Hay madridistas muy felices con la seguridad defensiva que transmite el Mou Team. Otros, sin embargo, concebimos el bienestar futbolístico de manera más amplia. Para quienes formamos este segundo grupo el Real Madrid es un equipo extraño, poseedor de algunas virtudes poco cuestionables pero cuyo peaje puede tomarse como un desafío a los códigos genéticos de la casa. La valiosísima victoria de ayer en tierras francesas fue tan útil en lo práctico como plomiza en lo estético. Los blancos siguen sin jugar bien en ataque. Para ser sinceros, juega bastante mal, sin imaginación ni fluidez ni ritmo. Duele pensar en los libros que uno ha dejado de leer, las películas que se ha perdido y las risas que le ha robado a los suyos por entregarse a este arranque de temporada. Cosas de la pasión, que a veces es masoquista.
Lo único salvable del Auxerre-Real Madrid fue el resultado, al que por cierto hay que concederle sus evidentes cuotas de fortuna. Pocos minutos antes del solitario gol del envite Pepe remató contra la portería de Casillas y el poste salvó una probable derrota. Di María, con un zurdazo bajo y seco, echó los tres puntos al zurrón tras una jugada precedida de una mano involuntaria de Sergio Ramos. A esos dos lances se reduce el lánguido resumen de la visita a Francia, que refuerza algunas de las dudas que acompañan a la plantilla merengue en este inicio del curso.
Una de ellas tiene que ver con la circulación del esférico. Mourinho probó con un trivote en el que Xabi Alonso quedaba por detrás de Lass y de Khedira. El resultado del experimento fue un fiasco. Entre el inane alemán y el alocado francés no generaron ni medio gramo de continuidad ofensiva. Pone los pelos como escarpias imaginarse una lesión duradera del mediocentro donostiarra, el único en esta plantilla capaz de dejar a sus compañeros en ventaja con un pase largo. En concreto dio tres antológicos por ninguno de sus compañeros en la parcela nuclear del campo, si bien al señor feudal del banquillo no parece preocuparle en demasía. Mou no dejó pasar muchos minutos de ventaja en el marcador para retirar a Higuaín y dar entrada a Diarrá. En casa del Auxerre, un pequeñísimo conjunto de la débil liga francesa, el Madrid se aferraba desesperadamente a una victoria plúmbea y se despedía con dos centrocampistas defensivos sobre el verde más otro que hace de todo. Molesto a la vista, como poco.
Antes, y por enésima vez, los jugadores se marcharon al descanso con la bicicleta en el marcador. El 0-0 pudo romperse en algunos momentos, tampoco demasiados. En el área francesa, Higuaín resolvía un saque de esquina con un paso de baile sobre una loseta, aunque un defensa sacó su remate cuando empezaba a cruzar la línea. El argentino tampoco acertó a rematar un balón que el cielo llovió al dudar a cuenta del fuera de juego. Y Marcelo mandó al cuerpo del portero un magnífico y eterno envío que Xabi Alonso puso a la espalda de la defensa. El resto de la versión constructiva durante el primer tiempo sólo sirvió para que continuara la colección de disparos desatinados de un Cristiano Ronaldo que siguió, tras el receso, comprometido aunque obstinado en derribar los muros a cabezazos. Y de eso sólo pueden surgir jaquecas. Porque, el que quiera espectáculo, ya sabe que de momento su exhibición se reserva a las convocatorias de prensa.