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sábado, 26 de octubre de 2013

F.C. Barcelona 2 Real Madrid 1. Ante el equilibrio, Undiano


El regreso al clásico de las buenas maneras terminó con la victoria del Barça y la resaca arbitral de costumbre. En un duelo parejo, con ocasiones repartidas y un tiempo para cada equipo, resultaron decisivas dos decisiones de Undiano, que no vio una mano de Adriano y que se desentendió de un empujón clamoroso a Cristiano cuando el Madrid tenía a su enemigo contra la lona. Poco después anotó Alexis una vaselina magnífica y las opciones se esfumaron, aunque antes ocurrió de todo. 
Ocurrió, especialmente, que a Ancelotti le dio un ataque de entrenador con su planteamiento de inicio. El técnico varió todos los planes probados hasta la fecha, da la impresión de que atenazado por el temor. Su equipo saltó al césped con Sergio Ramos de medio centro, con lo que pasó en pocos días de comparecer con una guitarra en la tele a organizar el juego de los suyos. Pepe y Varane por detrás. Se suponía que el objetivo, de apariencia conservadora, consistía en liberar un poco a Carvajal y Marcelo para ensanchar las opciones ofensivas por las bandas. Arriba, ni Benzema ni Morata, sino Bale, con Cristiano y Di María. Sonaba, cuando menos, raro. 
El caso es que el Barcelona, fiel a lo suyo, se apropió de la pelota, que condujo con una seguridad teñida de espesura. Con eso le sobró para apurar a los visitantes en dos o tres ocasiones y, sobre todo, para abrir el marcador en una acción de Neymar en la que Carvajal salió a una inoportuna ayuda que dejó en ventaja al brasileño. El despiste fue gol y tuvo continuidad un minuto después, cuando Marcelo se evadió de una acción en la que Messi, fuera de forma, perdonó lo que nunca disculpa. 
El asunto pintaba feo porque los blancos ni olían el balón ni, lo que es peor, envidaban con el arma de la rapidez prometida por sus velocistas de arriba. Los tres se diluyeron, participaron poco y lo hicieron durante en zonas de escasa influencia. Para Bale, en plena pretemporada, una cita de semejante envergadura llegó demasiado pronto y los minutos se le escaparon a chorros. Y para Cristiano la vida era de una incomidad evidente. Eso sí, al mínimo resquicio se escapó y puso una pelota que Khedira casi convierte en el empate, cosa que no sucedió por la pierna de Valdés y la mano de Adriano, que arrastrada por el suelo evitó cualquier rechace posterior. Así, con el resquemor de un penalti al limbo y sensación de un Madrid descafeinado se llegó al receso.
Reaccionó Ancelotti y el rumbo de los acontecimientos cambió de forma evidente. Si se le resta al entrenador por la apuesta de partida corresponde darle lo suyo con la rectificación y la notable actuación de sus pupilos durante al menos media hora de superioridad notoria. Illarramendi sustituyó a Ramos y Benzema a Bale, a quien mejoró con mucho porque el francés estuvo entonado y al galés le supera ahora mismo cualquier otro miembro de la plantilla. Al Barça le correspondió mirar, defenderse malamente y ver cómo las camisetas blancas perdonaban. 
En una ocasión se interpuso Valdés, quien le sacó a Cristiano un derechazo seco. En otra fue el larguero, que devolvió un violento disparo de Benzema desde fuera del área. Y en la última emergió Undiano, quien miró de forma desconcertante para otro lado cuando Ronaldo sufrió por la espalda la embestida de Macherano. El regalo del árbitro espoleó al Tata, quien rearmó su once con Song y Alexis. No es que mejorara mucho su escenario, pero el viento a favor del azar sopló con el sutil golpeo del chileno que supuso el 2-0. 
Ya no había mucho más que hacer, más que lamentarse de otro mano a mano de Khedira y acumular ánimos con la progresión de Jesé, que rubricó en el tiempo añadido una contra mortal de sus compañeros. No quedaba margen para un milagro que hubiera hecho justicia a lo visto sobre el césped, con dos escuadras por debajo de su presunto nivel y una actuación arbitral que desniveló tanto equilibrio. 

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domingo, 29 de septiembre de 2013

Real Madrid 0 Atlético de Madrid 1. Derrota histórica y depresión


El derbi madrileño asistió a un hecho histórico, la victoria del Atleti un mundo después. Pero dejó escrito, sobre todo, lo que parece un punto de inflexión. Se dejó el Madrid media Liga tras quedarse a cinco puntos de los líderes y con una visita pendiente, y en menos de un mes, al Nou Camp. Eso en lo objetivable, pues en las sensaciones el retrato es mucho peor: el once dirigido por Ancelotti dejó patente su terrible falta de personalidad tras haber perdido todas las virtudes forjadas en los últimos años y después de desempolvar del desván los viejos vicios del pasado. Con muy poco, cualquiera  pone en aprietos a este débil conjunto. Y el Atlético de Simeone, a pesar de sus limitaciones, es una escuadra que sabe competir como la que más. 
El Real Madrid de la era post-Mou no posee ni un ápice de intensidad ni de vértigo, ese aire eléctrico que se fundamentaba en veloces salidas y precisión vertical. Para agravar los síntomas cultiva numerosas lagunas de concentranción en momentos puntuales que propician goles en contra u ocasiones nítidas para los rivales. El tanto que decantó los tres puntos llegó en una de esas, con una pérdida de Di María que acabó con los centrales contemplando la definición a placer de Diego Costa. No obstante, pudieron llegar un par de ellos más que hubieran coloreado el marcador con cifras más impactantes. 
El primer tiempo prolongó los peores síntomas del inicio de temporada. El Madrid se comportó con una sosería insufrible en una apología constante de la vulgaridad. El tono general fue descafeinado y sin personalidad, con toques cortos y estériles que se mezclaban con balonazos infames de los centrales hacia arriba. No crearon los blancos peligro de ninguna clase, lo más un par de cabezazos de Benzema. Al Atleti, mientras tanto, le hizo falta muy poco para maniatar al eterno enemigo y reducirlo a la nada. Con un par de líneas bien juntas y solidarias cortocircuitaron todo, empezando por un Illarramendi al que el derbi le pasó por encima en su labor constructora. 
Si arriba la espesura desesperaba al más paciente, atrás un par de saques de esquina estuvieron a un paso de dejar finiquitado el trámite. En uno de ellos Isco se desentendió de sus funciones y permitió un remate franco de Tiago que se marchó fuera. El lance no tuvo una consecuencia inmediata pero sirvió para resumir el sentido simbólico de todo lo descentrado que andan los merengues.
No definió el Atleti ni en ese momento ni en la segunda mitad. Tampoco lo echaría en falta para llevarse el cofre del triunfo. Entre Diego López y el travesaño impidieron de forma milagrosa la puñalada que pusiera fin a la agonía. En el otro lado, las entradas de Modric y Bale tampoco mejoraron las prestaciones en la vanguardia, zona en la que se creó por casi toda aproximación peligrosa una pelota empalada por Morata a poco del final que rechazó Courtois. El canterano había entrado para reemplazar a un desdibujado Isco, decisión que le costó a Ancelotti su estreno como técnico pitado desde la grada de Chamartín. 
Da, por cierto, toda la impresión de que sus oídos volverán a escuchar la melodía quejosa. Su proyecto, en caso de tenerlo, está a años luz de lo que se supone debe ser un equipo grande y con aspiraciones. La Liga bipolar, de momento, se le ha puesto casi imposible en los números y deprimente en las impresiones, con puntos inmerecidos obtenidos en casa del Villarreal y el Elche, dos recién ascendidos. Solo falta recuperar la tradición de un Segunda B que nos pinte la cara en la Copa para culminar el viaje a una zona oscura que se creía enterrada. Qué depresión.

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domingo, 22 de septiembre de 2013

Real Madrid 4 Getafe 1. Goleada y mejoría



Completó el Madrid la convocatoria ante el Getafe a falta de cinco minutos, otra anomalía accidental que sumar en este arranque del nuevo proyecto. El gentío acudió a Chamartín a saborear el estreno de Bale, sin duda el fichaje del año. Y se quedó con las ganas por culpa de unas molestias musculares que hicieron saltar las alarmas durante el calentamiento. Compareció por necesidad Isco, que no pudo ahorrarse los esfuerzos planeados y que se vio obligado prolongar su brillo. Él y Di María fueron seguramente los que más sobresalieron en una victoria labrada con juego muy notable.
Quizás como consecuencia de la extrañeza de los preliminares al Madrid le tocó remar en contra de la corriente, mucho más después de que Fernández Borbalán escamoteara una falta a Cristiano en una jugada que terminó en gol de Lafita tras rebote en el pie de Pepe. Se desconoce a estas alturas si parte de la prensa interpretará algún error de Diego López en la acción, que todo puede ser. Lo que sí se confirmó es que hay aficionados hartos del discurso mediático, hasta el punto de que se recogieron firmas en las inmediaciones del estadio y se corearon consignas desde la grada. Y parece la segunda fase, pues, según los números, hace tiempo que el cansancio trajo provocó deserciones masivas de las cabeceras de referencia. 
Parte del duelo se dirimía por esos derroteros en las butacas. Sobre el campo, las camisetas blancas se entregaron a una remontada que no tardaron en lograr. Empató Pepe en una acción sembrada de imprecisiones a la salida de una falta que remató Cristiano, quien mandó un trallazo contra el cuerpo de Moyá
Con el empate los de casa disfrutaron de una larga fase de inspiración. Mejoró mucho el bloque en la presión, con el aliento del ambicioso Di María por bandera. Su despliegue físico volvió a ser inhumano, actitud a la que sumó Illarra un excelente criterio en la colocación y la salida del balón. El Madrid se adueñó del choque. Del choque y de los guarismos, amplidados gracias a un penalti por manos de Míchel en un lanzamiento de libre directo ejecutado por Ronaldo. El portugués chutó de nuevo, esta vez sin barrera. Y marcó. 
Todavía quedó tiempo antes del receso para el enésimo capítulo del culebrón de desamores que tiene por protagonistas a Benzema y a parte de la afición. Una incorporación eléctrica de Carvajal por la derecha acabó con un remate fallido del francés a pocos metros de la portería. Destacan en la especie de los delanteros los de raza asesina, aquellos que pueden tocar la pelota de cualquier manera que  siempre sobrepasa la línea de cal. Benzema no es uno de ellos. Posee otras virtudes, algunas de ellas excepcionales. Pero carece de instinto homicida, preciado rasgo que no venden al peso en ningún campo de entrenamiento. Y por muchos murmullos o pitos que escuche eso no va a cambiar. Quizás fuera mejor intentar ayudarle, opción a la que se acogió el respetable cuando el 9 cabeceó fuera solo ante el marco. En el cambio de trato tuvo mucho que ver Arbeloa, que se comportó como un capitán sin brazalete cuando reclamó apoyo a su compañero, que acabó sustituido entre gestos de cariño.
Eso ocurrió ya tras la reanudación, que abrió paso a los lances más brillantes hasta la fecha. Se vio a un once comprometido, ambicioso, constante. Isco sumó varios pasajes de inspiración y el Getafe sufrió el vendaval, incluido un golazo del malagueño en una operación marca de la casa, con recorte dentro del área y rosca teledirigida a las mallas. De ahí hasta el final, pura placidez, a excepción de alguna intervención obligada de Diego López y de los ataques de miopía de un mediocre Fernández Borbalán, que le dio la noche a Cristiano. 
El luso siguió a lo suyo, que consiste en intentar meter un gol tras otro. Se lo impidió el poste en una internada peligrosa. Tampoco acertó poco después Morata, que nada más pisar el campo echó fuera una ocasión clarísima. También participó de la fiesta Jesé, que provocó en una contra vertiginosa la expulsión de Míchel. Parecía que todo llegaba a su fin cuando CR7 anotó con la espuela el tanto con el que deja atrás las espectaculares estadísticas de Hugo Sánchez. El 4-1 reflejó una superioridad estimulante, con sensaciones mejoradas y las únicas dudas de las lesiones... y del debate sobre la falta de un 9 matador.

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martes, 17 de septiembre de 2013

Galatasaray 1 Real Madrid 6. Set a la carrera


De todo. Pasó de todo en la noche turca, que dejó el titular de una goleada ruidosa y muchos otros detalles. La lesión de Casillas nada más empezar el partido, por ejemplo. La aparición decisiva de Diego López para impedir el 1-0. Y la de Isco, igual de relevante, para abrir el marcador. También la puntería de Cristiano, que hizo un nuevo triplete. Y algunas dudas defensivas por la parcela central, así como una media hora inicial con más sombras que luces. Lo que queda, finalmente, es un debut europeo que suena demoledor como mensaje aunque sea pronto para sacar conclusiones. 
El vibrante guion siguió la estructura clásica en tres actos, tan aristotélica, clásica y eficaz. El planteamiento deparó un detotante inesperado en forma de choque de los cuerpos de Ramos y de Casillas. Las energías gastadas en el debate de la portería quedaron amplificadas con el infortunio de Iker, obligado a abandonar la competición que Ancelotti le tenía reservada. No le dio tiempo a coger aire y sí a dejar como bagaje una intervención de mérito en un tiro lejano. Entró obligado Diego y demostró otra vez que la polémica es estéril porque su participación es un seguro de vida. Por enésima vez desde que es un fijo se agrandó e hizo una parada inverosímil y espectacular, estirando su largo cuerpo y metiendo la yema de los dedos. 
Al poco, Isco hizo un control magistral tras pase larguísimo de Di María y anotó con cierto suspense el 0-1. Hasta entonces el Madrid había prolongado el tono desdibujado y sin personalidad de Villarreal, un poco más compacto, sí, pero sin plan cerrado en ataque. El gol acabó con el planteamiento del relato y dio paso a su nudo, dominado por un fútbol control en el que volvió a brillar Modric, mucho más influyente cuando tiene a Khedira al lado. 
Pudieron los visitantes agrandar la diferencia antes del descanso con una llegada de Di María, si bien  pudieron verse igualados en un cabezazo a placer de Yilmaz que se marchó fuera. Las opciones, sin embargo, quedarían cerradas con las mejores armas de una plantilla pletórica de jugadores potentes y atléticos: la velocidad. Un robo en el campo turco puso en bandeja la ocasión para Benzema, que definió con serenidad el 0-2 en mano a mano. 
A partir de ahí, el tercer y definitivo acto consistió en una exhibición de solidez y juego rápido. Cristiano, que parecía atascado ante el marco, anotó dos tantos de cazagoles, pues sabe meterlos de todos los colores. El viento soplaba a favor hasta tal punto que Benzema mejoró sus estadísticas con el 0-5 en la enésima contra, a esas alturas de naturaleza letal. Ya estaba Bale sobre el terreno de juego. E Illarra. Los dos cogieron ritmo y aliviaron a Isco y Modric, que acumulan mucho esfuerzo. Con semejante escenario y las gradas semivacías el Galatasaray, empequeñecido desde la lesión de Drogba cuando agonizaba el primer tiempo, sumó un gol que se quedó en anécdota. Todavía faltaba el sexto, firmado por Cristiano en otra aceleración brutal. El set era definitivo y contundente. Y subrayaba la vía que debe seguir un equipo concebido genéticamente para matar a la carrera. 

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domingo, 15 de septiembre de 2013

Villarreal 2 Real Madrid 2. Un portero y bochorno defensivo



Diego López fue el protagonista de una noche en la que debutó con gol Gareth Bale. Mal asunto, claro. Cuando el portero luce de forma tan superior al resto es que los síntomas son preocupantes. De hecho, en Villarreal lo fueron hasta el punto de que el madridismo se conformó con celebrar un empate que le descuelga del liderato. Igualó a dos la lujosa escuadra que dirige Ancelotti. Y gracias. Solo un portero gigantesco, descomunal, se interpuso ante una goleada sonrojante que a nadie hubiera extrañado visto lo visto sobre el castigado verde del Madrigal.
No hizo el Madrid más que confirmar las sensaciones que lo acompañan desde que se dio el pistoletazo de salida a la nueva era: está plagada la nómina de un talento que luce en momentos aislados pero que es un desastre defensivo sin paliativos, circunstancia que invita a los oponentes a inquietar en demasiados lances. Sucedió así durante la pretemporada y así ocurrió contra el Betis y  el Granada. La timidez del Athletic en el Bernabéu contagió antes del parón una tregua dinamitada por el "Submarino Amarillo". 
Los recién ascendidos subrayaron las groseras carencias de este Madrid. Distanciado entre líneas, con dos mediocentros que no dan abasto para contener las acometidas de sus pares y cuatro atacantes que se desentienden con frecuencia del repliegue, lo lógico es sufrir. El panorama, sin embargo, empeora cuando en el centro de la defensa Pepe vocea su lastimoso declinar y Ramos alterna aciertos con graves lagunas de concentración. Entonces, claro, lo único que queda es encomendarse a un milagro, obrado de nuevo por Diego López. 
Detallar las acciones en las que el guardameta evitó el cataclismo llevaría largas horas. De hecho, los resúmenes televisivos deben de irse más allá de los cinco minutos, tiempo que dará cuenta de un gigante en acción y en todas las suertes, aguantando de rodillas, exhibiendo reflejos y estirándose hasta el infinito y más allá. Solo un rebote sobre Ramos en tiro de Cani logró batirle en el primer tiempo.
El Villarreal se adelantaba, alentado por un Bruno soberbio, mientras los blancos andaban ausentes de personalidad. Entonces apareció Bale, desdibujado en el lado derecho, la posición en la que menos rendimiento extrae a sus polivalentes cualidades. De hecho, su irrupción en el área para marcar nació en el otro lado, desde donde puso la guinda a una meritoria acción de Modric y Carvajal
Mecido por la suave brisa del gol los visitantes se entonaron. Se trató, sin embargo, de un espejismo, pues en la segunda mitad aguardaba más de lo mismo. Una posesión estéril y un tanto de carambola de Cristiano tras la única contra ejecutada con sentido abrieron la puerta, incluso, al triunfo. Sin embargo, la lógica de lo que acontecía en el campo lo evitó. Pocos minutos después del 1-2 Cani avanzó por el campo del Madrid sin la menor oposición, con Khedira -que acababa de entrar por un Illarra cumplidor- desaparecido y con Pepe reculando como un perrito asustado. Diego López despejó el venenoso disparo, aunque acabó recogiendo la pelota de la red tras el remate posterior de Giovani dos Santos
Ni con Di María, que sustituyó a Bale, mejoraron las prestaciones cuando se carecía del balón. Morata tampoco mejoró a Benzema, fantasmal de nuevo. El Villarreal se dejó querer y acompañó cada recuperación de salidas aliñadas con la velocidad imprevisible de unas avispas rabiosas. Daba lástima ver la distancia que recorría Isco, impotente en cada regreso a sus incumplidas obligaciones en las ayudas. De ahí hasta el final, Diego siguió con su salvífica tarea y le arrancó el triste e inmerecido punto a una velada en la que tampoco faltó un claro penalti sisado a Di María. 
Nada alteraría, sin embargo, el 2-2, unas tablas engañosas. Pésimo asunto darse con el canto de un empate en los dientes en la Liga bipolar. Aunque hay algo todavía más preocupante que las matemáticas: el aspecto de un equipo sin trabajar, carente de identidad en la vanguardia y ruinoso en todas las operaciones defensivas. 

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domingo, 1 de septiembre de 2013

Real Madrid 3 Athletic C. de Bilbao 1. A falta de ritmo, Modric


"En septiembre yo no voy a estar", cantaban Los Enemigos en un clásico del rock español. En el primer día de septiembre, luminoso en su mañana dominical, sí estuvo el Madrid de Ancelotti para completar los nueve puntos posibles en el arranque de una Liga que se sabe bipolar. Los blancos doblegaron sin exigencias a un Athletic sin garra en un duelo marcado por la ausencia de ritmo  y  la superioridad técnica de los de casa. A éstos les sobró, de hecho, con la pegada de Isco y, sobre todo, con una actuación soberbia de Luka Modric, que escribió la introducción obligada a cualquier tratado futbolero. Si lo que impartió el croata no fue una lección magistral se le pareció mucho. 
Lánguidos ya los ecos de la suplencia de Casillas, parece el madridismo confiarse con seguridad a las cualidades de los suyos, explotadas con cuentagotas en hora y media de control. Mejoró el once las prestaciones defensivas de la pretemporada y del estreno ante el Betis, en buena medida gracias al equilibrio eficiente de Khedira y a la pujanza sacrificada de Di María, que se vació en el repliegue. De todos modos, también en eso el mejor fue Modric. 
Dicho todo lo cual, la crónica debe detenerse durante un párrafo explicativo en el mediocentro rubio. Se trata de algo justo y necesario, pues Luka fue la medida de todas las cosas. Desplegó un alarde tras otro en todos los sentidos imaginables, tácticos, físicos y técnicos. Su apariencia de chico frágil oculta un atleta extraordinario en la recuperación, hasta el punto de que el aplauso más cerrado se lo llevó al matar una contra mortal del Athletic con una cobertura superior. Además, siempre ocupó la parcela correcta, lo cual tuvo más mérito por la inmensa zona que pisó. Y, por supuesto, tocó la pelota con criterio. 
Si Modric fue el cuerpo del relato, Isco puso las frases directas y lacerantes. Su participación en el juego fue tan intermitente como definitoria. En cuanto tuvo ocasión se coló con un desmarque hábil por el centro de la defensa y aprovechó una excelente asistencia de Benzema para abrir el marcador. Hasta ese instante el duelo era espeso y la pelota circulaba a una velocidad premiosa, como si unos confiaran en la pegada para cerrar los tres puntos y los otros en no llevarse un revolcón excesivo. 
Los minutos se gastaban sin que nada quedara para la memoria cuando apareció Ronaldo y mitigó la ansiedad de su sequía con un cabezazo que batió a Iago al filo del receso. El paréntesis le sentó bien al Madrid, que acumulaba una diferencia mucho más sustancial que su juego, mejorado levemente tras la reanudación. Sin embargo, las ocasiones apenas llegaban, si acaso algún intento aislado de Cristiano y un par de incursiones de Jesé, que entró, como Casemiro y Carvajal, en la segunda mitad. 
Hubo tiempo, eso sí, para que Isco consiguiera su doblete en un ataque veloz y después de una nueva cesión de Benzema. A continuación del lance, el francés se marchó al banco en medio de una pitada cerrada e injustificable a poco que uno repare en los pases que antecedieron a dos de tres de los goles que consiguió su equipo. Si las estadísticas no mienten, el delantero ha empezado el curso mucho más enchufado de lo que su parroquia percibe, aunque la percepción de la realidad a la altura de La Castellana suele ser tendente a lo peculiar. 
Quedaba aún el maquillaje de Ibai, que remató a placer a la defensa merengue en una de sus escasos despistes. Mucho no había hecho el Athletic para inquietar a Diego López. Los rojiblancos anduvieron desenchufados de una matinal de septiembre con más aliento a pretemporada que a encuentro en la cumbre. Un aroma que se apropió de la pesada atmósfera, sobre la que se alzó, brillante y superlativo, un tipo llamado Luka Modric. 

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domingo, 25 de agosto de 2013

Cerrado por vacaciones

Muchos habéis preguntado por la crónica del primer partido oficial del Real Madrid en la temporada 2013-2014. Por suerte, el inicio liguero me ha pillado de vacaciones y sin posibilidad de actualizar el blog hasta la cuarta jornada.
Lamento mucho las molestias y espero volver con el equipo encaramado al primer puesto de la competición... y que no lo abandone en lo que resta de curso.
Un saludo y ¡hala Madrid!