Uno no es masoquista. La recreación del primer párrafo de esta previa constituye una imprescindible llamada al recuerdo. La memoria y el miedo -en sus justas dosis- son dos emociones humanas de carácter universal e imprescindibles para el gran objetivo que tiene todo ser vivo: la supervivencia. Así que bien haría el madridista en apelar a ellas y en manejarlas con madurez, especialmente ahora que el discurso del contexto parece repetirse. Según parece, el equipo dirigido por Mourinho es favorito, ha superado a su enemigo y va a sentenciar la Liga sin haber concluido la primera vuelta. Ojo. Mucho ojo.
Bien haría el vestuario madridista e incluso la grada en huir de esa ola que parece favorecedora pero que generalmente trae consigo una resaca mortal. Hay que tener memoria. Y cabeza. Control. Manejo de una situación que incluye tres puntos de ventaja y un partido menos en el calendario. La certeza de que pase lo que pase el equipo tiene en su mano seguir siendo líder durante las vacaciones si puntúa en Sevilla es un factor clave. Ése, más la probabilidad de los nueve puntos de diferencia, nunca definitiva pero de una profundidad práctica y simbólica extraordinaria. El arco de las consecuencias entre el peor y el mejor resultado posible es sencillamente sideral. Los jugadores blancos son unos trapecistas que saltan con red y los que carecen de ella visten de azul y grana. Hay que aprender a jugar con ello.
Todos esos ingredientes deben mover, además, a la pasión. La racionalidad no debe neutralizar las emociones efervescentes. El Madrid ha de partir del entusiasmo del aspirante. Es lo que es. El Barça es el campeón, merece mucho respeto y exige unas dosis inagotables de deseo. Un ímpetu juvenil, unas ganas incontenibles. Un comerse el mundo. Desde la memoria y el manejo sabio de las circunstancias solo falta un espíritu pasional para conquistar altas cimas. Es quererlo todo, sí. Pero mejor entregarse a la mezcla de sueño y conocimiento que dejarse llevar por la fiesta del exceso de confianza. Veremos.
Siento miedo y euforia a partes iguales, según el momento. Para mí, la clave (y diferencia respecto al año pasado) son las defensas: la nuestra ha crecido mucho con Ramos (lo que nos permite adelantar líneas y presionar como ellos hacían, sin ir más lejos en el 5-0); y la suya no acaba de recuperarse (lo que no les permite presionar y sacar la pelota como hacían).
ResponderEliminarPor eso soy optimista, pero, como bien dices, el recuerdo de la euforia previa del 5-0 (y el resultado final) me hace temblar.
Euforia nada de nada. Sólo tengo que pensar en los dos goles encajados en Mastalla y el de Adrian y el estomago se hace liquido!!
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