Decir adiós a la Liga metidos todavía en noviembre es muy duro. Durísimo. Se dejó el vigente campeón las últimas esperanzas en la noche sevillana, ante un equipo tan cortito de talento como pletórico de rabia por la cornada que se llevó hace una semana en la casa de su máximo rival. Hizo bien el Betis todo lo suyo y fue suficiente para vencer a un Madrid menor, frágil en lo físico, carente de vigor. Se pareció al de los accidentes de Getafe y de Nervión, que sumados parecen menos accidentes y más sintómaticos de un mal mayor. Ni la exigencia de la cita en Manchester ni los errores del árbitro constituyen una excusa válida. Los diez últimos minutos de balones colgados a la desesperada fueron impropios de una plantilla multimillonaria y a la que se presupone más fondo y más forma. El adiós fue, además de traumático, muy poco presentable.
La actuación de la primera mitad sería para olvidar si no fuera porque hacía mucho tiempo que no se veía tanta impotencia en el equipo. Impreciso, descentrado y pequeño ante un oponente enfebrecido, fue incapaz de generar más que una oportunidad clara, desperdiciada por Di María, torpón y desacertado durante toda la noche. En el centro del campo, Beñat se daba un lujo tras otro y se sobraba para imponer su ley en el centro del campo. Su gol fue la guinda. Un mal despeje de Di María cayó del cielo, bajó la pelota con serenidad, se aprovechó de la ingenuidad de un Khedira que se quiso ahorrar la falta en la frontal y colocó un zapatazo raso e imposible para Casillas.
El Madrid acusó el gol y se espesó. La incapacidad de varios de sus jugadores fue escandalosa, especialmente la de un Özil que carecía de la coartada de las energías invertidas en Manchester el pasado miércoles, ya que no disputó un minuto. El alemán apenas entró en contacto con el esférico y fue arrastrado por el ímpetu verdiblanco. Pero tampoco estaban demasiado metidos ni Cristiano ni Benzema. Nada funcionaba y el Betis confiaba más en sus posibilidades a cada minuto que pasaba, sobre todo porque si caía otro gol no estaba muy claro para qué lado lo haría.
En un momento dado parecía que era para el madridista, pero el tanto que anotó Benzema a la salida de una falta se anuló por justo fuera de juego. Y en otro, ya en la segunda parte, también le quitó el línea el empate al francés, esta vez de forma inmerecida. A esas alturas ya estaban Kaká y Modric sobre el terreno de juego, pues entraron en sustitución de Khedira y Özil, sin duda el más señalado del envite.
Mejoró la cara del equipo, que parecía más fluido e insistente con los cambios, aunque tampoco duró demasiado. CR7 y Kaká exigieron a Adrián un par de paradas excepcionales. Las otras aproximaciones llegaron en balones aéreos, en rechaces y cosas por el estilo. A medida que pasaban los minutos el Madrid se desengraba y moría poco a poco. Se diluía el gas inicial de Modric y Kaká, que se empequeñecieron para acabar a la altura de los demás, entre ellos un Cristiano que lleva largo tiempo sin aparecer cuando sus compañeros más lo necesitan. Hasta el árbitro sumó su grano de arena al no ver una mano clamorosa dentro del área durante el tiempo añadido. Hubiera dado igual. La Liga ya estaba liquidada y queda cerrada en noviembre. Ni más ni menos. Durísimo.
www.nacidoparaelmadrid.com
@michihuerta