Si no fuera tan tarde, lo justo sería escribir esta crónica en verso. Tiene pinta, sin embargo, de que algún día va a tocar hacerlo. Calcó el Madrid el primer tiempo de Málaga, tan perfecto en todo que se antojaba irrepetible. Cuando lo irrepetible se repite empieza a ser costumbre. Según los juristas, la costumbre, en determinadas circunstancias, puede llegar a ser ley. Y la ley, su ley, una ley severa y sin fisuras, la está imponiendo un Madrid que, de no ser por su explosiva belleza, podría parecer hasta cruel.
Le sobró en un tiempo para hacerle de todo al Villarreal, un equipo en horas bajas pero que hombre por hombre tampoco es un cualquiera. En solo diez minutos, de hecho, ya ganaba por 2-0. Abrió la lata Benzema tras bajar con el pecho una pelota servida desde muy lejos por el omnipresente Di María y que subió suave y picadita por encima del corpachón del pobre Diego López. Casi sin respirar, Kaká mandó un zurdazo inapelable y raso a la red desde la frontal del área. Pero las cifras son gélidos inventos sin alma cuando la pasión se desborda. Durante esos seiscientos segundos los blancos habían protagonizado una orgía, activado una bomba nuclear y desatado una explosión devastadora. Presionaban, como en una coreografía obsesiva y perfecta, la salida de la pelota del Villarreal. Y con el objeto redondo en los pies se lanzaban fulgurantes y en tropel sobre la portería enemiga.
Por si fuera poco, los once eran tan brillantes en lo esencial como en el detalle. Kaká, un milagro andante, se adornó con un caño sobre Borja Valero. Marcelo hizo malabarismos sobre el alambre de la línea de fondo y sirvió una ocasión prístina a Benzema, que disparó fuera. Casillas, que se suma a todas las fiestas balompédicas que puede, salvó un balón envenenado por un rechace. Ramos, además, se cruzó como un central rápido y contundente en las escasas incursiones de los castellonenses. Solo faltaba que Di María cediera el papel de asistente a Benzema para convertirse él en ejecutor definitivo de un contragolpe mortal y marca de la casa tras un saque de esquina del Villarreal.
Como semejante intensidad no puede ser eterna, lo que la reanudación trajo fue, disculpen la metáfora, el cigarrillo de después. El Madrid tocó con más pausa y bajó algunas revoluciones, aunque no tantas como en Málaga. El ritmo de la presión también descendió y las ocasiones de verdadero peligro escasearon. Solo un hecho fue verdaderamente noticioso: Xabi Alonso sumó un breve descanso y fue sustituido ante el reconocimiento generalizado del respetable. Antes lo habían recibido también y casi con el mismo estruendo tanto Di María como Benzemá. Coentrao, Özil e Higuaín fueron los respectivos sustitutos. El finiquito, sin embargo, estaba firmado y una incursión de Arbeloa se sumó a otra precedente de Di María para convertirse en los únicos envites al gol. No lo hubo. Y unos cachondos aprovecharon para pitar al equipo en los minutos finales. Qué frágil es la memoria de algunos seguidores, como si sus ojos no hubieran sido testigos de un fútbol excepcional, pluscuamperfecto e inolvidable. Que siga.
Buenas tardes.
ResponderEliminarGenial la entrada, lo del "cigarrillo de después" sublime y el parrafo a los "cachondos" de 10 porque si yo tengo que hacer una referencia al comportamiento de estos individuos hubiera utilizado un palabro muy gordo y malsonante, que manera de dar motivos a algunos juntaletras para hacer daño.
Un abrazo.
Por cierto Michi lo de Sergio Ramos jugando de central es de escándalo, !!que cambio¡¡
ResponderEliminarMagnífico comentario Michi. Con el primer tiempo
ResponderEliminarde ayer, disfruté como "enano",hacía muchos años, que estando yo solo ante el televisor, no me "ponía" como ayer, el culmen del éxtasis llegó con la jugada del tercer gol, antológica.
Lamentable los "cachondos".