Hay partidos que hay que ganar, como decía Luis Aragonés, "por lo civil o por lo criminal". El de Vallecas se sacó adelante por la segunda vía dadas las circunstancias más adversas de la temporada y con una de las versiones menos estimables del Mou Team. Por la mínima y gracias. Sufriendo y dejando la sensación de que hubiera sido más justo el reparto de puntos. No se jugó bien y se aceleró el corazón de los madridistas en demasiados pasajes. Pero todo eso da igual. Seguramente los tres puntos conquistados en el popular barrio capitalino sean de los más significativos cuando, según parece, se conquiste la Liga. La victoria tiene de hecho una relevancia estratosférica, pues un campeón también se distingue por su capacidad para sacar adelante los duelos en los que todo parece ir mal.
Salió el Rayo de Sandoval a comprometerle la tarde al Madrid y la siesta a los seguidores blancos. En medio minuto ya había forzado un saque de esquina ante la algarabía de una grada excitada. No hizo falta mucho más para saber que aguardaba hora y media de sufrimiento. Sobre un césped en un estado lamentable y con unas dimensiones estrechísimas, el discurrir ofensivo de los visitantes acabó transformado en una caricatura de sí mismo. Desactivado con facilidad Xabi Alonso el plan de los de rojo -ay, que no acabo de acostumbrarme- fue de un primitivismo atroz. Una vez tras otra el balón surcaba el cielo impulsado con fuerza por Pepe, Sergio Ramos o el mismo Casillas. Y no parecía haber más plan.
Jamás se sintió cómodo el líder, así que hubo que tirar de esos momentos puntuales que tan a menudo decantan los títulos. El más importante lo protagonizó CR7, ese tipo al que tanto lumbreras discute achacándole, entre otros males, que solo marca goles que engordan estadísticas. A la salida de un saque de esquina y después de un par de rechaces se inventó un taconazo que acabó en las mallas y que vale unos cuantos gramos del trofeo que se adivina en el horizonte. El recurso fue un paradójico momento de magia en una actuación tan gris y gobernada por la aspereza.
Minutos después Casillas voló de forma portentosa para trazar una de las paradas del año. Esa acción y la de Ronaldo fueron las dos más sobresalientes y explican buena parte del botín, pero no todo. Los perdones del meritorio Rayo, más activo o lúcido en la búsqueda de la portería, no se pueden pasar por alto. En la primera parte Piti estrelló un remate franco contra el palo y, ya sobrepasado el minuto noventa, Armenteros adelantó unos centímetros su cuerpo y no pudo empujar un balón que se paseaba por la misma línea de gol. A esas alturas, las pulsaciones del madridismo debían de estar al borde del infarto.
Todo, sin embargo, acabó bien aunque con el inevitable rumor de otra actuación arbitral lastimosa. Se equivocó Fernández Borbalán de cabo a rabo y en contra de los dos contendientes, aunque especialmente lastró las aspiraciones rayistas. Ramos, fuera de sí durante toda la tarde, se desentendió de una jugada y le propinó un mal golpe a Diego Costa dentro del área y sin balón de por medio. Habida cuenta de que ya tenía una amarilla debió desfilar a los vestuarios dejando un penalti estúpido detrás de sí. Además, y ya hacia el final, el local Michu fue expulsado de forma quizás un poco exagerada por una entrada por detrás. Cierto es, a pesar de todo, que el trencilla castigó al Madrid con numerosas tarjetas que no tenían réplica en la otra dirección por faltas iguales y a menudo peores. Todos los jugadores parecían desesperados por un juez al que le sobrepasó la tensión acumulada.
Esa tensión se plasmó sobre todo en el particular idilio que mantuvieron Pepe y Ramos con el delantero Costa. En los límites de lo presentable -por simulaciones, golpes y amenazas- lo cierto es que los sucesivos encontronazos de los tres también pusieron salsa al 'otro fútbol', ese que se hace con empuje y compromiso a falta de virguerías artísticas. Anulados los jugones y quienes viven de ellos -como por ejemplo el inédito Higuaín- la retina debió entretenerse con las rugosidades y el espíritu con la intriga. La pelota volaba y volaba ante la desesperación de los amantes más puristas del buen juego. Pero los triunfos injustos y 'por lo criminal' pueden dar mucho oxígeno en esta carrera de fondo que es la Liga. Al final se verá.