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lunes, 20 de diciembre de 2010

Real Madrid 1 Sevilla 0. A falta de Xabi, noche de furia

 
Se despidió el Madrid del 2010 liguero con uno de sus frecuentes ataques de cólera, fundamentada en ese estilo épico que le caracteriza cuando el público se siente herido y el equipo se excita con la pasión de la venganza. Con un hombre menos por la injusta expulsión de Carvalho, y tras haber padecido un arbitraje calamitoso y de efecto motivador, los hombres de Mou se llevaron los tres puntos más sufridos en lo que va de temporada. Y el seguidor blanco, tras el pitido final, bien podía sentirse feliz con ellos si no fuera porque salieron a flote algunas conclusiones ciertamente preocupantes.
La más importante de todas ellas ya se ha apuntado en este blog por activa y por pasiva: Xabi Alonso es el jugador más -quizás el único- insustituible de la plantilla. El donostiarra es el habitante del vestuario que carece por completo de relevo, ocupando además un puesto decisivo para que el engranaje funcione. Con el centrocampista tocón en la grada, el aficionado pasó por el durísimo castigo de soportar a la dupla Lass-Khedira sobre la sagrada hierba del Bernabéu. El espectáculo fue calamitoso para la vista. Los dos necesitan tres maniobras, como mínimo, antes de devolver un balón con suficiente criterio. Como el tiempo es oro en este deporte, los rivales se colocan, los flotan y tapan los espacios de los cuatro de arriba, impotentes en sus acciones por muy rápidos y técnicos que sean. 
Por ahí pasa exactamente el resumen de la primera parte, en la que los locales no crearon ninguna ocasión nítida de gol ante la felicidad de un Sevilla poco ambicioso y más bien gris. Cristiano lo intentó desde lejísimos y desde lejísimos lo intentó también Di María, en un balance paupérrimo que hizo las delicias del provocador Palop. A todo esto, los de Nervión dejaban que los minutejos cayeran uno detrás de otro. Tic, tac. Tic, tac. La tortura que sufría la pelota era de tal calibre que a uno le daban ganas de enchufarse el piloto de Boardwalk Empire, la serie creada por Scorsese y Terence Winter. Hasta que emergió la figura de un árbitro dispuesto a poner la única salsa al insípido duelo. 
El segundo tiempo fue, de hecho, todo un monumento al otro fútbol, ése que se alimenta de la bronca y el pique. Los banquillos se habían despedido al inicio del descanso con una ensalada de insultos y empujones y la reanudación trajo un ambiente cargado del que se contagió el público. Clos Gómez añadió más gasolina al fuego al mandar a Carvalho a la calle y al comerse un penalti a Granero. Porque, a todo esto, entró "el Pirata" por Khedira, como entró Pedro León por Benzema, una vez más cuestionado por el socio. Los relevos refrescaron a un bloque empujado desde la grada y dolido con las banderillas colocadas por el trencilla. 
En ese ambiente de tensión exacerbada parece que también se siente cómodo el Madrid de Mou. Emergió, cómo no, la enjuta figura de un descomunal Di María, quien se apropió de la banda izquierda en otra exhibición de sus sorprendentes cualidades físicas. Suyo fue el gol que desató la locura en un episodio que resume el tono del partido: Özil encaró a tres defensas, entró en el área y cedió a Pedro León, cuyo disparo se estrelló contra la mano de Zokora. Mientras todo hijo de vecino reclamaba el penalti, el zurdo argentino hizo una madeja de Palop y le batió por el hueco imposible del primer palo. Bulla, enajenación y pillería. Cualquier cosa menos fútbol elaborado. 
Cuando Clos puso fin a su celebración del dislate con el pitido final quedaron atrás las ocasiones al limbo de Negredo y otras angustias del aficionado. Solo hay una que permanece y es que, en pleno debate sobre la urgencia de un nueve, anoche quedó demostradísimo que lo que de verdad falta es un sustituto para Xabi Alonso. Por eso sorprende, y mucho, que Mourinho diera continuidad a la tormenta  del juego en la sala de prensa, lugar desde el que tiroteó con saña sobre la sombra de Jorge Valdano. El Director General, más bien "portavoz de marrones", lo tiene bien empleado por no haberse marchado cuando le ningunearon desde la planta noble del club. Su entrenador ha decidido que ya toca su cabeza en una bandeja de plata y está por ver si Florentino la entrega. Mal debate, más bien pésimo, a estas alturas de la obra.

6 comentarios:

  1. No pinta nada mal esa serie de Scorsese. Las noches de los lunes se han puesto muy bien teniendo en cuenta que como primer plato está 'Rubicón'. Mención especial a la 4ª temporada de 'Mad Men'.

    En cuanto a la escaramuza de ayer, juego realmente feo de los blancos pese a lo cual sobresalieron mis antes criticados Pepe, Lass y Ramos en defensa (sobre todo el primero). Ante un Sevilla que no mostró ni un instante un solo destello de la grandeza de su historia reciente, el Madrid se impuso fundamentalmente por la episódica osadía de jugadores talentosos como Özil y Di María. Nada más marcar el argentino, servidor se descubrió arrodillado frente a la tele entregado compulsivamente a una serie rabiosa de ostensibles cortes de manga dirigidos al pésimo arbitraje de líneas descompensadas (leáse 'balance de fueras de juego'), cegera de área y ensañamiento parcial. Sumado a lo anterior, lo de Carvalho, una vez amonestado, se veía venir. Sin embargo, el malvado Mou no lo supo predecir ¿o tal vez sí?

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  2. ¿De qué podemos hablar los madridistas?

    Está feo el panorama, para qué engañarnos. Si vamos a dar la tabarra con los árbitros, yo me borro. Lo del villarato nos perjudica muchísimo. Es verdad que los árbitros ayudan/se equivocan a favor del Barça, pero no más que a favor del Madrid. Decir lo contrario es tener un complejo de inferioridad de caballo. Me acuerdo ahora de la expulsión de Albelda del otro día, por acordarme de algo.

    El partido fue horrible. El típico partido del que se habla de raza, fuerza, furia es propio del Cacereño, pero no del Madrid. ¿Para esto hemos quedado? Al Madrid yo le exijo que muestre algo más que furia. El fútbol no es un deporte de correr y sudar la camiseta. Maguregui ya no entrena.

    Estoy triste. Además, tuve la mala suerte de ver el partido del Barça el sábado. Las comparaciones nunca fueron más odiosas.

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  3. Interesante reflexión de otro madridista sufridor:

    El empujón

    Es cierto que formar una pareja de defensas centrales que atiendan por Pepe-Carvalho parecía una buena estrategia: esquilaba la memoria de la 'grandeur' literaria culé representada por Montalbán sin asomo de culpabilidad, y hacía sonar violines en la alineación, al nivel de Puyol-Piqué, de innegable sonoridad nacional. Además, los dos hombres eran portugueses, razón de más para mantener el aliento. Es cierto también que el verbo porteño-aragonés de Jorge Valdano convenía de nuevo como pueril, pero eficaz, justificación del magnatismo doliente y gafe que acumula el club con el peor diseño de camisetas jamás habido, a pesar de lo cual las vende por millones, lo que siempre me ha parecido un presagio del fin de la cultura. Empero, había lugar para la esperanza: la punta de lanza del ataque subrayada con otro argentino, que compensara al repeinado que gasta en su nombre compuesto lo mejor de la fe y lo peor del capitalismo, ese argentino inasequible al desaliento, ariete potrero, sin tiempo para el diván, permanentemente en tela de juicio y herido de menosprecio, ese argentino que acude al rescate de la pasión del aficionado descompuesto, superado por los acontecimientos. La llegada de un alemán musulmán, afiebrado de Turquía, con rasgos de dibujo animado expedientado por su autor, contra el que se rebela usando de forma espléndida los dos pies a menos de ciento setenta centímetros del suelo, prometía competencia con el equipo de enormes bajitos del barrio alto...aunque fuera a ratos. Pero un entrenador demagogo que aparece brindando al sol con papeles timbrados y sellados con el escudo del club, en las patéticas ruedas de prensa en las que se queja de los árbitros, del presupuesto, se ventosea sobre la humildad, promueve la indisciplina mental y el cinismo activo (único detalle defendible, dada la hipocresía generalizada) y enloda el buen nombre de Portugal bajo la única razón de las victorias que aparecen en las líneas 1 a 35 de su currículum, va camino de reabrir vías de agua en el transatlántico de ACS hasta hundirlo sin remisión en la primera esquina del siglo. Porque el dinero no lo arregla todo, afortunadamente. Que un imbécil, subalterno del tal Mourinho, se atreva a empujar a un septuagenario y lo derribe al suelo, a un señor, Agustín Herrerín, que lleva en Chamartín casi cuarenta años, era lo que faltaba por ver. Como dijo un aficionado argentino, un sentimiento no se explica. Lo que tiene también mala explicación es cómo es posible que se junte tanta gente maleducada, tanto macarra, bajo una misma empresa. El cálculo de probabilidades debería desmentirlo. Y sin embargo, ahí, los tienes, entrenando a Casillas como si fuera un portero de discoteca.

    http://laverdaddelpajarito.blogspot.com/2010/12/el-empujon.html?zx=8fcaae32ca210f9c

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  4. El padrino madridista20 de diciembre de 2010, 23:36

    Partido horrible. Arbitraje horrible. Espectáculo post-partido horrible. ¿Qué más se puede decir? Ah, sí, que al igual que el amigo Alfiz yo también hice unos cuantos cortes de mangas dirigidos a no sé quién después del pícaro gol de Di Maria. Menos mal que nos queda el fútbol... aunque sea a pequeñísimas dosis.

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  5. Estamos coordinando un mensaje unitario en los blogs en favor de Mou en todos los blogs madridistas os apuntaís?

    Mandadme un mail

    #ESTAMOSCONTIGOMOU

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  6. ¿Con Mou?

    Yo estoy con el Madrid, que es lo que quedará. Mou se largará con sus millones y nos dejará, espero, el mejor equipo de la historia.

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