Es el Bierzo una tierra que enamora con facilidad. Su paisaje es agreste y duro pero invita al recogimiento. Sus gentes poseen una generosidad poco adornada, muy natural. El berciano es resistente y amable. Trabajador. Comprometido. La mina es lo que tiene, que curte. Por si fuera poco, los paisanos de esa comarca con solera de región saben disfrutar. Su comida, su vino y hasta su peculiar sentido del humor les ayuda a completar una identidad que mezcla el esfuerzo con el placer, todo muy bien administrado y cuando toca. Y su equipo de fútbol, la Sociedad Deportiva Ponferradina, reúne desde años tantas y loables cualidades, por lo que ya debía de saber el Madrid que su eliminatoria copera no iba a ser un paseo.
La visita de la institución más gloriosa que ha dado el balompié ha sido el acontecimiento social de la historia reciente del Bierzo, por lo que cada detalle acaecido en el Toralín tenía sabor a lujo, no por efímero menos intenso. Hasta el calentamiento de los hombres vestidos de blanco fue un espectáculo para los ilusionados ojos de los aficionados blanquiazules. De ahí que tampoco pasara nada si no se disfrutó de una primera parte futbolera y de muchos kilates. A un lado, la Ponferradina hizo un ejercicio espartano de orden. Al otro, el Madrid no se complicó la existencia y asestó dos o tres zarpazos a partir de las imprecisiones de un equipo de inferior categoría.
No obstante, a punto estuvo Yuri de inaugurar el marcador con una vistosa acrobacia dentro del área, mediochilena, o algo así. Detuvo Adán el remate de un jugador talentoso e inconstante, que se fajó de forma muy honrada por el campo. Sin embargo, el escaso aunque verdadero peligro lo pusieron los pupilos de Mourinho. A falta de una circulación rápida y precisa en la medular, pues Sahin no parece tener ni de lejos el perfil de Xabi Alonso, fue la verticalidad de Callejón y de CR7 lo más destacable del primer acto. El portugués hizo una incursión inquietante que terminó en saque de esquina y el canterano fue demasiado generoso y muy impreciso en un dos contra uno que no supo completar con una asistencia en el segundo palo a Ronaldo. Solo en una mala maniobra de salida de la retaguardia, la Ponferradina permitió que Callejón se quedara solo y aprovechara un pase de Khedira para inaugurar el marcador. 0-1 al descanso.
El reinicio trajo una prolongación de los estilos: entusiasmo berciano y eficacia blanca. Domenech arrancó el uy de las gradas con un centro que se envenó y que fue a empotrarse contra el larguero. Yuri, en el rechace, echó la pelota la fuera. Fue sin duda la mejor oportunidad de los anfitriones, que veían cómo sus ilustres invitados sacaban a relucir, una noche más, el arma de la velocidad y la virtud de la pegada. De pronto Callejón, el mejor de entre los participantes, desaprovechó un magnífico taconazo de Kaká. Y al poco, Mourinho tuvo que recomponer su once para acomodarlo a un diez, dada la expulsión por doble amarilla de Albiol.
Entró Granero por un desdibujado Sahin, gran incógnita a la que de momento no se le adivinan las enormes cualidades que se le anunciaban. También lo hizo Ramos, que sustituyó a un intermitente Kaká. Los planes no se alteraron en lo esencial, pues aunque pareció darse un atisbo de control en la posesión local el peligro lo siguió llevando el Madrid. Así, Cristiano avisó primero con un cabezazo y ejecutó a continuación el 0-2 al irse con potencia y mandar un disparo seco a las mallas. Si contra el Barcelona se le vio ansioso, en el Toralín se le vio metido y luchador, en actitud ambiciosa y humilde. Así sí.
Rompieron el silencio de la noche preinvernal las gargantas bercianas, pletóricas de orgullo al saberse atentidas por micrófonos y cámaras. Vivieron la fiesta, su gran fiesta, gracias a la grandeza del Madrid, que provoca a su alrededor lo que ninguna otra institución deportiva del planeta. Pero esa dimensión, de un tamaño descomunal, todavía crece más cuando entra en contacto con ambientes recios y generosos como el de la inolvidable cita en Ponferrada. Un capítulo más, por humilde que sea, en el voluminoso libro de la historia blanca.
Solo puedo estar agradecido por lo escrito en el primer párrafo sobre mi tierra. El resto es lo de menos. Justa victoria del Real Madrid, claro.
ResponderEliminarLlego emocionado de El Toralin y me emociono aún más leyendo esto. Se nota que ya eres un berciano más. Comparto casi al cien por cien tu análisis. Un abrazo.
ResponderEliminarPepino.