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domingo, 1 de mayo de 2011

Real Madrid 2 Zaragoza 3. Hemorragia liguera


Si algún madridista quería dejarse arrastrar por una ola prefabricada de optimismo de cara a la vuelta de Champions ayer se llevó una ducha gélida en el ánimo. Perdió el Madrid por segunda vez en el Bernabéu y volvió a hacerlo ante un rival menor y animoso, de ésos que sufren un martirio para salvar la categoría. Se llevó el Zaragoza tres puntos de oro al aprovechar la falta de tensión competitiva y de fútbol elaborado de los blancos. Faltó una vez más Xabi Alonso y sus compañeros demostraron que, huérfanos del único mediocentro de garantías que tiene la plantilla, sólo saben generar juego ofensivo a domicilio y contra equipos que se sienten exigidos a buscar la portería de Casillas.
Al inteligente Aguirre le bastó con plantar una línea de cinco hombres comprometidos en la frontal del área de Doblas para neutralizar las ofensivas merengues. No le sirvió a Mourinho el "simpático plan B", que incluía la novedad de Pepe por Lass en comparación con el festín de Mestalla ante un Valencia que dejó todos los espacios imaginables. Lo de Pepe y su conversión en centrocampista merece un examen monográfico aunque cualquiera ve que sólo puede tratarse de una solución muy puntual para circunstancias muy especiales. Y nunca más.
El trío formado por el portugués, Granero y Canales dio pena. Los dos últimos propiciaron además dos tantos maños por malos pases y caídas tontorronas. En el que abrió la tarde colaboró Casillas, un portero de leyenda que nunca ha manejado los pies de forma portentosa. Una patada al aire le abrió la puerta a Uche y a Lafita, que aprovecharon el inesperado regalo justo antes del descanso. Y hasta entonces lo visto en el césped de la Castellana era de una vulgaridad atroz, con un circulación espesa de la pelota y una falta absoluta de profundidad por las bandas. El único que lo intentaba con cierto afán era Kaká, mientras Higuaín y Benzema se diluían porque forman una pareja letal de delanteros cuando el balón viaja rápida y verticalmente.
Mou lo intentó arreglar dando entrada a Özil, Di María y Marcelo. Sólo un minuto después de que el nuevo once se plantara en el campo llegó un innecesario penalti de Carvalho a Lafita. El 0-2 parecía definitivo aunque al Madrid todavía le faltaba su tradicional ataque de orgullo. Ramos invocó a la esperanza al apretar el marcador con un cabezazo a la salida de un saque de esquina. Al poco pudo llegar el empate si el árbitro hubiera señalado un evidente penalti sobre Kaká, si bien a los colegiados les suele costar un horror concederle al Madrid nada que les genere la mínima duda. Lo mismo sucedió con las expulsiones, pues Carvalho se fue a la calle con justicia sin que Diogo, que hizo más méritos, siguiera idéntico camino. Cosas que pasan.
Y cosas que le pasan con frecuencia a este club pero que nunca deberían maquillar algunas realidades puramente futbolísticas. Por ejemplo, que tres defensas no pueden tapar al mismo tiempo una banda durante un contragolpe para dejar una autopista hacia el cielo en el lado contrario. De esa triste forma llegó el tercero del Zaragoza, marcado con sangre fría por Lafita. El 2-3, anotado por Benzema a falta de cinco minutos y gracias a una acción notable de Di María –el único atacante blanco que desbordó a sus oponentes– sirvió para añadir unas dosis de morbo al penoso desenlace.
¿Cuántos puntos se ha dejado el Real Madrid ante equipos de la mitad baja de la tabla? Ésa es una buena pregunta a la que tendrá que responder Mourinho y ante la que no podrá añadir que su responsabilidad en el derroche "es 0". Parece obvio que en Liga no ha sido capaz de crear un estilo solvente que demuestre la sideral distancia a la que están clubes como Osasuna, Almería, Deportivo, Sporting o Zaragoza, por no añadir las dolorosas concesiones de empates ante Levante y Mallorca. La reflexión habrá que aplazarla, si bien es una exigencia propia del honor y del orgullo que acompaña al escudo que se detenga la sangría en lo que resta de campeonato. Con cualquier otro técnico en el banquillo el madridismo no lo toleraría. Y tampoco, si continúa, se le debería disculpar a éste.  

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