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sábado, 26 de octubre de 2013

F.C. Barcelona 2 Real Madrid 1. Ante el equilibrio, Undiano


El regreso al clásico de las buenas maneras terminó con la victoria del Barça y la resaca arbitral de costumbre. En un duelo parejo, con ocasiones repartidas y un tiempo para cada equipo, resultaron decisivas dos decisiones de Undiano, que no vio una mano de Adriano y que se desentendió de un empujón clamoroso a Cristiano cuando el Madrid tenía a su enemigo contra la lona. Poco después anotó Alexis una vaselina magnífica y las opciones se esfumaron, aunque antes ocurrió de todo. 
Ocurrió, especialmente, que a Ancelotti le dio un ataque de entrenador con su planteamiento de inicio. El técnico varió todos los planes probados hasta la fecha, da la impresión de que atenazado por el temor. Su equipo saltó al césped con Sergio Ramos de medio centro, con lo que pasó en pocos días de comparecer con una guitarra en la tele a organizar el juego de los suyos. Pepe y Varane por detrás. Se suponía que el objetivo, de apariencia conservadora, consistía en liberar un poco a Carvajal y Marcelo para ensanchar las opciones ofensivas por las bandas. Arriba, ni Benzema ni Morata, sino Bale, con Cristiano y Di María. Sonaba, cuando menos, raro. 
El caso es que el Barcelona, fiel a lo suyo, se apropió de la pelota, que condujo con una seguridad teñida de espesura. Con eso le sobró para apurar a los visitantes en dos o tres ocasiones y, sobre todo, para abrir el marcador en una acción de Neymar en la que Carvajal salió a una inoportuna ayuda que dejó en ventaja al brasileño. El despiste fue gol y tuvo continuidad un minuto después, cuando Marcelo se evadió de una acción en la que Messi, fuera de forma, perdonó lo que nunca disculpa. 
El asunto pintaba feo porque los blancos ni olían el balón ni, lo que es peor, envidaban con el arma de la rapidez prometida por sus velocistas de arriba. Los tres se diluyeron, participaron poco y lo hicieron durante en zonas de escasa influencia. Para Bale, en plena pretemporada, una cita de semejante envergadura llegó demasiado pronto y los minutos se le escaparon a chorros. Y para Cristiano la vida era de una incomidad evidente. Eso sí, al mínimo resquicio se escapó y puso una pelota que Khedira casi convierte en el empate, cosa que no sucedió por la pierna de Valdés y la mano de Adriano, que arrastrada por el suelo evitó cualquier rechace posterior. Así, con el resquemor de un penalti al limbo y sensación de un Madrid descafeinado se llegó al receso.
Reaccionó Ancelotti y el rumbo de los acontecimientos cambió de forma evidente. Si se le resta al entrenador por la apuesta de partida corresponde darle lo suyo con la rectificación y la notable actuación de sus pupilos durante al menos media hora de superioridad notoria. Illarramendi sustituyó a Ramos y Benzema a Bale, a quien mejoró con mucho porque el francés estuvo entonado y al galés le supera ahora mismo cualquier otro miembro de la plantilla. Al Barça le correspondió mirar, defenderse malamente y ver cómo las camisetas blancas perdonaban. 
En una ocasión se interpuso Valdés, quien le sacó a Cristiano un derechazo seco. En otra fue el larguero, que devolvió un violento disparo de Benzema desde fuera del área. Y en la última emergió Undiano, quien miró de forma desconcertante para otro lado cuando Ronaldo sufrió por la espalda la embestida de Macherano. El regalo del árbitro espoleó al Tata, quien rearmó su once con Song y Alexis. No es que mejorara mucho su escenario, pero el viento a favor del azar sopló con el sutil golpeo del chileno que supuso el 2-0. 
Ya no había mucho más que hacer, más que lamentarse de otro mano a mano de Khedira y acumular ánimos con la progresión de Jesé, que rubricó en el tiempo añadido una contra mortal de sus compañeros. No quedaba margen para un milagro que hubiera hecho justicia a lo visto sobre el césped, con dos escuadras por debajo de su presunto nivel y una actuación arbitral que desniveló tanto equilibrio. 

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domingo, 29 de septiembre de 2013

Real Madrid 0 Atlético de Madrid 1. Derrota histórica y depresión


El derbi madrileño asistió a un hecho histórico, la victoria del Atleti un mundo después. Pero dejó escrito, sobre todo, lo que parece un punto de inflexión. Se dejó el Madrid media Liga tras quedarse a cinco puntos de los líderes y con una visita pendiente, y en menos de un mes, al Nou Camp. Eso en lo objetivable, pues en las sensaciones el retrato es mucho peor: el once dirigido por Ancelotti dejó patente su terrible falta de personalidad tras haber perdido todas las virtudes forjadas en los últimos años y después de desempolvar del desván los viejos vicios del pasado. Con muy poco, cualquiera  pone en aprietos a este débil conjunto. Y el Atlético de Simeone, a pesar de sus limitaciones, es una escuadra que sabe competir como la que más. 
El Real Madrid de la era post-Mou no posee ni un ápice de intensidad ni de vértigo, ese aire eléctrico que se fundamentaba en veloces salidas y precisión vertical. Para agravar los síntomas cultiva numerosas lagunas de concentranción en momentos puntuales que propician goles en contra u ocasiones nítidas para los rivales. El tanto que decantó los tres puntos llegó en una de esas, con una pérdida de Di María que acabó con los centrales contemplando la definición a placer de Diego Costa. No obstante, pudieron llegar un par de ellos más que hubieran coloreado el marcador con cifras más impactantes. 
El primer tiempo prolongó los peores síntomas del inicio de temporada. El Madrid se comportó con una sosería insufrible en una apología constante de la vulgaridad. El tono general fue descafeinado y sin personalidad, con toques cortos y estériles que se mezclaban con balonazos infames de los centrales hacia arriba. No crearon los blancos peligro de ninguna clase, lo más un par de cabezazos de Benzema. Al Atleti, mientras tanto, le hizo falta muy poco para maniatar al eterno enemigo y reducirlo a la nada. Con un par de líneas bien juntas y solidarias cortocircuitaron todo, empezando por un Illarramendi al que el derbi le pasó por encima en su labor constructora. 
Si arriba la espesura desesperaba al más paciente, atrás un par de saques de esquina estuvieron a un paso de dejar finiquitado el trámite. En uno de ellos Isco se desentendió de sus funciones y permitió un remate franco de Tiago que se marchó fuera. El lance no tuvo una consecuencia inmediata pero sirvió para resumir el sentido simbólico de todo lo descentrado que andan los merengues.
No definió el Atleti ni en ese momento ni en la segunda mitad. Tampoco lo echaría en falta para llevarse el cofre del triunfo. Entre Diego López y el travesaño impidieron de forma milagrosa la puñalada que pusiera fin a la agonía. En el otro lado, las entradas de Modric y Bale tampoco mejoraron las prestaciones en la vanguardia, zona en la que se creó por casi toda aproximación peligrosa una pelota empalada por Morata a poco del final que rechazó Courtois. El canterano había entrado para reemplazar a un desdibujado Isco, decisión que le costó a Ancelotti su estreno como técnico pitado desde la grada de Chamartín. 
Da, por cierto, toda la impresión de que sus oídos volverán a escuchar la melodía quejosa. Su proyecto, en caso de tenerlo, está a años luz de lo que se supone debe ser un equipo grande y con aspiraciones. La Liga bipolar, de momento, se le ha puesto casi imposible en los números y deprimente en las impresiones, con puntos inmerecidos obtenidos en casa del Villarreal y el Elche, dos recién ascendidos. Solo falta recuperar la tradición de un Segunda B que nos pinte la cara en la Copa para culminar el viaje a una zona oscura que se creía enterrada. Qué depresión.

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domingo, 22 de septiembre de 2013

Real Madrid 4 Getafe 1. Goleada y mejoría



Completó el Madrid la convocatoria ante el Getafe a falta de cinco minutos, otra anomalía accidental que sumar en este arranque del nuevo proyecto. El gentío acudió a Chamartín a saborear el estreno de Bale, sin duda el fichaje del año. Y se quedó con las ganas por culpa de unas molestias musculares que hicieron saltar las alarmas durante el calentamiento. Compareció por necesidad Isco, que no pudo ahorrarse los esfuerzos planeados y que se vio obligado prolongar su brillo. Él y Di María fueron seguramente los que más sobresalieron en una victoria labrada con juego muy notable.
Quizás como consecuencia de la extrañeza de los preliminares al Madrid le tocó remar en contra de la corriente, mucho más después de que Fernández Borbalán escamoteara una falta a Cristiano en una jugada que terminó en gol de Lafita tras rebote en el pie de Pepe. Se desconoce a estas alturas si parte de la prensa interpretará algún error de Diego López en la acción, que todo puede ser. Lo que sí se confirmó es que hay aficionados hartos del discurso mediático, hasta el punto de que se recogieron firmas en las inmediaciones del estadio y se corearon consignas desde la grada. Y parece la segunda fase, pues, según los números, hace tiempo que el cansancio trajo provocó deserciones masivas de las cabeceras de referencia. 
Parte del duelo se dirimía por esos derroteros en las butacas. Sobre el campo, las camisetas blancas se entregaron a una remontada que no tardaron en lograr. Empató Pepe en una acción sembrada de imprecisiones a la salida de una falta que remató Cristiano, quien mandó un trallazo contra el cuerpo de Moyá
Con el empate los de casa disfrutaron de una larga fase de inspiración. Mejoró mucho el bloque en la presión, con el aliento del ambicioso Di María por bandera. Su despliegue físico volvió a ser inhumano, actitud a la que sumó Illarra un excelente criterio en la colocación y la salida del balón. El Madrid se adueñó del choque. Del choque y de los guarismos, amplidados gracias a un penalti por manos de Míchel en un lanzamiento de libre directo ejecutado por Ronaldo. El portugués chutó de nuevo, esta vez sin barrera. Y marcó. 
Todavía quedó tiempo antes del receso para el enésimo capítulo del culebrón de desamores que tiene por protagonistas a Benzema y a parte de la afición. Una incorporación eléctrica de Carvajal por la derecha acabó con un remate fallido del francés a pocos metros de la portería. Destacan en la especie de los delanteros los de raza asesina, aquellos que pueden tocar la pelota de cualquier manera que  siempre sobrepasa la línea de cal. Benzema no es uno de ellos. Posee otras virtudes, algunas de ellas excepcionales. Pero carece de instinto homicida, preciado rasgo que no venden al peso en ningún campo de entrenamiento. Y por muchos murmullos o pitos que escuche eso no va a cambiar. Quizás fuera mejor intentar ayudarle, opción a la que se acogió el respetable cuando el 9 cabeceó fuera solo ante el marco. En el cambio de trato tuvo mucho que ver Arbeloa, que se comportó como un capitán sin brazalete cuando reclamó apoyo a su compañero, que acabó sustituido entre gestos de cariño.
Eso ocurrió ya tras la reanudación, que abrió paso a los lances más brillantes hasta la fecha. Se vio a un once comprometido, ambicioso, constante. Isco sumó varios pasajes de inspiración y el Getafe sufrió el vendaval, incluido un golazo del malagueño en una operación marca de la casa, con recorte dentro del área y rosca teledirigida a las mallas. De ahí hasta el final, pura placidez, a excepción de alguna intervención obligada de Diego López y de los ataques de miopía de un mediocre Fernández Borbalán, que le dio la noche a Cristiano. 
El luso siguió a lo suyo, que consiste en intentar meter un gol tras otro. Se lo impidió el poste en una internada peligrosa. Tampoco acertó poco después Morata, que nada más pisar el campo echó fuera una ocasión clarísima. También participó de la fiesta Jesé, que provocó en una contra vertiginosa la expulsión de Míchel. Parecía que todo llegaba a su fin cuando CR7 anotó con la espuela el tanto con el que deja atrás las espectaculares estadísticas de Hugo Sánchez. El 4-1 reflejó una superioridad estimulante, con sensaciones mejoradas y las únicas dudas de las lesiones... y del debate sobre la falta de un 9 matador.

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domingo, 15 de septiembre de 2013

Villarreal 2 Real Madrid 2. Un portero y bochorno defensivo



Diego López fue el protagonista de una noche en la que debutó con gol Gareth Bale. Mal asunto, claro. Cuando el portero luce de forma tan superior al resto es que los síntomas son preocupantes. De hecho, en Villarreal lo fueron hasta el punto de que el madridismo se conformó con celebrar un empate que le descuelga del liderato. Igualó a dos la lujosa escuadra que dirige Ancelotti. Y gracias. Solo un portero gigantesco, descomunal, se interpuso ante una goleada sonrojante que a nadie hubiera extrañado visto lo visto sobre el castigado verde del Madrigal.
No hizo el Madrid más que confirmar las sensaciones que lo acompañan desde que se dio el pistoletazo de salida a la nueva era: está plagada la nómina de un talento que luce en momentos aislados pero que es un desastre defensivo sin paliativos, circunstancia que invita a los oponentes a inquietar en demasiados lances. Sucedió así durante la pretemporada y así ocurrió contra el Betis y  el Granada. La timidez del Athletic en el Bernabéu contagió antes del parón una tregua dinamitada por el "Submarino Amarillo". 
Los recién ascendidos subrayaron las groseras carencias de este Madrid. Distanciado entre líneas, con dos mediocentros que no dan abasto para contener las acometidas de sus pares y cuatro atacantes que se desentienden con frecuencia del repliegue, lo lógico es sufrir. El panorama, sin embargo, empeora cuando en el centro de la defensa Pepe vocea su lastimoso declinar y Ramos alterna aciertos con graves lagunas de concentración. Entonces, claro, lo único que queda es encomendarse a un milagro, obrado de nuevo por Diego López. 
Detallar las acciones en las que el guardameta evitó el cataclismo llevaría largas horas. De hecho, los resúmenes televisivos deben de irse más allá de los cinco minutos, tiempo que dará cuenta de un gigante en acción y en todas las suertes, aguantando de rodillas, exhibiendo reflejos y estirándose hasta el infinito y más allá. Solo un rebote sobre Ramos en tiro de Cani logró batirle en el primer tiempo.
El Villarreal se adelantaba, alentado por un Bruno soberbio, mientras los blancos andaban ausentes de personalidad. Entonces apareció Bale, desdibujado en el lado derecho, la posición en la que menos rendimiento extrae a sus polivalentes cualidades. De hecho, su irrupción en el área para marcar nació en el otro lado, desde donde puso la guinda a una meritoria acción de Modric y Carvajal
Mecido por la suave brisa del gol los visitantes se entonaron. Se trató, sin embargo, de un espejismo, pues en la segunda mitad aguardaba más de lo mismo. Una posesión estéril y un tanto de carambola de Cristiano tras la única contra ejecutada con sentido abrieron la puerta, incluso, al triunfo. Sin embargo, la lógica de lo que acontecía en el campo lo evitó. Pocos minutos después del 1-2 Cani avanzó por el campo del Madrid sin la menor oposición, con Khedira -que acababa de entrar por un Illarra cumplidor- desaparecido y con Pepe reculando como un perrito asustado. Diego López despejó el venenoso disparo, aunque acabó recogiendo la pelota de la red tras el remate posterior de Giovani dos Santos
Ni con Di María, que sustituyó a Bale, mejoraron las prestaciones cuando se carecía del balón. Morata tampoco mejoró a Benzema, fantasmal de nuevo. El Villarreal se dejó querer y acompañó cada recuperación de salidas aliñadas con la velocidad imprevisible de unas avispas rabiosas. Daba lástima ver la distancia que recorría Isco, impotente en cada regreso a sus incumplidas obligaciones en las ayudas. De ahí hasta el final, Diego siguió con su salvífica tarea y le arrancó el triste e inmerecido punto a una velada en la que tampoco faltó un claro penalti sisado a Di María. 
Nada alteraría, sin embargo, el 2-2, unas tablas engañosas. Pésimo asunto darse con el canto de un empate en los dientes en la Liga bipolar. Aunque hay algo todavía más preocupante que las matemáticas: el aspecto de un equipo sin trabajar, carente de identidad en la vanguardia y ruinoso en todas las operaciones defensivas. 

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domingo, 1 de septiembre de 2013

Real Madrid 3 Athletic C. de Bilbao 1. A falta de ritmo, Modric


"En septiembre yo no voy a estar", cantaban Los Enemigos en un clásico del rock español. En el primer día de septiembre, luminoso en su mañana dominical, sí estuvo el Madrid de Ancelotti para completar los nueve puntos posibles en el arranque de una Liga que se sabe bipolar. Los blancos doblegaron sin exigencias a un Athletic sin garra en un duelo marcado por la ausencia de ritmo  y  la superioridad técnica de los de casa. A éstos les sobró, de hecho, con la pegada de Isco y, sobre todo, con una actuación soberbia de Luka Modric, que escribió la introducción obligada a cualquier tratado futbolero. Si lo que impartió el croata no fue una lección magistral se le pareció mucho. 
Lánguidos ya los ecos de la suplencia de Casillas, parece el madridismo confiarse con seguridad a las cualidades de los suyos, explotadas con cuentagotas en hora y media de control. Mejoró el once las prestaciones defensivas de la pretemporada y del estreno ante el Betis, en buena medida gracias al equilibrio eficiente de Khedira y a la pujanza sacrificada de Di María, que se vació en el repliegue. De todos modos, también en eso el mejor fue Modric. 
Dicho todo lo cual, la crónica debe detenerse durante un párrafo explicativo en el mediocentro rubio. Se trata de algo justo y necesario, pues Luka fue la medida de todas las cosas. Desplegó un alarde tras otro en todos los sentidos imaginables, tácticos, físicos y técnicos. Su apariencia de chico frágil oculta un atleta extraordinario en la recuperación, hasta el punto de que el aplauso más cerrado se lo llevó al matar una contra mortal del Athletic con una cobertura superior. Además, siempre ocupó la parcela correcta, lo cual tuvo más mérito por la inmensa zona que pisó. Y, por supuesto, tocó la pelota con criterio. 
Si Modric fue el cuerpo del relato, Isco puso las frases directas y lacerantes. Su participación en el juego fue tan intermitente como definitoria. En cuanto tuvo ocasión se coló con un desmarque hábil por el centro de la defensa y aprovechó una excelente asistencia de Benzema para abrir el marcador. Hasta ese instante el duelo era espeso y la pelota circulaba a una velocidad premiosa, como si unos confiaran en la pegada para cerrar los tres puntos y los otros en no llevarse un revolcón excesivo. 
Los minutos se gastaban sin que nada quedara para la memoria cuando apareció Ronaldo y mitigó la ansiedad de su sequía con un cabezazo que batió a Iago al filo del receso. El paréntesis le sentó bien al Madrid, que acumulaba una diferencia mucho más sustancial que su juego, mejorado levemente tras la reanudación. Sin embargo, las ocasiones apenas llegaban, si acaso algún intento aislado de Cristiano y un par de incursiones de Jesé, que entró, como Casemiro y Carvajal, en la segunda mitad. 
Hubo tiempo, eso sí, para que Isco consiguiera su doblete en un ataque veloz y después de una nueva cesión de Benzema. A continuación del lance, el francés se marchó al banco en medio de una pitada cerrada e injustificable a poco que uno repare en los pases que antecedieron a dos de tres de los goles que consiguió su equipo. Si las estadísticas no mienten, el delantero ha empezado el curso mucho más enchufado de lo que su parroquia percibe, aunque la percepción de la realidad a la altura de La Castellana suele ser tendente a lo peculiar. 
Quedaba aún el maquillaje de Ibai, que remató a placer a la defensa merengue en una de sus escasos despistes. Mucho no había hecho el Athletic para inquietar a Diego López. Los rojiblancos anduvieron desenchufados de una matinal de septiembre con más aliento a pretemporada que a encuentro en la cumbre. Un aroma que se apropió de la pesada atmósfera, sobre la que se alzó, brillante y superlativo, un tipo llamado Luka Modric. 

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domingo, 12 de mayo de 2013

Espanyol 1 Real Madrid 1. Punto final



Jugaron Espanyol y Real Madrid pero ganó el Barça. Cualquiera lo diría hace unos años. Pericos y merengues sin nada significativo en juego y dispuestos a sellar el triunfo del eterno y común enemigo. Empataron a uno, en una cita más bien mediocre, e inauguraron una fiesta en Canaletas en la que parecían haber contratado a cuatro extras para una peli española sin presupuesto. Lo cual no resta, claro, un ápice de justicia al título azulgrana, ganado en buena lid y ante la desidia inicial de un Madrid que deja en esta competición y en este curso su lunar más reprochable de la era Mou. Solo resta darle la enhorabuena al campeón y encarar la final de Copa con el mayor ánimo posible y sin Varane, pues lo realmente noticioso de la noche fue su lesión en la rodilla. Eso y el exceso de ímpetu de los españolistas, muy poco edificante si se analiza el contexto. 
Los hechos fueron los de casi siempre porque la tortura liguera a domicilio se ha construido sobre el pilar de la rutina. Cualquier variación en el once titular y cualquier contendiente un poco motivado cierran el pasillo al gol o, por lo menos, a su probabilidad. Casilla, sin "s", vivió la primera mitad en una calma que ya han gozado muchos otros colegas de profesión. Los blancos movían la pelota con pesadez y eran incapaces de llegar a las zonas de peligro en ventaja. La imagen más gráfica de esa inoperancia volvía a ponerla Kaká, un jugador destruido, sin velocidad, inhábil. Perdió todos los duelos y lo más que logró fue revolcarse por la hierba. No ha renunciado a un solo euro de su ficha para buscar otros destinos y ha optado por dejarle a la historia del fútbol un relato sobre la decrepitud que resulta lastimoso. Tanto como leer que puede que Ancelotti lo recupere para la causa vikinga. Hay lecturas cuyos efectos aterradores dejan a Stephen King en un angelito azucarado. En fin. 
A todo esto, al Espanyol le bastó el juego aéreo para presentar su candidatura a la victoria. A la salida de un saque de esquina muy mal defendido por todos logró el 1-0. Poco después, el árbitro anuló un cabezazo de Héctor Moreno que acabó en las mallas de Diego López, que arregló el poco trabajo que tuvo, sobre todo en un mano a mano clarísimo de Stuani, que no hizo doblete porque se interpuso el pecho del guardameta. ¿Y el Madrid? Nada de nada hasta después del descanso, cuando intentó sobreponerse a la lesión de Varane y cuando Morata dejó el partido tras reiterar que solo es un extremo izquierdo de circunstancias. 
Monopolizó la posesión el Madrid en la reanudación. Tuvo mucha más personalidad y puso en práctica un juego que por momentos se antojó apreciable. Faltó, eso sí, el último pase y sobró, también, ímpetu en la defensa local. Entradas a destiempo, patadas feas, motivación reñida con lo que de verdad había en juego. Así las cosas, Higuaín volvió a marcarle a una de sus víctimas preferidas al peinar un balón colgado por Xabi Alonso. 
El 1-1 ya no se movería. De hecho, lo que hubo fue mucho más dominio que ocasiones, aunque Cristiano -que jugó poco más de media hora- lo intentara de todas las formas imaginables. Ni con Modric por encima de la media pudo el once blanco evitar lo que era irremediable desde antes de las fiestas navideñas: el alirón culé, certificado por sus enemigos tradicionales. Menos mal que queda el sueño baloncestístico de esta noche y la batalla copera del próximo viernes para acabar con el mal sabor de boca. 

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jueves, 9 de mayo de 2013

Real Madrid 6 Málaga 2. El fútbol como excusa


El deprimente proceso de descomposición en el que se ha metido el madridismo ha terminando apropiándose del escenario en el que, se supone, corresponde disfrutar de un espectáculo en el que once tipos vestidos de blanco intentan meter un objeto llamado "pelota" en el fondo de las mallas del oponente. Ayer lo lograron en media docena de ocasiones y ante un Málaga agasajado con toda suerte de parabienes fervorosos. Dio igual. El único foco noticioso estuvo en los silbidos y los aplausos, en los planos de reacción de Casillas desde el banquillo y en la fricción de algunos sectores madridistas con representantes de la prensa. La perversión se ha convertido en norma y la gangrena es imparable.
Que el Madrid le metiera 6 al equipo de Pelligrini, que ya se llevó 7 hace un par de temporadas del mismo Bernabéu, es algo que no pareció suceder y de lo que casi resulta ingenuo dar cuenta en una crónica. Andaban medios y seguidores en la guerra de impresiones extrafutboleras mientras el césped era testigo de otra goleada. Tras un tanteo inicial correspondido con goles de unos y de otros a la salida de sendos saques de esquina -el del Madrid rubricado por Albiol-, llegó la expulsión de Sergio Sánchez y el desequilibrio que escribió el destino del duelo. El defensa atropelló a Cristiano dentro del área, aunque el portugués empotraría el lanzamiento del penalti contra el pie de Caballero. Tal fue la violencia del golpeo que el portero pagó con una lesión la hazaña de impedir el 2-1. No fue sustituido de inmediato, eso sí, por lo que acabó recogiendo la pelota de sus redes después de que Ronaldo marcara con una precisión descomunal un libre indirecto injustamente decretado por el árbitro. La cesión que vio no lo fue, aunque da la impresión de que era cuestión de tiempo, poco, que los malacitanos empezaran a acumular balazos en contra. 
Que el equipo de Pellegrini es alegre y vistoso no lo niega nadie. Pero que sufre una predisposición a la debilidad cuando surgen los imprevistos apenas lo subraya ningún analista. Sus diez pupilos se comportaron con dignidad estética... aunque cobraron por todas partes. Özil los volvió locos e incluyó en el repertorio una acción sobrenatural, con desmarque, recorte dentro del área y remate certero con la derecha. De hecho, la peor conclusión que dejaron los noventa minutos no fue la tempestad medioambiental sino su lesión, que le convierte en duda para la importante cita copera. 
Eso, sin embargo, parece lo de menos. Ampliaron la ventaja hasta el set Benzema, Modric y Di María, mientras el golazo de Antunes limpiaba levemente la cara de los suyos. Fueron seis y pudieron ser diez, pero eso pasó inadvertido. El interés estaba en otro punto. Como si lo que se dilucidaran fueran las nominaciones de un reallity infame, el respetable, paradójica forma de llamarlo, se dedicó a levantar y a bajar pulgares. Aplausos a Modric y a Casillas. Pitos, con grado variable de intensidad y contraste de vítores, para Mou, Benzema e Higuaín. Palmas para Pellegrini y para Willy Caballero. Caña a los tuyos y trato reverencial a los rivales: así es buena parte de la afición que acude cada semana al Bernabéu. 
Que llegara el final fue un rito innecesario para que continúe el único relato que interesa, ese folletín de cuarta en el que andamos metidos. Hoy más griterío, más posiciones enconadas, más tensión. Como si no hubiera una final de Copa en la antesala o como si no tocara aspirar a un futuro regido por la estabilidad. Y como si no asomaran las zarpas del pasado, que promete regresar con su trituradora de técnicos, su prensa intrusiva y sus jefes tribales en el vestuario. ¿Dónde será la próxima cita liguera del equipo? A nadie le importa. El Madrid es una excusa para las pasiones humanas. Las más bajas, por cierto. 

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sábado, 4 de mayo de 2013

Real Madrid 4 Real Valladolid 3. Goles entre el ruido


Solventó con suficiencia el Madrid uno de los trámites ligueros que todavía le quedan, mientras se desata a su alrededor la borrasca de comentarios, promesas y supuestas primicias. Se dice, se comenta. En esas se anda ya, como si no quedara una final de Copa o como si la estabilidad institucional no fuera prioritaria. Parece que ya todos se lo toman así, sobre todo cuando se recibe a un equipo que no vive entre angustias y parece que nada hay en juego. El resultado lo reflejó todo: 4-3.
La falta de tensión se antojaba inevitable después del carrusel de emociones del martes. Que la línea defensiva estuviera integrada por Carvalho, Pepe, Coentrao y Nacho sumaba, además, una dosis de intriga que no tardaría en concretarse. El Valladolid, una escuadra tirando a desenfadada, comprometió a Diego López en varias ocasiones. Un par de ellas acabaron durante la primera mitad con la pelota en sus mallas, una en la que Óscar firmaba el 0-1 y otra en la que Javi Guerra igualaba el partido a dos. La debilidad de sus compañeros dejó vendido a Diego, que nada pudo hacer por evitar los tantos. Sin embargo, la realización televisiva insistió en ambos casos en el contraplano de Casillas en el banquillo, gesto que no se repitió en las dianas madridistas. 
Lo extradeportivo, alimentado por los medios con una irresponsabilidad que explica buena parte de la crisis del sector, parecía mucho más relevante que cualquier otra cosa. Hubo gente que pitó a Mou en los prolegómenos y eso monopolizó la atención. El fútbol, lo de menos. Parte de él, por cierto, lo puso Di María, que ayudado por Valiente empató el duelo para, poco después, poner también un centro medido en la cabeza de Cristiano para que el luso diera ventaja a los suyos. 
"El Fideo" lleva varios días aguantando portadas que lo catalogan como transferible, algo difícil de entender si se analizan sus prestaciones y los costes de quienes se suponen que están por relevarle. Da igual porque la trituradora debe continuar. Sin embargo, los hechos dicen que contra el Valladolid el argentino fue  de los que puso más carácter, quizás junto a Cristiano, que casi reventó el travesaño en el saque de un libre directo antes de que llegara el refrigerio.  
La segunda mitad no cambió el escenario en exceso, si bien estuvieron mucho más comprometidos los blancos en ataque. La ambición tuvo el premio del gol de Kaká después de una asociación veloz de los de arriba. El mediapunta brasileño tuvo, pues, otra de sus apariciones en una cita menor. Últimamente se le vincula a Ancelotti y se especula con su continuidad. Di María en venta y Kaká sigue, vocean. Un planazo, vamos. 
Los acontecimientos seguían con los violetas animosos aunque un tanto más ingenuos. Y con un árbitro dispuesto a tolerar cuantas manos pucelanas interceptaran el esférico. De pronto entraron Xabi Alonso y Özil. Les siguió después Higuaín, que pisó el verde entre pitos, mucho más intensos cuando la pifió en un remate desde la frontal. Más enredo, aunque al menos no falta la voracidad de Cristiano, que se elevó entre defensas para cabecear de forma espléndida el 4-2 a la salida de un saque de esquina. 
Parecía que la película había terminado, pero no. Quedaban más planos de Casillas, sobre todo el que sucedió al golazo de Sastre, que empaló un derechazo tremendo desde larga distancia que se coló pegado al palo. Y faltaban unas críticas de Pepe a Mourinho -que previamente había vuelto a alimentar la hoguera con sus ruedas de prensa- cuando el tema sobre el campo había terminado hacía un rato con 4-3. Ruido, ruido, ruido. 
Como si no quedara una final de Copa.

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sábado, 27 de abril de 2013

Atlético de Madrid 1 Real Madrid 2. Entrenamiento en el Calderón


Al parecer, hubo derbi en el Calderón. Atípico como pocos, pues uno de los contendientes parecía tomárselo como una final y para el otro era un marrón a mitad del viaje más importante del curso, entre la horrible noche de Dortmund y la remontada que invoca para el martes al "espíritu de Juanito". Pues ni con esas. Volvió a ganar el Madrid, como acostumbra desde hace largo tiempo. Si en la primera vuelta Simeone montó un entrenamiento a puerta abierta para motivar a sus chicos, la afición rojiblanca asistió esta vez al ejercicio espiritual de los suplentes de Mou. Como resultado se llevaron en las retinas un 1-2.
Y es que la vida sigue igual, a pesar de que la alineación merengue no pudo ser más circunstancial. El lustre de todo derbi no impidió la comparecencia de una línea defensiva casi marciana, con Nacho y Essien en los laterales y Albiol y Carvalho en el centro. Ni una medular con Pepe y Khedira. Ni una avanzadilla con Morata y a Kaká, uno tirado a la izquierda y el otro en el que se supone que es su sitio natural, de segunda punta. El menú prometía indigestión, sufrimiento atrás y falta de elaboración en la vanguardia. 
La promesa parecía hacerse realidad nada más empezar, con un gol que llevó la firma de Falcao y el entusiasmo inicial a la ribera del Manzanares. Daba la impresión de que esta vez los deseos de vencer serían definitivos para desnivelar la balanza a favor del Atleti, pues hasta Florentino andaba hablando por el móvil sin que se le viera muy afectado. El empate, no obstante, llegó pronto, en el saque de falta de Di María que tropezó en Juanfran y sorprendió a Curtois.
Poco más digno de mención sucedió en la primera parte. El partido fue bronco y soso. Solo Pérez Lasa se animó a poner el colorante, pues una cita de máxima rivalidad no está concebida para que un personaje así pase desapercibido. Se hinchó a sacar amarillas, varias sin el menor criterio. Y disculpó tantas otras. Mucho de su trabajo lo resolvió al revés de como procedía, aunque al menos no se dejó engañar en ningún momento por Diego Costa, para quien dar y simular es toda una escuela de vida. 
Los minutos caían pesadamente y no se veía, salvo una oportunidad de Gabi, nada noticioso sobre el verde. Eso fue así hasta que Benzema metió un pase preciso al hueco que Di María había generado con un desmarque ejemplar. Igual de brillante fue su definición, con un zurdazo raso y seco. La victoria provisional se hizo concluyente cuando entró Xabi Alonso para disputar media hora en la que el Madrid se hizo con el control de los hechos. 
Ningún madridista anduvo por encima de su nivel pero todos cumplieron eficazmente dadas las circunstancias, algo que los fieles agradecen por la felicidad que siempre genera prolongar la racha contra el vecino. Ahora, sin embargo, toca mirar en la dirección de verdad importante. Toca creer en lo que parece imposible, en una hazaña que no está al alcance de los simples mortales porque solo puede conquistarla un héroe eterno. El Madrid, por ejemplo.

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sábado, 20 de abril de 2013

Real Madrid 3 Real Betis 1. Una victoria cara



Caro, muy caro. Así fue el triunfo blanco ante el Betis, conclusión de un duelo que arrancó descafeinado y terminó efervescente. Un partido enfocado por los de casa desde el ahorro y que dejó varias y dolorosas cornadas. Noventa minutos de un trámite primaveral que incluyó un arbitraje tirando a mezquino y que dejó en la cuenta corriente tres puntos en absoluto decisivos pero que saben a aperitivo eficaz para los banquetes que vienen.
Que el Madrid andaba con la cabeza en Dortmund era el evidente subtexto de la alineación anunciada por los altavoces. Los títulos de crédito estaban superpoblados de nombres poco habituales, sobre todo el de Casemiro, un mediocentro brasileño de 21 añitos que puso aplomo en casi todo lo que hizo. Otro canterano, Nacho, ocupó el lateral derecho mientras que Albiol y Carvalho formaron la pareja de centrales. Era rara la línea defensiva pero, como todo es susceptible de ir a más, acabó con la obligatoria extravagancia de sumar a Varane como lateral derecho después de que Marcelo sufriera una lesión muscular. No fue el único en caer, pues le acompañarón en la desgracia, ya en la segunda mitad, Modric y Benzema, aunque lo de este último parecía un golpe.
Así las cosas, el curso de los acontecimientos se fue haciendo cada vez más dramático cuando de saque se pretendía la ausencia de sobresaltos. El plan, a excepción de lo de Marcelo, marchó bien durante largo rato. Sin necesidad de una implicación especial, el Madrid se fue al descanso con un gol de ventaja que anotó Özil a falta de un minuto y tras una estupenda asociación con Benzema. No había pasado nada del otro mundo hasta entonces, un palo por cada equipo, el local fruto de un violento y lejano zurdazo de Cristiano. 
La reanudación parecía traer más de lo mismo, aunque el Betis fue entonándose a medida que avanzaba la película. Lo lograba, eso sí, sin crear demasiado peligro y con una distancia que se empezó a antojar insalvable cuando Benzema firmó el 2-0 en una contra letal, que pasó por Özil y por Ronaldo antes de llegar a las botas del francés. Ojalá entonces hubiera acabado todo. 
No fue así. Modric tuvo que ser sustituido y las apreturas del curso obligaron a la entrada de Pepe como mediocentro. Él y Casemiro tuvieron que apañarse en la medular durante demasiados minutos, suficientes para que Beñat, un jugador que sin duda mejoraría con su calidad el fondo de armario merengue, se fue apropiando del tono que cogía el relato. 
Llegaron los nervios cuando el Betis acortó distancias merced a un penalti cometido por Nacho y transformado por Molina. Salvo en ese lance estuvo el defensor a una altura notable gracias a su fuerte personalidad. Tiene carácter el chaval, algo que, por hablar de todo un poco, está perdiendo a borbotones Callejón durante toda la temporada, pues suma una cantidad enorme de minutos en los que su escuadra parece jugar con diez. Contra los verdiblancos, más de lo mismo. 
Se acercaba el final y el argumento se volvió de ida y vuelta. Al nervio propio de las apreturas en el electrónico se sumó el arbitraje de un tipo de cuyo nombre mejor no acordarse y que se dedicó a repartir tarjetas con una desigualdad notoria. Lo peor es que cualquier desenlace se volvió posible, por ejemplo un empate que no llegó porque Rubén Castro estrelló en el larguero una pelota franca que le dejó Carvalho en el área chica. Casi a continuación volvió a marcar Özil y aseguró la victoria. Rara victoria, sí, que pudo llegar a la categoría de goleada si Pepe o Higuaín llegan a acertar en el tiempo añadido en sendas ocasiones. No fue así y el final abrió la puerta a la decisiva cita germana... aunque con un ojo puesto en la enfermería. Que no sea nada.

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domingo, 14 de abril de 2013

Athletic 0 Real Madrid 3. Ronaldo cierra San Mamés

Comentario en formato videoblog del último partido que el Real Madrid ha disputado en el mítico estadio de San Mamés... y que ha dejado una despedida a la portuguesa.




domingo, 7 de abril de 2013

Real Madrid 5 Levante 1. Manita en forma

De nuevo en formato videoblog, comentario del partido liguero entre Real Madrid y Levante.



sábado, 30 de marzo de 2013

Real Zaragoza 1 Real Madrid 1. Dolor de muelas

La lesión en el dedo exige, por desgracia, un periodo de baja más prolongado del previsto. Puedo escribir textos breves y con bastante incomodidad, por lo que mantendremos el formato videoblog hasta que quede todo solucionado.
Disculpad las molestias... y mis pesadeces audiovisuales.
Ahí vamos.



domingo, 17 de marzo de 2013

Real Madrid 5 Real Mallorca 2. Tormenta de talento

Comentario audiovisual del partido por razones que se explican en el vídeo.
Se agradece vuestra comprensión.
Por cierto, aunque parece haber una contradicción entre la mano que enseño y la que menciono no es fruto de la dislexia sino de un efecto perverso de la webcam.
¡Hasta pronto!








domingo, 10 de marzo de 2013

Celta 1 Real Madrid 2. Vaivén sin delantero


Venía el Madrid de quince días de abismo y subidón cuando le tocó un partido a campo abierto, bajo la impetuosa lluvia y contra un Celta encomiable. Tiene su mérito engancharse emocionalmente a la única competición que queda a años luz y encarar a un oponente que atesora semejante fe. Acabó la cita en victoria aunque pudo ser cualquier otra cosa. Con un tono descontrolado, abundancia de errores e inspiración de los porteros solo un factor desequilibró la balanza: Cristiano, que acumuló otro par de dianas, si bien esta vez nacieron de un rechace y de un penalti. 
Cualquier resumen televisivo de las ocasiones del Celta-Madrid durará, por lo menos, cinco minutos. Las hubo de todos los colores imaginables, si bien, y en el colmo de la paradoja, los goles llegaron como consecuencia de varios enredos. En uno de ellos, ya metidos en el segundo tiempo, marcó CR7 a puerta vacía. Pronto neutralizaron los gallegos la ventaja, pues siempre que fueron perdiendo superaron a su lujoso visitante. Pepe intentó tapar un tiro a bocajarro y la trayectoria envenenada del esférico venció al inspirado López. Menos mal que Kaká forzó un derribo de Varas dentro del área y que Ronaldo pateó desde el punto fatídico, con aplomo, al fondo de la red. El resultado ya no se alteraría, aunque no sería porque no estuvo, como casi todo el partido, muy cerca de la raya definitiva.
De hecho, que la primera parte acabara a ceros fue un atentado contra cualquier cálculo de probabilidades. El balón coqueteó con las mallas en tantas ocasiones que solo algún motivo esotérico podría explicar que no las acabara besando. La hipótesis roza lo sobrenatural sin olvidar los guantes, claro. Durante los minutos de arranque, con los locales muy motivados, a Diego López se le acumuló el trabajo. Prolongó el guardameta el estado de gracia que demostró en Manchester y mantuvo cerrado el camino a la gloria ajena. 
Y es que el Celta planteó el duelo con una apuesta que comportaba sus riesgos: al principio le salió bien, pues su adelantadísima zaga provocó un fuera de juego tras otro de los merengues. Sin embargo, pasaron los minutos y los visitantes encontraron las espaldas celtiñas. Comenzó entonces una fase abrumadora de aproximaciones que también se toparon con una respuesta brillante bajo los palos. Javi Varas sacó las manos y los pies para evitar que marcaran Benzema, Callejón y Marcelo, los tres en situación muy ventajosa. Además, participó en el festival el larguero cuando CR7 apareció para cabecear a un metro del marco. 
Muchas ocasiones y un juego que fue de menos a más caracterizó al Madrid durante los 45 de inicio, con Modric demostrando una vez más de organizador que donde hace de veras hace daño es unos metros más avanzado. Volvió Marcelo a la titularidad y lo hizo en una forma estimable, con capacidad de desborde y de asociación. Solo los titubeos iniciales del ocasional Albiol y la nadería de Callejón rebajaron el tono general, aceptable si se tiene en cuenta el subidón emocional de Copa y Champions. 
En la reanudación entró Xabi por Khedira y durante un rato se dio un festín de pases en largo. El Madrid apretaba y, tras una incursión peligrosa de Marcelo, llegó el trío que habitó el marcador. Sin embargo, tras el penalti firmado por CR7 el Celta volvió a venirse arriba y causó un padecimiento excesivo. Debió empatar, aunque fuera por pura pujanza y cierta dejadez madridista. Diego volvió a impedirlo en una ocasión, igual que antes Albiol, que fue a más, salvó el único error que su colega bajo los palos tuvo en la noche viguesa. 
Insistió tanto el once celeste que Essien casi emula a Pepe en un rechace. Por si fuera poco, la madera escupió un remate franco de Park, que la grada festejó por anticipado. Un acoso, o sea, aunque no es menos cierto que Higuaín pudo acabar con todo misterio en un contragolpe que finalizó a puerta vacía pero que acabó fuera. Poco después, Varas le sacó otro mano a mano clarísimo. Qué les pasa a Benzema y al Pipa esta temporada es un misterio, pero el caso es que si este Madrid jugara con delantero centro sería la releche. Y como no lo hace, sufre más de la cuenta. 

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sábado, 2 de marzo de 2013

Real Madrid 2 F.C. Barcelona 1. Sin cafeína, también


El clásico más descafeinado que se recuerda también lo ganó el Madrid. Se disputó a una hora extraña, la de la siesta. Mediaban, además, la resaca del vibrante partido copero y la inminente y angustiosa visita a Manchester en el objetivo principal de la temporada en tres días. Pero ni un once de circunstancias, ni la lejanía en la clasificación, ni la falta de necesidad competitiva impidieron la victoria blanca. Otra más y ante un enemigo que está sonado y que parece buscar las cuerdas. Bastó la fórmula consistente en una aplicación estricta y algo reservona durante una hora y la agitación añadida por Cristiano desde que compareció para disputar poco más de un tercio de partido. El plantel dirigido por Mourinho ha dado definitivamente con la tecla anticulé y en cualquier versión. Y el triunfo es otra bocanada, gigantesca, de optimismo.
Lo más reseñable acaeció hacia el final. Con empate a un gol saltó al tapete CR7 y lo que era una combate nulo se transformó en superioridad merengue. La inoperancia blaugrana quedó de manifiesto y el luso lanzó varias de sus puñaladas predilectas. Los centrales sufrieron sus embestidas, aunque el que gozó de una ocasión notoria fue el canterano Morata, solo ante Valdés tras un pase perfecto de Pepe. La pelota se empotró contra el cuerpo del guardameta, que poco después vio a Ramos elevarse sobre Piqué, que se comió otro balón por alto que terminó en gol. Era el 2-1 definitivo.
La ventaja no cambió el viento de la tarde y Cristiano lanzó dos faltas magistrales, una de las cuales casi revienta la cruceta. Mientras, el aventajado líder se enredeba en un fútbol espeso y estéril, del que solo salió en el último minuto para trenzar una combinación que acabó con Adriano en el suelo y con sus compañeros comiéndose a Pérez Lasa. Hubo contacto de Sergio Ramos dentro del área, aunque también una exageración de tal calibre en la caída que el colegiado se sintió engañado. Lo que vino después, con el final ya decretado, fue la olvidada estampa de un enjambre culé asediando a un árbitro. La anacrónica escena era tan fea que Valdés acabó viendo la tarjeta roja, justo cuando cualquiera con memoria podía ponerse a recordar lo que afirmaba hace no tanto Xavi sobre la forma de perder que tenían "los del Madrid". En fin, cosas de la memoria selectiva.
Tanta electricidad al final no impedía recordar lo descafeinada que había sido la primera mitad. Mou le restó estimulantes al clásico con una alineación tan de circunstancias que incluía a Morata, Callejón y Kaká, a Pepe de mediocentro y a Essien de lateral zurdo. La apuesta, comprensiblemente conservadora, dejaba a Cristiano en el banquillo. No había dudas sobre el grado de importancia que le concedían los de casa al envite tras el subidón del Nou Camp y a pocos días de encarar en Inglaterra 90 minutos vitales para lo que resta de temporada. 
En el otro lado, sin embargo, Roura sacaba toda la dinamita disponible, a excepción de Xavi y de Cesc, con Thiago en la medular y con Villa supuestamente arriba, pues ya se sabe que los atacantes de ese equipo están concebidos para no eclipsar ni por asomo la voracidad de Messi. Los demás, todos. Incluido el astro argentino. Cierto es que al Barça le queda otro fin de semana para relajar a los suyos de cara a la batalla contra el Milan, por lo que gozaba de un margen superior. Pues ni con esas fue superior durante la mayor parte del combate. 
De hecho, se adelantó el Madrid y lo hizo pronto. Morata encaró por la izquierda y puso un centro a Benzema, que esta vez dejó la velocidad para la hierba y empujó la pelota a la red. El lance reforzó la disposición madridista, muy arropado atrás, con nueve jugadores en dos líneas y el comienzo de la presión lejos de Valdés. Un calco de lo sucedido, infelizmente, en otros tiempos. Muy poco propio de un escenario como el Bernabéu, sin duda, si bien en esta ocasión cabía la coartada de un once tan evidentemente improvisado y, por tanto, inferior sobre el papel. 
Así que el Barcelona se dedicó a tocar, casi siempre en territorios irrelevantes y sin la menor profundidad. La única vez que la tuvo marcó Messi, que coqueteó con el fuera de juego sin incurrir en él y que encaró a Ramos para lanzar un tiro raso por el primer palo. Por segunda jornada consecutiva, Diego López dejó abierta esa grieta en su marco y el balón se coló por ella. Celebró el argentino la diana, arropado en el halago por un  Jordi Alba, que dirigió al respetable un gesto de muy dudoso criterio moral.
No hubo mucho más antes del descanso: otro disparo de Messi, esta vez con la derecha, que atajó López; y un cabezazo de Morata, solo pero escorado, al lateral de la red de Valdés. De hecho, el relato general se agota aquí, pues son más interesantes las conclusiones que la descripción de unos hechos que mayoritariamente cayeron del lado del sopor. 
A saber. El Barça da síntomas de una enfermedad crónica cuya gravedad parece ir a más día a día. Y el Madrid acumuló una dosis adicional de ánimos para la batalla de Manchester. Pasar la eliminatoria de Champions sería una lanzadera de confianza con apariencia muy relevante. Da la impresión de que la historia del curso se escribe, para unos y para otros, de aquí en quince días. De momento, el prólogo lo hemos leído con gran placer. 

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sábado, 23 de febrero de 2013

Deportivo 1 Real Madrid 2. Jekyll y Hyde


Visitaba el vigente campeón al colista y volvía a dejar las malas noticias habituales en lo que va de temporada: una actitud desencantada ante un trámite de escaso vuelo. No hay estadio que no sea un dolor de muelas, un padecimiento atroz. El problema es que suele ocurrir por deméritos propios, casi por tedio. Volvió el protagonismo de Hyde, el lado malo que tanto brizna verde está pisando durante el curso en los campos de por ahí. Esta vez quedó el consuelo de que reaccionó a tiempo Jekyll, la personalidad más aparente y equilibrada de este equipo. Gracias a ella ganó el Madrid en casa del último. Menos mal.
Solo desde que saltaron al césped los suplentes Cristiano, Özil y Khedira cuando se habían consumido diez minutos de la segunda mitad,  el asunto mejoró de tono. Los visitantes dieron entonces su mejor cara en una velada para la esquizofrenia. A Ronaldo se la han dedicado toda suerte de injustas críticas desde que llegó pero el respeto que genera admite muy pocas comparaciones. Y los dos alemanes están tan por encima de los tipos a los que sustituyeron -Modric y Essien- que la supuesta hondura de la plantilla hay que tomarla como un mito infundado. 
Tampoco es que diera el once un recital futbolero en la última media hora, pero el equipo era otro sin la menor  duda. Ronaldo demostró que el miedo que provoca es natural cuando se fue en un palmo y Aranzubía sacó con el pie su disparo. Un minuto después cabeceó fuera por muy poco. El gol se le negaba y, por cierto, hubiera sido el segundo para su equipo, pues Kaká ya había acertado con las redes gallegas en un disparo desde fuera del área. El empate abrió una fase de evidente acoso que reflejó la diferencia auténtica de potencial. 
El nuevo escenario trajo consigo la probabilidad de la victoria, que se convirtió en hecho cuando Kaká dio un certero pase a Cristiano y éste le puso el esférico con un lacito a Higuaín para que lo empujara. Se llevaban los blancos los tres puntos, algo que parecía a años luz de distancia durante los eternos minutos en los que se habían dedicado a arrastrar por el suelo un prestigio histórico. Con lo que ha costado conseguirlo. 
Y es que el espectáculo durante la primera mitad había sido sencillamente impresentable, un bochorno sin paliativos, un insulto al madridismo. Tocó el "yo" chungo, tan frecuente este curso para sufrimiento de todos. Quizás la sensación de vergüenza fuera mayor dada la reiteración con la que se da tan triste espectáculo lejos de La Castellana. Revela una dejadez estructural. Y la dejadez continuada exige una mirada al máximo responsable de ese vestuario, José Mourinho. 
Alineó un once raro y reservón, cosa comprensible ante las dos finales que se le vienen encima. Lo que podría tomarse por excusa se convierte, sin embargo, en un legítimo reproche cuando se observa un detalle concreto: Valerón se merendó solito a Modric y Essien, las dos incorporaciones que el entrenador y único responsable de la parcela deportiva decidió para su vestuario en la presente temporada. El dúo evidenció todas las carencias futbolísticas imaginables. Fue incapaz de generar juego y se perdió en desplazamientos que o eran intrascendentes o eran suicidas. Y todavía fue mayor su impotencia a la hora de contener las salidas deportivistas, de una facilidad pasmosa,  como si estuvieran jugando una pachanguita contra los colegas cachondos del barrio. 
A nadie extrañó que el equipo gallego acumulara hasta cuatro oportunidades nítidas. Pizzi se dio un atracón contra Pepe y Carvalho, que estuvieron a la altura de los mediocentros. Es decir, muy deficientes. Por el lateral derecho seguía abundando la mediocridad que lleva poniendo Arbeloa durante toda la temporada. Sólo faltaba el mimbre de Diego López, titubeante e inseguro. El guardameta se comió un disparo seco de Riki por el primer palo y contribuyó al 1-0. 
El guarismo, sin embargo, era lo más edificante de la noche cuando llegó el refrigerio. Marcelo había sacado una pelota sobre la línea de gol a tiro de Pizzi y hubo otro par de llegadas peligrosas al área de Diego. Eso, atrás. En la vanguardia la inoperancia era más o menos de idéntico nivel. El único bagaje blanco consistió en los 45 iniciales en un libre directo de Di María y en una ventajosa incursión de Kaká, que definió de forma pésima. 
Hasta que se vio acompañado de Cristiano y e Özil el brasileño llevaba otra noche impotente para el recuerdo de su lánguido paso por el Madrid. Otros como Callejón, Higuaín y Di María, andaron igual de perdidos durante cerca de una hora. Demasiado tiempo para que todo saliera mal, algo impropio de un bloque que se respete a sí mismo.
Un respeto que, desde luego, lo tiene perdido el madridismo en algo que debería ser simplemente accesorio: el asunto arbitral. El catalán Álvarez Izquierdo se sumó a la gigantesca nómina de jueces que dejan en inferioridad a los merengues, esta vez por una chiquillada de Di María que se repite en todos los campos de todas las categorías de todos los duelos de todo el planeta. "El Fideo" cometió el terrible pecado de retrasar una pelota en un libre directo y después se tomó unos segundos para dar distancia al tiro libre. Parece, no obstante, que el escudo arrastrado por la molicie de algunos futbolistas es todavía más mancillado por quienes deben impartir justicia. El tal Izquierdo, por cierto, sumó a la escandalosa roja la omisión de un penalti evidente por manos en el área coruñesa. Su actuación fue otro motivo más para cerrar el partido con el único sabor agradable de una remontada meritoria y de los tres puntos. Menos es nada.

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lunes, 18 de febrero de 2013

Real Madrid 2 Rayo Vallecano 0. Apuntes sobre el complejo


En los patios de los colegios de toda España hay un chaval acomplejado que aguanta el dolor a la espera de que la vida le dé la oportunidad de cobrárselo todo junto. Pasado el tiempo, y en cuanto conquista la cuota que sea de poder o se les inviste de cierta autoridad, se hace notar. Lo necesita. Tieso como una vela y con el rictus solemne paseará su justiciera actitud. Se convierte, en fin, en un Paradas Romero de la vida.
El aquí firmante apenas pudo ver el partido por sus obligaciones cinéfilas y la cosa eterna de los Goya. O sea, que estas líneas son unos sueltitos sobre lo que apenas vio con el rabillo del ojo. Mucho no hubo, parece ser, en el Bernabéu, sobre todo porque un tipo bajito decidió que él estaba por encima de las decenas de miles de parroquianos que poblaban las gradas, los millones que había frente al televisor y los 22 que se jugaban los tres puntos sobre el césped. Paradas, como en la funesta noche de Villarreal de hace un año, decidió que para protagonista, él. Con un par. 
Expulsó el presunto juez a Sergio Ramos en dos acciones consecutivas y con un mundo por delante. La primera amarilla fue mucho más que discutible. La segunda no, pero el tal Romero decidió llevarse la contraria a sí mismo cuando en el minuto 75 se la disculpó a Lass por una acción muy similar. Es lo que pasa cuando alguien quiere salir en los papeles como el individuo valiente que en el fondo no es. 
Menos mal que para entonces el Madrid había resuelto el trámite con un par de tremendos zarpazos. Salieron los de blanco con la sexta velocidad metida y Morata y el propio Sergio Ramos no perdonaron en las acometidas iniciales. En ese breve intervalo brilló Kaká, que sorprendentemente regresó al once inicial. También estuvo entonado Morata, que dejó al titubeante Benzema en el banquillo. El delantero canterano tampoco iba a robarle el protagonismo absoluto al hombrecillo que cobró su dinerito por, en principio, repartir justicia, así que tuvo que abandonar el campo demasiado pronto para que Mou recompusiera el orden táctico dada la enésima inferioridad.
Así que a partir de ahí nos quedamos sin partido. Uno miraba de soslayo el partido mientras veía desfilar un carrusel de errores de parecido calibre en la ceremonia de los Goya. Resultaba difícil decidir qué era peor. Los minutos pasaban lentamente, con una pesadez insoportable. Habrá mejores noches, sin duda. En el cine, en el fútbol y en la vida. A poco que no toque sufrir a estrellas como Paradas con ganas de secuestrar cada foco que le rodea. 

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sábado, 9 de febrero de 2013

Real Madrid 4 Sevilla 1. Cristiano, otra vez


Respondió el Madrid al infame vídeo de las hienas con una actuación sobresaliente y dejó magníficas sensaciones de cara al partido más decisivo en lo que va de temporada. El miércoles se juega la vida esta plantilla con la visita del United, cita subrayada con color rojo en el calendario. Aunque la Liga está liquidada de forma vergonzante, los pupilos de Mou demostraron ante el Sevilla que en la Castellana conservan el orgullo competitivo del que carecen a domicilio, donde suelen entregarse a la desidia. La goleada al Sevilla, con triplete incluido de Cristiano Ronaldo, así lo prueba. 
Se divirtió la gente en una noche que prometía más igualdad tras la recuperación de sensaciones que han disfrutado los sevillinistas desde la llegada de Emery. La promesa, sin embargo, no se cumplió. Los locales controlaron todas las fases del duelo, que solventaron con la misma suficiencia con la que suele comportarse su jugador franquicia, un Ronaldo que sumó otro balón a su gigantesca colección goleadora. Le dio igual al luso que no estuviera Xabi Alonso como uno de sus socios habituales, reservado para la hora de la verdad de la semana que viene. Volvió a desempeñar sus funciones Modric, que estuvo más entonado que en otras citas a pesar de que su físico no le da para adueñarse de la parcela central. También resultó indiferente. Con Higuaín, Benzema y Kaká sobre el verde se acumuló una verticalidad dañina a la que se sumó la inspiración del astro luso. El resultado fue una victoria de guarismos ruidosos. 
El gol que abrió la lata lo firmó Benzema después de una contra que finalizó Ronaldo con un centro malintencionado y rechazado, malamente, por Navarro. La pelota cayó en los pies del delantero francés sobre la línea de gol, que traspasó sin oposición. Poco después comenzó el show ronaldista. En una incursión por la derecha se colocó el esférico sobre el pie izquierdo y golpeó desde lejos con una precisión y potencia que fue la pura perfección del gesto técnico. 
Con el 2-0 se llegó al descanso. El Sevilla no había inquietado apenas el marco merengue ni lo haría después con especial énfasis. El poco peligro que rondó el área de Diego López fue conjurado por éste con la sobriedad que le caracteriza. Además, CR7 abrió la segunda mitad con otra diana certificada con la zurda. Maravilla su capacidad para acertar en casi todas las suertes imaginables, aunque una de las más satisfactorias es, sin duda, la contra fugaz. En una de ellas cruzó todo el campo desde su propia área con el balón en la bota, lo cedió a Higuaín en el momento justo y aprovechó el centro del argentino para rematar la jugada introduciéndose en las mallas enemigas.
Se había dado Cristiano un carrerón inmenso, pletórico de potencia y velocidad. No fue raro que la gente lo despidiera con una ovación cerrada cuando Mou le disculpó media hora de cara a lo del Manchester. Con el cambio, además, se acabó el trámite. El 4-0 abrió paso a una fase de espesura, llena de interrupciones aliñadas con las tarjetas rojas que vieron Higuaín y Maduro para dejar a sus respectivas escuadras con diez. El tanto final de Manu del Moral fue el de una honrilla irrelevante, una anécdota menor.
En realidad sólo quedaban como datos reseñables para los blancos la participación de Morata y Callejón, amén del regreso de Pepe después de su inactividad de un mes. Jugó de mediocentro y está por ver que cuente con la confianza y el rodaje como para recibir a los peligrosos delanteros del United en solo cuatro días. La duda quedará resuelta pronto, pues ya huele a velada grande. Y se afrontará con un último recuerdo sobresaliente y la sensación de que Cristiano está afinado.

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domingo, 27 de enero de 2013

Real Madrid 4 Getafe 0. Özil y Cristiano no mienten


En una mañana de domingo gris y pesado emergió la verdad del fútbol. La verdad de Özil y de Ronaldo. Tras una nueva semana de dimes y diretes, pan nuestro de cada día para la prensa escandalosa desde hace demasiado tiempo, el alemán de ojos saltones puso la luz en el juego en la misma medida en la que Cristiano puso los goles, tres de los cuatro. Uno y otro fueron sustituidos ante la entrega generalizada de una grada que en ellos sí cree. 
Las pruebas que esgrimieron no fueron unos vulgares mensajes guasaperos, sino el arte del pase y de la pegada. Ellos fueron sin duda lo mejor de un partido mañanero y sin demasiada tensión, que dejó por cierto una primera mitad para olvidar. La dupla Essien-Modric no funcionó durante ese período, quizás por la nula aportación ofensiva de uno y por la intermitencia del segundo. Los minutos caían sin que el monopolio de la posesión significara nada fértil. Adán, que fue titular, se convirtió en simple testigo de los hechos, si bien sus colegas de la vanguardia tampoco llegaban en demasía a las inmediaciones del peligro. En un par de ocasiones pudo desnivelar la igualada Özil, pero lo suyo es más la apertura de espacios y las generosas entregas que el acierto ante el marco. 
Los papeles volvieron a los mejores actores y la película subió en acción dramática después del receso. Ingresó Khedira en el tapete y, a pesar de que no parecía intervenir mucho, la cara general mejoró. Cierto es que el gol de Ramos a la salida de un polémico córner, con una posible falta de Carvalho sobre Moyá, despejó definitivamente el horizonte. 
A partir de ahí todo fue coser y cantar. Özil y Ronaldo se sobraron para rubricar una contra tan sencilla como asesina, con el medipunta cediendo la pelota en el momento justo y en el lugar exacto. El portugués firmó un zurdazo seco, cruzado y marca de la casa. En muy breve sumó otro par en variantes que demostraban de nuevo su tremenda versatilidad goleadora: de cabeza a centro medido de Di María y de penalti con un golpeo fuerte y pegado al palo. 
Con el 4-0 y con los mejores jugadores ya en el banquillo para ahorrar energías de cara al clásico copero del miércoles, los hechos se relajaron. Callejón casi cerró la manita poco después de entrar en el campo. Y Di María exigió a Moyá una estirada notable en un libre directo. Pero no hubo más. La gente se marchó a comer con la sensación de haber encontrado sobre el césped y en las botas de Özil y de Ronaldo la verdad del fútbol que ya le cuesta encontrar tanto en los quioscos.

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