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jueves, 22 de diciembre de 2011

Real Madrid 5 S.D. Ponferradina 1. El Bernabéu, la amistad y la ilusión


El Bernabéu es un lugar precioso y el fútbol mucho más que un simple deporte. Hace un par de días lo pudieron comprobar miles de bercianos pletóricos de ilusión y orgullo. Y pudo comprobarlo, una vez más, este humilde cronista que, por una semana, no cumple con sus autoimpuestos deberes. Dada la amistad -casi hermandad- que le une con un periodista de aquella comarca digna y minera, se sumó a él y a otros dos colegas que llevábamos tiempo sin vernos. La fría noche de la Castellana fue testigo del reencuentro. Imposible mejorar el escenario.
Allí, desde la cuarta fila, le leíamos la ambición en el rostro a Callejón y nos admirábamos con la visión de juego de Özil y de Benzema. Y nos identificábamos con todo un pueblo blanquiazul que observaba cada pequeño detalle como si viviera un sueño, que es exactamente lo que estaba viviendo. Su equipo salía jugando la pelota con un aplomo impresionante. Ni un mal boleón, ni una mala patada. Hasta el éxtasis del gol de Acorán, aplaudido incluso por el madridismo. Bonito regalo para las navidades. 
Allí, sobre la incómoda silla azul, se acumulaban las risas, los chascarrillos, la puesta al día, la ocurrencia. Fluía la amistad. Callejón marcaba goles, Sahin se estrenaba con un gol de cabeza, los canteranos debutaban. Mourinho saludaba uno por uno a todos los soldados de la Ponferradina. Hasta uno de los amigos, sufridor atlético, le aplaudía el gesto. Después, el tercer tiempo en las inmediaciones, con las confidencias felices del periodista de provincias que preguntó a Mourinho en la sala de prensa y que 'jugó' en el mejor escenario de la primera división, que es donde debería jugar por su calidad profesional. Metida ya la madrugada buscábamos otro bar abierto. Cruzábamos una avenida. A la izquierda, silencioso y a oscuras, dormía el Bernabéu. Qué hermoso lugar. Qué bello el fútbol. Y qué grande la amistad.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Sevilla 2 Real Madrid 6. Cumpleañero feliz


Regalazo. Uno a veces es anfitrión de una fiesta, que con periodicidad matemática el calendario convierte en la de tu cumpleaños. Las normas de la urbanidad te obligan a atender a los invitados. A lo lejos, eso sí, como una letanía de imágenes inconexas, la tele refleja en silencio a unos tipos vestidos de rojo pasión que se enfrentan al Sevilla bajo la sospecha de la reciente derrota en el clásico. La crónica debe esperar. Nacido para el Madrid se ve obligado a una faena de aliño, sincera y poco pródiga en detalles ante el alto grado de desatención. Perezosa necesariamente, por el cansancio del exceso y la falta de sueño. Y feliz por el extraordinario regalo que supone una victoria con alto significado, propia de un aspirante serio a campeón, que se levanta con espíritu renovado del suelo para seguir en la pelea. 
El 2-6 del Sánchez Pizjuán es un toque de atención a todos aquellos que se apresuraron a dar por enterrado al equipo dirigido por Mourinho. En lo que uno vio de refilón, parece que fue fruto de la resistencia inicial a un empuje casi colérico de los sevillistas y a una pegada brutal que culminó por medio docena de veces la cacareada virtud de la velocidad. Las salvadoras repeticiones insistían sobre tres hombres: Benzema en el arte de la asistencia, CR7 en las artes goleadoras y Di María en todas. El argentino repartió obsequios como un Santa Claus inverso, delgaducho, moreno y barbilampiño. Menudo crack.
Con 0-2 en el marcador, obra de CR7 y de Callejón en sendas rupturas mortales, el portugués criticado lanzó un misil asesino desde larguísima distancia que se coló por la escuadra de Javi Varas. Si hubo dos acciones espectaculares en la noche sevillana esa fue sin duda una de ellas. La otra la protagonizó Casillas, sí, un portero capaz de retratar su estampa con perfil de oro incluso cuando sus compañeros se desatan con un set. El capitán voló de forma milagrosa para sacar una pelota que Manu del Moral remataba con saña en el segundo palo y a un metro de la portería. Los invitados, hasta la menos futbolera, tuvieron que mirar y sentirse admirados. Ese don de la atracción, hecho de empatía y calidad, sólo lo tienen algunos elegidos como el de Móstoles. 
La expulsión de Pepe no cambió el panorama en absoluto. Se veía, de hecho, que la superioridad numérica era un regalo envenenado para la escuadra andaluza. Tenía que venirse arriba y el Madrid podía esperarle atrás sin ningún atisbo de vergüenza. Así las cosas sólo era cuestión de tiempo que un contragolpe mortal liquidara cualquier vana esperanza para la remontada. Benzema se inventó un pase genial y Di María mandó la pelota a la red con el exterior de su pie izquierdo después de un carrerón. Se acabó. Por pura inercia llegaron los tantos del Sevilla y por pura inercia cerró Cristiano su triplete con un penalti y se estrenó Altintop como goleador de la Casa Blanca. Ni siquiera la roja directa a Manu del Moral fue reseñable. Al final, los jugadores y el equipo técnico celebraban rabiosos una exhibición con la que pretendían reforzar la seriedad de su candidatura. Y en una esquina del salón, un madridista cumpleañero brindaba con una cerveza belga pletórica de cuerpo y sabor, mientras volaba feliz con la imaginación a regalos más definitivos en el estertor de la temporada. Que se cumpla el deseo.

martes, 13 de diciembre de 2011

S.D. Ponferradina 0 Real Madrid 2. Historia en el Bierzo


Es el Bierzo una tierra que enamora con facilidad. Su paisaje es agreste y duro pero invita al recogimiento. Sus gentes poseen una generosidad poco adornada, muy natural. El berciano es resistente y amable. Trabajador. Comprometido. La mina es lo que tiene, que curte. Por si fuera poco, los paisanos de esa comarca con solera de región saben disfrutar. Su comida, su vino y hasta su peculiar sentido del humor les ayuda a completar una identidad que mezcla el esfuerzo con el placer, todo muy bien administrado y cuando toca. Y su equipo de fútbol, la Sociedad Deportiva Ponferradina, reúne desde años tantas y loables cualidades, por lo que ya debía de saber el Madrid que su eliminatoria copera no iba a ser un paseo. 
La visita de la institución más gloriosa que ha dado el balompié ha sido el acontecimiento social de la historia reciente del Bierzo, por lo que cada detalle acaecido en el Toralín tenía sabor a lujo, no por efímero menos intenso. Hasta el calentamiento de los hombres vestidos de blanco fue un espectáculo para los ilusionados ojos de los aficionados blanquiazules. De ahí que tampoco pasara nada si no se disfrutó de una primera parte futbolera y de muchos kilates. A un lado, la Ponferradina hizo un ejercicio espartano de orden. Al otro, el Madrid no se complicó la existencia y asestó dos o tres zarpazos a partir de las imprecisiones de un equipo de inferior categoría. 
No obstante, a punto estuvo Yuri de inaugurar el marcador con una vistosa acrobacia dentro del área, mediochilena, o algo así. Detuvo Adán el remate de un jugador talentoso e inconstante, que se fajó de forma muy honrada por el campo. Sin embargo, el escaso aunque verdadero peligro lo pusieron los pupilos de Mourinho. A falta de una circulación rápida y precisa en la medular, pues Sahin no parece tener ni de lejos el perfil de Xabi Alonso, fue la verticalidad de Callejón y de CR7 lo más destacable del primer acto. El portugués hizo una incursión inquietante que terminó en saque de esquina y el canterano fue demasiado generoso y muy impreciso en un dos contra uno que no supo completar con una asistencia en el segundo palo a Ronaldo. Solo en una mala maniobra de salida de la retaguardia, la Ponferradina permitió que Callejón se quedara solo y aprovechara un pase de Khedira para inaugurar el marcador. 0-1 al descanso.
El reinicio trajo una prolongación de los estilos: entusiasmo berciano y eficacia blanca. Domenech arrancó el uy de las gradas con un centro que se envenó y que fue a empotrarse contra el larguero. Yuri, en el rechace, echó la pelota la fuera. Fue sin duda la mejor oportunidad de los anfitriones, que veían cómo sus ilustres invitados sacaban a relucir, una noche más, el arma de la velocidad y la virtud de la pegada. De pronto Callejón, el mejor de entre los participantes, desaprovechó un magnífico taconazo de Kaká. Y al poco, Mourinho tuvo que recomponer su once para acomodarlo a un diez, dada la expulsión por doble amarilla de Albiol. 
Entró Granero por un desdibujado Sahin, gran incógnita a la que de momento no se le adivinan las enormes cualidades que se le anunciaban. También lo hizo Ramos, que sustituyó a un intermitente Kaká. Los planes no se alteraron en lo esencial, pues aunque pareció darse un atisbo de control en la posesión local el peligro lo siguió llevando el Madrid. Así, Cristiano avisó primero con un cabezazo y ejecutó a continuación el 0-2 al irse con potencia y mandar un disparo seco a las mallas. Si contra el Barcelona se le vio ansioso, en el Toralín se le vio metido y luchador, en actitud ambiciosa y humilde. Así sí.
Rompieron el silencio de la noche preinvernal las gargantas bercianas, pletóricas de orgullo al saberse atentidas por micrófonos y cámaras. Vivieron la fiesta, su gran fiesta, gracias a la grandeza del Madrid, que provoca a su alrededor lo que ninguna otra institución deportiva del planeta. Pero esa dimensión, de un tamaño descomunal, todavía crece más cuando entra en contacto con ambientes recios y generosos como el de la inolvidable cita en Ponferrada. Un capítulo más, por humilde que sea, en el voluminoso libro de la historia blanca.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Real Madrid 1 Barcelona 3. La vida sigue igual


Nada parece haber cambiado. Cundió de nuevo en el madridismo el discurso de la neutralización de las distancias con el Barcelona e incluso se habló de más. El primer clásico liguero se lo llevaron sin embargo los culés. A la indiscutible calidad de su plantilla se sumaron en verano Cesc y Alexis, autores de dos de los tres goles visitantes en el Bernabéu. El Madrid fichó a un zurdo portugués, Coentrao, que jugó de lateral derecho. A todo esto, CR7 volvió a ofuscarse en una cita grande. Y, por si faltara algo, un nuevo toque arbitral se sumó a la ensalada cuando Borbalán se echó la mano al bolsillo para amonestar a Messi y rajarse de inmediato al recordar que tenía que echarlo. Agítense los factores y tendrán las explicaciones del 1-3.
Y eso que de salida se le puso todo de cara al equipo dirigido por Mou, que compareció con Lass en lugar de Khedira. Entró el Madrid a morder y Valdés pareció asustarse. De hecho, el portero dio un pase lamentable, Di María recuperó la pelota y después de un par de rechaces Benzema embocó la pelota. Habían pasado unos pocos segundos y el Madrid anotaba el que al parecer es el gol más urgente en la historia de la madre de todos los partidos. Pero la pronta ventaja no alteró los planes de nadie. El equipo local siguió presionando con cabeza y el visitante elaborando a fuego lento. A esas alturas la igualdad, con cada escuadra enfocada en lo suyo, todavía era tan manifiesta que solo los detalles parecían desnivelar la balanza. 
Uno de ellos lo protagonizó Sergio Ramos, que en un resbalón regaló el esférico a Messi para que Casillas obrara uno de sus milagros con la punta de los dedos. Otro, Cristiano Ronaldo, quien en un contragolpe decidió no ceder la pelota a un solitario Di María para perdonar  él solito mandando la pelota fuera. En breve se pasó de un más que probable 2-0 al empate de Alexis, quien cerró con un magnífico remate desde fuera del área otra acción soberbia de Messi. El astro argentino siempre aparece, incluso cuando no está del todo inspirado. Igual que el árbitro, quien quizás acertó al no echar al 'Pulga' pero que se acobardó con descaro después de echarse la mano al bolsillo para amonestarlo. Cuando recordó que era la segunda pensó que aquello era demasiado. En fin.
Lo cierto es que el Madrid había sido levemente superior y se marchaba a los vestuarios con una sensación amarga que todavía iba a empeorar. Ya en la reanudación, y con el juego convertido en una maraña, un mal rebote sobre Marcelo a tiro de Xavi acabó dentro del marco de Casillas. Verse por debajo en el marcador sí trastocó los biorritmos madridistas, precisamente lo que no le sucedió a su rival en el detonante del relato. Encima, Cristiano se empeñó en acrecentar su leyenda negra y falló un sencillo remate de cabeza a metro y medio de la raya de gol. Segundos después, Cesc sí acertaba con la testa y mataba el duelo. El luso tuvo el 2-0 y el 2-2 y se equivocó. Además, se enceló en el lanzamiento de libres directos contra la barrera y contra el cuerpo de Valdés. Cada acometida que intentó y cada pase que dio fue un fracaso. Es lo que hay y sucede casi siempre en los clásicos. 
Con 1-3 la única duda consistía en si el fantasma de la manita sobrevolaba La Castellana o si el Madrid reanimaba a sus seguidores con una amenaza del empate. Tan cerca de convertirse en realidad estuvo una opción como la otra. Ya disfrutando de espacios Iniesta se dio un homenaje de paredes y desbordes. A punto estuvo de aumentar las ventajas el Barcelona, si bien Benzema y Kaká tuvieron dos opotunidades vistosas dentro del área que no materializaron. Las cifras no cambiarían aunque quedaba por atender a algunas circunstancias. Alexis y Cesc abandonaron el césped dejando la sensación de que habían mejorado a Villa y Pedro, que entraron en su lugar. Mientras, el zurdo Coentrao seguía pegándose contra sus rivales en el lateral derecho. Solo faltaba que CR7 tirara en el último suspiro otra falta al bulto. Detalles. Solo detalles para ver que todo sigue más o menos igual.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Previa Real Madrid-Barcelona: Memoria, cabeza y pasión


Hace más o menos un año el Madrid viajaba al Nou Camp entre vítores de la prensa y una desbordada alegría de sus seguidores. El discurso mayoritario concluía, con solo un tercio de temporada finiquitada, que ya no había distancias entre el equipo más cuajado de los últimos tiempos y el que estaba empezando a forjar José Mourinho. La leche, con perdón, fue descomunal. El Barcelona se dio un homenaje a costa del Madrid, protagonizó un rondo de noventa minutos y le metió un 5-0 que todavía escuece y que sólo alivió meses más tarde el bálsamo de la final de Copa del Rey.
Uno no es masoquista. La recreación del primer párrafo de esta previa constituye una imprescindible llamada al recuerdo. La memoria y el miedo -en sus justas dosis- son dos emociones humanas de carácter universal e imprescindibles para el gran objetivo que tiene todo ser vivo: la supervivencia. Así que bien haría el madridista en apelar a ellas y en manejarlas con madurez, especialmente ahora que el discurso del contexto parece repetirse. Según parece, el equipo dirigido por Mourinho es favorito, ha superado a su enemigo y va a sentenciar la Liga sin haber concluido la primera vuelta. Ojo. Mucho ojo.
Bien haría el vestuario madridista e incluso la grada en huir de esa ola que parece favorecedora pero que generalmente trae consigo una resaca mortal. Hay que tener memoria. Y cabeza. Control. Manejo de una situación que incluye tres puntos de ventaja y un partido menos en el calendario. La certeza de que pase lo que pase el equipo tiene en su mano seguir siendo líder durante las vacaciones si puntúa en Sevilla es un factor clave. Ése, más la probabilidad de los nueve puntos de diferencia, nunca definitiva pero de una profundidad práctica y simbólica extraordinaria. El arco de las consecuencias entre el peor y el mejor resultado posible es sencillamente sideral. Los jugadores blancos son unos trapecistas que saltan con red y los que carecen de ella visten de azul y grana. Hay que aprender a jugar con ello.
Todos esos ingredientes deben mover, además, a la pasión. La racionalidad no debe neutralizar las emociones efervescentes. El Madrid ha de partir del entusiasmo del aspirante. Es lo que es. El Barça es el campeón, merece mucho respeto y exige unas dosis inagotables de deseo. Un ímpetu juvenil, unas ganas incontenibles. Un comerse el mundo. Desde la memoria y el manejo sabio de las circunstancias solo falta un espíritu pasional para conquistar altas cimas. Es quererlo todo, sí. Pero mejor entregarse a la mezcla de sueño y conocimiento que dejarse llevar por la fiesta del exceso de confianza. Veremos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Ajax 0 Real Madrid 3. Con la mente en otra parte


El Barça. Enfrente estaba un equipo histórico, el Ajax, y las botas recorrían un escenario impresionante, el Amsterdam Arena. Pero no había madridista ayer que, desde el portero Adán hasta el aficionado más disperso, no tuviera su mente puesta en el Fútbol Club Barcelona y en el sábado por la noche. Llega el clásico, la madre de todos los duelos. Y el Madrid tenía los deberes europeos más que resueltos. Así que Mourinho dispuso en la última jornada de grupos una alineación plagada de suplentes. Tanto fue así que las únicas dudas se repartían entre el suspense propio del marcador en cualquier partido y, sobre todo, las hipótesis que de la alineación y de los cambios podían formularse de cara al fin de semana. Así de claro.
Ganó el Madrid y ganó con un guarismo holgado. De hecho, el 0-3 fue excesivo. La brutal pegada que tiene su ataque y un par de graves equivocaciones arbitrales explican lo ruidoso del resultado. No generó demasiado caudal ofensivo el once madridista, seguramente porque Granero ocupó una posición para que la que no está en absoluto dotado. Por mucho que ciertos sectores de la prensa y del público se empeñen, el canterano no es mediocentro y punto. Ayer ocupó esa parcela junto a Sahin y los vestidos de negro se resintieron de evidentes carencias en el control del juego.
Es pronto para sacar conclusiones, además, alrededor del fichaje más ilusionante de la temporada. Está todavía con su pretemporada particular, si bien da la impresión de que el turco no es Xabi Alonso. Desde luego no posee el desplazamiento en largo ni la presencia física de quien tiene la misión de sacar la pelota justo por delante de los centrales. Puede que sea más mediapunta que mediocentro organizador. Pero, insistimos, es pronto para sacar conclusiones.
El caso es que el Madrid fue letal a la contra y gracias sobre todo a su velocidad. Callejón volvió a brillar, especialmente en el arte del demarque en velocidad y el remate seco. Inauguró el marcador en el primer tiempo y lo cerró en el segundo con dos acciones casi gemelas, colándose entre unos defensas titubeantes en el achique y demostrando una habilidad pasmosa ante el marco. Entre medias, Higuaín aprovechó un pase lejano y en profundidad de Benzema, ese tipo que un día coqueteó con el autismo y que ahora puede jugar de lo que se proponga. Su visión, destreza y calidad le permiten jugar en infinitas parcelas del campo. Eso, más el estreno del canterano de origen portugués Mendes, fue de lo poco noticioso de la noche.
La velada, por otro lado, resultó especialmente cómoda gracias a dos fueras de juego que el árbitro se inventó durante la primera parte y que hubieran acabado en legítimo gol. Seguramente el Ajax no hubiera sacado un empate en cualquier caso, único resultado que le hubiera sido útil habida cuenta de lo que estaba sucediendo en Zagreb. Allí, el Lyon le endosó siete goles al Dinamo y se metió en octavos gracias a las diferencias goleadoras. La grada holandesa no daba crédito. Y menos mal que los seguidores no estaban contemplando los hechos con sus propios ojos, pues hubieran pasado de la sorpresa a la ira. Lo sucedido en tierras balcánicas tiene toda la pinta de un enjuague infame que debería investigarse a fondo. Sería lo último que le faltaba a la vieja Europa: un escándalo estruendoso e inmoral en la Champions.
Y el Barça. Uno se iba con la mente a Zagreb, e incluso a Basilea para sorprenderse con la precipitada caída del Manchester United. Puede que incluso viajara al mismo Manchester para comprobar la eliminación del multimillonario City. Pero el cerebro volvía una y otra vez al clásico. Si Benzema era el primer sustituido, todos lo veían como un indicio de probable titularidad en el duelo de los duelos. De igual modo, y en ausencia de un fútbol espectacular, los deseos y las interpretaciones se cruzaban en un vuelo hacia el futuro. El futuro inmediato de un Real Madrid-Barcelona que lo eclipsa todo, incluida una Champions que parece trazar otro choque de gigantes en la estación de destino. Ya veremos.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Sporting de Gijón 0 Real Madrid 3. Iturralde, Di María y Twitter


Twitter es una red social que permite comunicarse con acciones de microblogging, término acuñado por los especialistas. Te abres una cuenta, entras y puedes escribir mensajes que no superen los 140 caracteres. Solo en España hay unos dos millones de usuarios tuiteros. Esa gente escribe de los temas que le interesan. Un asunto que atraiga tanto al personal como para comentarlo en ese entorno, ya sea un suceso, una efeméride o un personaje público, entra en la lista de los diez más importantes. La clasificación suele ser un termómetro de las preocupaciones de la gente. Pues bien, durante el Sporting-Real Madrid, concluido con una victoria poco exigida del líder por 0-3, dos fueron los nombres protagonistas durante buena parte del evento: Iturralde y Di María.
Seguro que no hay aficionado que quiera dedicar su tiempo y su dinero a contemplar el protagonismo exhibicionista de quien tiene la obligación de pasar por invisible. Tiempo y dinero, dos bienes tan preciados en los tiempos que corren, fueron secuestrados en buena parte por un sujeto llamado Iturralde González. Fue noticia durante la semana por su voluntaria baja en la citada Twitter, pero de uno que no está también puede hablarse. Es más, y como es el caso, puede convertirse en el objeto más importante de conversación. El inquieto e imprevisible trencilla fue sin duda lo más destacable de la primera parte, con una actuación caprichosa que tuvo por detonante la injusta expulsión de Rui Faria, ayudante de Mou. A partir de ahí, desenfundó el rifle y cosió a tarjetas a cuantos pasaban a su lado. Además, repartió malamente las faltas y se equivocó a costa de todos. 
El infame espectáculo encabezado por Iturralde no fue el único durante la fase inicial de la convocatoria. En lo estrictamente balompédico, Sporting y Real Madrid hicieron gala de un estilo picapedrero, unos por omisión y otros por pura impotencia. El celebrado descanso por sanción de Xabi Alonso -que asegura, en principio, su presencia en el clásico de la semana que viene- mutó en pesadilla con la dupla Lass-Khedira como organizadores. Como ninguno de los dos está llamado a ofrecerse rápidamente y a sacar la pelota jugada desde con criterio, el equipo visitante se entregó a los desplazamientos en largo. Los patadones de Pepe trazaron la desagradable estampa de la ofensiva madridista, un plan tan primitivo que los sportinguistas apenas padecieron. 
Todo eso fue así hasta que el azar y la calidad fueron generosos con los blancos. En una duda del lateral Damián, Di María hizo gala de todas sus virtudes, que son bastantes. La ambición le llevó a recuperar la pelota. La velocidad le plantó en la línea de fondo de dos zancadas. La pillería le hizo ver un hueco en el primer palo mientras Juan Pablo se tiraba a tapar el centro. Y la calidad rubricó el gol, anotado con la punta de la bota izquierda. Si se exceptúa el borrón del defensa y del guardameta, golazo. Pero la victoria momentánea solo maquillaba una imagen pobre, sin ocasiones ni llegadas que fueran más allá del ímpetu atacante de Cristiano Ronaldo.
La reanudación parecía traer los mismos aires pero la fe asturiana había mermado. Si algo tiene el bloque logrado por Mourinho es solidez, razón por la que jamás vio inquietado el marco de Casillas. Por contra, a medida que pasaban los minutos las líneas rojiblancas empezaban a distanciarse por crecientes metros. Solo era cuestión de tiempo que el líder diera por concluida la cita por mucho que la invocación al arte se la hubiera dejado en la capital. Fue de nuevo Di María quien le hizo un roto al Sporting metiéndose entre líneas y asistiendo de forma brillante a CR7. El portugués se estrenó ante uno de los pocos rivales que se habían librado hasta ahora de una de sus cornadas mortales. En velocidad dribló a Juan Pablo y ajustó el remate raso a las mallas. Se acabó. 
Lo demás fue intrascendente pues resultaba palmaria la imposibilidad de la remontada. Es más, con espacios el Madrid acumuló invitaciones a la goleada. Mientras lo hacía, el cronista podía repartir su atención entre la aseada actuación de Coentrao en la banda derecha, los malabares llenos de sentido de Marcelo y, cómo no, lo que se nos viene encima dentro de una semana. En lo que uno se entretenía, Di María aprovechaba que no había defensa bajo los palos para mandar un saque de esquina a la cruceta. E Higuaín empotraba el esférico contra el cuerpo de Juan Pablo en un uno contra uno. La mente volaba hasta el Bernabéu, sábado 10, bien metidos en la noche de otro partido del siglo. Marcelo, sin embargo, devolvía el tiempo presente -y ya con inferioridad numérica del Sporting- al concluir un contragolpe con golazo por la escuadra. Ya poco importaba, incluso la vergonzante y casi olvidada actuación de Iturralde. Señalado por éste el final, solo existe el Madrid-Barça. Ojo al Twitter en los próximos días. Va a echar humo. 

sábado, 26 de noviembre de 2011

Real Madrid 4 Atlético de Madrid 1. Bronca, fealdad y goleada

 
"Quiero un partido cerrado, bronco y feo". Pocas veces unas declaraciones anuncian de forma más precisa lo que está por venir. De una manera muy poco edificante, el técnico del Atleti, Gregorio Manzano, se despachó en las vísperas del derbi con un aviso que en otras circunstancias o bocas hubieran sonado escandalosas. Sus jugadores, sin embargo, decidieron que su entrenador se había quedado corto y pasaron a palabras mayores. El supuesto partido de fútbol fue durante la mayor parte del tiempo una maraña, una red tupida de piernas interpuestas cuando no de embestidas infames. Pero la actitud macarra solo le sirvió a los pupilos de Gregorio para que no diera la impresión de que una máquina pesada les aplastaba. En el fondo dio igual, pues volvieron al Manzanares con una goleada más y con la imagen hecha jirones.
Saltaron los rojiblancos al Bernabéu en un estado de hiperexcitación estimulada que abroncó el duelo y lo transformó en una cadena constante de interrupciones. Algunas de ellas sobrepasaron cualquier límite admisible, especialmente una de Perea a Cristiano Ronaldo que explicó con nitidez el significado de la palabra 'violencia'. En ese lance el marcador indicaba un empate a uno y el Atleti ya jugaba con diez. Su inferioridad no se debía, sin embargo, a las oposiciones preparadas por los visitantes en forma de entradas por detrás, agarrones o similares. En la única jugada ofensiva debidamente trenzada del Madrid, Benzema se quedó solo ante Courtois y fue derribado por el portero después de dribarlo.
Mateu Lahoz, evidente cómplice del "bronco y feo" plan que Manzano había explicado ante las cámaras, señaló el punto de penalti y expulsó al joven belga. Cristiano igualó la ventaja que un excepcional Adrián le había dado a los suyos tras irse de Pepe y mandar un tiro seco y certero junto al palo derecho de Casillas. Fútbol, lo que se dice fútbol, se había visto muy poco, por no decir nada. Que Diego se centrara casi exclusivamente en tapar a Xabi Alonso explica buena parte de lo sucedido. Los locales tenían serias dificultades en la elaboración, con Pepe sacando la pelota en largo como prólogo de demasiadas maniobras. Así las cosas, las ocasiones apenas llegaron antes de que las camisetas blancas enfilaran el túnel de vestuario. 
La reanudación trajo el cambio de escenario que a menudo supone la suerte del gol. CR7 se fue en velocidad de Godín y se la puso a Di María para que rematara a puerta vacía y a placer. Por debajo en el marcador y con diez sobre el campo el Atleti inistió en la bronca y la fealdad. A nadie se le escapa, sin embargo, que semejantes principios son estériles cuando vas perdiendo. Además, se demostró que las patadas tampoco evitan esas jugadas grotescas con la típica denominación de origen rojiblanca: los defensas no sacaron un balón llovido del cielo e Higuaín se metió entre ellos para recortar y anotar otro tanto sin oposición bajo el marco mientras varios de sus rivales miraban patéticamente desde el suelo. 
Todavía tuvieron tiempo Asunçao y Domínguez para seguir repartiendo estopa a diestro y siniestro. Ninguno de los dos pudo evitar, sin embargo, una pared de Ronaldo con Higuaín que acabó con el argentino derribado por Godín. El central se fue también, con justicia, a la calle. Cristiano anotó el cuarto y el Madrid se fijó el único objetivo de no acabar con la enfermería llena. Lo logró a duras penas, pues todavía faltaba algún arreón feo y postrero de un equipo que renunció a nada que no fuera enredar. Y uno se imagina a Manzano en sus tiempos de profesor de instituto y, todavía con el eco de sus declaraciones metido en el oído, se explica cómo anda el sistema educativo en España. Pues eso.

martes, 22 de noviembre de 2011

Real Madrid 6 Dinamo de Zagreb 2. Grupo salvaje

 
Sahin. Sahin y Xabi Alonso. Por separado y juntos. A falta de suspense, pues el Madrid ya tenía virtualmente resuelta su clasificación europea como líder del grupo, la noticia sobrevolaba el centro del campo y tenía por protagonistas a sus ocupantes. Pero este Madrid no está para lo particular, ni siquiera por parejas. Funciona el todo, el organismo completo, el bloque. Todas las piezas están al servicio de la obra entendida en su globalidad. Pronto, de inmediato, se olvidaron los detalles y se puso en escena un superlativo ejercicio de ambición, compromiso y solidaridad. Lo mejor no fue el set que le hizo a los croatas. Lo mejor fue, una vez más, la actitud.
El árbitro dio la orden de salida y los jugadores dirigidos por Mourinho, que en principio no ponían mucho en juego, se comportaban como si sus vidas corrieran grave riesgo. Fruto de esa necesidad autoimpuesta, el equipo pareció una botella de champán recién sacada de una centrifugadora. Todavía con el eco del pitido inicial en los oídos de los espectadores, Benzema desvirgó al Dinamo de Zagreb al final de una sinfonía de pases horizontales que acabó con la pelota en su pie derecho y con la rúbrica del 1-0. El cántico ritual a la memoria de Juanito del minuto 7 ya estaba arropado por el 2-0, cobrado por un Callejón asistido generosa y precisamente por Benzema. Y no se había llegado a la redonda cifra de los diez cuando Higuaín se había incorporado a la fiesta con un recorte magnífico y un toque genial. Visto lo visto, casi hubo que esperar una eternidad para que llegara el cuarto. Fue a los veinte minutos y lo certificó Özil, suelto y elegante en todo lo que hizo. El portero rechazó una pelota y el germano-turco detuvo el tiempo dentro del área con un estilo que recordó al mejor Butragueño. Serenidad y gol. 4-0.
El descanso sirvió para que Mourinho les pusiera la alfombra a los meritorios. Entraron Albiol, Altintop y Granero, con el consiguiente ahorro para Ramos, Özil y Xabi. Sahin se quedó solo al mando del timón. Solo quedaba por ver si la segunda unidad era capaz de desempeñarse con la misma motivación dada la eterna diferencia que reflejaba el luminoso. De momento, Callejón despejó cualquier duda y anotó su segundo chicharro y el quinto de la noche en una acción en la que alardeó de desmarque, paciencia y remate. Al poco, encima, el canterano se inventó una vaselina excepcional que el guardameta sacó milagrosamente con la yema de los dedos. 
Todos quisieron. Ése parece el gran secreto de este Madrid solvente y concentrado, cualidades que sumadas al indiscutible talento individual componen un cóctel embriagador. Talento les sobra desde luego a Higuaín y a Benzema. Además, los dos poseen unas habilidades que casan bien. De la suma nació el sexto, anotado por el delantero francés al aprovechar un pase con el tacón de su colega argentino. Como si tuviera la sensación de que al pastel le faltara una guinda, Karim se adornó a continuación con un globito a sí mismo y al que dio continuidad con una espectacular chilena que estrelló contra el poste. Que antes los croatas hubieran anotado el gol del honor -e incluso que después maquillaran el repaso con un segundo tanto- era una anecdotilla sin importancia: el Bernabéu estalló en una ovación cerradísima a la ocurrencia acrobática, borracha de calidad, que tuvo quien hace no tanto era protestado en todo lo que intentaba. Así, y en la noche de Sahin -correcto, sin más, a falta de coger ritmo en las piernas-, sobresalió la entrega de un grupo que se comportó de forma salvaje y que parece infundir terror en la ribera del Manzanares.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Valencia 2 Real Madrid 3. Reflexión, palos y puntos


La reflexión es una actividad racional. Vinculas una neurona con otra, te emerge la idea y alcanzas la conclusión. Por lo general, la reflexión es la génesis que determina en la especie humana un acto posterior. De ahí que, al parecer, sea oportuno dedicarle una jornada en la víspera de las elecciones. Pues bien, el día antes del reinado de la urna y la papeleta el Real Madrid y el Valencia se entregaron en Mestalla a un ejercicio brutal de irreflexión. Piques, goles, errores, protestas, celebraciones exageradas. El fútbol apasiona por lo que tiene de imprevisible y el duelo de Mestalla fue un puro descontrol. No apto para cardíacos, según reza el tópico. Y en el que el Madrid se llevó tres puntos fundamentales, por ahondar en el lugar común. 
La olla coció de verdad entre el 45 y el 90. Tras el 0-1 del descanso, los valencianistas debieron de recibir una orden taxativa en su vestuario: ni rendiciones ni prisioneros. Transformaron los locales el segundo tiempo en una batalla legítimamente incruenta, apasionante, casi inhumana en su exigencia. Hubo hasta postre. Con 2-3, botó el Valencia una falta rematada violentamente contra el larguero de Casillas. Solo unos centímetros evitaron la pérdida de dos puntos y mayores apreturas en el liderato. Pero antes hubo mucha tela para cortar, tanta que cualquier seguidor pudo perder varios kilos sin apenas moverse del sofá. 
La primera parte fue movida aunque palideció ante la casi insoportable agitación de su continuará. El Madrid, vestido de un rojo excitante, se apoderó de inicio del balón y contuvo a su enemigo. Estuvo enérgico en la presión y eficaz en el dominio. Mourinho había sorprendido con un once que incluía a tres mediocentros, algo que restó protagonismo a Xabi Alonso y se lo duplicó, en largo sobre todo, a Khedira. El dominio, sin embargo, no se tradujo en un número holgado de ocasiones y solo Benzema aprovechó la suya para ejecutar una acción sobresaliente tras el saque sorpresa de una falta por parte de Xabi. El francés bajó el esférico, se lo puso en el pie izquierdo y lo mandó con violencia a las mallas. 
Que el tiempo es un ente relativo quedó confirmado, por otro lado, en la reanudación. Pocas veces 45 minutos pueden parecer tan eternos. El partido se puso para hombres -disculpe el lector la exageración masculina- y nadie se ahorró una gota de sudor en el envite. El Valencia apretó y lo hizo con un coraje que se movía en un dudoso límite, siempre con la cooperación necesaria de una afición empeñada en su alergia al madridismo. 
Todo se tornó en un monumento al otro fútbol. Tal fue la generosidad de los 22 jugadores que morían sobre el césped que ni siquiera el 0-2, marcado por Sergio Ramos de un cabezazo certero a la salida de un saque de esquina, cortó la electricidad. Soldado abrevió pronto las distancias al aprovechar el rechace de un paradón de Casillas. Es más, de nuevo el Madrid pareció firmar el finiquito cuando CR7 dejó sin perdón una salida mal medida de Alves y subió el 1-3 al marcador digital. Al poco, Soldado volvió a apretarlo todo gracias a la dejadez de Marcelo en un balón que llegó a centrar Pablo desde la línea de fondo. La presión sanguínea subió y las visitas a urgencias pudieron dispararse en multitud de centros hospitalarios españoles. 
Al final, la pelota murió con el partido en el travesaño del portero del Real Madrid. Si los campeonatos se ganan también por pequeños matices éste es candidato a convertirse en uno sobre el que volver la mirada cuando se repasen en junio los instantes decisivos. Los atletas vestidos de rojo celebraban el pitido final mientras los valencianistas se enredaban con un árbitro que les había concedido casi todas las tarjetas amarillas y buena parte de las incesantes reclamaciones de las que fue objeto. Ahí no radicaba, ni de lejos, la explicación al resultado. Si acaso, habría que buscarla en la diferencia de calidad de dos contendientes que se mofaron de la jornada de reflexión, transformada en Mestalla en una monumental exhibición de instinto primitivo cuyo resultado sabe a gloria.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Real Madrid 7 Osasuna 1. Aperitivo brutal

 
Lo primero es lo primero: las doce. A esa hora dominical en la que muchos creyentes se entregan al ritual de la misa, las familias echan pipas a las palomas en los parques y los jóvenes marchosos todavía descansan en los ebrios brazos de Morfeo, el Real Madrid y el Osasuna saltaron a la pradera del Bernabéu para jugar un partido de fútbol. El plano general desde uno de los fondos era espectacular. La grada presentaba un reventón de aires clásicos, seguramente por la presencia semiplena de los abonados. Se veía bastante chavalería y no se veía una butaca azul sin dueño. El sol del mediodía repartía luces y sombras con mucho contraste. Y el ambiente era como más blanco, lúdico y sano. 
Las doce. A esa hora saltaron los jugadores del Real Madrid a la pradera del Bernabéu con unas camisetas que rezaban la leyenda "Forza Cassano", en apoyo al antiguo compañero que está pasando por un susto terrible. Como este club y sus integrantes son para el discurso dominante la quintaesencia del mal seguro que había algo turbio y oscuro detrás. Y con toda probabilidad lo habría también en el gesto de CR7, quien con la Bota de Oro en la mano se dio una carrerita de espaldas para que sus colegas salieran en la foto. Alguna intención muy retorcida tendría el portugués, sin duda, pues según parece la generosidad no existe en su credo y sus socios no le soportan.
Eso sí, disimular lo deben de hacer un rato largo. Tras el empuje inicial y cuando el evento se ponía anodino Di María le puso a Cristiano un centro medido que la cabeza del delantero pasaportó a la red. Una piña blanca lo celebró con entusiasmo. En fin. ¿Y lo demás? Lo demás fue, sobre todo, Di María. A falta de Özil, perdido durante demasiado tiempo, bueno fue el argentino. Además del 1-0 a Ronaldo,  le facilitó a Pepe, en un centro muy similar, el 2-1. En esa acción el Madrid reaccionaba, por cierto, a un enredo provocado por el árbitro y alimentado por la dejadez de la defensa y la viveza del ataque rojillo. Con Pepe queriendo entrar en el campo y el trencilla dando explicaciones, el Osasuna sacó una falta en un ver e Ibrahima empató, aunque muy momentáneamente. El instante apenas pudo ser más escaso y pronto llegaron el tanto de Pepe y otro a mayores de Higuaín, que mandó una rosca notable a la escuadra tras un hábil recorte. 
¿Y quién había dado el último pase también en esa acción? Una vez más, y con esa iban diez asistencias, Di María. El extremo fue protagonista en todo, por desgracia, y salió del campo con una más que probable y severa rotura de fibras. La lesión provocó un pasaje de titubeo, pues al once merengue le costó asimilar la entrada de Benzema para sumarse a Higuaín y a CR7. Pero en cuanto lo logró comenzó el atracón. 
La una. Ya se había metido el reloj, bien metido, en la una de la tarde. El domingo y a esas horas saben a gloria la cerveza y el aperitivo. El Madrid no se conformó con una tapita de engaño y pidió una ronda tras otra. Para empezar, Özil llegó antes que Satústregui a un balón que había viajado a la velocidad de la luz durante un contragolpe. Penalti y expulsión.  Ronaldo firmó el 4-1 y no tardó en ponerle la rúbrica al quinto tras cabecear un buen centro de Arbeloa. El sexto y el séptimo los firmó Benzema, ambos con la zurda. El segundo de su cuenta fue especialmente habilidoso al dejar correr el esférico para meter un punterazo que mandó la pelota a las mallas en el instante justo. 
A esas alturas de la cita mañanera ya había debutado Sahin, que era lo que faltaba para completar la fiesta. Apuntó buenas maneras y compartió la medular con Xabi Alonso, con el que está por ver si forma una buena pareja. A todo esto, el donostiarra estuvo sencillamente monumental. Dio al menos media docena de pases kilométricos y milimétricos, según se ponga la perspectiva en la distancia o en la precisión. Su capacidad en ese lance tan hermoso y poco habitual del juego es asombrosa y justifica el pago de la entrada. También la justifica, aunque sea una faceta menos vistosa, el estilo defensivo del conjunto, que hizo de Casillas un testigo pasivo de las circunstancias que rodearon a una goleada estruendosa. El reloj encaraba las dos de la tarde. El público aplaudía y, seguramente, se marchara a casa para comer ligero. El atracón en el horario de las cañas había sido brutal. Que haya más.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Olympique de Lyon 0 Real Madrid 2. Oh la la!

 
Oh la la! es una expresión que revela sorpresa. Posee ese aroma de la lengua francesa que se mueve entre la sonoridad elegante y el amaneramiento ridículo. Sorpresa. Oh la la!, por fin ganó el Madrid en Lyon. Oh la la!, Sergio Ramos es irremplazable como central. Oh la la!, Lass puede jugar, con suma corrección, en cualquiera de los dos laterales. Y oh, la, la!, Cristiano Ronaldo ya es goleador centenario de una institución gloriosa. 
La expresión también denota júbilo y el equipo dirigido por Mourinho tiene motivos para una contenida celebración. Su esperada victoria ante un correoso Olympique despeja el horizonte de la primera plaza del grupo y permite administrar esfuerzos y concentrarlos en una Liga que se presume muy exigente. El 0-2 constituye además otro golpe de autoridad, pues se produjo en un escenario por lo general exigente, de esos que aprietan. Salieron los blancos bien parados de los arreones franceses y se llevaron con merecimiento tres puntos, aunque costara algunos litros de sudor.
Compareció el once con algunas novedades y apenas se resintió por ello. Dominó durante la primera parte sin necesidad de imprimir el diabólico ritmo de citas todavía frescas en el recuerdo. Controlaba los hechos el Madrid sin grandes aspavientos cuando CR7 mandó un misil de vuelo semirasante contra el marco de Lloris. El golazo de libre directo sirvió para adueñarse más de los tempos de un partido que no quedó resuelto antes del descanso porque Di María tiene la pierna derecha solo para apoyarse y porque Özil estuvo blandito en la definición. 
No obstante, la imagen de algunos madridistas como Benzema o el mismo Lass fue óptima. El delantero no mojó pero hizo alarde de su sobresaliente visión de juego. Cuando se marchó al banquillo entre aplausos lo hizo con el deber más que cumplido. Antes y después de ese cambio sus compañeros demostraron también mucho compromiso, especialmente en las no siempre vistosas artes del repliegue. El Olympique embestía con una mezcla de músculo y voluntad, pero las maniobras defensivas de los visitantes les cerraban todas las puertas. Y cuando quedaban entreabiertas aparecía un ángel vestido de amarillo apellidado Casillas. 
Así las cosas, el árbitro se tragó un penalti clamoroso por mano en el área del Lyon y, preso de una conciencia turbia, se apresuró a señalarlo poco después en una acción bastante más discutible sobre CR7. El portugués lo transformó y acabó con cualquier duda sobre si lleva 100 goles vestido de blanco o no. Los lleva y la cifra es brutal. A todo esto, y con las dudas del triunfo en tierras galas ya resuelto, sus colegas se dieron el lujo de dormitar un rato. Con Lass en la banda izquierda y con Albiol en la derecha la retaguardia propició varias ocasiones que el Olympique no llegó a concretar. El marcador sin embargo quedaría a cero. Si las cuentas no fallan, cuatro partidos sin encajar un gol continental. Y eso merece, sin duda, un último y rotundo oh, la, la!

domingo, 30 de octubre de 2011

Real Sociedad 0 Real Madrid 1. Piponazo y celebración


Saltó Mourinho a celebrarlo y a felicitar a sus muchachos. Cerró el puño Cristiano en señal de alegría. Y muchos madridistas seguro que los imitaron en sus casas, en los bares o en los coches. Ganó el Madrid tres puntos que anduvieron frágilmente sobre un alambre durante demasiados minutos, los que van desde el diez hasta el noventa, un eterno pasaje durante el que la victoria fue mínima y en el que la buena imagen se fue diluyendo a medida que avanzaba el tiempo. El espectáculo se fue convirtiendo poco a poco en una ceremonia tosca, aunque también fue el colmo de la belleza si se compara con el monumento a la barbarie que Telecinco había decidido perpetrar con sus cucadas infames. El fútbol, incluso cuando se vuelve espeso y primitivo, sigue ofreciendo un escape edificante. En fin, que nos perdemos.
La primera parte se resumió en un hecho: a Bravo se le acumuló el trabajo y Casillas pudo recrearse en recordar las excelentes vistas de San Sebastián que disfrutaron tanto él como sus compañeros unas horas antes desde el hotel. El Madrid fue el único protagonista del duelo en ese intervalo. El escenario, una de esas plazas norteñas e incómodas de toda la vida, perdió intensidad a raudales desde el pitido inicial. Los visitantes, lejos de las intimidaciones del pasado, se adueñaron del partido desde el inicio. 
Cierto que el ritmo fue menor que el imprimido por la diabólica máquina que saltó a La Rosaleda hace una semana o al Bernabéu el pasado miércoles. La sensación de superioridad, sin embargo, fue  parecida. Y se refrendó a los diez minutos, momento en el que Higuáin hizo del desmarque un arte y se buscó la vida entre una manifestación de defensas centrales. Desde atrás, señaló con la mano la acción e inició una vibrante arrancada. Coentrao, con la cabeza erguida, enhebró un pase excelente por el ojo de una aguja. A continuación, un toque picado, en carrera y preciso. Gol del argentino. 
Aunque por lo general a una acción de esa índole se le llama "abrir la lata", la metáfora en esta ocasión no se hizo realidad. La Real Sociedad siguió en las mismas y se acomodó en el uso del cloroformo. Los donostiarras solo tenían un plan: cerrar huecos en el terreno de juego por encima de todo lo demás. La posesión de los visitantes se hizo absoluta, pues al primer toque en pequeños espacios le sumó una prontísima recuperación del balón. Özil colaboró al monopolio, si bien se le notó algo depre y tendente a la irrelevancia. Los hombres dirigidos por Mourinho no se volvieron locos en ningún momento y aguardaron a los momentos oportunos para hincar el diente a su víctima. 
Así lo intentó en tres o cuatro pasajes. Por ejemplo, en un disparo lejano y muy venenoso de CR7 que intimidó a Bravo. O en una incursión de Di María que terminó con un punterazo que atajó con dificultades el guardameta chileno. O, sobre todo, en un pase excelente del extremo zurdo que Higuaín remató sin éxito en las postrimerías de un contragolpe magnífico. La peor noticia al descanso era, por corto, el resultado. La mejor, la imagen de una superioridad surgida de la humildad, una virtud que lució especialmente Coentrao, sustituto de Marcelo, en el repliegue. Y eso por elegir a un estandarte.
La reanudación, por contra, no trajo casi nada bueno. La primera pérdida importante, de Xabi en un momento de respiro en la medular, pudo costar un disgusto al cuarto de hora. Vela disparó demasiado centrado y Casillas entró en calor, sensación térmica elevada poco después con otro tiro de Griezmann. La Real ponía más intensidad, hasta el punto de que alcanzó el grado de violencia extrema en una patada criminal del joven francés sobre Sergio Ramos, momunental durante toda la noche. La tarjeta fue amarilla, igual de amarilla que la que vio Arbeloa nada más empezar el partido por una faltita de nada. Cosas que pasan. 
La salvaje acometida fue la plasmación de un devenir de los acontecimientos que cada vez se enmarañó más. El Madrid, ya con Khedira, Kaká y Benzema sobre la hierba, contemporizó y no le encontró posibilidades a su vigorosa contra porque cualquier gestación era cortada con una falta por los delanteros o por los centrocampistas blanquiazules. Pero a la táctica defensiva no le sumó la suficiente calidad como para asediar el marco madridista. Si se sufrió fue por otros motivos, especialmente por ese componente imprevisible que tiene el deporte de competición y que convierte cualquier accidente en un disgusto. No llegó y el Real Madrid se acostó líder. Un sólido motivo para cerrar el puño y celebrarlo.

jueves, 27 de octubre de 2011

Real Madrid 3 Villarreal 0. Para gozar esto es una bomba

 
Si no fuera tan tarde, lo justo sería escribir esta crónica en verso. Tiene pinta, sin embargo, de que algún día va a tocar hacerlo. Calcó el Madrid el primer tiempo de Málaga, tan perfecto en todo que se antojaba irrepetible. Cuando lo irrepetible se repite empieza a ser costumbre. Según los juristas, la costumbre, en determinadas circunstancias, puede llegar a ser ley. Y la ley, su ley, una ley severa y sin fisuras, la está imponiendo un Madrid que, de no ser por su explosiva belleza, podría parecer hasta cruel. 
Le sobró en un tiempo para hacerle de todo al Villarreal, un equipo en horas bajas pero que hombre por hombre tampoco es un cualquiera. En solo diez minutos, de hecho, ya ganaba por 2-0. Abrió la lata Benzema tras bajar con el pecho una pelota servida desde muy lejos por el omnipresente Di María y que subió suave y picadita por encima del corpachón del pobre Diego López. Casi sin respirar, Kaká mandó un zurdazo inapelable y raso a la red desde la frontal del área. Pero las cifras son gélidos inventos sin alma cuando la pasión se desborda. Durante esos seiscientos segundos los blancos habían protagonizado una orgía, activado una bomba nuclear y desatado una explosión devastadora. Presionaban, como en una coreografía obsesiva y perfecta, la salida de la pelota del Villarreal. Y con el objeto redondo en los pies se lanzaban fulgurantes y en tropel sobre la portería enemiga. 
Por si fuera poco, los once eran tan brillantes en lo esencial como en el detalle. Kaká, un milagro andante, se adornó con un caño sobre Borja Valero. Marcelo hizo malabarismos sobre el alambre de la línea de fondo y sirvió una ocasión prístina a Benzema, que disparó fuera. Casillas, que se suma a todas las fiestas balompédicas que puede, salvó un balón envenenado por un rechace. Ramos, además, se cruzó como un central rápido y contundente en las escasas incursiones de los castellonenses. Solo faltaba que Di María cediera el papel de asistente a Benzema para convertirse él en ejecutor definitivo de un contragolpe mortal y marca de la casa tras un saque de esquina del Villarreal. 
Como semejante intensidad no puede ser eterna, lo que la reanudación trajo fue, disculpen la metáfora, el cigarrillo de después. El Madrid tocó con más pausa y bajó algunas revoluciones, aunque no tantas como en Málaga. El ritmo de la presión también descendió y las ocasiones de verdadero peligro escasearon. Solo un hecho fue verdaderamente noticioso: Xabi Alonso sumó un breve descanso y fue sustituido ante el reconocimiento generalizado del respetable. Antes lo habían recibido también y casi con el mismo estruendo tanto Di María como Benzemá. Coentrao, Özil e Higuaín fueron los respectivos sustitutos. El finiquito, sin embargo, estaba firmado y una incursión de Arbeloa se sumó a otra precedente de Di María para convertirse en los únicos envites al gol. No lo hubo. Y unos cachondos aprovecharon para pitar al equipo en los minutos finales. Qué frágil es la memoria de algunos seguidores, como si sus ojos no hubieran sido testigos de un fútbol excepcional, pluscuamperfecto e inolvidable. Que siga.

sábado, 22 de octubre de 2011

Málaga 0 Real Madrid 4. Así, así, así gana el Madrid

 
Fútbol total. Perfección. Matrícula de Honor. Plenitud. Festín. Vendaval.  Primor. Exhibición. Tormenta perfecta. Lo que ustedes quieran. Elijan la palabra o expresión que más les plazca. La más corta o la más larga. La que tenga connotaciones académicas, festivas o gastronómicas. Lo mismo da. Si no ha visto el primer tiempo del Málaga-Real Madrid y siente algún aprecio o curiosidad por un deporte llamado fútbol abandone estas líneas y hágase con una copia. Lo que verán sus ojos estará tan por encima de esta torpe prosa que a uno le dan ganas de dejar tranquilas a las teclas. Seamos, pues la ocasión es propicia, hiperbólicos: el Madrid jugó en Málaga cuarenta de los mejores minutos que este cronista le haya visto jamás. 
Ganó 0-4 pero ni siquiera los números, escandalosos, están a la altura de las circunstancias de lo visto durante la primera parte. Once hombres vestidos de negro saltaron al piso verde de La Rosaleda e impartieron una lección magistral en lo básico y en lo accesorio, en la presión y en el toque, en la velocidad y en la pausa, en el centro desde las bandas y en el adorno malabarista. Hasta Casillas se gustó con una palomita de otra época. No faltó nada ni nadie. Todos lucieron como los instrumentos de una orquesta perfecta durante una noche inspirada. 
Y eso que el asunto arrancó igualado en algo, ya que unos y otros pidieron como locos a Mateu Lahoz sendos penaltis. Las reclamaciones pronto quedaron en el olvido, pues la sensación de superioridad zanjó cualquier sombra de litigio. Los visitantes hicieron un descomunal ejercicio de presión sobre el rival, al que asfixió en la frontal de su propia área. Incapaces de darse la vuelta con la pelota en los pies, los jugadores del Málaga tampoco podían contener las oleadas al primer toque de los madridistas cuando a éstos les tocaba atacar. Y, como robaban de inmediato, les tocaba casi siempre. 
Así las cosas, Di María descorchó la botella de la felicidad dándole un pase raso y al hueco a Higuaín, que prolongó con un quiebro y un remate certero su racha goleadora. A continuación, el extremo argentino dio otra asistencia, aunque de un género bien distinto. Pegado a la cal de la derecha, metió una rosca larga y precisa a Cristiano Ronaldo, que empujó el segundo de los suyos y el primero de su cuenta particular.
No se cortó el Madrid y siguió apretando. Tanto fue así que CR7 aprovechó la majestuosa inercia para completar un hat-trick en apenas un cuarto de hora. En el 0-3 puso fin con un derechazo seco a una centelleante asociación de sus compañeros y en el 0-4 diseñó una estampa para el recuerdo: a la salida de un saque de esquina, y tras el cabezazo al área pequeña de Sergio Ramos, "ese portugués" se sostuvo en el aire, dibujó una cabriola y marcó de espuela uno de esos goles que se hallan en un fascinante cruce entre lo atlético, lo habilidoso y lo sencillamente bello.
Y hasta ahí. Kaká, Khedira y Xabi Alonso habían colaborado durante todo el periodo a un equilibrio ejemplar y a un aire muy compacto del bloque. Pero el descanso adormeció el tono de la noche y las luces se apagaron. El Málaga sacó la vergüenza torera -aunque no a Van Nistelroy- mientras los merengues de negro sacaban la calculadora del ahorro. Seguramente hicieron bien los chicos dirigidos por Mou, por mucho que éste hiciera algún aspaviento de censura y diera entrada a Özil, Benzema y Callejón para recuperar el tono competitivo. Estuvo gris el equipo en la segunda mitad, aunque había hecho tantos méritos en la precedente que los palos le premiaron en más de una ocasión para dejar su marcador a cero. Los minutos pasaban pero en la memoria permanecía el excelso nivel de un rato mágico. Así ganó el Madrid. Así.

martes, 18 de octubre de 2011

Real Madrid 4 Olympique de Lyon 0. Adiós, fantasmas, adiós


Uno escucha el nombre del Olympique de Lyon y es como si una muela olvidada te recordara que existe. Sí, la temporada pasada el molar quedó anestesiado con la eliminatoria de octavos, pero el recuerdo de los dolores pretéritos permanece en ocasiones como un trauma. Para muchos éste es el caso. Pues bien, quizás un 4-0 sea ya más que suficiente como para ir zanjando las cuentas pendientes del pasado. Las diferencias hoy por hoy son enormes entre las dos plantillas y el Madrid lo dejó patente devolviéndole a su incómodo enemigo un serio correctivo. De paso, el primer puesto del grupo de la liguilla de la Champions empieza a antojarse incuestionable, así que el equipo técnico puede ir programando plácidamente los próximos meses de competición europea. 
Antes de nada el espectáculo arrancó de partida con dos hechos sorprendentes si se tienen en cuenta las previsiones: el enrachadísimo Higuaín le cedió el puesto a Benzema, en un gesto que parecía una caricia simbólica de Mourinho al francés, mientras Kaká se tomaba un descanso tras la acumulación de minutos, algo que ni su más acérrimo seguidor hubiera creído hace un mes. Di María recibió el premio de su fulgurante actuación del sábado y ocupó la banda derecha. Así las cosas, el francés devolvió la confianza abriendo el marcador con el típico gol del delantero oportunista que aprovecha en saque de esquina lo que queda suelto en el segundo palo. Y el argentino tuvo una actuación discreta y  desdibujada, especialmente por comparación por lo que pasaba en el otro lado del campo. 
Allí, Marcelo se daba un festín. Generoso en el despliegue, el lateral zurdo se incorporaba una y otra vez y enredaba a la defensa gala, excesivamente aculada. Las embestidas del brasileño eran solo uno más de los síntomas que gobernaban el destino de un partido en el que el Madrid era tan compacto como largo su rival. Khedira, incansable en despliegues y repliegues, liberaba a un Xabi Alonso que se gustó a libre conveniencia con toda suerte de desplazamientos, algunos de ellos eternos. El resultado de todo fue un monopolio de la posesión y una sensación de dominio mucho más escandolosa que el número de oportunidades acumuladas, que tampoco fueron tantas.
Un par de disparos de CR7 sobre el lateral de las mallas y una pelota sacada con la punta de los dedos por Lloris fue lo más peligroso que generaron los de casa durante el primer tiempo. Mientras, el Lyon solo se acercaba a las inmediaciones de Casillas durante un titubeo de Pepe, que dejó a Gomis solo y frustrado por un mal control. De cualquier forma, los madridistas buscaban el vestuario con la sensación del deber sobradamente cumplido en el ejercicio de la presión, parcela poco vistosa del juego que los paladares exigentes también saben disfrutar en casos como éste. Sensación a la que había que sumar la frustración causada por un árbitro torpe que anuló un gol a Benzema y amonestó a Xabi por sacar una falta para la que no había pedido pasos en modo alguno en el origen del lance.
Preliminares. Todos esos acontecimientos no fueron más que preliminares. Nada más reanudarse el encuentro Khedira aprovechó la generosidad de Benzema y al 2-0 le sucedió pronto el 3-0 obra de Özil, tras una sucesión de rechaces. Al Olympique se le abrieron las costuras y el Madrid con espacios disfrutó de esa situación tan propicia a sus cualidades. Kaká entró por Özil y dejó más muestras de su evidente cambio de ritmo y de unas sensaciones magníficas. Higuaín relevó a Benzema aunque no tuvo tiempo para prolongar su idilio con el gol, mientras CR7 se afanaba sin éxito de todas las formas posibles. La mala suerte quiso, además, que cuando lo tuvo se cruzara en su camino Kaká y ejerciera la fatídica influencia que separa la legalidad del fuera de juego. Anécdotas, todas ellas, para un duelo sin más historia que el regreso de Mourinho a los banquillos europeos y la huida de unos fantasmas con acento francés que ya empiezan a quedar lejos.

sábado, 15 de octubre de 2011

Real Madrid 4 Real Betis 1. Catequesis, resurrección y éxtasis

 
La tarde liguera del Bernabéu acabó en experiencia religiosa: un Cristiano redimido, un Kaká resurrecto y un Higuaín extasiado liquidaron al animoso Betis, que volvía largo tiempo después al templo de La Castellana. En una segunda parte que concentró goles y ocasiones, el trío de estrellas resolvió el trámite y devolvió con creces el precio de las entradas y de los abonos televisivos. Los sevillanos regresaron con una goleada cargada de buenas sensaciones y el Pipa se llevó el balón a casa gracias a su segundo triplete consecutivo, hecho de un mérito excepcional viniendo de una lesión eterna y de la evolución fulminante de su colega y competidor Benzemá. 
El hat-trick de Higuaín se abrió con la confirmación de otra circunstancia casi sobrenatural. Nada más reiniciarse el encuentro en la segunda mitad, CR7 se vio completamente solo ante Casto y en lugar de terminar con su pureza hizo entrega de un regalo al argentino para que marcara a placer. Sejemante dádiva, sumada a las de Cornellá, parecen indicar que Cristiano ha pasado por una catequesis especializada en el don de la generosidad. 
Pues bien, todavía con la agradable sensación en la retina, se sumó Kaká a los ejercicios espirituales y confirmó su resurrección con un golazo extraordinario, marca de la casa en su parar, mirar y meter el balón con rosca por el palo largo. Mou sentó de inmediato al brasileño y el público, exactamente el mismo al que tenía desesperado hace no tanto, le despidió con una atronadora ovación. 
Pero todavía le faltaba al parroquiano culminar el viaje al éxtasis que le propuso un delantero canino. Justo después de que Molina aprovechara un despeje frontal de Sergio Ramos y una tímida defensa de Pepe para cuestionar la victoria merengue, Di María puso una pelota en vertical para su compatriota, quien se fue en velocidad, dribló y marcó casi sin ángulo. El Pipita impidió cualquier asomo de sufrimiento y condujo las emociones al territorio de la felicidad, sobre todo después del ejercicio de sutileza que supuso su tercer tanto, firmado con una vaselina casi poética.
El gozo se coció durante, aproximadamente, media hora. Antes, la primera parte se había explicado alrededor de una circunstancia fortuita y reseñable. A eso del minuto 20, un chico descarado de 17 años y de apellido Vadillo se hirió en la rodilla y tuvo que retirarse del campo con evidentes síntomas de un daño severo. Durante un buen rato, sus compañeros no tuvieron la malicia suficiente para permitir el recambio y el Madrid empezó a disfrutar de la posesión, con la colaboración de la ingenuidad de los andaluces, que se dejaron hacer.
A punto estuvo de costarle un gol tanta ingenuidad cuando Higuaín se descolgó a la banda derecha y puso un centro al que no llegaron por poco ni CR7 ni Kaká. Pocos segundos después a la jugada le nació una hermana gemela que desperdició el portugués en un franco remate de cabeza que mandó fuera. Un mal control dentro del área se interpuso una vez más en el camino de Cristiano, que parecía estar más para dar que para recibir. El estado de shock todavía le duró unos minutos más a los béticos, incluso más allá de recuperar la igualdad numérica, aunque poco a poco dejó de arreciar.
Antes de su particular desgracia había salido el Betis a competir sin miedo, pegajoso en defensa, achicando espacios cuando los locales atacaban en estático y replegando con urgencia a su frontal cuando aquéllos superaban la primera línea de presión. La pelota parecía sentir más cariño por las botas verdiblancas ante la aparente complacencia de los de casa, que incitaban las acometidas de sus invitados para asestarles alguno de esos habituales hachazos que en breves segundos destrozan a cualquiera. El último cuarto de hora que precedió al descanso recuperó la misma tónica, solo que la aparente paciencia de los madridistas dejó de compartirla la grada, que dejó el toque de una insinuación de pitada para la reflexión del vestuario.
El aviso tuvo efectos reparadores. Dicen que las charlas tácticas de Mourinho son lecciones magistrales encapsuladas en diez minutos para la escucha y la revitalización. Puede que sea cierto, ya que las reacciones de sus hombres se dan con cierta periodicidad. Tanto es así, que al partido contra el Betis le sobró tiempo para que, ya con una diferencia abultada en el electrónico, descansaran algunos de sus protagonistas, como Cristiano y Kaká. De paso, acumulaban rodaje Altintop y Coentrao. Y a todo esto, Higuaín seguía coqueteando con más goles -le faltó poco para sus duples- al tiempo que una sonrisa le cruzaba el rostro. A él y a todo el madridismo, conciliado provisionalmente con la paz y a la espera de que otros, como Del Bosque y Florentino, la terminen firmando por el bien de la institución. Amén.

viernes, 14 de octubre de 2011

Carta abierta a Del Bosque

 
Estimado seleccionador: 
Hace unos días rediseñé esta humilde bitácora y elegí un ramillete de imágenes que simbolizan lo que pretende ser "Nacido para el Madrid". Entre todas ellas aparece usted en sus tiempos de jugador, con la indumentaria blanca mancillada por el barro, el sudor y hasta por lo que parece sangre. Visiblemente maltrecho, avanza con ayuda hacia el frente y con la mirada un poco perdida.  En la hermosa estampa, que transmite un deje de dolor, rabia y fragilidad, se le adivina un aire orgulloso y honesto. La fotografía debería ponerle los pelos como escarpias a cualquier madridista de bien. 
Usted es uno de ellos. Por eso le ruego, con el respeto de un admirador y la energía de quien abraza uno de los sentimientos más puros y desinteresados que conoce, que deponga su actitud. Quiero creer que a estas alturas ya se ha dado cuenta del profundo error que ha cometido. Desde las medias tintas, sin negaciones taxativas y con sugerencias farfulladas, ha abierto un debate innecesario y que se ha salido de madre. No se habla en la gran familia de los seguidores blancos de otro asunto. Y lo peor es que se hace con un tono crispado, virulento y disolvente. A nadie que estuviera dispuesto a lo que usted en la foto que abre estas líneas puede gratificarle el espectáculo, así que dudo mucho que no sienta  una incomodidad terrible al haber contribuido tan decisivamente a crearlo. 
Tiene buena parte de razón Santiago Segurola en un excelente artículo publicado en Marca, pero no toda. El genio de la prosa futbolera justifica su negativa a ser agasajado en público por el Real Madrid  aunque su razonamiento es demasiado parcial. Los juicios de intenciones, los recelos personales e incluso las humillaciones del pasado no son más que circunstancias que rodean una cuestión que debería ser nuclear en este innecesario debate: que la distinción de marras se la concede -aunque sea a través de sus discutibles aunque legítimos representantes- una institución que es centenaria, gloriosa y modélica muy por encima de los individuos que la han hecho crecer o que la han lastrado, según los casos. El desafío a las "guardias pretorianas" exigen otros escenarios y no el que aplaude Segurola.
Por otro lado, usted se ha caracterizado siempre por una generosidad coronada por los gestos afables de un castellano humilde. Siempre que puede acude a donde le inviten y acepta homenajes de cualquier condición. Nunca niega nada que esté a su alcance si la agenda se lo permite. Tiene un talante abierto y dialogante. Apenas existe el "no" en el vocabulario de su personaje público. Hasta ahora. Con el Madrid y en el Bernabéu. Quizás sea el humano y despechado gesto de un amante maltratado. Pero recuerde su responsabilidad y acepte los amargos tragos que por ella debe digerir de cuando en cuando. Seríamos muchos los madridistas que nos sentiríamos igual de desairados si no depone pronto su actitud y acepta recibir una insignia dorada en su solapa. 
La mano física que se la abroche será la de Florentino Pérez aunque le invito a que imagine que esos dedos son en realidad los de una mayoría del madridismo que le está sinceramente agradecido por los servicios prestados. A usted y a todos los que se han embarrado esa zamarra  y el cuerpo que va debajo desde la cabeza a los pies. Acepte y proclame con voz firme que lo hace por nosotros. Zanje el debate y no lo alimente más con un carraspeo dubitativo que abre brechas en un colectivo millonario, complejo y diverso. Usted siempre ha sumado, así que le pido que no reste. 
Vuelva a mancharse la camiseta. Hágalo por el Madrid. 
Con la esperanza de que recapacite, se despide atentamente: 
"Nacido para el Madrid"

domingo, 9 de octubre de 2011

Siempre Juanito

El pasado martes, día 4 de octubre, se cumplieron 17 años del partido homenaje que el Real Madrid brindó a Juan Gómez "Juanito", el eterno 7. 


Siempre es buen momento para recordar a un auténtico "Nacido para el Madrid", uno de esos mitos que dan cohesión a la comunidad, siempre dispuesta a cantar sus gestas y a traspasarlas como un testigo sagrado a las nuevas generaciones. Este blog quiere poner su granito de arena en esa misión colectiva que nos obliga al recuerdo, hecho de pura emoción y reverencia. Juanito maravilla. 

lunes, 3 de octubre de 2011

Espanyol 0 Real Madrid 4. Higuaín y punto

 
Higuaín, en ese apellido se resume casi todo. Muchos meses después de que se herniara hasta el punto de tener que pasar por el quirófano, tras una larga recuperación y después de que Benzema aprovechara su ausencia, el brioso punta liquidó al Espanyol en una actuación sin alardes del Real Madrid. Después de veinte minutos magníficos de presentación, los jugadores vestidos de elegante negro hicieron algo parecido a la huelga hasta el veinte de la reanudación, momento elegido por el Pipa para acabar con todo definitivamente. Y punto.
Tuvo pues dos caras el equipo durante la primera parte. En el arranque fue dueño de los tempos, mantuvo los ánimos del Espanyol a raya e hizo despliegues raudos y combinativos. Dominó, en suma, el pulso de ese organismo vivo y a veces imprevisible que es un partido de fútbol. Destacó en esa fase Lass, pues cortocircuitó todo avance rival y prendió las arremetidas de sus colegas más avanzados. Por allí, en la ofensiva, estaba un Cristiano Ronaldo dispuesto a tocarla de primera y a generar superioridad por casi todas partes. De sus botas emergió pronto un trallazo que trazó una perversa trayectoria y que Cristian Álvarez mandó malamente a la base del poste. Y de sus pies brotó el primer gol, que tuvo un prólogo limpio y preciso en la arrancada de Kaká y un interludio definitivo con el pase al hueco a Higuaín. Éste, completamente solo, fusiló al compatriota que habitaba bajo los palos. 
Hasta ese momento el rendimiento merengue fue notable. Dueño de la posesión y con un participativo Kaká, la pelota inquietaba el área perica y vivía a años luz de Casillas. Y, de pronto, el Madrid se desinfló. Los cuatro de arriba dejaron de presionar y empezaron a perder el sitio y el aliento. El Espanyol se fue haciendo poco a poco con la pelota, pero, sobre todo, empezó a preparar serias oposiciones para empatar el partido. Si alguien lo evitó fue, de nuevo, un tal Iker. Primero sacó con los dedos un disparo seco y raso de Sergio García y a continuación se quitó de encima un obús centrado de Javi Márquez. 
La reanudación trajo idénticos síntomas, con un once partido que permitía las insistentes embestidas blanquiazules. Pero hasta ahí. Cortos de dinamita, los hombres dirigidos por Pochettino demostraban buenas intenciones pero nulo temperamento destructor. El que sí lo tuvo, ya con más espacios, fue  Higuaín. Como quien no quiere la cosa y con la noche todavía indefinida, Arbeloa le dio un pase al hueco y el Pipa empaló un brutal disparo que se coló por la escuadra.
El 0-2 zanjó definitivamente el misterio. Con todo, y por si quedaba algún asomo para la duda, Xabi Alonso le dio una larga asistencia a Cristiano, quien se fue por velocidad y cedió a Callejón, recién ingresado en su antiga casa, para que marcara casi a regañadientes el 0-3. Y todavía faltaba el cierre de Higuaín, que aprovechó un clamoroso error de los defensas españolistas para picar el esférico y certificar tanto su triplete particular como el póquer del colectivo. Con más goles que juego, algunas lagunas y pasajes de cierto nivel, el Madrid se llevó tres puntos tranquilizadores y engordó las estadísticas hasta ver por dónde rompe definitivamente. De momento, anima saber que sus delanteros están obsesionados con ganarse la titularidad y que la competencia puede dar excelentes frutos. A ver si continúa la racha tras el parón de las selecciones.

martes, 27 de septiembre de 2011

Real Madrid 3 Ajax 0. De repente, el arte


Los no futboleros jamás lo entenderán, pero este deporte a veces coquetea con la dimensión artística. Lo inesperado, lo bello, lo sorprendente y lo evocador puede emerger en cualquier momento, por ejemplo durante el arranque europeo del Madrid en su hogar de Chamartín. Minuto 25: Özil arranca la jugada en su campo y pone en ventaja a CR7 y a Kaká, quienes veloces se asocian, la pelota vuelve a Özil, que abre a la derecha para Benzema, quien sube la cabeza y la pone en el área para que Ronaldo fusile a placer. Descrita con tan torpe prosa parece nada. Visto es un fogonazo sublime de talento colectivo. Todo sucedió con un solo y exclusivo toque por barba. Y a una velocidad de vértigo. Una sinfonía perfecta, con un tono melódico electrizante. Un lujo, o sea. 
El invitado al evento era el Ajax, un histórico venido a menos que a punto estuvo de emular al Rayo Vallecano en su primeriza aproximación al marco de Casillas. A diferencia del sábado, Iker sacó la pelota y no la dejó muerta en el área chica. Durante quince minutos más, los holandeses se aprovecharon de la titubeante actitud de los madridistas, algo rígidos en su disposición sobre el terreno de juego, debilidad que no arregló Benzema al dilapidar pronto una oportunidad clarísima. Mourinho había renunciado a una de las bandas al relegar a Di María en favor de Kaká. El brasileño respondió con la que seguramente fuera su mejor actuación continental con la camiseta blanca,  lo que tampoco era una misión imposible. Ocurrió sobre todo a partir del brillante gol que había roto el marcador, especialmente durante un pasaje en el que Xabi Alonso destapó el tarro de las esencias con sus pases en largo. Uno de ellos acabó con el balón en los pies de Ronaldo, quien se lo facilitó a Kaká para que de un zurdazo seco agrandara la diferencia. Lo celebró con una rabia incontenible, como si se sacara un terrible peso de encima. La mejor noticia para él es que pocos aficionados cuestionan ahora una condición de titular que empieza a hacerse habitual. 
Todo, desde luego, resulta mucho más cómodo cuando las misiones son tan plácidas como tumbar al risueño aunque inocente Ajax. La segunda parte se movió en parecidos derroteros al final de la primera, sin la salsa de la emoción y con la curiosidad de las acciones puntuales. Quedó gozosamente satisfecha con otro zarpazo blanco, nacido en la lejanía gracias a la precisión de Xabi, continuado por Arbeloa en la banda izquierda, prolongado por Kaká con una incursión en el área y resuelto por Benzema tras una excelente asistencia del mediapunta. Éste jugó tan bien que a nadie le importó un fallo posterior a puerta vacía, o eso se deduce de la entregada ovación que recibió cuando le dio el relevo a Di María.
Con el 3-0 el partido se desinfló. Quedaba disfrutar todavía con la rapidez y serenidad de Varane. O con un paradón excepcional de Iker a un exigente cabezazo. O con el debut de Altintop, que empezó a ganarse el salario al que renunció hasta que no reapareciera. También faltaba confirmar la cabezonería con la que Mourinho se empecina en no gestionar los minutos de sus empleados más exigidos cuando los puntos están en el zurrón. A nadie pudo extrañar, por ello, que Benzema se retirara con molestias musculares y miedo, mucho miedo, da reparar en que Xabi Alonso ha disputado todos los minutos oficiales en lo que va de temporada. Que la diosa Cibeles le conserve la salud por mucho tiempo.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Real Madrid 6 Rayo Vallecano 2. Drama prematuro, goleada engañosa

 
Hizo toda una declaración de carencias el Real Madrid a los quince segundos y el Rayo multiplicó desde el primer suspiro las angustias de la parroquia blanca. Lo que vino después fue una fase dramática que propagó el virus de la duda de madridista en madridista. Nada hacía presagiar el desenlace, con un 6-2 en el electrónico que no reflejaba el vaivén de emociones que se sufrió durante demasiados minutos. Que en la cuarta jornada se escuchen sonoras pitadas y se experimente un estado colectivo de agobio de tal intensidad solo puede ser un mal síntoma, si bien queda un mundo para remediarlo. Veremos.
Lo mucho sucedido en el primer tercio del duelo -aunque el tema venga de muy atrás- se puede concentrar en la actuación de Lass. El francés, que exigió su venta y se ahorró el sudor agosteño y las kilometradas desagradables y transcontinentales, fue titular por segunda jornada consecutiva. Sin embargo, el crédito que no se había ganado con su sacrificio en la pretemporada se lo retiró el mismo entrenador que se lo devolvió. A la media hora, y después de que una pésima entrega suya iniciara la jugada que incendiara prematuramente el Bernabéu, se fue al banquillo. Esa es la prueba más contundente de la mayor tragedia con la que se fustiga la institución blanca desde hace demasiado tiempo: el desprecio manifiesto hacia la parcela central del terreno de juego. Sin Lass, al que Movilla dio un repaso notable, y con Özil, se agrandó la silueta de Xabi Alonso y la máquina entró en progresivo calor. 
Cierto es que a la salida del problemón colaboró el propio Rayo con una actitud excesivamente ingenua. Los vallecanos apretaron muy arriba y fueron ambiciosos, tanto que un mal saque de banda junto al banderín del córner blanco propició un contragolpe mortal conducido por Kaká y concretado con rabia por CR7. El brasileño, de largo el mejor de los suyos en la primera parte, fue el que más disfrutó con la alegría pardilla del rival y completó una de sus mejores veladas en la Castellana. A su felicidad particular pudo sumarle además, y antes del descanso, la felicidad compartida del desahogo que supuso el 2-1, todo un premio a la bendita abstinencia de Ronaldo en un libre directo. Por una vez lo botó Xabi Alonso, quien puso el esférico en el segundo palo, donde Ramos en probable fuera de juego se lo entregó a Higuaín para que marcara a puerta vacía.
La reanudación trajo más electricidad y otra cadena de puntos de giro. Para empezar, otra contra velocísima de los locales terminó con un penalti a Kaká que convirtió Cristiano. Para continuar, un saque de esquina penosamente defendido supuso el segundo tanto del Rayo y el segundo  en su cuenta de Michu. Y para rematar, Di María demostró muy pocas luces sacando una mano innecesaria en la línea divisoria que le costó la expulsión. Pues precisamente cuando el escenario se tornaba de nuevo incierto y comprometedor el equipo dirigido por Mourinho mostró su mejor cara. 
Entraron Benzema y Khedira por Higuaín y Kaká. Ciertamente, el centrocampista alemán maquilla su déficit de calidad siendo de lejos el mejor socio de Xabi. Añadió equilibrio y entre él y sus colegas hicieron un trabajo común en defensa infinitamente mejor que cuando tenían un efectivo más. Lejos de sufrir apretura alguna, el parcial fue de 3-0. Varane acabó con cualquier sombra perturbadora gracias a una espuela milagrosa que aseguró una ventaja de dos. Benzema contribuyó a la goleada con un derechazo magnífico. Cristiano añadió la propina y cerró el set con otro penalti que él mismo había provocado. Así llegó el punto y final, con un balance definitivo sembrado de dudas, salteado de pitidos durante un ancho paréntesis y rubricado con un festival goleador de efectos balsámicos. Y con una conclusión definitiva: este equipo solo sabe jugar bien cuando disfruta de espacios, sufre más sin la pelota que hace unos meses y tiene serias limitaciones para la elaboración en el centro del campo.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Racing 0 Real Madrid 0. Insulto al madridismo y al fútbol

 
Mourinho miraba silencioso hacia el campo. Khedira jugueteaba con el móvil mientras sus compañeros del palco comían pipas y se divertían. Granero, de cachondeo en el banquillo. Kaká calentaba en la banda con una sonrisa de oreja a oreja. Y no, sus compañeros no estaban ganando de forma holgada ni protagonizando ninguna exhibición en el Sardinero. De haberla, fue más bien de vulgaridad, de indolencia, de falta de recursos, de carencia de ambición, de orgullo. De todo lo que ha hecho grande a una camiseta deshonrada. 
Aunque parezca mentira, hay algo peor que dejarse cinco puntos consecutivos ante el Levante y el Racing de Santander: la forma de hacerlo, sin crear oportunidades y sin agobiar a un rival tremendamente inferior. De nuevo once tipos henchidos de sí mismos se dejaron llevar durante eternos minutos de siesta... hasta que llegó el apretón final y estéril de siempre. Exactamente igual que la temporada pasada en los campos de Osasuna, Deportivo, Almería o Levante. Un calco sin duda, hasta el punto de que puede el amable lector de este blog recuperar las crónicas de aquellas lastimosas actuaciones y sustituirlas por estas líneas. 
Si la principal tara de la plantilla consistía en la ausencia de fluidez ofensiva ante escuadras aguerridas y en canchas estrechas, las adquisiciones de pretemporada no han solucionado nada. Un lateral izquierdo que juega en cualquier puesto menos en el suyo, un excanterano escasito de calidad, un defensa francés que promete bastante aunque es defensa, un atleta lesionado para cuatro meses y, el único que parecía sumar algo, un centrocampista jugón pero que ha aterrizado de lleno en la maldición médica con la que una institución multimillonaria parece querer castigarse a sí misma por los siglos de los siglos, amén. 
¿Y qué pasó a orillas del Cantábrico? Nada. Un repliegue a toda velocidad y de infinitos metros de Özil fue la única acción destacable del equipo en toda la primera parte. Ese hecho lo dice todo. Tuvo vergüenza torera el mediapunta para solucionar el desaguisado de sus compañeros en un fuera de juego pésimamente tirado que dejaba solo a Stuani ante Casillas. Y también tuvo talento para poner un pase larguísimo a CR7 que empaló fatal con la zurda. Punto. El resto de la entrega inicial fue un ejercicio de vulgaridad terrorífica, casi un delito para cualquiera que crea que el fútbol es un espectáculo emocionante y que en ocasiones roza la condición artística. 
Sin ningún afán competitivo, el Madrid repitió los males que le costaron la última Liga y que tuvieron un desagradable precedente en el Ciudad de Valencia, donde se dejó una hemorragia importante hace tres días. Como la memoria no parece estar en el ADN de esta plantilla, jugó el equipo con un ritmo cochinero y desatento y acumuló méritos para una nueva desgracia. Xabi Alonso y Lass se tapaban el uno al otro, mientras Callejón se empeñaba en demostrar que no había saltado al terreno de juego. Benzema y Cristiano se mostraban molestos ante sus celosos guardianes. Con todos esos factores, el Racing no sufrió en absoluto y los visitantes no crearon una sola oportunidad clara de gol.
Ni siquiera la entrada de los voluntariosos Di María y Kaká trajo una invitación al optimismo. A falta de un estilo colectivo decente solo quedaba abandonarse a alguna acción individual que conquistara tres puntos injustos, si bien tampoco parece haber mucho empeño a ese respecto. CR7, lento y fallón, se dedicó a empotrar tiros libres contra la barrera y a desgañitarse con el árbitro. Marcelo erró cuanto pudo y Xabi Alonso, ya sin Lass, pasaba la pelota con una desgana sospechosa. Ni un solo uy, ni un maldito poste al que culpar, casi ni una sola intervención milagrosa de Toño. Solo quedó un triste empate, la ampliación hasta los 180 minutos de un casillero a cero en dos salidas asequibles y la confirmación de que las debilidades no solo no se han erradicado sino que parecen ir a más. Este Madrid no es fiable a domicilio. Y lo que faltaba eran jugadores pegados al móvil o partiéndose la caja mientras el madridismo se pilla cabreos siderales.