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domingo, 30 de enero de 2011

Osasuna 1 Real Madrid 0. La Liga a años luz


Cientos de millones de euros después, tras el regreso de un Presidente de chequera fácil, con Valdano, Pardeza, Butragueño y no sé sabe cuánta gente más en carísima nómina de la estructura deportiva del club y con el supuesto mejor entrenador del mundo en el banquillo el megaproyecto merengue dispone de un solo centrocampista con la talla suficiente para llevar la camiseta blanca. Es lo que hay. Xabi Alonso, en estado griposo, estuvo una hora de reloj viendo desde la banda cómo sus colegas perpetraban una exhibición de incapacidad balompédica. Otra más en su ausencia. Cualquiera mira la alineación y si no está el donostiarra se teme lo peor. Lo teme legítamente. Por ejemplo, que un animoso pero limitadísimo equipo te mande a siete puntos de diferencia con el Barcelona. La Liga de dos es Liga de uno. 
Pensar en este título es todo un atrevimiento propio sólo de locos o de cachondos mentales. De mediar una lesión duradera del mediocentro donostiarra casi sería para olvidarse también de los demás y para centrarse en todas las movidas extradeportivas, algo que el seguidor tiene  asegurado mientras la institución siga en las manos en las que está. De hecho, hay días en los que centrarse en lo puramente deportivo escuece de forma insportable. Y es que ayer hubo algo peor que decir prácticamente adiós a una competición y fue la manera de hacerlo, entre balonazos al campo enemigo, como en los torneos de barrio o en los campeonatos de tuercebotas cuarentones. Así perdió el Madrid.
A eso de las siete de la tarde, hora española, millones de personas en todo el mundo buscaban la belleza en las páginas de una novela de Paul Auster, en los sonidos de un disco de los Rolling, en los fotogramas de una película de Clint Eastwood o en compañía de alguien agradable en algún bar agradable y con una agradable copa entre las manos. En ese mismo instante unos cuantos adictos al fútbol en general y al Real Madrid en particular comenzaban un calvario de noventa minutos que eran como contemplar un muro grueso y pintado de gris. Durante ese eterno pasaje el equipo más caro del mundo no pudo sacar el balón jugado desde su área y se entregó a una apología del patadón en cuanto el animoso rival le apretaba, lo cual sucedía con insistencia. 
El dueto Lass-Khedira es sencillamente infumable para cualquier sensibilidad medianamente desarrollada. Su nulidad para hacer funcionar la maquinaria ofensiva es tan escandolosa que casi provoca úlceras. Eso sí, como delante estaba lo que estaba y a falta de un dueño claro del duelo, estuvieron los de Mou cerca de adelantarse en el marcador durante la primera parte. De vez en cuando, la inercia azarosa del juego daba con la pelota en terreno rojillo y en los pies de Özil o de Benzema, que al menos dieron un toque de movilidad al grupo. El francés, de hecho, estuvo a punto de colarle a Ricardo un trallazo seco pero el guardameta sacó el pie izquierdo a tiempo. A pesar de todos los pesares, que no fueron pocos, en otras dos ocasiones debió inaugurar el electrónico CR7, últimamente muy ofuscado ante el marco. En algo raro fue pensando el portugués cuando se plantó solo en el área pamplonica y ni siquiera llegó a rematar. Y no mucho más ágil estuvo a tres metros de los palos y a falta de un suspiro para el descanso, momento en el que  estrelló un tiro sin precisión sobre el cuerpo del portero de Osasuna. 
Con todo, pudo reaunudarse el negocio con peores expectativas si Pandiani hubiera acertado con su cabeza en un centro medido de Camuñas que le dejaba en clara ventaja ante Casillas. En el fondo dio igual. A la hora de juego, un inmenso Aranda -criado en la Ciudad Deportiva- habilitó a Camuñas -criado en la Ciudad Deportiva- para que le metiera a su exequipo un balazo entre ceja y ceja. Sólo entonces reaccionó Mourinho, que se había pasado sesenta minutos mirando con pasividad lo que sucede cuando Xabi Alonso no está sobre el césped. Sólo entonces le dio salida su técnico junto a Kaká -ay, si ese dinero se hubiera puesto en otro sitio- y a Adebayor, aunque nada remediaría el desaguisado. Es más, el punto y final pudo anticiparse en dos claros contraataques de un equipo que se comportó con el oficio callejero de quien se sabe inferior y que contó con la colaboración entregada de una grada que apenas se creía el sueño que estaba viviendo. 
Un sueño que para los madridistas fue toda una pesadilla. A medida que se acercaba el trágico desenlace se hacían más visibles los costurones de una plantilla descompensada, atiborrada de mediapuntas insustanciales y de efectivos innecesarios. Todo el rascacielos depende de si un jugador estornuda al tiempo que Valdano no da por pérdida la competición. Ya se escribió la semana pasada aquí mismo: madridistas, el que sepa rezar, que rece para que no falte  Xabi, porque sin él, y con unos responsables de la parcela deportiva como los que tiene este Madrid, cuesta un mundo imaginarle algún final feliz a este curso.

jueves, 27 de enero de 2011

Sevilla 0 Real Madrid 1. Contra la provocación, fútbol

 
Se pintaron la cara los jugadores del Sevilla con colores de guerra y se los borró el Madrid con una lección de fútbol serio y con empaque. Un ambiente cargado, las tribulaciones internas de las últimas semanas y un oponente de relumbrón no fueron suficientes factores para reducir la capacidad competitiva de los hombres de Mou. Es más, da la impresión de que fueron elementos motivadores para dar un paso muy importante hacia una final de Copa del Rey en la que ya espera un Barcelona metido con la gorra. Llegará, si confirma que llega, más desgastado su eterno enemigo pero con la confianza que da haber resuelto una cita tan comprometedora como la del Pizjuán con una solvencia mayúscula. Y encima con la guinda de un gol extraordinario de Benzema en una iniciativa cuyo éxito sólo está al alcance de los grandes jugadores mundiales. Veamos. 
Todo empezó con una alineación extraña que desactivó de cuajo el entusiasmo primero de los locales. Dispuso Mou una tela de araña en el centro del campo, por primera vez ocupado por Xabi Alonso, Khedira y Lass de forma simultánea. El donostiarra jugaba justo por delante de los centrales y el hiperactivo francés prácticamente de enganche con el trío de compañeros netamente ofensivos,  pocos en número si se examinan los sistemas tácticos empleados hasta la fecha. El aficionado merengue que tuviera buenas sensaciones ante ese panorama es todo un iluminado. Pues bien, en contra de cualquier sensación precipitada, los dividendos de la operación resultaron magníficos. El Sevilla se desfondó al chocar una y otra vez contra un muro de dos líneas defensivas aguerridas y de un orden espartano. Pero lo más sorprendente con esas piezas es que el Madrid sacara jugada la pelota con calidad y fuera capaz de sumar largos minutos de una posesión dañiña del esférico. 
Fluyó el juego ofensivo con un dinamismo inesperado. Lass llegaba a la frontal, Cristiano participaba menos aunque con mayor tendencia solidaria y Özil seguía dejándose caer hacia territorios poco habitados y en los desahogaba a sus compañeros. A todo esto, y eficazmente protegido por Khedira, Sergio Ramos crecía por la banda derecha y se convertía en un puñal. Allá por donde viajara el balón había siempre más efectivos madridistas. 
Eso sí, en el minuto 17 sólo hubo uno pero le sobró. Se llama Karim Benzema y decidió, justo el día en el que aterrizó Adebayor, pegar un puñetazo sobre la mesa en una gala de relumbrón. Lejos de la portería encaró con valentía a tres defensas sevillistas, se marchó con potencia, les recortó en velocidad y la puso con la zurda y cruzada muy lejos del alcance de Palop. La acción fue estelar y la coloreó con una celebración de la que participó con entusiasmo y generosidad todo el mundo. Él, con actitud de chico bueno, se reservó el último gesto de camaradería para su entrenador, el mismo que le ha sentado más de una vez en el banquillo y que supuestamente le ha hecho de menos. La escena da que pensar. Y da que pensar para bien. 
La reanudación del segundo tiempo, todavía con la resaca de un gol fantasma y dudosísimo de Luis Fabiano en los estertores del primero, no le trajo aires nuevos al partido. Quizás el tono se hizo un poco más canalla y Mourinho retiró a un notable Lass del campo ante la probabilidad de una segunda amarilla. Entró Marcelo y poco después Di María para suplir a Benzema en una de sus actuaciones más felices y comprometidas. El nuevo dibujo traía un punto más de audacia y el Madrid llegó todavía con más peligro en plena descomposición de su bélico contendiente. La única mala noticia que le llegó al seguidor blanco es que sus hombres no sellaran definitivamente el pasaporte a la finalísima, circunstancia que debió producirse o en el disparo de Xabi Alonso desde el centro del campo y a puerta vacía o en el uno contra uno de Cristiano Ronaldo que concluyó Özil en un lío a metro y medio de la portería andaluza. Poco antes, además, el bajito alemán bailó claqué ante Navas y centró a Carvalho para que, en una de esas llegadas tan inesperadas como ambiciosas, rematara de cabeza y exigiera el lucimiento de Palop. Pero no pudo ser.
Y poco más. Apenas sufrió el Madrid, que demostró una superioridad y un oficio irrebatible. Es más, lo más peligroso que hizo su rival no tuvo nada que ver con el juego. El abogado y amigo de Julián Muñoz, a la sazón presidente del Sevilla Fútbol Club, quedaría muy satisfecho de sus hazañas prepartido cuando un objeto contundente impactó contra la cabeza de Iker Casillas tras el pitido final. Sin embargo eso no fue lo peor, pues resulta evidente que zumbados los hay en todas partes. Lo peor, sin duda, es el gesto de dos recogepelotas que, veloces y pillos, retiran las armas arrojadizas del suelo como almas llevadas por el diablo. Cuando se hacen vídeos en portugués y se habla de colocar escoltas en los vestuarios arbitrales se proyectan mensajes que se filtran en la cultura de cualquier organización. Los chavales resabiados estuvieron a la lastimosa altura de su jefe, un sujeto bravucón al que anoche contestaron los madridistas con una lección futbolística de las que bajan los humos. Que tome nota él y que tomen nota sus aficionados, la mayoría de los cuales no se merecen a un tipo así.

domingo, 23 de enero de 2011

Real Madrid 1 Mallorca 0. Tres puntos bajo mínimo


Madridistas: el que tenga fe, que rece. El que lo prefiera, que cruce los dedos. Quien conozca otros métodos para ahuyentar la fatalidad que los utilice a fondo. Gastados más de cuatro meses de competición, ha quedado demostradísimo que esta plantilla no puede vivir sin un centrocampista de Tolosa llamado Xabi Alonso. Si por delante queda el tramo decisivo de los tres títulos en liza y si estamos a punto de inaugurar el festival de las citas definitivas, más le vale al madridismo que Xabi no se lesione o que se salve de estar penado con alguna sanción el día que menos convenga. Anoche tuvo que saltar al campo en el descanso para que sus compañeros jugaran a algo parecido al fútbol y para evitar un empate con sabor a despedida. La victoria, con solitario gol del criticado Benzema e intervención milagrosa del santo Casillas en el minuto 92, salva los muebles pero deja algunas certezas preocupantes.
Compareció el Madrid con el once más rotado de la temporada y el resultado fue nefasto. Durante 45 minutos quedó manifiestamente probada la incapacidad de algunos jugadores para soportar la columna vertebral del bloque durante los minutos importantes. En lo que va de campeonato, la escuadra blanca ha transitado por infinitos minutos en los que nada había en juego porque los tres puntos ya se habían asegurado. En esos larguísimos pasajes, y de forma incomprensible, Mourinho no quiso dosificar a los habituales y dar confianza a los suplentes. Contra el Mallorca, sin embargo, decidió que era el momento de administrar oxígeno a algunos de sus hombres y la dupla Gago-Granero (como antes lo hicieran Lass-Khedira) dejó claro que está a años luz de ocupar con garantías la medular de un equipo con la grandeza y la presión que tiene el que les paga.
A ellos dos se sumaron un invisible y frágil Kaká y un invisible y frágil Benzema. La coreografía daba pena. O bien se daban infinitos y grises toques para llegar a la línea de tres cuartos balear o bien algún atacante conducía el esférico sin criterio ni dirección definida. El estilo practicado fue tan prehistórico que el respetable se enfadó. Y no lo hizo en mayor medida porque Nsue estrelló contra el palo una ocasión palmaria cedida en un despiste, no menos evidente, de Marcelo. Tampoco hizo mucho más el Mallorca durante un periodo en el que necesitó muy poco para aguantar las inocuas embestidas de un rival esquemático, impotente en tareas creativas.
Entró Xabi y solo un minuto después de la reanudación ya había intentado un pase al hueco, había disparado con la zurda desde la frontal y había hecho un milimétrico cambio de orientación de lado a lado. Puede estar más o menos atinado, pero la diferencia que existe entre él y sus colegas de posición es abismal. Y por ahí anda la distancia que media entre Kaká y Özil. El brasileño también se quedó en la ducha y el alemán saltó al campo para contribuir a un movimiento mucho más fluido y apasionado de la maquinaria. También es una pieza básica. 
Sin ofrecer ninguna exhibición, los locales llegaron con mucha más recurrencia al marco bermellón. Puede que no crearan oportunidades clamorosas, especialmente hasta que Benzema, en una magnífica acción, se cambió la pelota de pie y marcó el único tanto de la noche con un zurdazo raso. A partir de ahí se sucedieron algunas ocasiones más, como un cabezazo al larguero de Cristiano, un obús que el propio Ronaldo lanzó cerca del poste y, por encima de todo, un doble mano a mano que Karim erró por exceso de lactosa en las venas. La falta de puntería no le costó el cierre de la Liga al Madrid de milagro, y ya se sabe que del negociado metafísico se ocupa Iker. En la prolongación sacó el portero con el pie un tiro de Webó a menos de un metro, acción que hubiera supuesto seis puntos de distancia, de aspecto muy insalvable, con el líder. 
Por fortuna no fue así, como por fortuna -o por miopía- Iturralde no expulsó a Sergio Ramos por doble amarilla cuando quedaban diez minutos para el final. Mientras el club se enmadeja en una obsesión de declaraciones y busca con angustia un delantero que supla a quien lleva los mismos goles que Higuaín en el cómputo global, la diosa romana de los azares se nos antoja solicitadísima. Ojalá haga con eficacia su trabajo donde realmente se la necesita y Xabi Alonso, el verdadero insustituible, no nos falte en lo que resta. Que así sea.

viernes, 21 de enero de 2011

Atlético de Madrid 0 Real Madrid 1. Oficio y semifinales

 
Si la Copa es la competición del sobresalto por excelencia, ayer se vio un partido muy poco copero. Sólo el Calderón, que presentaba una puesta en escena cargada de una fe que se reveló inmotivada, le imprimió electricidad al partido de vuelta de los cuartos y, a la sazón, derbi capitalino. En realidad, el caricaturesco error del Atleti que dio pie al 3-1 de la ida había sido el punto final de la eliminatoria. La diferencia acumulada hace una semana le dio pie a Mourinho para plantear un encuentro inspirado en el oficio y muy profesional. Con CR7 de delantero centro y con Marcelo a la izquierda de la medular, sus hombres no pasaron el menor apuro. El billete a las semifinales lo adquirieron sin más peaje que la lesión de Khedira. 
El trabajo resultó si cabe más desapasionado después de que Cristiano fusilara a De Gea dentro del área al toparse de cara con un balón raso que venía de Sergio Ramos. Ese gol tuvo unos efectos aún más paralizantes en su oponente, una escuadra que dio muestras de una vulgaridad preocupante. Tampoco es que el Madrid completara una portentosa obra de arte, pero es que no le hacía la menor falta. Dominaba el balón y sólo lo perdía en territorio irrelevante. Además, no dejaba una sola fisura entre el centro del campo y la defensa. Sólido como una roca, el equipo sólo invitó al nerviosismo de sus seguidores cuando Casillas, todavía con el empate a nada, se entretuvo con el balón en los pies y despejó contra el cuerpo de Reyes. Su rechace fue todo el peligro creado por los colchoneros en la primera parte, balance triste donde los haya. 
Justo antes de descanso, ese portugués decidió cuestionar la naturaleza espartana del choque y obsequió a la concurrencia, física y televisiva, con un gesto torero y extraordinario. Desde dentro del área y de espaldas al marco, detuvo la pelota y la tocó secamente con el tacón para que viajara al pie izquierdo de Di María, quien en una preocupante línea ofuscada convirtió el origen artístico de la jugada en un barullo. Del calibre de la invención da buena cuenta el silencio del estadio, la parálisis del maldito láser que algunos imbéciles accionaron durante buena parte de la velada y el provisional cese de las ofensas que su autor recibe en casi todo instante. El gesto fue sublime. 
Muy poco más se puede destacar del resto de la cita. A falta de emoción en el desenlace de la ronda, sobresalieron algunas entradas feas y muy mal interpretadas por un árbitro que, bajo la atenta mirada de Mourinho (becaria dixit), colocó el listón de las tarjetas a alturas bien distintas para los dos comparecientes. En lo puramente balompédico, la vida seguía igual en la segunda parte, por lo que los puntos de interés estaban en la tristeza que irradiaba Benzema desde el banquillo -no disputó un solo minuto- y en los quince minutos de un Kaká especialmente participativo, asistente de CR7 y de Marcelo en dos ataques que no ampliaron la diferencia gracias a la defensa rojiblanca y a un fuera de juego inexistente. El caso es que, una vez más, la pasión merengue se había concentrado en lo accesorio con el episodio del divorcio entre el Director General Deportivo y el líder del vestuario. Sobre el campo no la hubo porque, sobre el campo, actuó un frío liquidador ante una víctima sin carácter.

jueves, 20 de enero de 2011

Valdano y Mourinho, el divorcio inevitable

 
Era cuestión de tiempo: se acaba de confirmar públicamente que Valdano y Mourinho no se soportan, circunstancia que sería completamente intrascendente si no fuera porque el primero es el Director General Deportivo y el segundo el entrenador del Real Madrid. La iluminada mente de Florentino Pérez, quien según algunos indicios sigue siendo el presidente de la institución, se entregó a un plan imposible y cuyas graves consecuencias resultaban muy precedicibles para cualquier aficionado a la observación de la psicología humana.
Jorge Alberto Valdano, en tiempos poeta y filósofo del balompié, se ciscó en sus principios -uno por uno- cuando tragó con el fichaje de un profesional a quien había pasado por el cuchillo de su vistoso discurso, escrito y oral, cada vez que tuvo ocasión. Por cierto, estaba en su derecho de hacerlo -lo de usar el pincho, digo- pues sus virtudes para el análisis futbolístico son incuestionables. Además, le pagaban por ello. Pero la traición a sí mismo, con la pantomima y la verborrea que justificaba lo injustificable durante la presentación ante los medios del técnico, era un espectáculo muy poco edificante. Poquísimo.
Aquel funesto día perdió el Director General Deportivo toda su credibilidad entre quienes todavía se la otorgábamos y tiró por el desagüe su autoridad en las competencias que supuestamente tenía. La Junta Directiva contrató los servicios de quien estaba en las antípodas de su verbo, que se tragó palabra por palabra, en estado crudo y sin sal. Pues bien, sean o no ciertos los datos que circulan en la prensa deportiva sobre la presunta marcha de Mourinho el próximo mes de junio -a ver si llega hasta entonces-, resulta palmario que el divorcio entre el portugués y el portavoz de desgracias deportivas, ha alcanzado una intensidad que no se aguanta por más tiempo.
La gota que colmó el vaso cayó el domingo, y desde ese instante el asunto ya no tiene remedio ninguno. Minutos después del grave accidente en el estadio Meditárraneo, Valdano se quejó del despiste provocado por el culebrón del fichaje del nueve y entre risas, como celebrando la ocurrencia de su cerebro, añadió que el único delantero centro disponible estaba en el banquillo. Esas declaraciones, que provocaron ayer la airada reacción de Mou ("estoy mayor para recaditos en la prensa"), constituyen un error mayúsculo y en nada aceptable por al menos dos motivos: primero, porque el propio club alimentó el despiste generalizado al reconocer que estaban estudiando el mercado y que interesaba el regreso de Van Nistelrooy; y segundo, porque suponen una injerencia injustificable en la esfera de responsabilidad del entrenador, quien debería decidir las alineaciones y los sistemas de juego con absoluta libertad e independencia de criterio. 
Es evidente que Mourinho vuelve a pasarse de frenada respondiendo en público a una afrenta que, por cierto, también se hace ante la cámara y los micrófonos de un canal de televisión. Sea como fuere, lo único cierto es que la convivencia entre los dos gallos del corral es completamente inviable y que uno de los dos sobra. El presidente no puede mirar hacia otro lado por más tiempo y tiene que elegir de una vez si no quiere que el incendio se propague y sea devastador.  En aplicación de una mínima coherencia, debe apechugar con la decisión que adoptó a finales de la temporada pasada al saltarse el criterio de su Director General Deportivo en la elección del técnico de la primera plantilla y ofrecerle a la masa social la cabeza de Valdano en una bandeja de plata,  habida cuenta de que el afectado, además, ha carecido de la dignidad profesional de entregarla él mismo en sacrificio. Por si fuera poco, los seguidores están muy hartos de tanto capricho y desean que se detenga de una vez la caprichosa triturada de banquillos activada desde hace tiempo en Concha Espina. 
Y ojo a la temperatura del Bernabéu el domingo, pues parece que toca compromiso y dejar de mirar de una vez para otro lado.

domingo, 16 de enero de 2011

Almería 1 Real Madrid 1. El fruto de la irresponsabilidad

 
La falta de responsabilidad suele pagarse. Así sucede en la vida y así ocurre en el deporte. Decidió el Madrid, con la iniciativa de su entrenador y el incomprensible seguidismo de sus ejecutivos, dar máxima publicidad al asunto del fichaje de un delantero centro en el mercado invernal. Retransmitido al instante por una prensa machacona, y con la cooperación necesaria de quienes deberían hacer negocios desde la máxima discreción, el episodio de Van Nistelrooy se ha apropiado tanto de los órganos vitales del madridismo que los ha paralizado. Y, al parecer, jugaba el equipo en Almería. Contra el colista. Pues bien, ese animoso y limitadísimo equipo le restó al Mou Team dos puntos al lograr un empate que suena escandaloso. El accidente tiene sin duda apariencia catastrófica, sobre todo cuando se acompaña de una imagen vulgar y de la altanera fiabilidad del máximo competidor, empeñado en demostrar que la Liga, en realidad, es cosa de uno.
Cuando técnicos, directivos, periodistas y seguidores nos hallábamos disfrutando del paradigma de la sociedad del espectáculo que es el actual Real Madrid en su vertiente extradeportiva, los jugadores saltaron al estadio del Mediterráneo a echar el rato mientras ganaban un duelo asequible por pura inercia. Jugaron durante una hora con la cuarta velocidad metida sin percatarse de que, en realidad, estaban jugando con fuego. Esta plantilla no sabe ganar sobre el pilar de la calma sino sobre el del ritmo permanente y asfixiante. Ayer lo olvidó y agrupó hombres de talento que se anularon entre sí, especialmente durante el primer tiempo. 
Los 45 minutos iniciales fueron un monumento al sopor y premiaron a los almerienses con el excitante combustible de la fe. Mourinho andaba a su asuntillo de las compras en rebajas y echó un poquito más de gasolina a las llamas dejando a Benzema en el banquillo por Kaká, quien ocupó la referencia en la vanguardia merengue. Si la "vanguardia" es en realidad la primera línea del ataque en una batalla el brasileño no fue -ni será- soldado para tan heroica misión. Continuamente buscaba el refugio en los tres cuartos y allí se molestaba con Özil y con Cristiano, acumulación que oxidaba las bandas, limitaba a Marcelo y ninguneaba a Di María. De forma sonrojante, los visitantes caían en un estilo gris y no creaban más que una ocasión de CR7 que sacó Alves con el pie y que, en el rechace, retrató todas las miserias técnicas del invisible Khedira, quien la pifió en un remate a placer.
A los locales les bastó en la reanudación con ser correosos y espartanos para disputarle los tres puntos al gigante que tenían enfrente. Estuvieron muy cerca de conquistarlos, pues en una intencionada salida al contragolpe Ulloa puso por delante a los rojiblancos con apenas veinte minutos por disputarse. Sólo entonces, y por pura desesperación, el Madrid metió una marcha más, aunque el coche empezó a embestir a arreones. En una aceleración que pilló desarropado al conjunto andaluz, Benzema tuvo en la frontal del área la sangre fría -a veces no viene mal- de aguantar la pelota y ponérsela a Granero, que fusiló el empate. Pero el marcador ya no se movería más. 
No lo haría, entre otras cosas, porque algunos efectivos dieron evidentes muestras de ofuscación, de cansancio físico o de ambas debilidades. Tipos tan fiables como Xabi Alonso o Di María parecían sus clones defectuosos, casi inservibles, sobre todo en el pase. Y a ver quién se atreve a rotarlos, especialmente al guipuzcoano. A la impotencia general le oponía Cristiano un voluntarismo subido de tono,  hasta el punto de que en el tiempo añadido estrelló contra el travesaño una falta directa que debía haber sido penalti de no ser porque Pérez Lasa tenía la noche sibilina y no quería movidas. Pudo ganar a los postres el Madrid, pero tentar al fuego es un factor causante de múltiples accidentes. Lo peor es que todavía disponen los responsables de esta gloriosa institución de quince días para seguir danzando alrededor de la hoguera del presentismo, del culebrón del fichaje y de la portada colorista. En este medio mes quizás, sólo quizás, deberían estar planificando en silencio lo que se viene, que estamos en un trecho de la temporada en la que los despistes se pagan. 
Pues bien, de momento el farolillo rojo de la Liga pasó anoche una factura carísima.

viernes, 14 de enero de 2011

Real Madrid 3 Atlético de Madrid 1. Pelea homérica

 
En la gloriosa El hombre tranquilo, los dos rivales masculinos zanjan sus diferencias moliéndose a palos desde la loma de una finca en las afueras de la irlandesa Innisfree hasta las puertas del céntrico bar del pueblo. Allí, la pareja de vecinos -pues lo son, además de cuñados- se toman un respiro y entran para compartir una pinta e intercambiar impresiones de forma respetuosa. Tras la pausa, el más dotado, vigoroso y técnico le propina al otro el golpe definitivo que pone el punto y final a una pelea magistralmente rodada por John Ford, varonil y cargada de dignidad. Pues algo así, con parecida carga legendaria, sucedió anoche en el Bernabéu. Ganó el más fuerte y perdió un enemigo merecedor de deferencia tras un intercambio de golpes que siempre dominó el primero. K.O. en el partido y, si no fuera porque la Copa la carga el diablo, casi en la eliminatoria.
Lo cierto es que Real Madrid y Atleti protagonizaron durante una hora un espectáculo descarnado y eléctrico. Aparecieron los colchoneros en escena con una actitud audaz que les puso por delante en el marcador. Esta vez, sin embargo, el primer puñetazo no resultó decisivo. La lucha sería larga y los locales sacarían todo su arsenal. Con Cristiano Ronaldo en estado de gracia y con Özil y Di María infiltrados entre líneas con una fluidez pasmosa, los blancos desarbolaban sin cesar. Las ocasiones se sucedían porque los de Mou le imprimían al juego una mezcla perfecta de velocidad y precisión. Raro fue que el empate llegara en un saque de esquina y en un remate enmarañado de cabeza de Sergio Ramos. Raro porque los atacantes merengues, y en especial Ronaldo, no dejaban de disparar sobre un marco en el que se erigía la espigada figura de un cancerbero colosal llamado De Gea.
Debió golear el bloque de Mourinho en el primer asalto. Golpeó encelado a su contendiente, en los párpados, en el mentón, en el hígado. Cobró mucho el Atleti. Recibió leches de todos los colores. Pero se mantuvo en pie, con indiscutible mérito. No pisó la lona y pareció desgastar a su adversario, que dio alguna muestra de fatiga tras el receso. De todas formas, y por aquello de que los detalles suelen ser decisivos en el deporte de alta competición, a un tiro al poste de Forlán le siguió el 2-1 de Ronaldo, que empujó a la red la enésima asistencia de Özil. El alemán está empeñado en demostrar que no es un mortal sino un ángel caído del cielo de la Castellana y ayer volvió a brillar con su dañina elegancia.
Tanto él como sus compañeros decidieron entonces que tocaba pisar el freno y administraron la ventaja sin renunciar a más. Llegó la pausa de bar, admitida también por los visitantes, ignorantes en el fondo de la ambiciosa personalidad de quienes no suelen perdonar. La combinación de factores se completó con la proverbial tendencia a la fatalidad de la fauna del Manzanares en las postrimerías de las veladas. En ese instante que impide cualquier atisbo de reacción, Di Filipe y Domínguez coquetearon con la comedia, se liaron y le dejaron en bandeja a Özil el gancho decisivo. El Atleti, por fin, besó la lona. Y el asunto quedó zanjado. 
La rural contienda de El hombre tranquilo se rige en todo momento por las reglas del Marqués de Queensberry, garantes de su limpieza. El derbi copero lo arbitró con ese espíritu Mateu Lahoz, de raras convicciones por nuestros lares y obsesionado con no pitar más que lo palmario. Todos los comparecientes se creyeron asistidos por el derecho a sentirse perjudicados, pues las equivocaciones -algunas de ellas graves- se repartían en las dos direcciones. Sin embargo, la actitud del juez, por encima de sus excesos, favoreció el espectáculo en líneas generales, mucho más que si hubiera seguido la ultraconservadora línea del concierto de silbato al que el espectador español está sin duda habituado. Su intervención, de hecho, no le restó ni le sumó nada a la justicia de un resultado que reflejó la diferencia en las fuerzas de dos púgiles con tendencia a la épica en un duelo para recordar.

domingo, 9 de enero de 2011

Real Madrid 4 Villarreal 2. Tensión, fiebre y Ronaldo

 
La emoción desatada, la intervención salvadora de ciertos jugadores y las movidas en los banquillos van camino de convertirse en una rutina de tintes taquicárdicos en los duelos del Madrid. Se paseó el equipo anoche por el alambre del primer fracaso en su estadio, especialmente durante un tiempo en el que recibió un baile de fútbol bañado en oro de muchos quilates. Eso sí es novedad, ciertamente, pues nadie hasta la fecha le había impartido ninguna lección digna de recordar como la que protagonizó el Villarreal durante media hora de ensueño. Lo que ya no es noticia, afortunadamente para el seguidor merengue, es que Cristiano Ronaldo hiciera tres goles y diera una asistencia. El portugués, por enésima vez, salió al rescate. Tampoco hay novedad en el enredo de Mourinho con sus invitados durante un momento de excitación que provocó, sin querer, el gol de Kaká. Su regreso al césped de la Castellana y su perforación de la red también son noticia. Era el 4-2 y el Real Madrid sumaba tres puntos imprescindibles. 
Lo cierto es que los de Mourinho se ganaron el derecho a la victoria en una segunda parte en la que fueron superiores, por la vía de la insistencia machacona, a un enemigo que perdió todo el oxígeno. La entrada de Khedira por Lass mejoró de forma visible el rostro de un enfermo que había palidecido durante demasiados minutos. El bloque se hizo más compacto e impidió la circulación de pelota del Submarino Amarillo, que hasta entonces había sido espectacular. Buscó el Madrid. Buscó con reiteración, con la premeditación obsesiva de un paranoico. Buscó. Y tuvo que ser Cristiano quien propinara las dos dentalladas definitivas sobre la yugular de su víctima, primero en un gol polémico que premió la pura tozudez y después en un contragolpe vertiginoso en el que habilitó a Kaká para que cerrara, veloz y preciso, el partido.
Mou no se contuvo y se marchó a celebrarlo con la grada, hecho nada discutible si no fuera porque, siendo larguísima la banda, se fue a parar justo delante del banquillo visitante. Desde él recibió botellazos e insultos. El espectáculo fue muy poco edificante, ciertamente, sobre todo porque no lo merecía la sucesión de acontecimientos puramente balompédicos, en los que el preparador blanco tuvo bastante que ver. Su movimiento de piezas, por encima de la dosis de caos que provocó la entrada de Kaká por Albiol y la consecuente orfandad de la banda derecha madridista, cambió la dinámica hasta el punto de que Ronaldo, Benzema y Di María pudieron zanjar el envite en plurales ocasiones.
Los locales pusieron en la segunda parte bastante más coraje y peligro que el equipo castellonés. Lo que no fueron capaces de poner fue un fútbol más elaborado y alegre para la vista de lo que el Villarreal generó en el periodo anterior. Con pocos y muy talentosos toques rompían los de Garrido la tibia presión de un once que se rompió por completo en dos. Lass se llevó más de un silbido de la parroquia, pues su entrega es directamente proporcional a su escasez de rigor táctico y a sus limitaciones con los pies. A su lado, se agigantó la figura de Borja Valero, vital en el despliegue de sus compañeros pero no tanto como un jugadorazo menos lucido aunque más lúcido al que la Dirección General de Concha Espina debería seguir atentamente los pasos: se llama Bruno y lo tiene todo -jerarquía, contención y espléndida salida de la posesión- para colocarse delante de sus centrales, sumar empaque a la defensa e iniciar con ventaja el juego ofensivo. 
Por ahí se explican, en buena medida, las continuas llegadas de los amarillos a la frontal de Casillas, lugar en el que además tienen delanteros asociativos, rápidos y con puntería. Dos veces  se pusieron los amarillos por delante, en sendas y solitarias llegadas de Cani y de Marco Ruben. Lo cierto es que sembraron de pánico un graderío que hubiera coqueteado con la resignación de no ser porque los aficionados saben que este Madrid es muy competitivo. Lo es en gran medida por contagio de su gran estrella, CR7, incapaz de convivir con la sospecha de la derrota. Poco después de ponerse en desventaja remachó  sobre la raya una brillante jugada de Benzema y de Özil. Y justo antes de que llegara el descanso puso otro empate en el marcador tras tocar con la cabeza un saque de falta, milimétrico, de Xabi. La verdad es que Ronaldo los marca de todos los colores y que sus goles son la mejor terapia para la hipertensión y para la fiebre que sobrevuelan últimamente los partidos del Madrid.

viernes, 7 de enero de 2011

Levante 2 Real Madrid 0. Sin nueve, carbón copero

 
Un francés, un inglés y un español... Con partidos como el de anoche dan ganas de ponerse a contar chistes. O de recordar viejas anécdotas con la familia. Cuando al fútbol le restas la emoción del desenlace se queda en muy poco. De hecho se queda en casi nada. El escandaloso 8-0 de la ida destrozó la eliminatoria y transformó la vuelta en un trámite burocrático, especialmente para el Madrid, que se lo tomó como un partidillo de entrenamiento para los menos habituales. El Levante, sin embargo, lo consideró algo más, quizás demasiado si se leen las declaraciones previas al encuentro y los llamamientos a zanjar cuentas pendientes que no venían a cuento. La suma de esos factores, a los que hay que añadir la movida del delantero centro en las filas blancas, un arbitraje que atendió todas las peticiones de la grada y la excitación tabernera de ciertos jugadores locales, explican la segunda derrota de la temporada del Mou Team
Evidentemente, y por prohibido que esté perder en una institución como la madridista, resultados como un 2-0 en semejantes circunstancias se antojan admisibles. Jugó el Madrid con un once plagado no sólo de suplentes sino de deportistas en plena fase de recuperación de largos periodos de inactividad. A Canales se le subía el gemelo, al lateral  Mateos le sucedía lo mismo, Gago regresaba después de ni se sabe y Kaká saltaba al campo con 35 minutos por delante para hacer rodaje. La alineación inicial y los cambios que se sucedieron evidenciaron la gran y lastimosa verdad del diseño de la plantilla desde hace años: está superpoblada de mediapuntas. Y huérfana de delanteros puros y de centrocampistas tocones.
Podrá afirmarse que compareció Benzema durante la primera parte, porque decir que "jugó" sería faltarle el respeto a la Real Academia Española de la Lengua. No tuvo el equipo referencia arriba durante ese tiempo y no lo tuvo después, cuando entró Kaká para jugar en dicha posición. Todo sucedía ante los ojos de Jorge Valdano, máximo responsable de que el vestuario esté habitado por Özil, Kaká, Canales y Granero, cuatro tipos para una sola plaza, mientras que Benzema e Higuaín -lesionado para un periodo completamente indeterminado- son, a día de hoy, medio individuo para un emplazamiento fundamental. Y el Director General cobra por esto. Bastante, según parece. 
No es de extrañar que el juego se convirtiera contra el Levante en un embudo agobiante que acumulaba efectivos por el centro. El Levante, recogido en dos líneas compactas, no sufría lo más mínimo. Así las cosas, la vanguardia visitante sólo generó sensación de uy en dos acciones aisladas: la primera la protagonizó Pedro León a la media hora con un desborde a tres defensas y un centro que no encontró rematador; la segunda fue responsabilidad de Kaká en un cambio de ritmo prometedor que tampoco encontró un socio homicida en la zona mortal del área. No hubo nada más reseñable, al menos en lo que al Madrid se refiere. 
¿Y el Levante? Escocido por la ensalada balompédica que le administraron en el Bernabéu preparó una emboscada poco edificante para un día de Reyes. Del Horno y Xisco fueron los máximos valedores de un pique extemporáneo y bravucón que el juez -qué grandes le quedan ciertas palabras a ciertos hombres- no supo o no quiso detener. Es más, puesto a añadir, sumó la salsa de un penalti discutible de Gago y sacó tarjetas cuando ya era demasiado tarde. Un golazo por la escuadra de Sergio, magnífico en la ejecución de un libre directo, redondeó un marcador que salvaba la cara de los de casa sin hacer más que un rasguño en la de su invitado. Los problemas que sufre éste son otros y de más calado: tienen que ver con una planificación desigual que obliga a jugarse la temporada con un solo delantero centro y un solo mediocentro organizador. Después de cientos y cientos de millones, la vida sigue igual. Y espera el Atleti de Agüero. A ver qué pasa.

martes, 4 de enero de 2011

Getafe 2 Real Madrid 3. Después del parón, el vértigo

 
Menos mal que volvían del parón navideño. Getafe y Real Madrid se sacudieron la modorra postvacacional con un derbi vertiginoso, de ida y vuelta permanente, casi de aliento británico. En el cuerpo a cuerpo, fue el Mou Team el que acumuló más méritos para la victoria, especialmente por el número de ocasiones que gestó. Y se la llevó con justicia. Los tres puntos de un estadio exigente saben suculentos, especialmente si traen consigo el regalo anticipado -ya veremos si bendito o envenenado- del regreso de Kaká a los terrenos de juego. Eso sí, el brasileño se vio obligado a participar del sufrimiento de una recta final durante la que su equipo perdonó la condena definitiva a su rival, se quedó con un hombre menos y encajó un gol tan estúpido como amenazante. Más o menos, así se dio la noche:
Arrancaron los visitantes con veinte minutos completísimos en los que dominaron todas las facetas del juego. Agresivo y ambicioso en la presión, el once blanco restaba una y otra vez las posesiones de un oponente desarbolado, especialmente en cualquier zona del campo que ocupara Di María. El argentino volvió a cuajar una actuación estelar, llegó a ocupar el puesto de lateral derecho, ofició de canchero cuando tocó y provocó un penalti por un agarrón tan protestado en la grada como justamente cobrado. Cristiano no titubeó en la ejecución como tampoco dudó Özil diez minutos después en una de sus irrupciones, elegantes y mortales como las de una serpiente hipnotizadora. Uno de los muchos y brillantes pases del extremo argentino lo convirtió el alemán en un control vertical que le dejaba solo ante Codina, al que dribló para batirle por un hueco mínimo en el primer palo.
Con 0-2 y una evidente imagen de superioridad merengue se iluminaron las luces de un Getafe capitaneado por el canterano Parejo. Canterano del Madrid, se entiende. Ese fue el único consuelo del roto que le hizo al club de sus raíces, especialmente sangrante en la sobresaliente jugada que culminó con el esperanzador gol de los azulones. Atrevido, el centrocampista aprovechó la timidez de la zaga  para infiltrarse en el área y batir a Casillas de un disparo seco y certero. Este joven mediocentro no sólo posee toque, que posee mucho. Parece que ya ha acumulado horas de vuelo y tiene pinta de piloto fiable. Desde luego, ayer guió a los suyos durante veinte minutos excepcionales en los que hicieron sufrir al bloque de Mourinho, súbitamente partido en dos.
Algo debió de corregir el portugués durante el receso porque sus hombres volvieron a salir con la actitud del comienzo. Fruto de la intensa presión sobre la salida de la pelota del Getafe llegó lo que parecía, sin serlo, el punto final. Codina se quitó el balón de encima de mala manera y Özil volvió a demostrar que un crack es alguien que en un gesto consigue el mismo fruto que un pobre mortal en tres: su toque casi en el centro de campo fue interceptación, robo y pase. Uno y trino. Benzema, habilitado por su visionario compañero, se percató del desmarque de Ronaldo y éste remató su segundo de la noche.
El tema parecía zanjado y entró Kaká para sumar minutos de competición. No pudo hacerlo Granero, tan querido en su antiguo estadio, por unas manos inoportunas de Arbeloa que suponían la tarjeta roja. Todavía esperaba en la banda Garay para reforzar la inferioridad de la defensa madridista cuando un desafortunado cruce de Marcelo le dejó en bandeja a Albín el 2-3. A partir de ahí reinó más la incertidumbre y la congoja que el verdadero peligro, lo justo para que uno olvidara provisionalmente el gran debate de los últimos días: ¿debe buscar el Madrid un delantero centro en el mercado de invierno? Habida cuenta de que la fiabilidad no es precisamente el fuerte de Benzema, la respuesta es sí. El francés estuvo voluntarioso aunque fallón ante el marco. Dejarle todo el peso de la vanguardia a un tipo tan imprevisible en la parte decisiva de la temporada parece una temeridad. Pero Valdano negó que le fueran a sumar competencia en esta plantilla. Más vértigo.