Pamplona es una ciudad que suele despertar sudores fríos entre los madridistas. La inquina de la afición hacia la camiseta blanca, la estrechez del verde y la motivación extra de los jugadores de casa suelen generar emboscadas y algunas caídas estrepitosas como las de la temporada pasada. En esta visita había hasta una fiesta universitaria diseñada para el desparrame en las inmediaciones del hotel de concentración. Eso y, por supuesto, las dudas arrastradas desde Villarreal. Pues el Madrid respondió a un desafío clave y en un momento decisivo de la temporada con una actuación sobresaliente, que cuajó además en una goleada revitalizadora.
Se plantó el Madrid sobre el campo para mandar y se impuso con autoridad desde el pitido inicial. La alineación de Mourinho, plagada de jugones y con toda la dinamita arriba, fue la génesis de algo que se pareció mucho a una exhibición. Con Xabi Alonso y Granero cirulando fluidamente la pelota y con Marcelo ensanchando el terreno por la izquierda daba la impresión de que el antiguo Sadar había aumentado sus dimensiones. Ya no había sentimiento de encerrona, ni batallas cuerpo a cuerpo por balones divididos. Lo que se trazaba sobre el césped era una posición racional de los espacios, rigor táctico y, sobre todo, calidad en cada una de las facetas ofensivas del juego.
El plan empezó pronto a revelar sus dividendos con una obra de arte que dará la vuelta al mundo y se quedará para siempre en la memoria de los exquisitos. CR7 tiró varios amagos por el lado izquierdo y puso un centro a Benzema, quien empaló el esférico sin dejarlo caer y lo mandó cruzado y violento a la escuadra de Roberto. La tarde ya se podía dar por bien empleada solo con ese gesto, pero todavía quedaban más. Cristiano amenazó con varios disparos de trayectoria envenada desde lejos. Serían los preliminares de otro chicharro excepcional, fruto de un misil que entró por el mismo lado de la portería osasunista. Solo faltaba Higuaín por sellar un golito del potentísimo tridente y la cuenta quedó zanjada antes del receso. Gracias a uno de sus típicos desmarques en profundidad se plantó ante el solitario guardameta, batido finalmente con un toque picadito y sutil.
La tarde se hizo noche al regreso del vestuario y provisionalmente pareció oscurecerse el paisaje cuando Nino estrechó las diferencias con un certero cabezazo. La posibilidad de una desgracia terrible aumentó cuando Higuaín y CR7 se hicieron un lío sobre a quién le correpondía rematar a puerta vacía cuando el primero ya había superado al guardameta. La clamorosa confusión le dio más aliento a Osasuna, que achuchaba a base de centros comprometedores para Casillas. El portero tuvo que intervenir además a un remate lejano y raso de Nekounam. Y ahí terminaron las incertidumbres.
Una falta al borde del área botada por Cristiano tropezó en un defensa y se alojó en las mallas. De una hipótesis que pudiera resultar comprometedora se pasó a la opción de una manita, circunstancia que se hizo realidad gracias a un remate a placer con la testa de Higuaín. Ya solo quedaban los cambios y la opción de una goleada histórica. De momento, entraron Coentrao por el Pipa y, excelente noticia, Di María por Özil. Que el argentino abre una alternativa muy especial en el ataque es un secreto que todo el mundo conoce sobradamente. Lo mejor que se puede concluir es que actuó sin miedo, aunque no tuvo margen para grandes alardes. El pescado estaba vendido, aunque todavía entraría Varane y fallaría Coentrao una oportunidad muy clara, únicas noticias para el epílogo. Epílogo feliz, que permite coger oxígeno y encarar de forma mucho más optimista el tramo concluyente de esta Liga.