizar pero la estelar actuación de los dos en una cita cargada de trampas mortales posee un valor especial por su simbolismo. A principios de temporada el brasileño no contaba y al francés muchos querían despacharlo. A estas alturas nadie niega que el primero se ha convertido en el heredero legítimo del Roberto Carlos y que el segundo tiene trazas de estrella mundial. En la noche de la Castellana, evidentemente incómoda durante varios minutos sin goles en el marcador y con un Lyon que se asomaba al área de Casillas, de pronto estalló la inteligencia y la creatividad de un jugador con recorrido que arrancó desde la banda, tiró una pared vertiginosa con Cristiano, reflexionó fugazmente dentro del área, recortó a un defensa y remató a gol con su pierna buena. No fue la única suma del lateral zurdo de pelo rizado y pasado tendente a la frivolidad. Entró con insistencia por su carril y maquilló el bajo estado de forma de un CR7 renqueante y al que suplió en sus esfuerzos. Concentrado en la retaguardia y dañiño como una daga en la vanguardia. Matrícula de Honor.
El otro fue Benzema. Plenamente recuperado para la causa y en plena racha goleadora mató definitivamente la eliminatoria por debajo de las piernas de Lloris, única forma posible que tuvo de batir al más inspirado visitante en toda la velada. Antes Karim lo había intentado con denuedo en varios remates que no fueron gol por culpa de su compatriota. Además se ofreció, abrió huecos a los compañeros, tocó en corto y fue el primer defensa del once merengue. La mezcla de entrega y calidad está cuajando y la grada -la exigente y difícil grada del Bernabéu- lo sabe y lo empieza a premiar con ovaciones tan cerradas como la de ayer. Sobresaliente.
A todo esto, no hizo precisamente el Madrid el mejor partido de la temporada. Durante demasiados minutos de la primera parte se le vio inquieto y ansioso, quizás apresado por los traumas pretéritos y el ansia por resolver las dudas por vía de urgencia. El objetivo de llevar cuanto antes el balón a las zonas mortales del campo se convirtió en un nuevo ejemplo de que la velocidad no es lo mismo que la precipitación. Cierto es, sin embargo, que el once no se descosió y fue solidario. Y, sobre todo, que supo administrar muy bien las emociones desde el 1-0, instante en el que sin lucirse en exceso se demostró muy dominador de la situación. Sólo quedaba aguardar al remate definitivo del segundo tiempo, hecho que sucedió después de varias oportunidades y tras los goles de Benzema y Di María, letales a la hora de aprovechar los despistes de una defensa con querencia al error garrafal. El tramo final se caracterizó, ya era hora, por una tranquilidad gozosa. Notable.
La mayor parte de circunstancias reseñables de la noche son positivas. La chunga, sin embargo, es bien notoria y desagradable. El defensa central Pepe se empeñó en demostrar que el aprendizaje no es lo suyo. Con su penoso curriculum de agresiones y de idas de olla es increíble que la institución siga secuestrada parcialmente por sus ataques de ira. Pudo irse a la calle en más de una intervención, sobre todo en el minuto 18, cuando quedaba un mundo de incertidumbres por resolver. Prueba de que las neuronas no son sus mejores amigas es que le lanzó una patada a la altura del cuello a un delantero enemigo en el epílogo de la eliminatoria. A veces las cualidades físicas son inversamente proporcionales a las intelectuales. Y al deporte de competición también se juega con el cerebro. Suspenso.
Un suspenso que puede hacerse extensible a la UEFA, organismo muy celoso cuando se trata de negar iniciativas tan humanas como la del ánimo compartido al culé Abidal. Finalmente los gladiadores mandaron su mensaje en forma de camiseta y el club hizo lo propio en los videomarcadores durante los preliminares. Socios y aficionados varios respondieron con un aplauso unánime y entregado. Ahí sacó el Madrid su otra Matrícula de Honor. Buenas notas, en líneas generales. Aunque no olvidemos que todavía estamos en el primer parcial y que faltan aún los exámenes más exigentes. Veremos si la Academia Mou, tal y como parece, es la más adecuada para encararlos.
¿Hay alguien?
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