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domingo, 6 de noviembre de 2011

Real Madrid 7 Osasuna 1. Aperitivo brutal

 
Lo primero es lo primero: las doce. A esa hora dominical en la que muchos creyentes se entregan al ritual de la misa, las familias echan pipas a las palomas en los parques y los jóvenes marchosos todavía descansan en los ebrios brazos de Morfeo, el Real Madrid y el Osasuna saltaron a la pradera del Bernabéu para jugar un partido de fútbol. El plano general desde uno de los fondos era espectacular. La grada presentaba un reventón de aires clásicos, seguramente por la presencia semiplena de los abonados. Se veía bastante chavalería y no se veía una butaca azul sin dueño. El sol del mediodía repartía luces y sombras con mucho contraste. Y el ambiente era como más blanco, lúdico y sano. 
Las doce. A esa hora saltaron los jugadores del Real Madrid a la pradera del Bernabéu con unas camisetas que rezaban la leyenda "Forza Cassano", en apoyo al antiguo compañero que está pasando por un susto terrible. Como este club y sus integrantes son para el discurso dominante la quintaesencia del mal seguro que había algo turbio y oscuro detrás. Y con toda probabilidad lo habría también en el gesto de CR7, quien con la Bota de Oro en la mano se dio una carrerita de espaldas para que sus colegas salieran en la foto. Alguna intención muy retorcida tendría el portugués, sin duda, pues según parece la generosidad no existe en su credo y sus socios no le soportan.
Eso sí, disimular lo deben de hacer un rato largo. Tras el empuje inicial y cuando el evento se ponía anodino Di María le puso a Cristiano un centro medido que la cabeza del delantero pasaportó a la red. Una piña blanca lo celebró con entusiasmo. En fin. ¿Y lo demás? Lo demás fue, sobre todo, Di María. A falta de Özil, perdido durante demasiado tiempo, bueno fue el argentino. Además del 1-0 a Ronaldo,  le facilitó a Pepe, en un centro muy similar, el 2-1. En esa acción el Madrid reaccionaba, por cierto, a un enredo provocado por el árbitro y alimentado por la dejadez de la defensa y la viveza del ataque rojillo. Con Pepe queriendo entrar en el campo y el trencilla dando explicaciones, el Osasuna sacó una falta en un ver e Ibrahima empató, aunque muy momentáneamente. El instante apenas pudo ser más escaso y pronto llegaron el tanto de Pepe y otro a mayores de Higuaín, que mandó una rosca notable a la escuadra tras un hábil recorte. 
¿Y quién había dado el último pase también en esa acción? Una vez más, y con esa iban diez asistencias, Di María. El extremo fue protagonista en todo, por desgracia, y salió del campo con una más que probable y severa rotura de fibras. La lesión provocó un pasaje de titubeo, pues al once merengue le costó asimilar la entrada de Benzema para sumarse a Higuaín y a CR7. Pero en cuanto lo logró comenzó el atracón. 
La una. Ya se había metido el reloj, bien metido, en la una de la tarde. El domingo y a esas horas saben a gloria la cerveza y el aperitivo. El Madrid no se conformó con una tapita de engaño y pidió una ronda tras otra. Para empezar, Özil llegó antes que Satústregui a un balón que había viajado a la velocidad de la luz durante un contragolpe. Penalti y expulsión.  Ronaldo firmó el 4-1 y no tardó en ponerle la rúbrica al quinto tras cabecear un buen centro de Arbeloa. El sexto y el séptimo los firmó Benzema, ambos con la zurda. El segundo de su cuenta fue especialmente habilidoso al dejar correr el esférico para meter un punterazo que mandó la pelota a las mallas en el instante justo. 
A esas alturas de la cita mañanera ya había debutado Sahin, que era lo que faltaba para completar la fiesta. Apuntó buenas maneras y compartió la medular con Xabi Alonso, con el que está por ver si forma una buena pareja. A todo esto, el donostiarra estuvo sencillamente monumental. Dio al menos media docena de pases kilométricos y milimétricos, según se ponga la perspectiva en la distancia o en la precisión. Su capacidad en ese lance tan hermoso y poco habitual del juego es asombrosa y justifica el pago de la entrada. También la justifica, aunque sea una faceta menos vistosa, el estilo defensivo del conjunto, que hizo de Casillas un testigo pasivo de las circunstancias que rodearon a una goleada estruendosa. El reloj encaraba las dos de la tarde. El público aplaudía y, seguramente, se marchara a casa para comer ligero. El atracón en el horario de las cañas había sido brutal. Que haya más.

1 comentario:

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