Regalazo. Uno a veces es anfitrión de una fiesta, que con periodicidad matemática el calendario convierte en la de tu cumpleaños. Las normas de la urbanidad te obligan a atender a los invitados. A lo lejos, eso sí, como una letanía de imágenes inconexas, la tele refleja en silencio a unos tipos vestidos de rojo pasión que se enfrentan al Sevilla bajo la sospecha de la reciente derrota en el clásico. La crónica debe esperar. Nacido para el Madrid se ve obligado a una faena de aliño, sincera y poco pródiga en detalles ante el alto grado de desatención. Perezosa necesariamente, por el cansancio del exceso y la falta de sueño. Y feliz por el extraordinario regalo que supone una victoria con alto significado, propia de un aspirante serio a campeón, que se levanta con espíritu renovado del suelo para seguir en la pelea.
El 2-6 del Sánchez Pizjuán es un toque de atención a todos aquellos que se apresuraron a dar por enterrado al equipo dirigido por Mourinho. En lo que uno vio de refilón, parece que fue fruto de la resistencia inicial a un empuje casi colérico de los sevillistas y a una pegada brutal que culminó por medio docena de veces la cacareada virtud de la velocidad. Las salvadoras repeticiones insistían sobre tres hombres: Benzema en el arte de la asistencia, CR7 en las artes goleadoras y Di María en todas. El argentino repartió obsequios como un Santa Claus inverso, delgaducho, moreno y barbilampiño. Menudo crack.
Con 0-2 en el marcador, obra de CR7 y de Callejón en sendas rupturas mortales, el portugués criticado lanzó un misil asesino desde larguísima distancia que se coló por la escuadra de Javi Varas. Si hubo dos acciones espectaculares en la noche sevillana esa fue sin duda una de ellas. La otra la protagonizó Casillas, sí, un portero capaz de retratar su estampa con perfil de oro incluso cuando sus compañeros se desatan con un set. El capitán voló de forma milagrosa para sacar una pelota que Manu del Moral remataba con saña en el segundo palo y a un metro de la portería. Los invitados, hasta la menos futbolera, tuvieron que mirar y sentirse admirados. Ese don de la atracción, hecho de empatía y calidad, sólo lo tienen algunos elegidos como el de Móstoles.
La expulsión de Pepe no cambió el panorama en absoluto. Se veía, de hecho, que la superioridad numérica era un regalo envenenado para la escuadra andaluza. Tenía que venirse arriba y el Madrid podía esperarle atrás sin ningún atisbo de vergüenza. Así las cosas sólo era cuestión de tiempo que un contragolpe mortal liquidara cualquier vana esperanza para la remontada. Benzema se inventó un pase genial y Di María mandó la pelota a la red con el exterior de su pie izquierdo después de un carrerón. Se acabó. Por pura inercia llegaron los tantos del Sevilla y por pura inercia cerró Cristiano su triplete con un penalti y se estrenó Altintop como goleador de la Casa Blanca. Ni siquiera la roja directa a Manu del Moral fue reseñable. Al final, los jugadores y el equipo técnico celebraban rabiosos una exhibición con la que pretendían reforzar la seriedad de su candidatura. Y en una esquina del salón, un madridista cumpleañero brindaba con una cerveza belga pletórica de cuerpo y sabor, mientras volaba feliz con la imaginación a regalos más definitivos en el estertor de la temporada. Que se cumpla el deseo.
Hola!!!! Me podrian recomendar Hoteles en Madrid Muchas Gracias!!!
ResponderEliminar