"Quiero un partido cerrado, bronco y feo". Pocas veces unas declaraciones anuncian de forma más precisa lo que está por venir. De una manera muy poco edificante, el técnico del Atleti, Gregorio Manzano, se despachó en las vísperas del derbi con un aviso que en otras circunstancias o bocas hubieran sonado escandalosas. Sus jugadores, sin embargo, decidieron que su entrenador se había quedado corto y pasaron a palabras mayores. El supuesto partido de fútbol fue durante la mayor parte del tiempo una maraña, una red tupida de piernas interpuestas cuando no de embestidas infames. Pero la actitud macarra solo le sirvió a los pupilos de Gregorio para que no diera la impresión de que una máquina pesada les aplastaba. En el fondo dio igual, pues volvieron al Manzanares con una goleada más y con la imagen hecha jirones.
Saltaron los rojiblancos al Bernabéu en un estado de hiperexcitación estimulada que abroncó el duelo y lo transformó en una cadena constante de interrupciones. Algunas de ellas sobrepasaron cualquier límite admisible, especialmente una de Perea a Cristiano Ronaldo que explicó con nitidez el significado de la palabra 'violencia'. En ese lance el marcador indicaba un empate a uno y el Atleti ya jugaba con diez. Su inferioridad no se debía, sin embargo, a las oposiciones preparadas por los visitantes en forma de entradas por detrás, agarrones o similares. En la única jugada ofensiva debidamente trenzada del Madrid, Benzema se quedó solo ante Courtois y fue derribado por el portero después de dribarlo.
Mateu Lahoz, evidente cómplice del "bronco y feo" plan que Manzano había explicado ante las cámaras, señaló el punto de penalti y expulsó al joven belga. Cristiano igualó la ventaja que un excepcional Adrián le había dado a los suyos tras irse de Pepe y mandar un tiro seco y certero junto al palo derecho de Casillas. Fútbol, lo que se dice fútbol, se había visto muy poco, por no decir nada. Que Diego se centrara casi exclusivamente en tapar a Xabi Alonso explica buena parte de lo sucedido. Los locales tenían serias dificultades en la elaboración, con Pepe sacando la pelota en largo como prólogo de demasiadas maniobras. Así las cosas, las ocasiones apenas llegaron antes de que las camisetas blancas enfilaran el túnel de vestuario.
La reanudación trajo el cambio de escenario que a menudo supone la suerte del gol. CR7 se fue en velocidad de Godín y se la puso a Di María para que rematara a puerta vacía y a placer. Por debajo en el marcador y con diez sobre el campo el Atleti inistió en la bronca y la fealdad. A nadie se le escapa, sin embargo, que semejantes principios son estériles cuando vas perdiendo. Además, se demostró que las patadas tampoco evitan esas jugadas grotescas con la típica denominación de origen rojiblanca: los defensas no sacaron un balón llovido del cielo e Higuaín se metió entre ellos para recortar y anotar otro tanto sin oposición bajo el marco mientras varios de sus rivales miraban patéticamente desde el suelo.
Todavía tuvieron tiempo Asunçao y Domínguez para seguir repartiendo estopa a diestro y siniestro. Ninguno de los dos pudo evitar, sin embargo, una pared de Ronaldo con Higuaín que acabó con el argentino derribado por Godín. El central se fue también, con justicia, a la calle. Cristiano anotó el cuarto y el Madrid se fijó el único objetivo de no acabar con la enfermería llena. Lo logró a duras penas, pues todavía faltaba algún arreón feo y postrero de un equipo que renunció a nada que no fuera enredar. Y uno se imagina a Manzano en sus tiempos de profesor de instituto y, todavía con el eco de sus declaraciones metido en el oído, se explica cómo anda el sistema educativo en España. Pues eso.