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sábado, 26 de octubre de 2013

F.C. Barcelona 2 Real Madrid 1. Ante el equilibrio, Undiano


El regreso al clásico de las buenas maneras terminó con la victoria del Barça y la resaca arbitral de costumbre. En un duelo parejo, con ocasiones repartidas y un tiempo para cada equipo, resultaron decisivas dos decisiones de Undiano, que no vio una mano de Adriano y que se desentendió de un empujón clamoroso a Cristiano cuando el Madrid tenía a su enemigo contra la lona. Poco después anotó Alexis una vaselina magnífica y las opciones se esfumaron, aunque antes ocurrió de todo. 
Ocurrió, especialmente, que a Ancelotti le dio un ataque de entrenador con su planteamiento de inicio. El técnico varió todos los planes probados hasta la fecha, da la impresión de que atenazado por el temor. Su equipo saltó al césped con Sergio Ramos de medio centro, con lo que pasó en pocos días de comparecer con una guitarra en la tele a organizar el juego de los suyos. Pepe y Varane por detrás. Se suponía que el objetivo, de apariencia conservadora, consistía en liberar un poco a Carvajal y Marcelo para ensanchar las opciones ofensivas por las bandas. Arriba, ni Benzema ni Morata, sino Bale, con Cristiano y Di María. Sonaba, cuando menos, raro. 
El caso es que el Barcelona, fiel a lo suyo, se apropió de la pelota, que condujo con una seguridad teñida de espesura. Con eso le sobró para apurar a los visitantes en dos o tres ocasiones y, sobre todo, para abrir el marcador en una acción de Neymar en la que Carvajal salió a una inoportuna ayuda que dejó en ventaja al brasileño. El despiste fue gol y tuvo continuidad un minuto después, cuando Marcelo se evadió de una acción en la que Messi, fuera de forma, perdonó lo que nunca disculpa. 
El asunto pintaba feo porque los blancos ni olían el balón ni, lo que es peor, envidaban con el arma de la rapidez prometida por sus velocistas de arriba. Los tres se diluyeron, participaron poco y lo hicieron durante en zonas de escasa influencia. Para Bale, en plena pretemporada, una cita de semejante envergadura llegó demasiado pronto y los minutos se le escaparon a chorros. Y para Cristiano la vida era de una incomidad evidente. Eso sí, al mínimo resquicio se escapó y puso una pelota que Khedira casi convierte en el empate, cosa que no sucedió por la pierna de Valdés y la mano de Adriano, que arrastrada por el suelo evitó cualquier rechace posterior. Así, con el resquemor de un penalti al limbo y sensación de un Madrid descafeinado se llegó al receso.
Reaccionó Ancelotti y el rumbo de los acontecimientos cambió de forma evidente. Si se le resta al entrenador por la apuesta de partida corresponde darle lo suyo con la rectificación y la notable actuación de sus pupilos durante al menos media hora de superioridad notoria. Illarramendi sustituyó a Ramos y Benzema a Bale, a quien mejoró con mucho porque el francés estuvo entonado y al galés le supera ahora mismo cualquier otro miembro de la plantilla. Al Barça le correspondió mirar, defenderse malamente y ver cómo las camisetas blancas perdonaban. 
En una ocasión se interpuso Valdés, quien le sacó a Cristiano un derechazo seco. En otra fue el larguero, que devolvió un violento disparo de Benzema desde fuera del área. Y en la última emergió Undiano, quien miró de forma desconcertante para otro lado cuando Ronaldo sufrió por la espalda la embestida de Macherano. El regalo del árbitro espoleó al Tata, quien rearmó su once con Song y Alexis. No es que mejorara mucho su escenario, pero el viento a favor del azar sopló con el sutil golpeo del chileno que supuso el 2-0. 
Ya no había mucho más que hacer, más que lamentarse de otro mano a mano de Khedira y acumular ánimos con la progresión de Jesé, que rubricó en el tiempo añadido una contra mortal de sus compañeros. No quedaba margen para un milagro que hubiera hecho justicia a lo visto sobre el césped, con dos escuadras por debajo de su presunto nivel y una actuación arbitral que desniveló tanto equilibrio. 

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domingo, 29 de septiembre de 2013

Real Madrid 0 Atlético de Madrid 1. Derrota histórica y depresión


El derbi madrileño asistió a un hecho histórico, la victoria del Atleti un mundo después. Pero dejó escrito, sobre todo, lo que parece un punto de inflexión. Se dejó el Madrid media Liga tras quedarse a cinco puntos de los líderes y con una visita pendiente, y en menos de un mes, al Nou Camp. Eso en lo objetivable, pues en las sensaciones el retrato es mucho peor: el once dirigido por Ancelotti dejó patente su terrible falta de personalidad tras haber perdido todas las virtudes forjadas en los últimos años y después de desempolvar del desván los viejos vicios del pasado. Con muy poco, cualquiera  pone en aprietos a este débil conjunto. Y el Atlético de Simeone, a pesar de sus limitaciones, es una escuadra que sabe competir como la que más. 
El Real Madrid de la era post-Mou no posee ni un ápice de intensidad ni de vértigo, ese aire eléctrico que se fundamentaba en veloces salidas y precisión vertical. Para agravar los síntomas cultiva numerosas lagunas de concentranción en momentos puntuales que propician goles en contra u ocasiones nítidas para los rivales. El tanto que decantó los tres puntos llegó en una de esas, con una pérdida de Di María que acabó con los centrales contemplando la definición a placer de Diego Costa. No obstante, pudieron llegar un par de ellos más que hubieran coloreado el marcador con cifras más impactantes. 
El primer tiempo prolongó los peores síntomas del inicio de temporada. El Madrid se comportó con una sosería insufrible en una apología constante de la vulgaridad. El tono general fue descafeinado y sin personalidad, con toques cortos y estériles que se mezclaban con balonazos infames de los centrales hacia arriba. No crearon los blancos peligro de ninguna clase, lo más un par de cabezazos de Benzema. Al Atleti, mientras tanto, le hizo falta muy poco para maniatar al eterno enemigo y reducirlo a la nada. Con un par de líneas bien juntas y solidarias cortocircuitaron todo, empezando por un Illarramendi al que el derbi le pasó por encima en su labor constructora. 
Si arriba la espesura desesperaba al más paciente, atrás un par de saques de esquina estuvieron a un paso de dejar finiquitado el trámite. En uno de ellos Isco se desentendió de sus funciones y permitió un remate franco de Tiago que se marchó fuera. El lance no tuvo una consecuencia inmediata pero sirvió para resumir el sentido simbólico de todo lo descentrado que andan los merengues.
No definió el Atleti ni en ese momento ni en la segunda mitad. Tampoco lo echaría en falta para llevarse el cofre del triunfo. Entre Diego López y el travesaño impidieron de forma milagrosa la puñalada que pusiera fin a la agonía. En el otro lado, las entradas de Modric y Bale tampoco mejoraron las prestaciones en la vanguardia, zona en la que se creó por casi toda aproximación peligrosa una pelota empalada por Morata a poco del final que rechazó Courtois. El canterano había entrado para reemplazar a un desdibujado Isco, decisión que le costó a Ancelotti su estreno como técnico pitado desde la grada de Chamartín. 
Da, por cierto, toda la impresión de que sus oídos volverán a escuchar la melodía quejosa. Su proyecto, en caso de tenerlo, está a años luz de lo que se supone debe ser un equipo grande y con aspiraciones. La Liga bipolar, de momento, se le ha puesto casi imposible en los números y deprimente en las impresiones, con puntos inmerecidos obtenidos en casa del Villarreal y el Elche, dos recién ascendidos. Solo falta recuperar la tradición de un Segunda B que nos pinte la cara en la Copa para culminar el viaje a una zona oscura que se creía enterrada. Qué depresión.

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domingo, 22 de septiembre de 2013

Real Madrid 4 Getafe 1. Goleada y mejoría



Completó el Madrid la convocatoria ante el Getafe a falta de cinco minutos, otra anomalía accidental que sumar en este arranque del nuevo proyecto. El gentío acudió a Chamartín a saborear el estreno de Bale, sin duda el fichaje del año. Y se quedó con las ganas por culpa de unas molestias musculares que hicieron saltar las alarmas durante el calentamiento. Compareció por necesidad Isco, que no pudo ahorrarse los esfuerzos planeados y que se vio obligado prolongar su brillo. Él y Di María fueron seguramente los que más sobresalieron en una victoria labrada con juego muy notable.
Quizás como consecuencia de la extrañeza de los preliminares al Madrid le tocó remar en contra de la corriente, mucho más después de que Fernández Borbalán escamoteara una falta a Cristiano en una jugada que terminó en gol de Lafita tras rebote en el pie de Pepe. Se desconoce a estas alturas si parte de la prensa interpretará algún error de Diego López en la acción, que todo puede ser. Lo que sí se confirmó es que hay aficionados hartos del discurso mediático, hasta el punto de que se recogieron firmas en las inmediaciones del estadio y se corearon consignas desde la grada. Y parece la segunda fase, pues, según los números, hace tiempo que el cansancio trajo provocó deserciones masivas de las cabeceras de referencia. 
Parte del duelo se dirimía por esos derroteros en las butacas. Sobre el campo, las camisetas blancas se entregaron a una remontada que no tardaron en lograr. Empató Pepe en una acción sembrada de imprecisiones a la salida de una falta que remató Cristiano, quien mandó un trallazo contra el cuerpo de Moyá
Con el empate los de casa disfrutaron de una larga fase de inspiración. Mejoró mucho el bloque en la presión, con el aliento del ambicioso Di María por bandera. Su despliegue físico volvió a ser inhumano, actitud a la que sumó Illarra un excelente criterio en la colocación y la salida del balón. El Madrid se adueñó del choque. Del choque y de los guarismos, amplidados gracias a un penalti por manos de Míchel en un lanzamiento de libre directo ejecutado por Ronaldo. El portugués chutó de nuevo, esta vez sin barrera. Y marcó. 
Todavía quedó tiempo antes del receso para el enésimo capítulo del culebrón de desamores que tiene por protagonistas a Benzema y a parte de la afición. Una incorporación eléctrica de Carvajal por la derecha acabó con un remate fallido del francés a pocos metros de la portería. Destacan en la especie de los delanteros los de raza asesina, aquellos que pueden tocar la pelota de cualquier manera que  siempre sobrepasa la línea de cal. Benzema no es uno de ellos. Posee otras virtudes, algunas de ellas excepcionales. Pero carece de instinto homicida, preciado rasgo que no venden al peso en ningún campo de entrenamiento. Y por muchos murmullos o pitos que escuche eso no va a cambiar. Quizás fuera mejor intentar ayudarle, opción a la que se acogió el respetable cuando el 9 cabeceó fuera solo ante el marco. En el cambio de trato tuvo mucho que ver Arbeloa, que se comportó como un capitán sin brazalete cuando reclamó apoyo a su compañero, que acabó sustituido entre gestos de cariño.
Eso ocurrió ya tras la reanudación, que abrió paso a los lances más brillantes hasta la fecha. Se vio a un once comprometido, ambicioso, constante. Isco sumó varios pasajes de inspiración y el Getafe sufrió el vendaval, incluido un golazo del malagueño en una operación marca de la casa, con recorte dentro del área y rosca teledirigida a las mallas. De ahí hasta el final, pura placidez, a excepción de alguna intervención obligada de Diego López y de los ataques de miopía de un mediocre Fernández Borbalán, que le dio la noche a Cristiano. 
El luso siguió a lo suyo, que consiste en intentar meter un gol tras otro. Se lo impidió el poste en una internada peligrosa. Tampoco acertó poco después Morata, que nada más pisar el campo echó fuera una ocasión clarísima. También participó de la fiesta Jesé, que provocó en una contra vertiginosa la expulsión de Míchel. Parecía que todo llegaba a su fin cuando CR7 anotó con la espuela el tanto con el que deja atrás las espectaculares estadísticas de Hugo Sánchez. El 4-1 reflejó una superioridad estimulante, con sensaciones mejoradas y las únicas dudas de las lesiones... y del debate sobre la falta de un 9 matador.

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martes, 17 de septiembre de 2013

Galatasaray 1 Real Madrid 6. Set a la carrera


De todo. Pasó de todo en la noche turca, que dejó el titular de una goleada ruidosa y muchos otros detalles. La lesión de Casillas nada más empezar el partido, por ejemplo. La aparición decisiva de Diego López para impedir el 1-0. Y la de Isco, igual de relevante, para abrir el marcador. También la puntería de Cristiano, que hizo un nuevo triplete. Y algunas dudas defensivas por la parcela central, así como una media hora inicial con más sombras que luces. Lo que queda, finalmente, es un debut europeo que suena demoledor como mensaje aunque sea pronto para sacar conclusiones. 
El vibrante guion siguió la estructura clásica en tres actos, tan aristotélica, clásica y eficaz. El planteamiento deparó un detotante inesperado en forma de choque de los cuerpos de Ramos y de Casillas. Las energías gastadas en el debate de la portería quedaron amplificadas con el infortunio de Iker, obligado a abandonar la competición que Ancelotti le tenía reservada. No le dio tiempo a coger aire y sí a dejar como bagaje una intervención de mérito en un tiro lejano. Entró obligado Diego y demostró otra vez que la polémica es estéril porque su participación es un seguro de vida. Por enésima vez desde que es un fijo se agrandó e hizo una parada inverosímil y espectacular, estirando su largo cuerpo y metiendo la yema de los dedos. 
Al poco, Isco hizo un control magistral tras pase larguísimo de Di María y anotó con cierto suspense el 0-1. Hasta entonces el Madrid había prolongado el tono desdibujado y sin personalidad de Villarreal, un poco más compacto, sí, pero sin plan cerrado en ataque. El gol acabó con el planteamiento del relato y dio paso a su nudo, dominado por un fútbol control en el que volvió a brillar Modric, mucho más influyente cuando tiene a Khedira al lado. 
Pudieron los visitantes agrandar la diferencia antes del descanso con una llegada de Di María, si bien  pudieron verse igualados en un cabezazo a placer de Yilmaz que se marchó fuera. Las opciones, sin embargo, quedarían cerradas con las mejores armas de una plantilla pletórica de jugadores potentes y atléticos: la velocidad. Un robo en el campo turco puso en bandeja la ocasión para Benzema, que definió con serenidad el 0-2 en mano a mano. 
A partir de ahí, el tercer y definitivo acto consistió en una exhibición de solidez y juego rápido. Cristiano, que parecía atascado ante el marco, anotó dos tantos de cazagoles, pues sabe meterlos de todos los colores. El viento soplaba a favor hasta tal punto que Benzema mejoró sus estadísticas con el 0-5 en la enésima contra, a esas alturas de naturaleza letal. Ya estaba Bale sobre el terreno de juego. E Illarra. Los dos cogieron ritmo y aliviaron a Isco y Modric, que acumulan mucho esfuerzo. Con semejante escenario y las gradas semivacías el Galatasaray, empequeñecido desde la lesión de Drogba cuando agonizaba el primer tiempo, sumó un gol que se quedó en anécdota. Todavía faltaba el sexto, firmado por Cristiano en otra aceleración brutal. El set era definitivo y contundente. Y subrayaba la vía que debe seguir un equipo concebido genéticamente para matar a la carrera. 

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domingo, 15 de septiembre de 2013

Villarreal 2 Real Madrid 2. Un portero y bochorno defensivo



Diego López fue el protagonista de una noche en la que debutó con gol Gareth Bale. Mal asunto, claro. Cuando el portero luce de forma tan superior al resto es que los síntomas son preocupantes. De hecho, en Villarreal lo fueron hasta el punto de que el madridismo se conformó con celebrar un empate que le descuelga del liderato. Igualó a dos la lujosa escuadra que dirige Ancelotti. Y gracias. Solo un portero gigantesco, descomunal, se interpuso ante una goleada sonrojante que a nadie hubiera extrañado visto lo visto sobre el castigado verde del Madrigal.
No hizo el Madrid más que confirmar las sensaciones que lo acompañan desde que se dio el pistoletazo de salida a la nueva era: está plagada la nómina de un talento que luce en momentos aislados pero que es un desastre defensivo sin paliativos, circunstancia que invita a los oponentes a inquietar en demasiados lances. Sucedió así durante la pretemporada y así ocurrió contra el Betis y  el Granada. La timidez del Athletic en el Bernabéu contagió antes del parón una tregua dinamitada por el "Submarino Amarillo". 
Los recién ascendidos subrayaron las groseras carencias de este Madrid. Distanciado entre líneas, con dos mediocentros que no dan abasto para contener las acometidas de sus pares y cuatro atacantes que se desentienden con frecuencia del repliegue, lo lógico es sufrir. El panorama, sin embargo, empeora cuando en el centro de la defensa Pepe vocea su lastimoso declinar y Ramos alterna aciertos con graves lagunas de concentración. Entonces, claro, lo único que queda es encomendarse a un milagro, obrado de nuevo por Diego López. 
Detallar las acciones en las que el guardameta evitó el cataclismo llevaría largas horas. De hecho, los resúmenes televisivos deben de irse más allá de los cinco minutos, tiempo que dará cuenta de un gigante en acción y en todas las suertes, aguantando de rodillas, exhibiendo reflejos y estirándose hasta el infinito y más allá. Solo un rebote sobre Ramos en tiro de Cani logró batirle en el primer tiempo.
El Villarreal se adelantaba, alentado por un Bruno soberbio, mientras los blancos andaban ausentes de personalidad. Entonces apareció Bale, desdibujado en el lado derecho, la posición en la que menos rendimiento extrae a sus polivalentes cualidades. De hecho, su irrupción en el área para marcar nació en el otro lado, desde donde puso la guinda a una meritoria acción de Modric y Carvajal
Mecido por la suave brisa del gol los visitantes se entonaron. Se trató, sin embargo, de un espejismo, pues en la segunda mitad aguardaba más de lo mismo. Una posesión estéril y un tanto de carambola de Cristiano tras la única contra ejecutada con sentido abrieron la puerta, incluso, al triunfo. Sin embargo, la lógica de lo que acontecía en el campo lo evitó. Pocos minutos después del 1-2 Cani avanzó por el campo del Madrid sin la menor oposición, con Khedira -que acababa de entrar por un Illarra cumplidor- desaparecido y con Pepe reculando como un perrito asustado. Diego López despejó el venenoso disparo, aunque acabó recogiendo la pelota de la red tras el remate posterior de Giovani dos Santos
Ni con Di María, que sustituyó a Bale, mejoraron las prestaciones cuando se carecía del balón. Morata tampoco mejoró a Benzema, fantasmal de nuevo. El Villarreal se dejó querer y acompañó cada recuperación de salidas aliñadas con la velocidad imprevisible de unas avispas rabiosas. Daba lástima ver la distancia que recorría Isco, impotente en cada regreso a sus incumplidas obligaciones en las ayudas. De ahí hasta el final, Diego siguió con su salvífica tarea y le arrancó el triste e inmerecido punto a una velada en la que tampoco faltó un claro penalti sisado a Di María. 
Nada alteraría, sin embargo, el 2-2, unas tablas engañosas. Pésimo asunto darse con el canto de un empate en los dientes en la Liga bipolar. Aunque hay algo todavía más preocupante que las matemáticas: el aspecto de un equipo sin trabajar, carente de identidad en la vanguardia y ruinoso en todas las operaciones defensivas. 

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domingo, 1 de septiembre de 2013

Real Madrid 3 Athletic C. de Bilbao 1. A falta de ritmo, Modric


"En septiembre yo no voy a estar", cantaban Los Enemigos en un clásico del rock español. En el primer día de septiembre, luminoso en su mañana dominical, sí estuvo el Madrid de Ancelotti para completar los nueve puntos posibles en el arranque de una Liga que se sabe bipolar. Los blancos doblegaron sin exigencias a un Athletic sin garra en un duelo marcado por la ausencia de ritmo  y  la superioridad técnica de los de casa. A éstos les sobró, de hecho, con la pegada de Isco y, sobre todo, con una actuación soberbia de Luka Modric, que escribió la introducción obligada a cualquier tratado futbolero. Si lo que impartió el croata no fue una lección magistral se le pareció mucho. 
Lánguidos ya los ecos de la suplencia de Casillas, parece el madridismo confiarse con seguridad a las cualidades de los suyos, explotadas con cuentagotas en hora y media de control. Mejoró el once las prestaciones defensivas de la pretemporada y del estreno ante el Betis, en buena medida gracias al equilibrio eficiente de Khedira y a la pujanza sacrificada de Di María, que se vació en el repliegue. De todos modos, también en eso el mejor fue Modric. 
Dicho todo lo cual, la crónica debe detenerse durante un párrafo explicativo en el mediocentro rubio. Se trata de algo justo y necesario, pues Luka fue la medida de todas las cosas. Desplegó un alarde tras otro en todos los sentidos imaginables, tácticos, físicos y técnicos. Su apariencia de chico frágil oculta un atleta extraordinario en la recuperación, hasta el punto de que el aplauso más cerrado se lo llevó al matar una contra mortal del Athletic con una cobertura superior. Además, siempre ocupó la parcela correcta, lo cual tuvo más mérito por la inmensa zona que pisó. Y, por supuesto, tocó la pelota con criterio. 
Si Modric fue el cuerpo del relato, Isco puso las frases directas y lacerantes. Su participación en el juego fue tan intermitente como definitoria. En cuanto tuvo ocasión se coló con un desmarque hábil por el centro de la defensa y aprovechó una excelente asistencia de Benzema para abrir el marcador. Hasta ese instante el duelo era espeso y la pelota circulaba a una velocidad premiosa, como si unos confiaran en la pegada para cerrar los tres puntos y los otros en no llevarse un revolcón excesivo. 
Los minutos se gastaban sin que nada quedara para la memoria cuando apareció Ronaldo y mitigó la ansiedad de su sequía con un cabezazo que batió a Iago al filo del receso. El paréntesis le sentó bien al Madrid, que acumulaba una diferencia mucho más sustancial que su juego, mejorado levemente tras la reanudación. Sin embargo, las ocasiones apenas llegaban, si acaso algún intento aislado de Cristiano y un par de incursiones de Jesé, que entró, como Casemiro y Carvajal, en la segunda mitad. 
Hubo tiempo, eso sí, para que Isco consiguiera su doblete en un ataque veloz y después de una nueva cesión de Benzema. A continuación del lance, el francés se marchó al banco en medio de una pitada cerrada e injustificable a poco que uno repare en los pases que antecedieron a dos de tres de los goles que consiguió su equipo. Si las estadísticas no mienten, el delantero ha empezado el curso mucho más enchufado de lo que su parroquia percibe, aunque la percepción de la realidad a la altura de La Castellana suele ser tendente a lo peculiar. 
Quedaba aún el maquillaje de Ibai, que remató a placer a la defensa merengue en una de sus escasos despistes. Mucho no había hecho el Athletic para inquietar a Diego López. Los rojiblancos anduvieron desenchufados de una matinal de septiembre con más aliento a pretemporada que a encuentro en la cumbre. Un aroma que se apropió de la pesada atmósfera, sobre la que se alzó, brillante y superlativo, un tipo llamado Luka Modric. 

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domingo, 25 de agosto de 2013

Cerrado por vacaciones

Muchos habéis preguntado por la crónica del primer partido oficial del Real Madrid en la temporada 2013-2014. Por suerte, el inicio liguero me ha pillado de vacaciones y sin posibilidad de actualizar el blog hasta la cuarta jornada.
Lamento mucho las molestias y espero volver con el equipo encaramado al primer puesto de la competición... y que no lo abandone en lo que resta de curso.
Un saludo y ¡hala Madrid!

jueves, 23 de mayo de 2013

Mandés, adiós a un "magnífico"



Este es un blog madridista, pero quiero compartir con vosotros una historia, triste y épica, que publico hoy en El Periódico Extremadura. Hay mucho fútbol en ella... y un grande, un mito de provincias...

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Ayer enterramos a José Luis Rodríguez López, "Mandés". Era mi tío, un hombre bueno, serio y trabajador, como los tíos de tantos otros. Pasa, sin embargo, que su apodo integra una de esas listas que los veteranos repiten como letanías: Tate, Cantalapiedra, Valero, "Mandés", Moscoso, Monasterio y Palma. O, lo que es igual, "los siete magníficos" del Club Polideportivo Cacereño.
Mi tío formó parte de aquellos hechos deformados por el paso del tiempo y la necesidad confortable de la leyenda. Dicen las crónicas que el 12 de marzo de 1964 se reanudó un Cacereño-Badajoz suspendido días antes por graves incidentes. La Ciudad Deportiva se llenó hasta la bandera para ver a los verdiblancos resistir, con cuatro jugadores expulsados, el acoso de los nueve pacenses que quedaban sobre el campo. El asunto acabó 3-3, bajo un diluvio que se sumaba al tono épico de los acontecimientos.
Hay una foto en la que se ve a "Mandés" atendido por un señor trajeado y con gafas oscuras que sonríe mientras le hace un cariño. Un compañero se retira del barrizal con otro gesto de felicidad. Pero Mandés llora como un crío, con la mano caída sobre un pantalón que fue blanco y convertido tras el esfuerzo en un trapo sin remedio. Lo mismo andaba pesaroso por no haber ganado, el muy chalado.
Esa imagen es un instante mágico que celebra la belleza de la vida. Destila sacrificio y sensibilidad, todo lo que cabía en el cuerpo menudo de "Mandés", un tipo noble, tozudo y con un corazón inmenso. Nunca le vi jugar, maldita sea, aunque lo imagino como uno de esos defensas que vencen las leyes de la genética para sustituir con puro coraje lo que se les negó en presencia. Un tío con un par, o sea, de esos que apenas quedan.
Gallego de Monforte, llegó de tierras lucenses por 30.000 pesetas, según señala el necesario libro de Paco Mangut sobre la entidad. E hizo del Cacereño su segundo hogar, primero como jugador y después como delegado del club. Se sentaba sobre una silla de madera, entre los banquillos del Príncipe Felipe, con su abrigo verde, apretado en la manga por un brazalete cuyo escudo lucía con orgullo. Desde la banda sus ojos fiscalizaban todo, pues para organizar era un primor.  Y también para apretar al trencilla si salía chulo, ya que siempre luchaba por lo suyo.
Con cierta frecuencia "Mandés" me regalaba un viaje en el autobús del equipo. Dirección Plasencia, Fuente de Cantos, Villafranca, qué más da. Sobre los asientos atronaban los chistes de Jesús, aquel portero sureño y medio loco con reflejos gatunos, y las risas de Chinto o Sarratea, gente de bien. Y en el vestuario olía a camaradería, sudor y Reflex. Uno ha leído mucho en los libros, pero si el lirismo infantil se hizo real alguna vez fue en aquel sitio, plagado de camisetas verdes prestas a ser honradas.
Desde luego, "Mandés" le hizo honores a esa zamarra como el que más. Tanto, que se ganó la categoría de mito, pues los mitos de provincias también lo son, al menos mientras cumplamos con la obligación de mantenerlos vivos en nuestra memoria. Estas líneas, torpes y apremiadas por el dolor, solo quieren contribuir a ello.
Se nos fue un magnífico, seguramente a reencontrarse con María José, una hija que el destino le arrebató con toda la crueldad imaginable cuando ella apenas tenía 19 años. Y aquí quedan Javi, mi querido primo, y Geli, que desde luego es otra "magnífica". La vida les puso a prueba demasiado a menudo, incluida una larga enfermedad que nos fue apagando, lentamente, a un mermado "Mandés".
Eso, sin embargo, ya no cuenta. Desde hace unas horas brilla, con pletórico esplendor, su recuerdo de aires míticos. Hasta siempre, "Mandés". 

martes, 21 de mayo de 2013

Mou y los pañuelos




Con la marcha de Mourinho se cierran tres años sin bailes de pañuelos. No volaron al aire en las gradas del Bernabéu, dirigiendo su ira de papel industrial contra jugadores o por donde luce el palco. El entrenador se marcha pero el presi y sus chicos permanecen. Puede que un día se acuerden del escudo protector del maléfico portugués. A poco tardar.

Compareció Florentino con la voz titubeante y las manos temblorosas, como quien anda que no se tiene. Y se paró el mundo una vez más, pues el Madrid vive cada minuto al límite de la supervivencia, pareciéndonos que el planeta fuera a volatilizarse al suspiro siguiente y por su culpa. Con Mourinho la idea de la extinción de la raza fue más probable que nunca, pues de sobra es conocido que cena niños crudos por las noches y provoca catástrofes devastadoras con diabólicos conjuros. No es exagerar, no, pues ha hecho cosas mucho peores, como dejar a Casillas en el banquillo. Laguna jurídica, por cierto, que semejante acto no figure con su tipo correspondiente en el Código Penal.

Así que ahora volvemos al lugar de donde veníamos últimamente, que no son las nueve copas de Europa, como parece si uno lee, sino el cachondeo, los octavos de final, los cataclismos coperos y las ruedas de prensa de "no hay equipo pequeño". Ay, las ruedas de prensa, ese producto de lujo para la información bien envuelta. Tan necesaria.

Salió Florentino con las manos temblorosas y la voz titubeante y dijo que no diría "Ancelotti". Él no pero otros sí, que aquí todo ocurre bajo los focos, hasta lo que no ocurre. Ya nos han asegurado que Carlo pacificará y será Del Bosque con acento italiano, todo en uno. Diálogo, paz. La paz, qué bonito, consiste en dar interviús en un mesón y en escribir alineaciones políticamente correctas, que si no se lía parda. Lo demás son ganas de guerra.

Mou, mientras, enfila al barrio de Chelsea, donde unos abducidos le aguardan con pancartas y parabienes. Gente salvaje que no quiere a Benítez ni después de ganar no sé qué, detalle que ya retrata a esos bárbaros británicos. Allí, el de Setúbal seguirá equivocándose en sus excesos, que le restan valor profesional, como lo del dedo. Junto a ese borrón hubo otros, en lo deportivo y en lo extra. Prometo explicarlo, habrá tiempo, por aquí. Prometo pero hoy no toca.

Ahora toca recordar que, a pesar de todo, durante su trío anual no ha habido un pañuelo en el Bernabéu que no fuera para aligerar la napia de alguna de las mocitas del himno. No agitaron las noches de los maltratados chavales, pobrecitos ellos, ni las del jefazo que reprende a los periodistas de palabra mientras ejecuta sus exigencias con los hechos. Tenían un pararrayos en el banquillo. Pero fabricado en Portugal y con el sello de Mendes. Toda una provocación.

Pues nada, que tome nota el que venga de este "punto y final", como titula Sara Carbonero su columna sobre el asunto de la Copa. "Todo infortunio esconde alguna ventaja", añade Sara en su dedicatoria, inspirada en los versos de Serrat y en la quintaesencia del señorío. Esto es lo que hay, Ancelotti. No hagas lo que no te conviene, que aquí, además de infortunios ventajosos, abunda la presión. Ya lo advirtió Florentino con la voz del titubeo, que "tres años en el Madrid son muchos". Sobre todo con él en la presidencia.

Carlo no llegará a tanto, aunque habrá pañuelos que serán para otros mientras en alguna tertulia futbolera alguien pronuncia con descaro: yo no fui. 

(Texto publicado en Bernabéu Digital, www.bernabeudigital.com. Reproducimos aquí por su interés para el debate... civilizado, si puede ser. Gracias).  

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sábado, 18 de mayo de 2013

Real Madrid 1 Atlético de Madrid 2. Derrota a palos


La final copera y capitalina del Bernabéu se saldó con un palo, que en realidad fueron tres. La cita que aguardaba en el epílogo de la temporada fue un carrusel de emociones que acabaron en dolor, un trauma chocante como cada uno de los balones que se fueron a morir a las maderas. Ganó el Atleti una vez más y vivió su éxtasis, ya casi ritual en finales de Copa, de La Castellana. Y claudicó el Madrid por culpa de, quién lo iba a decir, su principal defecto del curso: la falta de gol. A su rival, sin embargo, le sobró con estar ordenado y embocar dos de las tres contadas aproximaciones de las que dispuso, la definitiva ya metidos en la prórroga. Los de blanco, por contra, lograron un pobre porcentaje de una de siete. Así es imposible. 
Hay dos formas de narrar los acontecimientos de una cita tan tensa: desde la racionalidad o desde la pasión. En lo segundo se impusieron los colchoneros, poseídos desde la grada por una fe inquebrantable y en el césped por un compromiso ardoroso. En lo primero, sin embargo, se revela la verdad de que el Madrid fue mejor durante la mayor parte del duelo. La principal enmienda al juego abarca los minutos en los que estuvo por delante en el marcador, después de que CR7 marcara en un cabezazo inapelable. 
Por enésima vez en la era Mou, a un resultado provisional tenido por conveniente le siguió una fase especulativa y menor. La pelota pasó al enemigo y ni siquiera la máquina a la contra asomó por lado alguno. El Atleti se vino arriba. Y Falcao lo aprovechó para hacerle un lío a Albiol, un flan tembloroso durante toda la cita. Se fue el colombiano en una maniobra circense en la medular y le cedió la pelota a Diego Costa, habilitado por un eterno pasillo que le concedió Ramos. Diego López solo rozó con los dedos lo que acabó en empate a uno. 
Para los del Manzanares no habría más aproximaciones de riesgo hasta pasado un larguísimo trecho. El Madrid volvió de inmediato al tono inicial. Modric se hizo grande, movió a los suyos y se ofreció de forma permanente. Está por pensarse, sin embargo, hasta qué punto su protagonismo es inversamente proporcional al de Özil, que se diluye siempre que comparte once con el balcánico. No obstante, Mesut enganchó un zurdazo brutal desde fuera del área que violentó el poste y se paseó por delante de la raya. Empezaba la maldición. 
La maldición de los palos. Ya en la segunda mitad, llegó la opción más evidente cuando Benzema empujó el esférico a pocos metros de la portería... para obtener idéntico resultado. Esta vez, además, la jugada tuvo como guinda un recorte de Özil sobre Courtois y una salvación milagrosa de Juanfran sobre la línea mortal. Imposible imaginar una doble ocasión más clara, que ya dejaba en el cuerpo esa sensación de mal fario de los lances iniciales de la vuelta contra el Borussia. Sensación incrementada poco después, cuando Cristiano salvó la barrera de un libre directo a ras del suelo... para que la redonda se fuera otra vez contra la base de la madera. 
El asunto estaba para que el Atleti acertara en cuanto se le diera la opción. Con la inercia que llevaba el argumento a nadie le pudo extrañar su resolución en la maldita prórroga. Miranda cabeceó a la red un centro de Koke y después el Madrid se dedicó a lo suyo: desperdiciar acciones de peligro. Higuaín, que ya había entrado por un desafortunado Benzema, remató una pelota que caía de un mal rechace de Godín y, como casi siempre, la mandó contra el muñeco. Faltaba el complemento del divorcio con el gol de Özil, a quien le sacó Courtois un remate a puerta semivacía. Tanta fue la frustración que acabaron expulsados Mourinho y Ronaldo, quien perdió la cabeza por las constantes faltas recibidas y soltó el pie, injustificadamente, contra la nariz de Gabi. Clos, por cierto, tampoco estuvo a la altura de las circunstancias, si bien su influencia sobre el resultado resultó menor.
Lo que mató al Madrid fue la falta de puntería. Así no se puede ganar ni a los del barrio de enfrente. La grandeza de toda escuadra se mide por su inclemencia cuando huele la sangre del que tiene delante. A este Madrid de Mourinho le ha faltado ese nervio en los momentos decisivos de la temporada y por ahí se le ha escapado toda esperanza. Por ahí y por otros muchos flancos, por supuesto. Ya habrá tiempo para analizar causas y consecuencias. De momento toca felicitar a los campeones que lo fueron por la justicia del corazón y no por la de la racionalidad.

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domingo, 12 de mayo de 2013

Espanyol 1 Real Madrid 1. Punto final



Jugaron Espanyol y Real Madrid pero ganó el Barça. Cualquiera lo diría hace unos años. Pericos y merengues sin nada significativo en juego y dispuestos a sellar el triunfo del eterno y común enemigo. Empataron a uno, en una cita más bien mediocre, e inauguraron una fiesta en Canaletas en la que parecían haber contratado a cuatro extras para una peli española sin presupuesto. Lo cual no resta, claro, un ápice de justicia al título azulgrana, ganado en buena lid y ante la desidia inicial de un Madrid que deja en esta competición y en este curso su lunar más reprochable de la era Mou. Solo resta darle la enhorabuena al campeón y encarar la final de Copa con el mayor ánimo posible y sin Varane, pues lo realmente noticioso de la noche fue su lesión en la rodilla. Eso y el exceso de ímpetu de los españolistas, muy poco edificante si se analiza el contexto. 
Los hechos fueron los de casi siempre porque la tortura liguera a domicilio se ha construido sobre el pilar de la rutina. Cualquier variación en el once titular y cualquier contendiente un poco motivado cierran el pasillo al gol o, por lo menos, a su probabilidad. Casilla, sin "s", vivió la primera mitad en una calma que ya han gozado muchos otros colegas de profesión. Los blancos movían la pelota con pesadez y eran incapaces de llegar a las zonas de peligro en ventaja. La imagen más gráfica de esa inoperancia volvía a ponerla Kaká, un jugador destruido, sin velocidad, inhábil. Perdió todos los duelos y lo más que logró fue revolcarse por la hierba. No ha renunciado a un solo euro de su ficha para buscar otros destinos y ha optado por dejarle a la historia del fútbol un relato sobre la decrepitud que resulta lastimoso. Tanto como leer que puede que Ancelotti lo recupere para la causa vikinga. Hay lecturas cuyos efectos aterradores dejan a Stephen King en un angelito azucarado. En fin. 
A todo esto, al Espanyol le bastó el juego aéreo para presentar su candidatura a la victoria. A la salida de un saque de esquina muy mal defendido por todos logró el 1-0. Poco después, el árbitro anuló un cabezazo de Héctor Moreno que acabó en las mallas de Diego López, que arregló el poco trabajo que tuvo, sobre todo en un mano a mano clarísimo de Stuani, que no hizo doblete porque se interpuso el pecho del guardameta. ¿Y el Madrid? Nada de nada hasta después del descanso, cuando intentó sobreponerse a la lesión de Varane y cuando Morata dejó el partido tras reiterar que solo es un extremo izquierdo de circunstancias. 
Monopolizó la posesión el Madrid en la reanudación. Tuvo mucha más personalidad y puso en práctica un juego que por momentos se antojó apreciable. Faltó, eso sí, el último pase y sobró, también, ímpetu en la defensa local. Entradas a destiempo, patadas feas, motivación reñida con lo que de verdad había en juego. Así las cosas, Higuaín volvió a marcarle a una de sus víctimas preferidas al peinar un balón colgado por Xabi Alonso. 
El 1-1 ya no se movería. De hecho, lo que hubo fue mucho más dominio que ocasiones, aunque Cristiano -que jugó poco más de media hora- lo intentara de todas las formas imaginables. Ni con Modric por encima de la media pudo el once blanco evitar lo que era irremediable desde antes de las fiestas navideñas: el alirón culé, certificado por sus enemigos tradicionales. Menos mal que queda el sueño baloncestístico de esta noche y la batalla copera del próximo viernes para acabar con el mal sabor de boca. 

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jueves, 9 de mayo de 2013

Real Madrid 6 Málaga 2. El fútbol como excusa


El deprimente proceso de descomposición en el que se ha metido el madridismo ha terminando apropiándose del escenario en el que, se supone, corresponde disfrutar de un espectáculo en el que once tipos vestidos de blanco intentan meter un objeto llamado "pelota" en el fondo de las mallas del oponente. Ayer lo lograron en media docena de ocasiones y ante un Málaga agasajado con toda suerte de parabienes fervorosos. Dio igual. El único foco noticioso estuvo en los silbidos y los aplausos, en los planos de reacción de Casillas desde el banquillo y en la fricción de algunos sectores madridistas con representantes de la prensa. La perversión se ha convertido en norma y la gangrena es imparable.
Que el Madrid le metiera 6 al equipo de Pelligrini, que ya se llevó 7 hace un par de temporadas del mismo Bernabéu, es algo que no pareció suceder y de lo que casi resulta ingenuo dar cuenta en una crónica. Andaban medios y seguidores en la guerra de impresiones extrafutboleras mientras el césped era testigo de otra goleada. Tras un tanteo inicial correspondido con goles de unos y de otros a la salida de sendos saques de esquina -el del Madrid rubricado por Albiol-, llegó la expulsión de Sergio Sánchez y el desequilibrio que escribió el destino del duelo. El defensa atropelló a Cristiano dentro del área, aunque el portugués empotraría el lanzamiento del penalti contra el pie de Caballero. Tal fue la violencia del golpeo que el portero pagó con una lesión la hazaña de impedir el 2-1. No fue sustituido de inmediato, eso sí, por lo que acabó recogiendo la pelota de sus redes después de que Ronaldo marcara con una precisión descomunal un libre indirecto injustamente decretado por el árbitro. La cesión que vio no lo fue, aunque da la impresión de que era cuestión de tiempo, poco, que los malacitanos empezaran a acumular balazos en contra. 
Que el equipo de Pellegrini es alegre y vistoso no lo niega nadie. Pero que sufre una predisposición a la debilidad cuando surgen los imprevistos apenas lo subraya ningún analista. Sus diez pupilos se comportaron con dignidad estética... aunque cobraron por todas partes. Özil los volvió locos e incluyó en el repertorio una acción sobrenatural, con desmarque, recorte dentro del área y remate certero con la derecha. De hecho, la peor conclusión que dejaron los noventa minutos no fue la tempestad medioambiental sino su lesión, que le convierte en duda para la importante cita copera. 
Eso, sin embargo, parece lo de menos. Ampliaron la ventaja hasta el set Benzema, Modric y Di María, mientras el golazo de Antunes limpiaba levemente la cara de los suyos. Fueron seis y pudieron ser diez, pero eso pasó inadvertido. El interés estaba en otro punto. Como si lo que se dilucidaran fueran las nominaciones de un reallity infame, el respetable, paradójica forma de llamarlo, se dedicó a levantar y a bajar pulgares. Aplausos a Modric y a Casillas. Pitos, con grado variable de intensidad y contraste de vítores, para Mou, Benzema e Higuaín. Palmas para Pellegrini y para Willy Caballero. Caña a los tuyos y trato reverencial a los rivales: así es buena parte de la afición que acude cada semana al Bernabéu. 
Que llegara el final fue un rito innecesario para que continúe el único relato que interesa, ese folletín de cuarta en el que andamos metidos. Hoy más griterío, más posiciones enconadas, más tensión. Como si no hubiera una final de Copa en la antesala o como si no tocara aspirar a un futuro regido por la estabilidad. Y como si no asomaran las zarpas del pasado, que promete regresar con su trituradora de técnicos, su prensa intrusiva y sus jefes tribales en el vestuario. ¿Dónde será la próxima cita liguera del equipo? A nadie le importa. El Madrid es una excusa para las pasiones humanas. Las más bajas, por cierto. 

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sábado, 4 de mayo de 2013

Real Madrid 4 Real Valladolid 3. Goles entre el ruido


Solventó con suficiencia el Madrid uno de los trámites ligueros que todavía le quedan, mientras se desata a su alrededor la borrasca de comentarios, promesas y supuestas primicias. Se dice, se comenta. En esas se anda ya, como si no quedara una final de Copa o como si la estabilidad institucional no fuera prioritaria. Parece que ya todos se lo toman así, sobre todo cuando se recibe a un equipo que no vive entre angustias y parece que nada hay en juego. El resultado lo reflejó todo: 4-3.
La falta de tensión se antojaba inevitable después del carrusel de emociones del martes. Que la línea defensiva estuviera integrada por Carvalho, Pepe, Coentrao y Nacho sumaba, además, una dosis de intriga que no tardaría en concretarse. El Valladolid, una escuadra tirando a desenfadada, comprometió a Diego López en varias ocasiones. Un par de ellas acabaron durante la primera mitad con la pelota en sus mallas, una en la que Óscar firmaba el 0-1 y otra en la que Javi Guerra igualaba el partido a dos. La debilidad de sus compañeros dejó vendido a Diego, que nada pudo hacer por evitar los tantos. Sin embargo, la realización televisiva insistió en ambos casos en el contraplano de Casillas en el banquillo, gesto que no se repitió en las dianas madridistas. 
Lo extradeportivo, alimentado por los medios con una irresponsabilidad que explica buena parte de la crisis del sector, parecía mucho más relevante que cualquier otra cosa. Hubo gente que pitó a Mou en los prolegómenos y eso monopolizó la atención. El fútbol, lo de menos. Parte de él, por cierto, lo puso Di María, que ayudado por Valiente empató el duelo para, poco después, poner también un centro medido en la cabeza de Cristiano para que el luso diera ventaja a los suyos. 
"El Fideo" lleva varios días aguantando portadas que lo catalogan como transferible, algo difícil de entender si se analizan sus prestaciones y los costes de quienes se suponen que están por relevarle. Da igual porque la trituradora debe continuar. Sin embargo, los hechos dicen que contra el Valladolid el argentino fue  de los que puso más carácter, quizás junto a Cristiano, que casi reventó el travesaño en el saque de un libre directo antes de que llegara el refrigerio.  
La segunda mitad no cambió el escenario en exceso, si bien estuvieron mucho más comprometidos los blancos en ataque. La ambición tuvo el premio del gol de Kaká después de una asociación veloz de los de arriba. El mediapunta brasileño tuvo, pues, otra de sus apariciones en una cita menor. Últimamente se le vincula a Ancelotti y se especula con su continuidad. Di María en venta y Kaká sigue, vocean. Un planazo, vamos. 
Los acontecimientos seguían con los violetas animosos aunque un tanto más ingenuos. Y con un árbitro dispuesto a tolerar cuantas manos pucelanas interceptaran el esférico. De pronto entraron Xabi Alonso y Özil. Les siguió después Higuaín, que pisó el verde entre pitos, mucho más intensos cuando la pifió en un remate desde la frontal. Más enredo, aunque al menos no falta la voracidad de Cristiano, que se elevó entre defensas para cabecear de forma espléndida el 4-2 a la salida de un saque de esquina. 
Parecía que la película había terminado, pero no. Quedaban más planos de Casillas, sobre todo el que sucedió al golazo de Sastre, que empaló un derechazo tremendo desde larga distancia que se coló pegado al palo. Y faltaban unas críticas de Pepe a Mourinho -que previamente había vuelto a alimentar la hoguera con sus ruedas de prensa- cuando el tema sobre el campo había terminado hacía un rato con 4-3. Ruido, ruido, ruido. 
Como si no quedara una final de Copa.

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martes, 30 de abril de 2013

Real Madrid 2 Borussia Dortmund 0. Perdón, pasión y caída



La remontada no pudo ser. Un cuarto de hora de fútbol total y unos instantes finales de arreón dejaron al Madrid a las puertas de Wembley, con la miel en los labios. Ganó 2-0, un resultado en principio excepcional en cualquier eliminatoria europea, pero inválido por el cataclismo de la ida. Por tercer año consecutivo el equipo dirigido por Mou se quedó en semifinales, la antesala de la gran cita de la temporada. En esta ocasión ocurrió en un Bernabéu enfebrecido, que vio cómo se acumulaban oportunidades durante un rato y que creyó hasta el último suspiro, cuando parecía que podría obrarse el milagro de un 3-0 en apenas ocho minutos.
Buscarle racionalidad a la crónica es todo un desafío cuando casi todo se explica desde las vísceras, especialmente en dos bloques muy delimitados. Los quince minutos de inicio y los diez del final se parecieron al partido diseñado en los sueños de los madridistas, aunque por causas muy distintas. Con una energía aliñada de inteligencia, el once blanco empequeñeció de salida a sus rivales, les robó con inmediatez y se plantó con vértigo ante su marco. Las ocasiones no tardaron en llegar. Hasta cuatro, tres de ellas clarísimas. Faltó la puntería y el bajón fue inevitable. La ausencia de acierto dio paso a un escenario mucho más rugoso y en el que la energía se fue vaciando. 
Por enumerar las prístinas aproximaciones, todo empezó con un mano a mano de Higuaín. Como en tantas otras situaciones de máxima presión, el argentino se ofuscó y estrelló la pelota contra el cuerpo del portero. Puede que algún año el Madrid tenga un delantero centro de dotes implacables cuando toca no errar. De momento, y desde hace años, paga con creces ese carencia. 
El eterno retorno hacia el fallo del Pipa, reprendido por parte de la grada cuando el asunto ya pintaba imposible, tuvo continuidad en un remate desde el área pequeña de Cristiano que también sacó Weidenfeller. Y todavía más franca fue la de Özil, que condujo en soledad y con todo el tiempo del mundo hacia la portería alemana para echar el esférico incomprensiblemente fuera. No cabía más clemencia, tanta que resultó definitiva. 
Sobre la conciencia del mediapunta también pesó el recuerdo de su equivocación. Hasta ese instante había desempeñado un rol importantísimo, apareciendo en todos los huecos y dejando en ventaja a sus compañeros. Pero a partir de entonces su juego se tornó impreciso. Como él, Xabi también se fue apagando al pavoroso ritmo de sus declinantes prestaciones físicas, algo que sucedió de forma propocional al crecimiento del Borussia, un equipo que afrontó con dudas el primer acto y que habría que haber visto exigido por una distancia más corta a la eliminación durante más tiempo. 
Como no fue así, el bloque germano se fue tornando cada vez más serio, hasta dar la cara fiable que le lleva acompañando durante los últimos meses. Lo cierto es que a medida que caían los minutos los que pasaron a disculpar el gol fueron los alemanes. Lewandowski casi revienta el larguero de Diego López, quien poco después sacó a Gündogan un tiro a bocajarro que recordó a las estiradas providenciales del mejor Casillas. Tampoco mató el Dortmund y a punto estuvo de costarle una final europea. 
No parecían tan graves los desaciertos del Borussia, pero el caso es que Benzema marcó en el 82 y la gente se volvió loca. Contra toda lógica, pues quedaba muy poco y al equipo le había costado un mundo encontrar las mallas. Dio igual. Si "el espíritu de Juanito" existe debe de parecerse mucho al clima que se apoderó del Bernabéu y que alimentó, como buque insignia, Sergio Ramos. Lo intentaron los blancos con una confianza excepcional, multiplicada cuando encontraron además otro tanto del defensa sevillano a pase de Benzema. 
Los cimientos del estadio temblaban aunque solo un saque de esquina rematado fuera por Ramos se pareció al loco pasaporte a la gloria. El subidón concentrado de los postres coqueteó con el delirio aunque después abrió paso al bajonazo de la caída. El partido dejaba una dosis notable de dignidad, que no se vio acompañada de varios elementos indispensables. Uno de ellos se explica leyendo las líneas anteriores y comprobando qué nombre falta en ellas: Cristiano Ronaldo. El astro portugués, superlativo durante todo el curso, no estuvo fino en las semifinales por razones evidentemente físicas. Él, que es todo explosividad, careció del punto que le eleva sobre los demás. Lo cual, sazonado con los perdones y con la falta de fuelle de Xabi, ayuda a entender lo que la pasión desbocada casi convierte en otro hito histórico. 
¡Hala Madrid!

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sábado, 27 de abril de 2013

Atlético de Madrid 1 Real Madrid 2. Entrenamiento en el Calderón


Al parecer, hubo derbi en el Calderón. Atípico como pocos, pues uno de los contendientes parecía tomárselo como una final y para el otro era un marrón a mitad del viaje más importante del curso, entre la horrible noche de Dortmund y la remontada que invoca para el martes al "espíritu de Juanito". Pues ni con esas. Volvió a ganar el Madrid, como acostumbra desde hace largo tiempo. Si en la primera vuelta Simeone montó un entrenamiento a puerta abierta para motivar a sus chicos, la afición rojiblanca asistió esta vez al ejercicio espiritual de los suplentes de Mou. Como resultado se llevaron en las retinas un 1-2.
Y es que la vida sigue igual, a pesar de que la alineación merengue no pudo ser más circunstancial. El lustre de todo derbi no impidió la comparecencia de una línea defensiva casi marciana, con Nacho y Essien en los laterales y Albiol y Carvalho en el centro. Ni una medular con Pepe y Khedira. Ni una avanzadilla con Morata y a Kaká, uno tirado a la izquierda y el otro en el que se supone que es su sitio natural, de segunda punta. El menú prometía indigestión, sufrimiento atrás y falta de elaboración en la vanguardia. 
La promesa parecía hacerse realidad nada más empezar, con un gol que llevó la firma de Falcao y el entusiasmo inicial a la ribera del Manzanares. Daba la impresión de que esta vez los deseos de vencer serían definitivos para desnivelar la balanza a favor del Atleti, pues hasta Florentino andaba hablando por el móvil sin que se le viera muy afectado. El empate, no obstante, llegó pronto, en el saque de falta de Di María que tropezó en Juanfran y sorprendió a Curtois.
Poco más digno de mención sucedió en la primera parte. El partido fue bronco y soso. Solo Pérez Lasa se animó a poner el colorante, pues una cita de máxima rivalidad no está concebida para que un personaje así pase desapercibido. Se hinchó a sacar amarillas, varias sin el menor criterio. Y disculpó tantas otras. Mucho de su trabajo lo resolvió al revés de como procedía, aunque al menos no se dejó engañar en ningún momento por Diego Costa, para quien dar y simular es toda una escuela de vida. 
Los minutos caían pesadamente y no se veía, salvo una oportunidad de Gabi, nada noticioso sobre el verde. Eso fue así hasta que Benzema metió un pase preciso al hueco que Di María había generado con un desmarque ejemplar. Igual de brillante fue su definición, con un zurdazo raso y seco. La victoria provisional se hizo concluyente cuando entró Xabi Alonso para disputar media hora en la que el Madrid se hizo con el control de los hechos. 
Ningún madridista anduvo por encima de su nivel pero todos cumplieron eficazmente dadas las circunstancias, algo que los fieles agradecen por la felicidad que siempre genera prolongar la racha contra el vecino. Ahora, sin embargo, toca mirar en la dirección de verdad importante. Toca creer en lo que parece imposible, en una hazaña que no está al alcance de los simples mortales porque solo puede conquistarla un héroe eterno. El Madrid, por ejemplo.

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miércoles, 24 de abril de 2013

B. Dortmund 4 Real Madrid 1. Siniestro (casi) total


La felicidad que se construye sobre la desgracia ajena suele ser muy breve, así que al bochorno que sufrió el eterno enemigo en Munich le sucedió otro accidente brutal en la noche primaveral y germánica. Encajó el Madrid una goleada dolorosísima en Dortmund, tanto que tiene pinta de definitiva. La presión, la velocidad y la ambición construyeron una diferencia escandalosa, simbolizada en un nueve, Lewandowski, que se dio un atracón. Cualquier compañía de seguros declararía el siniestro como "total". Si no fuera por el recuerdo de la gloria histórica de la entidad hasta el hincha más entregado estaría muy cerca de extender el certificado.
El partido fue un emjambre de abejas asesinas que picoteaban enfebrecidas en todas las parcelas del campo y en todas las suertes del juego. La víctima, atolondrada, vestía de blanco y sufría la parálisis del veneno enemigo. Bueno, en realidad algunos de los visitantes salieron así del vestuario. Los acontecimientos pasaron por encima de ciertos jugadores. Quizás sea injusto identificarlos cuando el tono general fue tan penoso, pero un trío de ellos ejemplifican lo sucedido. 
Uno fue Pepe, aplastado por un tanque certero y hábil. El central portugués fue incapaz de pararlo, no dio un pase certero y tuvo algún error de concentración imperdonable en un futbolista de primer nivel. En el gol inicial, que llegó muy pronto, el polaco se deshizo de él como quiso y marcó a placer en el área pequeña. En el 2-1, anotado en la reanudación, se quedó enganchado y habilitó al delantero. En el 3-1, éste  le quebró pisando el esférico tras un triste rechace de Modric. Y en el cuarto el central propició el penalti, inexistente por cierto, de Xabi Alonso por quedarse protestando en la banda en lugar de cubrir su marca.
Quizás no sea disculpa, pero Pepe tuvo que jugar, por cierto, como consecuencia de una idiotez impresentable de Arbeloa en Turquía. La pareja Ramos-Varane tuvo que alterarse, dada la inoportuna y añadida lesión de Essien. La alteración de los planes no lo explica todo pero visto lo visto revela una incidencia poco discutible. El sevillano, por cierto, anduvo perdido en el lateral y sufrió tanto en una dirección como en la contraria. 
El otro de los tres damnificados fue Xabi Alonso. Trotón, pesado y, lo peor de todo, impreciso. Por ahí sangró la herida madridista en ataque, una hemorragia por ausencia total de control en el tempo del encuentro. En su penosa actuación se identifica el mal ofensivo del Madrid, que solo fue capaz de marcar en un error fatídico de Hummels, que se la cedió a Higuaín para que éste sirviera el gol en bandeja a Ronaldo, que empujó la pelota a placer. Muy poco más apareció el portugués, que debió conformarse con otra ocasión en las postrimerías, cuando apenas tocó con la puntera para empotrar el remate en el portero. 
¿Y el tercero? El tercero es Higuaín, claro. Las grandes citas se encaran desde hace demasiado tiempo sin un delantero de referencia, que siembre pánico entre los centrales, que se busque la vida en los territorios decisivos. Estuvo muy lejos de lograrlo el argentino y tampoco lo arregló Benzema cuando entró. Ni él ni Kaká ni Di María, que apenas añadieron nada a la impotencia generalizada cuando la trama estaba más que resuelta. Los minutos pasaban como una pesadilla infernal y sólo Diego López evitó que siguiera el festival de cornadas. 
Pepe, Xabi e Higuaín son los nombres que resumen el accidente pero no monopolizan todas las culpas. El rendimiento del grupo fue atroz y no hubo esta vez una reacción táctica a tiempo desde el banquillo. Ahora solo queda agarrarse a la posibilidad del milagro, pues el enfermo está en estado crítico y muy cerca de la muerte... pero todavía falta el entierro. Jugar en Alemania siempre ha sido tradicionalmente un dolor histórico, si bien el Bernabéu ha devuelto la moneda en más de una ocasión. Tocará después sacar conclusiones, aunque la verdad es que durante todo el curso se ha percibido con demasiada frecuencia un aire escasamente fiable. Así que solo una orgía de ilógica soluciona el cataclismo de la ida.

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sábado, 20 de abril de 2013

Real Madrid 3 Real Betis 1. Una victoria cara



Caro, muy caro. Así fue el triunfo blanco ante el Betis, conclusión de un duelo que arrancó descafeinado y terminó efervescente. Un partido enfocado por los de casa desde el ahorro y que dejó varias y dolorosas cornadas. Noventa minutos de un trámite primaveral que incluyó un arbitraje tirando a mezquino y que dejó en la cuenta corriente tres puntos en absoluto decisivos pero que saben a aperitivo eficaz para los banquetes que vienen.
Que el Madrid andaba con la cabeza en Dortmund era el evidente subtexto de la alineación anunciada por los altavoces. Los títulos de crédito estaban superpoblados de nombres poco habituales, sobre todo el de Casemiro, un mediocentro brasileño de 21 añitos que puso aplomo en casi todo lo que hizo. Otro canterano, Nacho, ocupó el lateral derecho mientras que Albiol y Carvalho formaron la pareja de centrales. Era rara la línea defensiva pero, como todo es susceptible de ir a más, acabó con la obligatoria extravagancia de sumar a Varane como lateral derecho después de que Marcelo sufriera una lesión muscular. No fue el único en caer, pues le acompañarón en la desgracia, ya en la segunda mitad, Modric y Benzema, aunque lo de este último parecía un golpe.
Así las cosas, el curso de los acontecimientos se fue haciendo cada vez más dramático cuando de saque se pretendía la ausencia de sobresaltos. El plan, a excepción de lo de Marcelo, marchó bien durante largo rato. Sin necesidad de una implicación especial, el Madrid se fue al descanso con un gol de ventaja que anotó Özil a falta de un minuto y tras una estupenda asociación con Benzema. No había pasado nada del otro mundo hasta entonces, un palo por cada equipo, el local fruto de un violento y lejano zurdazo de Cristiano. 
La reanudación parecía traer más de lo mismo, aunque el Betis fue entonándose a medida que avanzaba la película. Lo lograba, eso sí, sin crear demasiado peligro y con una distancia que se empezó a antojar insalvable cuando Benzema firmó el 2-0 en una contra letal, que pasó por Özil y por Ronaldo antes de llegar a las botas del francés. Ojalá entonces hubiera acabado todo. 
No fue así. Modric tuvo que ser sustituido y las apreturas del curso obligaron a la entrada de Pepe como mediocentro. Él y Casemiro tuvieron que apañarse en la medular durante demasiados minutos, suficientes para que Beñat, un jugador que sin duda mejoraría con su calidad el fondo de armario merengue, se fue apropiando del tono que cogía el relato. 
Llegaron los nervios cuando el Betis acortó distancias merced a un penalti cometido por Nacho y transformado por Molina. Salvo en ese lance estuvo el defensor a una altura notable gracias a su fuerte personalidad. Tiene carácter el chaval, algo que, por hablar de todo un poco, está perdiendo a borbotones Callejón durante toda la temporada, pues suma una cantidad enorme de minutos en los que su escuadra parece jugar con diez. Contra los verdiblancos, más de lo mismo. 
Se acercaba el final y el argumento se volvió de ida y vuelta. Al nervio propio de las apreturas en el electrónico se sumó el arbitraje de un tipo de cuyo nombre mejor no acordarse y que se dedicó a repartir tarjetas con una desigualdad notoria. Lo peor es que cualquier desenlace se volvió posible, por ejemplo un empate que no llegó porque Rubén Castro estrelló en el larguero una pelota franca que le dejó Carvalho en el área chica. Casi a continuación volvió a marcar Özil y aseguró la victoria. Rara victoria, sí, que pudo llegar a la categoría de goleada si Pepe o Higuaín llegan a acertar en el tiempo añadido en sendas ocasiones. No fue así y el final abrió la puerta a la decisiva cita germana... aunque con un ojo puesto en la enfermería. Que no sea nada.

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domingo, 14 de abril de 2013

Athletic 0 Real Madrid 3. Ronaldo cierra San Mamés

Comentario en formato videoblog del último partido que el Real Madrid ha disputado en el mítico estadio de San Mamés... y que ha dejado una despedida a la portuguesa.




martes, 9 de abril de 2013

Galatasaray 3 Real Madrid 2. A semifinales con sufrimiento

Seguimos en formato videoblog hasta que el dedo herido vuelva a su funcionalidad de siempre.
Comentamos de todo: susto, Mourinho, Arbeloa, prensa deportiva...
Y noticia feliz en el epílogo... ¡a semifinales!



domingo, 7 de abril de 2013

Real Madrid 5 Levante 1. Manita en forma

De nuevo en formato videoblog, comentario del partido liguero entre Real Madrid y Levante.



miércoles, 3 de abril de 2013

Real Madrid 3 Galatasaray 0. Todo bien

Seguimos con el formato videoblog hasta que termine nuestro periodo de baja por fractura del índice de la mano izquierda. Lo sentimos... aunque hoy todo es alegre por motivos que contamos en nuestro comentario. Por cierto, en él parece que se dice que el resultado es "remontable" por los turcos... pero es un error de dicción porque, afortunadamente, lleva una "i" delante.
¡Hala Madrid!




sábado, 30 de marzo de 2013

Real Zaragoza 1 Real Madrid 1. Dolor de muelas

La lesión en el dedo exige, por desgracia, un periodo de baja más prolongado del previsto. Puedo escribir textos breves y con bastante incomodidad, por lo que mantendremos el formato videoblog hasta que quede todo solucionado.
Disculpad las molestias... y mis pesadeces audiovisuales.
Ahí vamos.



domingo, 17 de marzo de 2013

Real Madrid 5 Real Mallorca 2. Tormenta de talento

Comentario audiovisual del partido por razones que se explican en el vídeo.
Se agradece vuestra comprensión.
Por cierto, aunque parece haber una contradicción entre la mano que enseño y la que menciono no es fruto de la dislexia sino de un efecto perverso de la webcam.
¡Hasta pronto!








domingo, 10 de marzo de 2013

Celta 1 Real Madrid 2. Vaivén sin delantero


Venía el Madrid de quince días de abismo y subidón cuando le tocó un partido a campo abierto, bajo la impetuosa lluvia y contra un Celta encomiable. Tiene su mérito engancharse emocionalmente a la única competición que queda a años luz y encarar a un oponente que atesora semejante fe. Acabó la cita en victoria aunque pudo ser cualquier otra cosa. Con un tono descontrolado, abundancia de errores e inspiración de los porteros solo un factor desequilibró la balanza: Cristiano, que acumuló otro par de dianas, si bien esta vez nacieron de un rechace y de un penalti. 
Cualquier resumen televisivo de las ocasiones del Celta-Madrid durará, por lo menos, cinco minutos. Las hubo de todos los colores imaginables, si bien, y en el colmo de la paradoja, los goles llegaron como consecuencia de varios enredos. En uno de ellos, ya metidos en el segundo tiempo, marcó CR7 a puerta vacía. Pronto neutralizaron los gallegos la ventaja, pues siempre que fueron perdiendo superaron a su lujoso visitante. Pepe intentó tapar un tiro a bocajarro y la trayectoria envenenada del esférico venció al inspirado López. Menos mal que Kaká forzó un derribo de Varas dentro del área y que Ronaldo pateó desde el punto fatídico, con aplomo, al fondo de la red. El resultado ya no se alteraría, aunque no sería porque no estuvo, como casi todo el partido, muy cerca de la raya definitiva.
De hecho, que la primera parte acabara a ceros fue un atentado contra cualquier cálculo de probabilidades. El balón coqueteó con las mallas en tantas ocasiones que solo algún motivo esotérico podría explicar que no las acabara besando. La hipótesis roza lo sobrenatural sin olvidar los guantes, claro. Durante los minutos de arranque, con los locales muy motivados, a Diego López se le acumuló el trabajo. Prolongó el guardameta el estado de gracia que demostró en Manchester y mantuvo cerrado el camino a la gloria ajena. 
Y es que el Celta planteó el duelo con una apuesta que comportaba sus riesgos: al principio le salió bien, pues su adelantadísima zaga provocó un fuera de juego tras otro de los merengues. Sin embargo, pasaron los minutos y los visitantes encontraron las espaldas celtiñas. Comenzó entonces una fase abrumadora de aproximaciones que también se toparon con una respuesta brillante bajo los palos. Javi Varas sacó las manos y los pies para evitar que marcaran Benzema, Callejón y Marcelo, los tres en situación muy ventajosa. Además, participó en el festival el larguero cuando CR7 apareció para cabecear a un metro del marco. 
Muchas ocasiones y un juego que fue de menos a más caracterizó al Madrid durante los 45 de inicio, con Modric demostrando una vez más de organizador que donde hace de veras hace daño es unos metros más avanzado. Volvió Marcelo a la titularidad y lo hizo en una forma estimable, con capacidad de desborde y de asociación. Solo los titubeos iniciales del ocasional Albiol y la nadería de Callejón rebajaron el tono general, aceptable si se tiene en cuenta el subidón emocional de Copa y Champions. 
En la reanudación entró Xabi por Khedira y durante un rato se dio un festín de pases en largo. El Madrid apretaba y, tras una incursión peligrosa de Marcelo, llegó el trío que habitó el marcador. Sin embargo, tras el penalti firmado por CR7 el Celta volvió a venirse arriba y causó un padecimiento excesivo. Debió empatar, aunque fuera por pura pujanza y cierta dejadez madridista. Diego volvió a impedirlo en una ocasión, igual que antes Albiol, que fue a más, salvó el único error que su colega bajo los palos tuvo en la noche viguesa. 
Insistió tanto el once celeste que Essien casi emula a Pepe en un rechace. Por si fuera poco, la madera escupió un remate franco de Park, que la grada festejó por anticipado. Un acoso, o sea, aunque no es menos cierto que Higuaín pudo acabar con todo misterio en un contragolpe que finalizó a puerta vacía pero que acabó fuera. Poco después, Varas le sacó otro mano a mano clarísimo. Qué les pasa a Benzema y al Pipa esta temporada es un misterio, pero el caso es que si este Madrid jugara con delantero centro sería la releche. Y como no lo hace, sufre más de la cuenta. 

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martes, 5 de marzo de 2013

Manchester United 1 Real Madrid 2. Roja para la gloria


Pasar sin merecerlo. Pero pasar. Adquirió el pasaporte el Madrid en una noche en la que acumulaba una presión brutal, con casi toda la temporada por justificarse en 90 minutos. Y pinta tuvo durante una hora de que se le iba la vida por la inteligencia del rival y las incapacidades propias. Entonces sucedió lo inesperado. Una injusta expulsión del tal Cakir a Nani por una fea entrada sobre Arbeloa cambió el paisaje. La decisión, con 1-0 en contra y el juego enquistado, abrió varios minutos para un cambio radical de escenario. En breves minutos apareció Modric para marcar un soberbio gol que igualaba las cifras globales y  poco después Cristiano para lo que parecía el cierre de la eliminatoria.
Una eliminatoria que los madridistas no merecieron pasar porque durante la mayor parte de estos octavos europeos se jugó a lo que Ferguson quiso. Por esa razón, el peso de la decisión arbitral resultó mayor si cabe, si bien es cierto que hace tanto que el Madrid no es claramente beneficiado en una cita de las gordas que uno puede perderse en lo más profundo del pozo del pasado. Es más, la equivocación tuvo el contrapeso de un penalti por manos de Rafael y un fuera de juego no señalado a Van Persie en el gol del United. Por lo demás, de golpes de suerte y de pases accidentales están las vitrinas del planeta fútbol llenas. El sueño de "la Décima" sigue vivo. 
Eso es así gracias también al mérito de algunos de sus jugadores. Uno de ellos fue, sin duda, Modric. El croata de los 40 kilos saltó al césped en la segunda mitad y con el equipo metido en un marrón bastante serio. Pidió la pelota, la cosió al pie y puso el criterio que le había faltado a todos sus colegas, incluidos Kaká y Özil. Su tanto fue fruto de una operación pletórica de técnica, con un recorte y un disparo preciso y potente desde fuera del área. El alivio que aparejó fue mayúsculo, hasta el punto de que los visitantes se montaron sobre la ola favorable que llevó consigo. De pronto, pareció que el sufrimiento terminaba con una triangulación en la que Özil dejó su único destello de la noche con un taconazo magistral que habilitó a Higuaín. En el segundo palo apareció Cristiano para anotar el gol de la gloria, que no celebró en respuesta a la ejemplar conducta de un público excepcional en un estadio que tiene bien ganado su carácter legendario. 
El madridismo estalló de alegría, aunque lo que vino después fue una inseguridad preocupante. Con superioridad numérica y espacios abiertos el Madrid pudo matar con el tercero, eso es verdad. El punto y final pudo llegar con Cristiano en varias contras o con Kaká en un disparo que tras un tropiezo murió en el poste. Pero, incomprensiblemente, los pupilos de Mou no supieron cerrar las vías de penetración a un Manchester que murió en el campo con una vergüenza épica. De hecho, se repusieron de todas las contrariedades y sumaron hasta tres o cuatro aproximaciones de peligro real. 
No fueron, sin embargo, capaces de materializar ninguna. Entre otras razones porque se chocaron con un muro llamado Diego y apellidado López. El canterano se agigantó cuando más lo necesitaron los suyos y sacó un par de manos milagrosas que mantuvieron a los ingleses a la distancia de seguridad de las dos dianas que necesitaban para su particular gesta. Solo el guardameta se interpuso en ese ascenso hacia una cima ya imposible, pues sus compañeros cedieron todos los espacios imaginables y titubearon, especialmente Xabi Alonso, en un duelo en el que casi todos estuvieron por debajo de su nivel. 
Desde luego así había sido hasta el empate de Modric. Espeso, torpe y lento, los de verde sumaban eternos minutos sin merodear el área de De Gea. Los de rojo, sin embargo, recitaban la lección de Ferguson al dedillo. El veterano técnico supo jugar sus bazas, en general, mejor que Mourinho, a quien por contra hay que darle la reacción de los cambios como un acierto táctico con gran incidencia en el desenlace. Hasta entonces, sin embargo, el plan que se impuso fue el ideado por el escocés. 
El asunto puede describirse, por enésima vez, apelando a la ausencia de circulaciones rápidas en un lado y recordando las contras de vértigo en el otro. No generó muchas ocasiones el Manchester pero pisó mucho más las inmediaciones de Diego López que al contrario. En una de esas hubo un córner que terminó en el palo del gallego y, ya comenzada la segunda parte, una acumulación de absurdas decisiones de los miembros de la zaga madridista acabó con el gol en propia puerta de Ramos. 
En esa acción falló hasta Varane, que en general estuvo bien y que fue de los pocos que mantuvo el tipo. Lo mejor que puede decirse de los demás -y no es poco- es que se comportaron con innegable coraje competitivo durante el rato posterior al punto de giro del relato, tras la polémica expulsión, Con todo, evidenciaron que tienen un margen de mejora importante por delante. Tendrá que apelar a él Mourinho, sin duda. La buena noticia, excelente más bien, es que podrá hacerlo porque su equipo sigue vivo en Europa. Hace dos semanas parecía que el mundo podía terminarse en quince días. Y ahora el equipo está en mitad de un pasillo cada vez más corto y alumbrado, al fondo, por la atractiva luz de la gloria.

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