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jueves, 22 de diciembre de 2011

Real Madrid 5 S.D. Ponferradina 1. El Bernabéu, la amistad y la ilusión


El Bernabéu es un lugar precioso y el fútbol mucho más que un simple deporte. Hace un par de días lo pudieron comprobar miles de bercianos pletóricos de ilusión y orgullo. Y pudo comprobarlo, una vez más, este humilde cronista que, por una semana, no cumple con sus autoimpuestos deberes. Dada la amistad -casi hermandad- que le une con un periodista de aquella comarca digna y minera, se sumó a él y a otros dos colegas que llevábamos tiempo sin vernos. La fría noche de la Castellana fue testigo del reencuentro. Imposible mejorar el escenario.
Allí, desde la cuarta fila, le leíamos la ambición en el rostro a Callejón y nos admirábamos con la visión de juego de Özil y de Benzema. Y nos identificábamos con todo un pueblo blanquiazul que observaba cada pequeño detalle como si viviera un sueño, que es exactamente lo que estaba viviendo. Su equipo salía jugando la pelota con un aplomo impresionante. Ni un mal boleón, ni una mala patada. Hasta el éxtasis del gol de Acorán, aplaudido incluso por el madridismo. Bonito regalo para las navidades. 
Allí, sobre la incómoda silla azul, se acumulaban las risas, los chascarrillos, la puesta al día, la ocurrencia. Fluía la amistad. Callejón marcaba goles, Sahin se estrenaba con un gol de cabeza, los canteranos debutaban. Mourinho saludaba uno por uno a todos los soldados de la Ponferradina. Hasta uno de los amigos, sufridor atlético, le aplaudía el gesto. Después, el tercer tiempo en las inmediaciones, con las confidencias felices del periodista de provincias que preguntó a Mourinho en la sala de prensa y que 'jugó' en el mejor escenario de la primera división, que es donde debería jugar por su calidad profesional. Metida ya la madrugada buscábamos otro bar abierto. Cruzábamos una avenida. A la izquierda, silencioso y a oscuras, dormía el Bernabéu. Qué hermoso lugar. Qué bello el fútbol. Y qué grande la amistad.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Sevilla 2 Real Madrid 6. Cumpleañero feliz


Regalazo. Uno a veces es anfitrión de una fiesta, que con periodicidad matemática el calendario convierte en la de tu cumpleaños. Las normas de la urbanidad te obligan a atender a los invitados. A lo lejos, eso sí, como una letanía de imágenes inconexas, la tele refleja en silencio a unos tipos vestidos de rojo pasión que se enfrentan al Sevilla bajo la sospecha de la reciente derrota en el clásico. La crónica debe esperar. Nacido para el Madrid se ve obligado a una faena de aliño, sincera y poco pródiga en detalles ante el alto grado de desatención. Perezosa necesariamente, por el cansancio del exceso y la falta de sueño. Y feliz por el extraordinario regalo que supone una victoria con alto significado, propia de un aspirante serio a campeón, que se levanta con espíritu renovado del suelo para seguir en la pelea. 
El 2-6 del Sánchez Pizjuán es un toque de atención a todos aquellos que se apresuraron a dar por enterrado al equipo dirigido por Mourinho. En lo que uno vio de refilón, parece que fue fruto de la resistencia inicial a un empuje casi colérico de los sevillistas y a una pegada brutal que culminó por medio docena de veces la cacareada virtud de la velocidad. Las salvadoras repeticiones insistían sobre tres hombres: Benzema en el arte de la asistencia, CR7 en las artes goleadoras y Di María en todas. El argentino repartió obsequios como un Santa Claus inverso, delgaducho, moreno y barbilampiño. Menudo crack.
Con 0-2 en el marcador, obra de CR7 y de Callejón en sendas rupturas mortales, el portugués criticado lanzó un misil asesino desde larguísima distancia que se coló por la escuadra de Javi Varas. Si hubo dos acciones espectaculares en la noche sevillana esa fue sin duda una de ellas. La otra la protagonizó Casillas, sí, un portero capaz de retratar su estampa con perfil de oro incluso cuando sus compañeros se desatan con un set. El capitán voló de forma milagrosa para sacar una pelota que Manu del Moral remataba con saña en el segundo palo y a un metro de la portería. Los invitados, hasta la menos futbolera, tuvieron que mirar y sentirse admirados. Ese don de la atracción, hecho de empatía y calidad, sólo lo tienen algunos elegidos como el de Móstoles. 
La expulsión de Pepe no cambió el panorama en absoluto. Se veía, de hecho, que la superioridad numérica era un regalo envenenado para la escuadra andaluza. Tenía que venirse arriba y el Madrid podía esperarle atrás sin ningún atisbo de vergüenza. Así las cosas sólo era cuestión de tiempo que un contragolpe mortal liquidara cualquier vana esperanza para la remontada. Benzema se inventó un pase genial y Di María mandó la pelota a la red con el exterior de su pie izquierdo después de un carrerón. Se acabó. Por pura inercia llegaron los tantos del Sevilla y por pura inercia cerró Cristiano su triplete con un penalti y se estrenó Altintop como goleador de la Casa Blanca. Ni siquiera la roja directa a Manu del Moral fue reseñable. Al final, los jugadores y el equipo técnico celebraban rabiosos una exhibición con la que pretendían reforzar la seriedad de su candidatura. Y en una esquina del salón, un madridista cumpleañero brindaba con una cerveza belga pletórica de cuerpo y sabor, mientras volaba feliz con la imaginación a regalos más definitivos en el estertor de la temporada. Que se cumpla el deseo.

martes, 13 de diciembre de 2011

S.D. Ponferradina 0 Real Madrid 2. Historia en el Bierzo


Es el Bierzo una tierra que enamora con facilidad. Su paisaje es agreste y duro pero invita al recogimiento. Sus gentes poseen una generosidad poco adornada, muy natural. El berciano es resistente y amable. Trabajador. Comprometido. La mina es lo que tiene, que curte. Por si fuera poco, los paisanos de esa comarca con solera de región saben disfrutar. Su comida, su vino y hasta su peculiar sentido del humor les ayuda a completar una identidad que mezcla el esfuerzo con el placer, todo muy bien administrado y cuando toca. Y su equipo de fútbol, la Sociedad Deportiva Ponferradina, reúne desde años tantas y loables cualidades, por lo que ya debía de saber el Madrid que su eliminatoria copera no iba a ser un paseo. 
La visita de la institución más gloriosa que ha dado el balompié ha sido el acontecimiento social de la historia reciente del Bierzo, por lo que cada detalle acaecido en el Toralín tenía sabor a lujo, no por efímero menos intenso. Hasta el calentamiento de los hombres vestidos de blanco fue un espectáculo para los ilusionados ojos de los aficionados blanquiazules. De ahí que tampoco pasara nada si no se disfrutó de una primera parte futbolera y de muchos kilates. A un lado, la Ponferradina hizo un ejercicio espartano de orden. Al otro, el Madrid no se complicó la existencia y asestó dos o tres zarpazos a partir de las imprecisiones de un equipo de inferior categoría. 
No obstante, a punto estuvo Yuri de inaugurar el marcador con una vistosa acrobacia dentro del área, mediochilena, o algo así. Detuvo Adán el remate de un jugador talentoso e inconstante, que se fajó de forma muy honrada por el campo. Sin embargo, el escaso aunque verdadero peligro lo pusieron los pupilos de Mourinho. A falta de una circulación rápida y precisa en la medular, pues Sahin no parece tener ni de lejos el perfil de Xabi Alonso, fue la verticalidad de Callejón y de CR7 lo más destacable del primer acto. El portugués hizo una incursión inquietante que terminó en saque de esquina y el canterano fue demasiado generoso y muy impreciso en un dos contra uno que no supo completar con una asistencia en el segundo palo a Ronaldo. Solo en una mala maniobra de salida de la retaguardia, la Ponferradina permitió que Callejón se quedara solo y aprovechara un pase de Khedira para inaugurar el marcador. 0-1 al descanso.
El reinicio trajo una prolongación de los estilos: entusiasmo berciano y eficacia blanca. Domenech arrancó el uy de las gradas con un centro que se envenó y que fue a empotrarse contra el larguero. Yuri, en el rechace, echó la pelota la fuera. Fue sin duda la mejor oportunidad de los anfitriones, que veían cómo sus ilustres invitados sacaban a relucir, una noche más, el arma de la velocidad y la virtud de la pegada. De pronto Callejón, el mejor de entre los participantes, desaprovechó un magnífico taconazo de Kaká. Y al poco, Mourinho tuvo que recomponer su once para acomodarlo a un diez, dada la expulsión por doble amarilla de Albiol. 
Entró Granero por un desdibujado Sahin, gran incógnita a la que de momento no se le adivinan las enormes cualidades que se le anunciaban. También lo hizo Ramos, que sustituyó a un intermitente Kaká. Los planes no se alteraron en lo esencial, pues aunque pareció darse un atisbo de control en la posesión local el peligro lo siguió llevando el Madrid. Así, Cristiano avisó primero con un cabezazo y ejecutó a continuación el 0-2 al irse con potencia y mandar un disparo seco a las mallas. Si contra el Barcelona se le vio ansioso, en el Toralín se le vio metido y luchador, en actitud ambiciosa y humilde. Así sí.
Rompieron el silencio de la noche preinvernal las gargantas bercianas, pletóricas de orgullo al saberse atentidas por micrófonos y cámaras. Vivieron la fiesta, su gran fiesta, gracias a la grandeza del Madrid, que provoca a su alrededor lo que ninguna otra institución deportiva del planeta. Pero esa dimensión, de un tamaño descomunal, todavía crece más cuando entra en contacto con ambientes recios y generosos como el de la inolvidable cita en Ponferrada. Un capítulo más, por humilde que sea, en el voluminoso libro de la historia blanca.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Real Madrid 1 Barcelona 3. La vida sigue igual


Nada parece haber cambiado. Cundió de nuevo en el madridismo el discurso de la neutralización de las distancias con el Barcelona e incluso se habló de más. El primer clásico liguero se lo llevaron sin embargo los culés. A la indiscutible calidad de su plantilla se sumaron en verano Cesc y Alexis, autores de dos de los tres goles visitantes en el Bernabéu. El Madrid fichó a un zurdo portugués, Coentrao, que jugó de lateral derecho. A todo esto, CR7 volvió a ofuscarse en una cita grande. Y, por si faltara algo, un nuevo toque arbitral se sumó a la ensalada cuando Borbalán se echó la mano al bolsillo para amonestar a Messi y rajarse de inmediato al recordar que tenía que echarlo. Agítense los factores y tendrán las explicaciones del 1-3.
Y eso que de salida se le puso todo de cara al equipo dirigido por Mou, que compareció con Lass en lugar de Khedira. Entró el Madrid a morder y Valdés pareció asustarse. De hecho, el portero dio un pase lamentable, Di María recuperó la pelota y después de un par de rechaces Benzema embocó la pelota. Habían pasado unos pocos segundos y el Madrid anotaba el que al parecer es el gol más urgente en la historia de la madre de todos los partidos. Pero la pronta ventaja no alteró los planes de nadie. El equipo local siguió presionando con cabeza y el visitante elaborando a fuego lento. A esas alturas la igualdad, con cada escuadra enfocada en lo suyo, todavía era tan manifiesta que solo los detalles parecían desnivelar la balanza. 
Uno de ellos lo protagonizó Sergio Ramos, que en un resbalón regaló el esférico a Messi para que Casillas obrara uno de sus milagros con la punta de los dedos. Otro, Cristiano Ronaldo, quien en un contragolpe decidió no ceder la pelota a un solitario Di María para perdonar  él solito mandando la pelota fuera. En breve se pasó de un más que probable 2-0 al empate de Alexis, quien cerró con un magnífico remate desde fuera del área otra acción soberbia de Messi. El astro argentino siempre aparece, incluso cuando no está del todo inspirado. Igual que el árbitro, quien quizás acertó al no echar al 'Pulga' pero que se acobardó con descaro después de echarse la mano al bolsillo para amonestarlo. Cuando recordó que era la segunda pensó que aquello era demasiado. En fin.
Lo cierto es que el Madrid había sido levemente superior y se marchaba a los vestuarios con una sensación amarga que todavía iba a empeorar. Ya en la reanudación, y con el juego convertido en una maraña, un mal rebote sobre Marcelo a tiro de Xavi acabó dentro del marco de Casillas. Verse por debajo en el marcador sí trastocó los biorritmos madridistas, precisamente lo que no le sucedió a su rival en el detonante del relato. Encima, Cristiano se empeñó en acrecentar su leyenda negra y falló un sencillo remate de cabeza a metro y medio de la raya de gol. Segundos después, Cesc sí acertaba con la testa y mataba el duelo. El luso tuvo el 2-0 y el 2-2 y se equivocó. Además, se enceló en el lanzamiento de libres directos contra la barrera y contra el cuerpo de Valdés. Cada acometida que intentó y cada pase que dio fue un fracaso. Es lo que hay y sucede casi siempre en los clásicos. 
Con 1-3 la única duda consistía en si el fantasma de la manita sobrevolaba La Castellana o si el Madrid reanimaba a sus seguidores con una amenaza del empate. Tan cerca de convertirse en realidad estuvo una opción como la otra. Ya disfrutando de espacios Iniesta se dio un homenaje de paredes y desbordes. A punto estuvo de aumentar las ventajas el Barcelona, si bien Benzema y Kaká tuvieron dos opotunidades vistosas dentro del área que no materializaron. Las cifras no cambiarían aunque quedaba por atender a algunas circunstancias. Alexis y Cesc abandonaron el césped dejando la sensación de que habían mejorado a Villa y Pedro, que entraron en su lugar. Mientras, el zurdo Coentrao seguía pegándose contra sus rivales en el lateral derecho. Solo faltaba que CR7 tirara en el último suspiro otra falta al bulto. Detalles. Solo detalles para ver que todo sigue más o menos igual.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Previa Real Madrid-Barcelona: Memoria, cabeza y pasión


Hace más o menos un año el Madrid viajaba al Nou Camp entre vítores de la prensa y una desbordada alegría de sus seguidores. El discurso mayoritario concluía, con solo un tercio de temporada finiquitada, que ya no había distancias entre el equipo más cuajado de los últimos tiempos y el que estaba empezando a forjar José Mourinho. La leche, con perdón, fue descomunal. El Barcelona se dio un homenaje a costa del Madrid, protagonizó un rondo de noventa minutos y le metió un 5-0 que todavía escuece y que sólo alivió meses más tarde el bálsamo de la final de Copa del Rey.
Uno no es masoquista. La recreación del primer párrafo de esta previa constituye una imprescindible llamada al recuerdo. La memoria y el miedo -en sus justas dosis- son dos emociones humanas de carácter universal e imprescindibles para el gran objetivo que tiene todo ser vivo: la supervivencia. Así que bien haría el madridista en apelar a ellas y en manejarlas con madurez, especialmente ahora que el discurso del contexto parece repetirse. Según parece, el equipo dirigido por Mourinho es favorito, ha superado a su enemigo y va a sentenciar la Liga sin haber concluido la primera vuelta. Ojo. Mucho ojo.
Bien haría el vestuario madridista e incluso la grada en huir de esa ola que parece favorecedora pero que generalmente trae consigo una resaca mortal. Hay que tener memoria. Y cabeza. Control. Manejo de una situación que incluye tres puntos de ventaja y un partido menos en el calendario. La certeza de que pase lo que pase el equipo tiene en su mano seguir siendo líder durante las vacaciones si puntúa en Sevilla es un factor clave. Ése, más la probabilidad de los nueve puntos de diferencia, nunca definitiva pero de una profundidad práctica y simbólica extraordinaria. El arco de las consecuencias entre el peor y el mejor resultado posible es sencillamente sideral. Los jugadores blancos son unos trapecistas que saltan con red y los que carecen de ella visten de azul y grana. Hay que aprender a jugar con ello.
Todos esos ingredientes deben mover, además, a la pasión. La racionalidad no debe neutralizar las emociones efervescentes. El Madrid ha de partir del entusiasmo del aspirante. Es lo que es. El Barça es el campeón, merece mucho respeto y exige unas dosis inagotables de deseo. Un ímpetu juvenil, unas ganas incontenibles. Un comerse el mundo. Desde la memoria y el manejo sabio de las circunstancias solo falta un espíritu pasional para conquistar altas cimas. Es quererlo todo, sí. Pero mejor entregarse a la mezcla de sueño y conocimiento que dejarse llevar por la fiesta del exceso de confianza. Veremos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Ajax 0 Real Madrid 3. Con la mente en otra parte


El Barça. Enfrente estaba un equipo histórico, el Ajax, y las botas recorrían un escenario impresionante, el Amsterdam Arena. Pero no había madridista ayer que, desde el portero Adán hasta el aficionado más disperso, no tuviera su mente puesta en el Fútbol Club Barcelona y en el sábado por la noche. Llega el clásico, la madre de todos los duelos. Y el Madrid tenía los deberes europeos más que resueltos. Así que Mourinho dispuso en la última jornada de grupos una alineación plagada de suplentes. Tanto fue así que las únicas dudas se repartían entre el suspense propio del marcador en cualquier partido y, sobre todo, las hipótesis que de la alineación y de los cambios podían formularse de cara al fin de semana. Así de claro.
Ganó el Madrid y ganó con un guarismo holgado. De hecho, el 0-3 fue excesivo. La brutal pegada que tiene su ataque y un par de graves equivocaciones arbitrales explican lo ruidoso del resultado. No generó demasiado caudal ofensivo el once madridista, seguramente porque Granero ocupó una posición para que la que no está en absoluto dotado. Por mucho que ciertos sectores de la prensa y del público se empeñen, el canterano no es mediocentro y punto. Ayer ocupó esa parcela junto a Sahin y los vestidos de negro se resintieron de evidentes carencias en el control del juego.
Es pronto para sacar conclusiones, además, alrededor del fichaje más ilusionante de la temporada. Está todavía con su pretemporada particular, si bien da la impresión de que el turco no es Xabi Alonso. Desde luego no posee el desplazamiento en largo ni la presencia física de quien tiene la misión de sacar la pelota justo por delante de los centrales. Puede que sea más mediapunta que mediocentro organizador. Pero, insistimos, es pronto para sacar conclusiones.
El caso es que el Madrid fue letal a la contra y gracias sobre todo a su velocidad. Callejón volvió a brillar, especialmente en el arte del demarque en velocidad y el remate seco. Inauguró el marcador en el primer tiempo y lo cerró en el segundo con dos acciones casi gemelas, colándose entre unos defensas titubeantes en el achique y demostrando una habilidad pasmosa ante el marco. Entre medias, Higuaín aprovechó un pase lejano y en profundidad de Benzema, ese tipo que un día coqueteó con el autismo y que ahora puede jugar de lo que se proponga. Su visión, destreza y calidad le permiten jugar en infinitas parcelas del campo. Eso, más el estreno del canterano de origen portugués Mendes, fue de lo poco noticioso de la noche.
La velada, por otro lado, resultó especialmente cómoda gracias a dos fueras de juego que el árbitro se inventó durante la primera parte y que hubieran acabado en legítimo gol. Seguramente el Ajax no hubiera sacado un empate en cualquier caso, único resultado que le hubiera sido útil habida cuenta de lo que estaba sucediendo en Zagreb. Allí, el Lyon le endosó siete goles al Dinamo y se metió en octavos gracias a las diferencias goleadoras. La grada holandesa no daba crédito. Y menos mal que los seguidores no estaban contemplando los hechos con sus propios ojos, pues hubieran pasado de la sorpresa a la ira. Lo sucedido en tierras balcánicas tiene toda la pinta de un enjuague infame que debería investigarse a fondo. Sería lo último que le faltaba a la vieja Europa: un escándalo estruendoso e inmoral en la Champions.
Y el Barça. Uno se iba con la mente a Zagreb, e incluso a Basilea para sorprenderse con la precipitada caída del Manchester United. Puede que incluso viajara al mismo Manchester para comprobar la eliminación del multimillonario City. Pero el cerebro volvía una y otra vez al clásico. Si Benzema era el primer sustituido, todos lo veían como un indicio de probable titularidad en el duelo de los duelos. De igual modo, y en ausencia de un fútbol espectacular, los deseos y las interpretaciones se cruzaban en un vuelo hacia el futuro. El futuro inmediato de un Real Madrid-Barcelona que lo eclipsa todo, incluida una Champions que parece trazar otro choque de gigantes en la estación de destino. Ya veremos.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Sporting de Gijón 0 Real Madrid 3. Iturralde, Di María y Twitter


Twitter es una red social que permite comunicarse con acciones de microblogging, término acuñado por los especialistas. Te abres una cuenta, entras y puedes escribir mensajes que no superen los 140 caracteres. Solo en España hay unos dos millones de usuarios tuiteros. Esa gente escribe de los temas que le interesan. Un asunto que atraiga tanto al personal como para comentarlo en ese entorno, ya sea un suceso, una efeméride o un personaje público, entra en la lista de los diez más importantes. La clasificación suele ser un termómetro de las preocupaciones de la gente. Pues bien, durante el Sporting-Real Madrid, concluido con una victoria poco exigida del líder por 0-3, dos fueron los nombres protagonistas durante buena parte del evento: Iturralde y Di María.
Seguro que no hay aficionado que quiera dedicar su tiempo y su dinero a contemplar el protagonismo exhibicionista de quien tiene la obligación de pasar por invisible. Tiempo y dinero, dos bienes tan preciados en los tiempos que corren, fueron secuestrados en buena parte por un sujeto llamado Iturralde González. Fue noticia durante la semana por su voluntaria baja en la citada Twitter, pero de uno que no está también puede hablarse. Es más, y como es el caso, puede convertirse en el objeto más importante de conversación. El inquieto e imprevisible trencilla fue sin duda lo más destacable de la primera parte, con una actuación caprichosa que tuvo por detonante la injusta expulsión de Rui Faria, ayudante de Mou. A partir de ahí, desenfundó el rifle y cosió a tarjetas a cuantos pasaban a su lado. Además, repartió malamente las faltas y se equivocó a costa de todos. 
El infame espectáculo encabezado por Iturralde no fue el único durante la fase inicial de la convocatoria. En lo estrictamente balompédico, Sporting y Real Madrid hicieron gala de un estilo picapedrero, unos por omisión y otros por pura impotencia. El celebrado descanso por sanción de Xabi Alonso -que asegura, en principio, su presencia en el clásico de la semana que viene- mutó en pesadilla con la dupla Lass-Khedira como organizadores. Como ninguno de los dos está llamado a ofrecerse rápidamente y a sacar la pelota jugada desde con criterio, el equipo visitante se entregó a los desplazamientos en largo. Los patadones de Pepe trazaron la desagradable estampa de la ofensiva madridista, un plan tan primitivo que los sportinguistas apenas padecieron. 
Todo eso fue así hasta que el azar y la calidad fueron generosos con los blancos. En una duda del lateral Damián, Di María hizo gala de todas sus virtudes, que son bastantes. La ambición le llevó a recuperar la pelota. La velocidad le plantó en la línea de fondo de dos zancadas. La pillería le hizo ver un hueco en el primer palo mientras Juan Pablo se tiraba a tapar el centro. Y la calidad rubricó el gol, anotado con la punta de la bota izquierda. Si se exceptúa el borrón del defensa y del guardameta, golazo. Pero la victoria momentánea solo maquillaba una imagen pobre, sin ocasiones ni llegadas que fueran más allá del ímpetu atacante de Cristiano Ronaldo.
La reanudación parecía traer los mismos aires pero la fe asturiana había mermado. Si algo tiene el bloque logrado por Mourinho es solidez, razón por la que jamás vio inquietado el marco de Casillas. Por contra, a medida que pasaban los minutos las líneas rojiblancas empezaban a distanciarse por crecientes metros. Solo era cuestión de tiempo que el líder diera por concluida la cita por mucho que la invocación al arte se la hubiera dejado en la capital. Fue de nuevo Di María quien le hizo un roto al Sporting metiéndose entre líneas y asistiendo de forma brillante a CR7. El portugués se estrenó ante uno de los pocos rivales que se habían librado hasta ahora de una de sus cornadas mortales. En velocidad dribló a Juan Pablo y ajustó el remate raso a las mallas. Se acabó. 
Lo demás fue intrascendente pues resultaba palmaria la imposibilidad de la remontada. Es más, con espacios el Madrid acumuló invitaciones a la goleada. Mientras lo hacía, el cronista podía repartir su atención entre la aseada actuación de Coentrao en la banda derecha, los malabares llenos de sentido de Marcelo y, cómo no, lo que se nos viene encima dentro de una semana. En lo que uno se entretenía, Di María aprovechaba que no había defensa bajo los palos para mandar un saque de esquina a la cruceta. E Higuaín empotraba el esférico contra el cuerpo de Juan Pablo en un uno contra uno. La mente volaba hasta el Bernabéu, sábado 10, bien metidos en la noche de otro partido del siglo. Marcelo, sin embargo, devolvía el tiempo presente -y ya con inferioridad numérica del Sporting- al concluir un contragolpe con golazo por la escuadra. Ya poco importaba, incluso la vergonzante y casi olvidada actuación de Iturralde. Señalado por éste el final, solo existe el Madrid-Barça. Ojo al Twitter en los próximos días. Va a echar humo.