Rafa Nadal es al deporte español individual lo que el Real Madrid al colectivo: el mejor de la historia. Su triunfo de ayer completa la leyenda con el matiz de la última conquista. El palmarés es incontestable, jalonado con el Grand Slam, la Copa Davis y el oro olímpico. Apenas le queda techo, quizás ganar los cuatro grandes en un solo año. La hazaña es irrebatible e incomparable. Nadie puede, ni seguramente podrá, igualar su currículo. Nadie.
Evidentemente la alegría por sus éxitos es patrimonio de quien quiera hacerlos suyos, independientemente de aficiones o nacionalidades. Pero Rafa no ha desaprovechado ocasión para manifestar su pasión madridista, siempre con un respeto admirable y un talante conciliador. Da la impresión de que él sí "ha nacido para el Madrid", pues encarna eso tan manido de los "valores" como casi ninguno de los que con tanta gratuidad han portado el eslogan florentiniano. Por eso tenemos derecho a sentir un pellizco de suplementaria alegría.
Nadal ha ganado todo con esfuerzo y en buena lid. Teniendo peores dotes naturales y técnicas que el número uno que se encontró por el camino, un tipo de clase superdotada como Federer, no aguardó a que el suizo se saciara de victorias para sucederle: le derribó él. La fortaleza mental, el afán de superación, la inexistencia de la rendición, el deseo y la vergüenza propia son algunas de las muchas cualidades que explican su éxito. De hecho, quien esto firma jamás ha visto una puesta en práctica tan memorable ni un espectáculo deportivo de la magnitud de la final de Wimbledon de 2008.
Seguramente la comparación no venga a cuento, pero ahora que en parte se han vacíado de contenido las señas identitarias del madridismo de toda la vida en el vestuario del Bernabéu, muchos seguidores blancos tenemos en Rafa un referente para explicar a nuestros hijos qué entendemos por los valores del Real Madrid. Con su ejemplo, el tenista superlativo demuestra que nada tiene sentido si no se humaniza tanto el triunfo como la derrota. Él nunca ha dejado escapar una oportunidad para felicitar al rival ni para elevarle un poco. Y ésa es la clave de su grandeza, resultado también de una naturalidad sin límites, una fe inquebrantable y una ambición legítima.
"Nacido para el Madrid", en un día histórico, se suma con una emoción profunda a la alegría de todos los seguidores de Rafael Nadal, el mejor deportista español de todos los tiempos. ¡Enhorabuena, Rafa!
Las virtudes que señalas de Nadal, me han hecho recordar a Raúl González Blanco. Espero que cuando algún día le llegue la fase crepuscular al primero, la opinión pública no sea tan olvidadiza como lo ha sido con el segundo.
ResponderEliminarEstupendo artículo con el que estoy totalmente de acuerdo.
ResponderEliminar¡Saludos!